P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
IX. JESÚS SUBE A JERUSALÉN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA
DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA
(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)
SERMÓN ESCATOLÓGICO - INTRODUCCIÓN
211.- LA VENIDA DEL
HIJO DEL HOMBRE
TEXTOS
Mateo 24, 30-41
Entonces aparecerá
en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces harán duelo todas las razas
de la tierra y verán al Hijo del hombre sobre las nubes del cielo con gran
poder y gloria. Y enviará a sus ángeles con sonora trompeta, y reunirán de los
cuatro vientos a sus elegidos, desde un extremo de los cielos hasta el otro.
De la higuera aprended
esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, caéis en
la cuenta de que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todo
esto, caed en la cuenta de que él está cerca, a las puertas. Yo os aseguro que no
pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán. Más de aquel día y hora, nadie sabe
nada, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.
Como en los días
de Noé, así será la venida del Hijo del hombre.
Porque como en los
días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta
el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el
diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre.
Entonces, estarán dos en el campo: uno será llevado y otro dejado; dos mujeres
estarán moliendo: una será llevada y otra dejada."
Marcos 13, 26-32
"Y entonces
verán venir al Hijo del hombre entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará
a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo
de la tierra hasta el extremo del cielo. De la higuera aprended esta parábola:
Cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, caéis en la cuenta de que
el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, caed
en la cuenta de que él está cerca, a las puertas. Yo os aseguro que no pasará
esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero
mis palabras no pasarán. Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los
ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre."
Lucas 21, 27-33
"Y entonces
verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando
empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza, porque se
acerca vuestra liberación."
Les añadió una
parábola: "Mirad la higuera y todos los árboles.
Cuando ya echan
brotes, al verlos, caéis en la cuenta de que el verano está cerca. Así también
vosotros, cuando veáis que sucede esto, caed en la cuenta de que el Reino de
Dios está cerca.
Yo os aseguro que
no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán."
Lucas 17,22-37
Dijo a sus
discípulos: "Tiempo vendrá en que desearéis ver uno solo de los días del
Hijo del hombre, y no le veréis. Y os dirán: ‘Vedlo aquí, vedlo allá'. No
vayáis, ni corráis detrás. Porque, como el relámpago fulgurante que brilla de
un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su Día. Pero, antes,
le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación.
Como sucedió en
los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre. Comían,
bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca; vino
el diluvio y los hizo perecer a todos. Lo mismo sucedió en los días de Lot:
comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían; pero el día que
salió Lot de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a
todos. Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste.
Aquel Día, el que
esté sobre terrado y tenga enseres en la casa, que no baje a recogerlos; y de
igual modo, el que esté en el campo, que no se vuelva atrás. Acordaos de la
mujer de Lot. Quien intente guardar su vida la perderá; y quien la pierda la conservará.
Yo os lo digo: aquella noche estarán dos en un mismo lecho: uno será llevado y
el otro dejado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será llevada y la otra
dejada." Y le dijeron: "¿Dónde, Señor?" El les respondió:
"Donde esté el cuerpo, allí se congregarán los buitres."
INTRODUCCIÓN
A los textos
clásicos del Sermón Escatológico, donde Cristo anuncia su venida triunfal al
final de los tiempos, hemos añadido otro texto de Lucas. El contenido de este
texto de Lucas es casi igual al que encontramos en los textos del Sermón
Escatológico; las circunstancias en que el Señor pronuncia ambos discursos son
distintas pero la enseñanza es la misma. Es muy probable que el Señor en estas
dos oportunidades hablase a sus discípulos sobre su segunda venida gloriosa.
El Señor había
revelado a sus discípulos el devenir histórico de la humanidad a través de los
siglos. Y, muy particularmente, había profetizado la destrucción de Jerusalén,
que constituía un símbolo de la gran tribulación al final de los tiempos. Finalmente
el Señor quiere descubrir a sus discípulos el misterio de su segunda venida, en
gloria y poder, que daría fin a la existencia de este mundo y sería el comienzo
del Reino de Dios en la eternidad.
Los apóstoles
añoraban por la instauración definitiva del Reino de Dios, de que Cristo tanto
les había predicado. Estaban muy confundidos, pues habían escuchado de labios
del mismo Jesús hablar de su Pasión y de su Muerte. El Señor les confirma en
estos pasajes su futura gloria y triunfo, su segunda venida en majestad de
poder, para consumar la obra que le ha encargado su Padre: El Reino Mesiánico.
Los apóstoles querían ver cuanto antes ese día. El Señor vuelve a repetirles
que antes de llegar a su gloria tiene que pasar por la humillación y el sufrimiento
de su Pasión. Y que entre su resurrección y su segunda venida pasará mucho
tiempo, como les había explicado en la primera parte del Sermón Escatológico. (Cfr.
Medit.208).
El Señor, a continuación, describe su
"Parusía", o segunda venida a la tierra al final de los tiempos. El
Señor se mostrará ante todos los hombres en la majestad de su poder y de su
gloria. San Mateo añade que. "aparecerá en el cielo una señal del Hijo del
hombre".
Es frecuente la
opinión de muchos comentaristas del evangelio, que ésa señal no será otra cosa
que la cruz, por la que Cristo conquistó su gloria de Redentor de toda la
humanidad. Se nos dice también que vendrá "sobre las nubes del
cielo".
Todas estas
expresiones, a excepción del detalle de la cruz, las encontramos en la profecía
de Daniel sobre el Hijo del hombre:
"Y he aquí
que en las nubes del cielo venía como un Hijo del hombre. Se dirigió hacia el
Anciano (Dios), y fue llevado a su presencia. A él se le dio imperio, honor, y
reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un
imperio eterno, que nunca pasará, y su reino nunca será destruido."
Profecía que el
Señor también se aplicará a si mismo, cuando sea juzgado por el Sanedrín,
antes de su Pasión.
Al aplicarse el
Señor esta profecía de Daniel, manifiesta que él es ese Hijo del hombre y que
viene con la plenitud del poder y autoridad divina a juzgar a todos los pueblos
y naciones del mundo.
La imagen de la
trompeta sonora está tomada del uso o costumbres de aquella época de convocar
por medio de este instrumento al pueblo entero, bien fuese para reunirlos en
asambleas de importancia, bien fuese para que saliesen a recibir al rey o a
algún general victorioso. Ya en el Antiguo Testamento Isaías nos había dicho
que Yahveh hará tocar la trompeta para reunir a los judíos dispersos por
tierras de Asiria y Egipto. (Cfr. Is27, 13) No se trata de interpretar la
trompeta en su sentido real, sino como una metáfora que nos habla del poder de
Dios que convoca a su pueblo disperso en otras naciones. En las palabras de
Cristo el toque sonoro de la trompeta significa también su gran poder para
convocar a todos los hombres de la tierra, que tendrán que comparecer ante su
presencia. Y se nos habla especialmente de "los elegidos" para significar
la providencia especial del Señor con todos aquellos que se han de salvar y
entrar en su Reino.
El Señor nos
enseña también que su venida será repentina y la compara "con un relámpago
fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo." Los ejemplos que trae
el Señor tomados de la Historia Sagrada, lo que sucedió en tiempos de Noé y en
tiempos de Lot, no son sino ejemplos que quieren dar a entender que su venida
cogerá desprevenida a la mayoría de los hombres. Pero hay mucho de tragedia en
estos ejemplos. Por estar desprevenidos, muchos serán los que perecerán. Noé y
Lot habían anunciado a los hombres el castigo que les amenazaba, si no se
convertían. No hicieron caso al llamado a la conversión, y en el momento más
inesperado llegó el diluvio y la destrucción de Sodoma y Gomorra. Igual pasará
en el momento de la segunda venida de Cristo: Muchos no habrán aceptado el
llamado que el Señor continuamente hace a la conversión; para ellos la venida
de Cristo será el momento en que reciban el juicio condenatorio. Los que se encuentren
preparados para recibir al Señor serán "tomados" para recibir el
premio de la salvación; los otros serán "dejados" para recibir el castigo.
Hay una frase un
tanto enigmática en las palabras del Señor: "Donde esté él cuerpo allí estarán
los buitres."
Muchos autores
consideran que se trata de un proverbio. Aquí se aplicaría el proverbio a los
pecadores. De la misma manera que un cadáver dejado sobre la tierra no escapa
a la vista y olfato de los buitres y hacen de él su víctima, así también cualquier
pecador, muerto a la vida de gracia, no escapará al juicio de Dios, al poder de
Cristo, Juez universal de todos los hombres.
La comparación de
la higuera que añade Cristo es para decir a sus discípulos y en ellos a todos
nosotros, que cuando se cumplan todas las señales que ha anunciado como
precursoras del fin del mundo y de su segunda venida, entonces sucederá todo
lo que les ha predicado. Pero añade que "de aquel Día y hora, nadie sabe
nada, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre." Hay que
admitir que Cristo, por la ciencia divina que, poseía, conocía ese
"Día" y esa "hora", pero conocía que no era la voluntad de
su Padre que los revelase a los hombres, y en este sentido podía decir que le
ignoraba.
Finalmente el Señor
pronuncia unas palabras solemnes: "Yo os aseguro que no pasará esta
generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán."
Es evidente que la
palabra "generación" no puede significar la generación de los que vivían
en aquel entonces. El Señor ha hablado con toda claridad de que el fin del
mundo y su segunda venida tardarán mucho en llegar y que antes el Evangelio ha
de ser predicado a todos los pueblos de la tierra (Cfr. Medit.208).
Algunos autores han
querido interpretar estas palabras del Señor como referidas a la destrucción de
Jerusalén, supuesta esa yuxtaposición de los dos acontecimientos profetizados
por el Señor, la destrucción de Jerusalén y la tribulación de los últimos tiempos,
tal como ya hemos explicado. En tal interpretación sí se referiría el Señor a
la generación de sus coetáneos. Pero no parece probable, pues inmediatamente
después de estas palabras, el Señor se refiere a aquel "Día" y
"hora", que sólo pueden significar el fin del mundo y su segunda venida.
Por eso otros autores creen que "esta generación" no se refiere a
alguna generación concreta y menos contemporánea, sino que habría que tomar la
palabra "generación" por "mundo", y el sentido sería:
"No pasará este mundo hasta que todo esto suceda."
MEDITACIÓN
El Señor revela a
sus discípulos el misterio glorioso de su segunda venida en la majestad de su
poder y de su triunfo, para consolarlos y hacer que crezcan en ellos la fe y la
esperanza inquebrantable en él. Ellos tendrái4 que pasar por las horas de las
tinieblas de la Pasión y Muerte de su Maestro, pero, cuando reciban el Espíritu
Santo, recordarán todas estas palabras del Señor, comprenderán su triunfo y su
gloria, y sentirán el inmenso consuelo de saber con certeza que vendrá a recogerlos
para que estén ya siempre con él en el Reino de su Padre. Esta fe y esta
esperanza serán lo que les mueva a consagrar toda su vida a manifestar a Cristo
y a predicar su mensaje de salvación a todos los pueblos. Ya no se borrará de
su memoria la descripción que el mismo Señor ha hecho de su venida gloriosa v
del llamado eme hará a todos los "elegidos".
Si algo necesita
el hombre de hoy día es esperanza y alegría profunda. La mayoría de los hombres
viven como si no esperasen nada en el más allá y su existencia se desarrolla en
medio de angustias. La angustia, el nihilismo, toda clase de pesimismo es lo
que más abunda en la filosofía y literatura de nuestros días.
El verdadero cristiano es el que vive de la
esperanza transcendental de un más allá, esperanza fundada en Jesucristo, Hijo
de Dios, Redentor nuestro, que nos asegura el compartir con él el triunfo y la
gloria de su Reinado. San Pablo llama a los no cristianos: "los que
carecen de esperanza, lejos de Cristo y sin Dios." (1 Tes. 4,13) En cambio,
el cristiano es el que vive "esperando la bienaventurada esperanza y la
aparición de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo."(Tit
2,13).
El cristiano debe
vivir manteniendo continuamente y renovando incesantemente la fe en el triunfo
definitivo de Cristo, y con la esperanza cierta de que ese triunfo será
compartido por todos los que creen y esperan en él. La escena que Cristo nos describe,
en el pasaje que estamos meditando, de su venida gloriosa a la tierra al final
de los tiempos y llamando a todos los elegidos, no se debe borrar de nuestra
mente.
Viviendo de esa
esperanza el cristiano sentirá la alegría de que va caminando hacia la patria
verdadera: "Para nosotros, nuestra patria está en el cielo, de donde
vendrá el Salvador al que tanto esperamos, Cristo Jesús, el Señor. El cambiará
nuestro cuerpo miserable y lo hará semejante a su propio cuerpo, del que
irradia su gloria." (Filp. 3,20-21)
Por medio de esta
esperanza fomentará en sí mismo una actitud de despego de los placeres, de las
codicias, de los bienes efímeros de esta tierra, que le puedan apartar del
Señor. Esta actitud llevará al cristiano a buscar las cosas de arriba, no las
de abajo: "Hermanos: ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los
bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad
a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto y vuestra
vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra,
entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en la gloria"
(Colosenses. 3,1-4)
Y esta misma
esperanza será la que nos dé una gran fortaleza y paciencia para sufrir
cualquier tribulación que venga sobre nosotros y mantenernos firmes en la lucha
cristiana. Nos hace, además, ser conscientes de que cualquier sufrimiento
ofrecido al Señor es una gran obra meritoria y es una colaboración a su obra
redentora.
La unión con
Cristo en el sufrimiento es una garantía de nuestra participación en su
gloria.
"Estimo que
los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha
de manifestar en nosotros". (Rom 8, 18)
Y la esperanza
será motivo de alegría profunda en lo más íntimo del corazón: "Alegraos
en la medida que participéis en los sufrimientos de Cristo, para que también os
alegréis alborozados en la revelación de su gloria." (1 Ped.4, 13)
Evidentemente que
la Parusía de Cristo, su segunda venida en gloria y poder, tiene también su
aspecto doloroso para todos aquellos que lo han rechazado y han seguido
obstinadamente el camino del pecado; para los que han vivido "lejos de
Cristo y sin Dios", como nos decía San Pablo. Cristo se presenta también
como Juez universal de todos los pueblos y razas, de todos los hombres. Pero
este aspecto de la venida de Cristo como manifestación de la infinita justicia
de Dios lo consideraremos en la meditación precedente.
En esta meditación
hemos querido resaltar todo el mensaje de alegría y esperanza que nos transmite
el Señor al revelarnos el misterio de su triunfo definitivo, al final de los
tiempos, y el llamado que hará a todos sus escogidos. Sólo depende de nosotros
estar dentro de esos "escogidos" del Señor. El llama a todos, el
quiere que todos se salven, y por todos ofreció su vida en la cruz. Se trata de
que aceptemos el llamado del Señor y recibamos todas sus gracias de redención.
Confianza inmensa en la bondad y amor del Señor que, por poco que nosotros
correspondamos a su gracia, no permitirá que nos alejemos de él. Un día será
realidad todo lo que el Señor nos ha anunciado en su mensaje escatológico.
...
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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