108. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Jesús en tierras de Tiro y Sidón. Curación de la hija de la cananea


 

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


IV. JESÚS REGRESA A GALILEA Y MARCHA A TIERRAS DE PAGANOS PASA DE NUEVO POR GALILEA

PASA DE NUEVO POR GALILEA

(Junio - Setiembre, año 29)


108.- JESÚS EN TIERRAS DE TIRO Y SIDON. CURACIÓN DE LA HIJA DE LA CANANEA

TEXTOS

Mateo 15, 21-28

Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y Sidón. En esto, una mujer cananea, saliendo de aquellos términos, se puso a gritar: "¡Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David! Mi hija está malamente endemonia­da." Pero él no respondió palabra. Entonces los discípulos, acercándose, le rogaron: "Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros." Respondió él: "No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la Casa de Is­rael." Ella, no obstante, fue a postrarse ante él y le dijo: "¡Señor, socórre­me!" El respondió: "No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos." "Sí, Señor, -repuso ella- que también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos." Entonces Jesús le dijo: "Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas." Y desde aquel mo­mento quedó curada su hija.

Marcos 7, 24-30

Y partiendo de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa que­ría que nadie lo supiese, pero no logró pasar inadvertido, sino que, en se­guida, habiendo oído hablar de él una mujer, cuya hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies. Esta mujer era pagana, siro-fenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija el demo­nio. El le dijo: "Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos." Pero ella le respondió: "Sí, Señor, que también los perritos comen bajo la mesa las migajas de los niños." El, entonces, le dijo: "Por lo que has dicho, vete; el demonio ha sa­lido de tu hija." Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido.

INTRODUCCIÓN

Jesús conoce que la hostilidad de los escribas y fariseos va creciendo in­tensamente. Por otra parte, el pueblo, después del discurso de Jesús en Cafarnaúm, se muestra más reticente con él y es más sensible ante las ca­lumnias que los fariseos aumentan contra él. Finalmente, aun bastantes de sus discípulos le han abandonado. La discusión que acaba de tener con los escribas y fariseos sobre las purificaciones rituales y la acusación de hipo­cresía que hace Jesús contra ellos, ha exacerbado los ánimos de sus ene­migos. Jesús cree que ha llegado la hora de retirarse de Galilea, y siente profundamente lo que podríamos llamar el fracaso de su apostolado. Por­que no había llegado "su hora", Jesús huye con sus apóstoles y abandona la región de Galilea; se retira a tierra de paganos, a la región fenicia de Tiro y Sidón. Volverá de nuevo a Galilea, pero como camino de vuelta ha­cia Jerusalén; su actividad apostólica en aquella región ha terminado.

Y es en estas tierras paganas donde Jesús va a realizar el milagro de sanación de la hija de la cananea. En esta región de Fenicia era también conocido. Recordemos que los Evangelistas al hablarnos del auditorio que oyó el Sermón del Monte, citan a "gente de Siria y Fenicia."

A la mujer, cuya hija cura Jesús, se le da el nombre de "cananea", según el apelativo que la Escritura da a todos los pueblos que moraban en Palesti­na, cuando entraron los Hebreos. Se la llama "siro-fenicia" atendiendo a una nomenclatura propia de aquel tiempo para los habitantes de esa re­gión. Se la llama "pagana" por no pertenecer al pueblo judío.

MEDITACIÓN

1) Jesús "huye" de Galilea

Aunque no se nos diga en el texto evangélico la palabra "huye", sabemos que la razón de retirarse de allí fue la hostilidad creciente de los escribas y fariseos; y la misma actitud del pueblo y de muchos discípulos se había vuelto muy recelosa y no amigable con Jesús.

Después de un año entero de extraordinario apostolado en aquella tierra de Galilea, el Señor advierte que no ha conseguido el fruto de su apostolado, no ha conseguido mover el corazón de aquella gente a una sincera conver­sión y a la aceptación del Reino de Dios que él ha venido a instaurar.

Cristo sabía que en su Iglesia muchos apóstoles tendrían que sentir un día el fracaso de sus esfuerzos apostólicos; y quiso él mismo tener esta expe­riencia y ser un ejemplo confortante para todos los apóstoles de todos los tiempos. Bendita enseñanza de Cristo que motivará siempre el celo apos­tólico de los que se entregan a él, aunque a los ojos humanos no se vea fruto alguno del esfuerzo realizado.

2) La oración de la cananea

Es de las oraciones más maravillosas de todo el Evangelio. Se dirige a Cristo con toda fe, reconociéndole como el verdadero Mesías, hijo de Da­vid. Pero lo que más admiramos en esta oración es la profunda humildad y confianza de esta mujer. Ella reconoce que no tiene ningún derecho a ser escuchada; sólo confía en la inmensa bondad del Señor. Y es oración perseverante, aunque se vea claramente rechazada por el Señor y humilla­da ante los demás. A pesar de cualquier obstáculo, a pesar de las humilla­ciones, ella sigue constante en su oración y sólo repite: "Ten compasión de mí."

Imitar la actitud de esta mujer en su oración, es la manera más eficaz de obtener del Señor sus gracias y beneficios. Quien se crea que tiene dere­cho a algo; quien se sienta defraudado porque parece que el Señor rechaza su oración quien no esté convencido de que todo es pura gracia del Señor, regalo suyo por su infinita bondad y compasión, ése no hace su oración de una manera agradable al Señor. Confiar sólo en su inmensa bondad, reco­nocer nuestra nada y nuestra miseria, ser constantes a pesar de todos los obstáculos que podamos tener, ésa es la actitud esencial de la oración cris­tiana. Y por supuesto, nunca seremos escuchados por el Señor, si, de al­guna manera, se lo reclamamos al Señor como si tuviésemos algún dere­cho a que él nos escuche y nos conceda lo que le pedimos.

3) Actitud del Señor y realización del milagro

Puede parecernos extraño que el Señor se dirija a esa pobre mujer con pa­labras duras e incluso humillantes. Pero para poder entender esta actitud de Cristo hemos de distinguir lo que son las apariencias externas de este diálogo de Jesús con la cananea y la intención profunda que hay en el cora­zón de Cristo. Ciertamente las apariencias son de un diálogo duro en que el Señor llega a llamar "perrito" a esa pobre mujer. Se basa este apelativo de Jesús en un proverbio judío. Los judíos llamaban "perros" a los paga­nos en contraposición a ellos mismos que eran los "siervos de Yahvé".

Pero la intención profunda del corazón de Jesús es querer acrisolar la fe de la cananea y poner ante el mundo un ejemplo extraordinario de humildad y confianza insuperables. El Señor sabía cómo iba a reaccionar esa mujer "pagana", pero que tenía una fe mayor que la de los judíos, y una fe mu­cho más sincera y mucho más humilde. Y la prueba con el aparente recha­zo y con la humillación. Los caminos del Señor son muy distintos a la ma­nera de pensar de los hombres. A través de ese aparente rechazo, el Señor le concederá el milagro; y antes de realizar el milagro Jesús pronunciará esa alabanza, que se recordará siempre hasta el fin del mundo: "Grande es tu fe". Alabanza que ni siquiera merecieron escuchar de él sus apóstoles.

Y por esa "gran fe" el Señor obra el milagro y queda sanada la hija de la cananea. El Señor comienza también en tierra pagana a triunfar sobre los demonios. El había dicho que no accedía a los ruegos de la cananea, porque no había sido enviado sino a las ovejas pérdidas de la Casa de Is­rael. Se refería a que su actividad apostólica directa estaba reservada para los judíos, aunque su doctrina y su obra redentora tenían que extenderse a todos los pueblos. Serán sus apóstoles los que comiencen a llevar a cabo esta evangelización del mundo entero.

Pero ante la fe de esta mujer, Jesús cambia su propósito, y decide también realizar su misión mesiánica de Salvador con esta mujer "pagana". Y efec­tivamente, brota de sus labios la palabra omnipotente: "Hágase como tú quieres". Y en aquel instante quedó curada su hija.

Inmensa alegría, profundo agradecimiento y un aumento de fe, serían los sentimientos que inundaron en aquella ocasión el corazón de la Cananea. No conocemos más sobre esta mujer; pero podríamos decir que su fe y su amor al Señor serían desde ese día el centro de su vida.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.









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