109. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - En Decápolis: Curación de enfermos. Curación del sordomudo


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


IV. JESÚS REGRESA A GALILEA Y MARCHA A TIERRAS DE PAGANOS PASA DE NUEVO POR GALILEA

PASA DE NUEVO POR GALILEA

(Junio - Setiembre, año 29)


109.- EN DECÁPOLIS: CURACIÓN DE ENFERMOS. CURACIÓN DEL SORDOMUDO

TEXTOS

Mateo 15, 29-31

Pasando de allí, vino Jesús junto al mar de Galilea; subió al monte y se sentó allí. Y se le acercó mucha gente trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos; los pusieron a sus pies, y él los curó. De suerte que la gente quedó maravillada al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glori­ficaron al Dios de Israel.

Marcos 7, 31-37

Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, ha­blaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. El, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y levantando los ojos al cielo, dio un gemido y le dijo: "Effatá", que quiere decir "¡Ábrete!". Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a na­die se lo cantaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publi­caban. Y se maravillaban sobremanera y decían: "Todo lo ha hecho bien; también hace oír a los sordos y hablar a los mudos".

INTRODUCCIÓN

Después de la curación de la hija de la Cananea, el Señor abandonó los confines de Tiro y Sidón y se dirigió a la región orien­tal del Lago de Tiberiades, a la Decápolis, sin pasar por Gali­lea.

Sobre el itinerario que siguió hay varias opiniones. Lo que sí es cierto es que no pasó por Galilea. Desde Sidón se dirigió hacia el sudeste y, pasan­do probablemente, por la falda meridional del monte Hermón, junto a las fuentes del Jordán, descendería después a la región de Decápolis, y llegó a la región oriental del lago.

Sobre la región de Decápolis, indicamos ya en la meditación n. 80, que era una confederación de "Diez Ciudades" en la Transjordania, que estaba bajo el dominio directo de Roma. Preva­le­cía la población greco-romana, pero eran muchas las comuni­dades judías que vivían también en estas ciu­dades helenísticas.

Por eso, al llegar Jesús, se fue juntando a su paso gran cantidad de gente, no sólo de los judíos, sino también de los paganos, deseosos de conocerle, porque su fama se había extendido a aquella región. Allí mismo fue donde había hecho el milagro de la curación del endemoniado de Gerasa. Tam­bién los paganos presentarían sus enfermos a Jesús con el deseo de que fuesen curados.

Mateo nos habla en general de la multitud de milagros que realizó el Se­ñor a su paso por la Decápolis, mientras Marcos se fija concretamente en un milagro, el del sordomudo, que por la manera como lo realizó el Señor debía ser resaltado.

MEDITACIÓN

1) Curaciones múltiples

Una escena evangélica que ya hemos visto repetida en otras ocasiones. Je­sús ante la multitud humilde y sencilla que acude a él para ser curada de sus miserias y enfermedades. Jesús encuentra ahora esa gran acogida por parte de las comunidades judías de aquella región y a las que se sumaron muchos paganos. Una vez más, el corazón de Cristo se mueve a compa­sión y misericordia y realiza una multiplicación de milagros que son otras tantas señales de la llegada del Reino que él anuncia. Y aquí tenemos otro ejemplo-excepción de la omnipotencia y bondad de Cristo extendiéndose también a los paganos. Que hubo también paganos que fueron sanados, se desprende de lo que nos dice Mateo al final de este pasaje: "Y glorificaban al Dios de Israel".

Estas escenas del Evangelio que nos repiten frecuentemente la actuación omnipotente y misericordiosa del Señor con los más pobres, necesitados y enfermos, deben siempre suscitar en nosotros una gran fe y confianza en el Señor. El Señor resucitado es el mismo que pasó por la tierra multiplican­do sus obras de misericordia, y su actitud de bondad para con nosotros es la misma que tuvo para con aquellas multitudes. Debemos presentar al Se­ñor constantemente todas nuestras miserias de cualquier orden que sean, y estar convencidos que él escuchará nuestra súplica.

Al mismo tiempo, estas escenas deben hacernos recordar siempre la tras­cendencia que el Señor dio, en su misión salvífica, a las obras corporales de misericordia. Estas obras siguen siendo esenciales en toda la actividad de la Iglesia y deben serlo en toda actividad de cualquier cristiano.

2) Curación de un sordomudo

¿Por qué obró el Señor de esta manera? En otras ocasiones, el Señor cura con sólo imponer las manos, o incluso, con sólo sus palabras; en esta opor­tunidad, el Señor realiza una serie de ceremonias.

La respuesta nos es desconocida, porque el Señor no se ha dignado mani­festar los motivos de su proceder así. Pero los Santos Padres se atreven a conjeturar algunas razones que pudo tener el Señor. La respuesta que dan, pues, los Santos Padres, no tiene más valor que el de una conjetura.

Los Santos Padres interpretan esta manera de obrar tan especial de Jesús, como si con ella, el Señor hubiera querido impactar al enfermo y así susci­tar en él una fe mayor.

Y ven un simbolismo especial en el hecho de meter los dedos en los oídos del enfermo y tocar con saliva su lengua. Sólo la omnipotencia de Cristo puede abrir los oídos para entender la palabra de Dios, y sólo la sabiduría de los labios de Cristo puede desatar nuestra lengua para poder alabarle y glorificarle.

3) Reacción de la gente

Se da primero un desborde de alegría y entusiasmo. Y consecuencia de este entusiasmo, publican y alaban la misericordia del Señor. Proclaman los milagros que ha hecho.

Es cierto que Jesús se lo había prohibido por motivos del secreto mesiánico, que otras veces hemos explicado. La manera de comportarse de la gente no habría que considerarla como una desobediencia mal intencionada y como un desprecio a su mandato; sino como algo que no se puede evitar en la euforia del momento, y que, sin duda alguna, el Señor no tomaría a mal. El pueblo le estaba dando testimonio de su admiración y agradecimiento.

¡Ojalá que cuantas veces recibimos nosotros un beneficio del Señor, se desbordara así la gratitud de nuestro corazón!

Y en medio del entusiasmo se oyó una alabanza que salía de los labios emocionados de la gente: "Todo lo ha hecho bien". Resumen maravilloso de toda la vida de Cristo: todo lo hizo bien, porque en todo momento hizo la voluntad de su Padre.

El contenido de esta alabanza resume el ideal de santidad de todo cristia­no. En todas partes y en cualquier circunstancia podemos santificarnos, si aquello que tenemos que hacer, aun lo más trivial e insignificante lo hace­mos con pureza de intención, con fe, con amor, y de la mejor manera posi­ble. La santidad no consiste en hacer grandes cosas, que raramente se pi­den a los cristianos, sino que la santidad consiste en el quehacer cotidiano de cada hora y de cada minuto, en la situación de vida que me haya puesto el Sefíor, con tal de que a imitación de Cristo "todo lo haga bien". Nunca hay algo trivial en la vida del cristiano. Todo se puede convertir en santidad.


Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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