P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA
(Mayo 28 - Mayo 29)
E. ULTERIOR MINISTERIO EN GALILEA: HASTA LA FIESTA DE PENTECOSTES
(Hasta fines de mayo del Año 29)
92.- VUELTA DE LOS
APÓSTOLES Y DISCÍPULOS - ACCIÓN DE GRACIAS DE JESÚS
TEXTOS
Mateo 11,25-27
En aquel tiempo,
tomando Jesús la palabra, dijo: "Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y
de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes, y se
las has revelado a pequeños. Sí Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo
me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre,
ni al Padre lo conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo
quiera revelar."
Marcos 6, 12-13.30
Y, yéndose de allí,
predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con
aceite a muchos enfermos y los curaban.
Los apóstoles se
reunieron con Jesús y le contaron lo que habían hecho y lo que habían enseñado.
Lucas 9,6. 10
Saliendo, pues,
recorrieron los pueblos anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.
Cuando los
apóstoles regresaron, le contaron cuanto habían hecho.
Lucas 10,17-24
Regresaron los
setenta y dos alegres, diciendo: "Señor, hasta los demonios se nos
someten". El les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un
rayo. Os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre toda
potencia enemiga, y nada os podrá hacer daño; pero no os alegréis de que los
espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en
los cielos." En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu
Santo, y dijo: "Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has ocultado estas cosas a sabios y prudentes, y se las has revelado a
pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido
entregado por mi Padre, y nadie conoce quien es el Hijo sino el Padre; y quien
es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar."
Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: "¡Dichosos los ojos que ven
lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que
vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo
oyeron."
INTRODUCCIÓN
Mateo nos refiere la vuelta de los apóstoles;
y la acción de gracias de Jesús la pone en otro contexto. Marcos y Lucas nos
hablan de que los apóstoles cumplieron su misión con todo éxito y que volvieron
donde el Señor. Lucas, además, pone expresamente la vuelta de los setenta y dos
discípulos, y con motivo del éxito de su misión nos revela la oración de acción
de gracias del Señor, que al mismo tiempo es una autorevelación de su divinidad
como verdadero Hijo de Dios.
MEDITACIÓN
1) La alegría de los apóstoles y discípulos
enviados por Cristo
Con todo fervor
cumplieron su misión apostólica y, según nos dice San Marcos, el contenido
fundamental de su predicación era la sincera conversión de los corazones, y se
sobrentiende que esa conversión era la condición necesaria para recibir al
Mesías que ya estaba entre ellos y venía proclamando el Reino de Dios. Expulsaron
muchos demonios curaron muchos enfermos.
Comprendemos,
pues, la inmensa alegría que tenían en su corazón. Y habría crecido su fe hacia
Cristo, al ver que en nombre suyo y con su poder realizaban esos milagros. Vuelven
exultantes adonde el Señor para contarle todo lo que habían realizado en esa su
primera misión.
Jesús comparte la
alegría de los discípulos y les da a entender el triunfo del Reino de Dios
sobre Satanás. "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo". Es una
imagen para explicar la ruina definitiva del imperio de Satanás. La idea de
los ángeles rebeldes, que Dios precipita desde el cielo a los abismos del
infierno, era creencia del pueblo judío. Eco de esas creencias son los textos
del N.T. en 2 Ped. 2,4 y Jud 6.
Pero el Señor les
hace una reflexión. Mucha de su alegría estaba fundada en los hechos
portentosos que habían obrado. El Señor les había concedido esos carismas, esos
poderes que seguirán existiendo durante la generación de los apóstoles. Fueron
necesarios a los comienzos del establecimiento del Reino de Dios y su expansión
por todo el mundo civilizado de aquella época. Pero quiere que su alegría sea
más verdadera. Lo que debía llenar de felicidad el corazón de los apóstoles es
que sus nombres estaban escritos en el cielo.
Es una manera de
decir, propia del lenguaje y literatura apocalíptica, por la que se significaba
la elección definitiva para ser miembros del Reino de Dios, la garantía de la
salvación eterna. Daniel habla del Juicio Final y de la resurrección y la
retribución de buenos y malos, y dice: "En aquel tiempo se salvará tu
pueblo, todos aquellos que están inscritos en el Libro" (Dn 12, 1).
Y el Apocalipsis
afirma de los que perseveraron fieles en la Iglesia de Sardes: "El vencedor
será así revestido de blancas vestiduras, y no borraré su nombre del Libro de
la Vida, sino que me declararé por él delante de mi Padre y de sus Ángeles".
(Apoc. 3,5)
Mucho más que los
carismas y poderes extraordinarios que habían recibido, los apóstoles de Cristo
deben valorar su perseverancia en la fe y en el seguimiento a Cristo, de modo
que sus nombres estén inscritos en el Libro de la Vida Eterna. El Señor llega a
decir que el hacer milagros no es garantía de salvación: "Muchos me dirán
aquel Día: 'Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, expulsamos demonios, y
en tu nombre hicimos muchos milagros?' Y entonces les declararé: 'jamás os
conocí apartaos de mí agentes de iniquidad'. (Mt 7, 22-23)
2) Oración de acción de gracias de Jesús
Jesucristo siente ahora
una conmoción espiritual en su alma. Y rebosando de gozo en el Espíritu Santo,
brota de sus labios una oración de acción de gracias a su Padre a quien
atribuye el éxito de la misión apostólica. Llama a su Padre con el título más
común en el Antiguo Testamento: "Señor del Cielo y de la Tierra". Y
alaba y bendice a su Padre por su providencia especial con los humildes y
sencillos de corazón. Los misterios del Reino los ha revelado el Padre, no a
los sabios y prudentes de este mundo, sino a aquellos que a los ojos del mundo
son despreciados, pero que tienen un corazón abierto a Dios y acogen su Palabra
con fe profunda y agradecimiento.
"Estas
cosas": son todas las cosas que el Señor ha venido a revelar a los
hombres, todas sus enseñanzas sobre el Reino de Dios; y entre estos misterios
se halla el fundamental de la revelación de Dios como verdadero Padre de todos
los hombres, y de Cristo mismo, el Mesías prometido y que ha sido enviado por
el Padre como Hijo suyo.
Por "sabios y
prudentes" de este mundo hay que entender aquellas personas orgullosas,
soberbias, autosuficientes. El orgullo es lo que impidió a los fariseos y
escribas reconocer a Cristo y aceptar el Reino de Dios; y el orgullo junto con
otros vicios de ambición de riquezas, ambición de poder y de no ceder en nada
de sus ventajas materiales, impidió también a los sacerdotes, saduceos,
herodianos, aceptar la predicación de Cristo. Quienes seguían a Jesús, todo
aquel pueblo sencillo de Galilea, eran personas humildes que se abrían a la gracia
de Dios y que, además, eran despreciados por todo los otros que se consideraban
"los sabios y prudentes".
Es lo que nos dirá
San Pablo en su primera carta a los Corintios: "Mirad, hermanos, quiénes
habéis sido llamados. No hay muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos
ni muchos de la nobleza. Ha escogido Dios, más bien, lo necio del mundo, para
confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir
lo fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios". (1 Cor 1,26-28)
Conviene, sin
embargo, aclarar una mala interpretación que podría seguirse de las palabras
del Señor y del texto de San Pablo. No es que Dios rechace a las personas
cultas, personas de ciencia, personas con riquezas. Se habla de sabiduría
"según la carne". Se trata de una sabiduría, de un poder, de unas
riquezas que inclinan al hombre a prescindir de Dios y convertirse en seres muy
seguros de sí mismo, autosuficientes, que cierran su corazón a las enseñanzas
de Dios, sobre todo, cuando esas enseñanzas van, según su modo de pensar, en
contra de sus propios intereses materiales. En cambio "los pequeños",
de que habla Cristo, no tienen esos obstáculos y acogen la Palabra de Dios con
mucha mayor facilidad. Y ésta también es la experiencia de la Iglesia en su misión
apostólica por todas las naciones del mundo.
3) Autorevelación de Cristo
En su
autorevelación, Jesús manifiesta tener una conciencia muy clara de su filiación
divina. "Todo me ha sido entregado por mi Padre": Se refiere a que
todo lo concerniente al Reino de Dios, todo lo concerniente al establecimiento
de ese Reino en el mundo y su expansión, es misión del Hijo, dada por su Padre.
Y también puede entenderse en el sentido en que Cristo dirá antes de su
Ascensión: "Me ha sido concedido todo poder en el cielo y en la
tierra". Y consecuencia de ese poder será el envío a los apóstoles para
que vayan a predicar por todo el mundo. Y en un sentido más profundo, podrá
referirse Jesús a lo que reveló en otra oportunidad: "Todo lo que tiene el
Padre es mío", "El Padre y yo somos una misma cosa" (Jn 16,15;
10,30) Y ese mutuo conocimiento entre el Padre y el Hijo, exclusivo de ellos,
nos habla también de la plena divinidad de Jesús. Es la revelación
transcendental entre todos los misterios del Reino de Dios. "Esta es la
vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero y a tu enviado,
Jesucristo" (Jn 17,3). Y nadie puede llegar al conocimiento del Padre
sino es porque el Hijo se lo revela. En el orden de la vida de gracia, de la
vida de fe, el hombre nada puede apoyado en sus fuerzas naturales. Solamente
Cristo es quien puede llevar a los hombres a la fe en su Padre y en todos los
misterios del Reino: "Sin mí no podéis hacer nada"-(Jn 15,5). Pero al
decir esto Cristo no quiere decir que la revelación que hace del Padre sea para
unos escogidos. El ha venido para que esa revelación se extienda a todos los
hombres. Será culpa del hombre, si no llega al conocimiento de Dios, revelado
por Cristo. Cristo quiere comunicar esa gracia a todos los que tengan un corazón
dispuesto para recibirla. Y la mejor disposición para recibir esa revelación
del Padre es la oración humilde y confiada, dirigida a Cristo, para que se
digne cada día a incrementar nuestra fe en Dios Padre, y en El como Hijo de
Dios, Redentor de todos los hombres.
4) "Dichosos los ojos que ven lo que
veis."
También dijo
Cristo esta frase cuando empezó a hablarles en parábolas a sus discípulos (Cfr.
Mat 13,16-1). Son dichosos porque lo que están viendo los discípulos de Cristo
es el cumplimiento de todas las profecías del Antiguo Testamento: Cristo es el
Mesías prometido que trae la salvación a todos los hombres. La llegada del
Mesías y de su Reino de salvación fue el anhelo de todos los Patriarcas,
Profetas, Reyes del pueblo de Israel. Ellos no llegaron a conocerlo, sino como
promesa; hoy los discípulos lo conocen, lo ven ya presente en la persona de
Cristo. Los discípulos son, pues, dichosos, bienaventurados porque están
viendo, están en trato íntimo con el verdadero Mesías, y están oyendo todas sus
enseñanzas que son el camino para la salvación.
Es una nueva bienaventuranza que deberíamos añadir a las ocho predicadas por Cristo en el Sermón de la Montaña. La bienaventuranza de conocer a Cristo, de aceptar su mensaje, la Buena Nueva que nos ha traído. Todos los cristianos deberíamos sentir una inmensa gratitud porque Cristo se ha revelado a nosotros, le conocemos, le queremos amar, queremos aceptar su Evangelio. Bienaventuranza que nadie nos puede arrebatar.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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