ESPECIAL: ADVIENTO, CICLO C - 4° SEMANA



Pregón

Todo empezó con un «Ven». O con muchos.
Ven a poblar nuestra soledad, decía el abandono
Ven a traer respuestas, pedía la inquietud.
Ven a sanar las heridas, clamaba la compasión.
Ven a tender puentes, proponían los abismos.
Ven a mostrarnos un camino, gritaba el extravío.
Ven a saciar nuestra hambre, rogaba la pobreza.
Ven a mostrarnos tu rostro, decía el amor.
Y Dios quiso venir.
Las llamadas desencadenaron una respuesta.
El silencio se abrió a la Palabra.
La Palabra se hizo carne.
La carne se volvió abrazo
y en ese abrazo cabíamos todos.
En Belén,
la soledad se encontró con el cariño.
La pregunta se convirtió en sabiduría.
Las heridas dejaron de doler.
Se trenzaron caminos en la niebla.
La mesa se dispuso para todos,
y Dios se hizo historia,
con rostro de niño.
Hoy, mucho tiempo después,
seguimos llamando: «Ven».
Es el momento de recordar
una respuesta que, desde entonces,
es promesa cumplida.
Dios-con-nosotros.
¡Para siempre!


(José María R. Olaizola, SJ)
REZANDO VOY









 




ESPECIAL: ADVIENTO, CICLO C - 3° SEMANA

 


Esperaré

Esperaré a que crezca el árbol

y me dé sombra.

Pero abonaré la espera

con mis hojas secas.


Esperaré a que brote el manantial

y me dé agua.

Pero despejaré mi cauce

de memorias enlodadas.


Esperaré a que apunte

la aurora y me ilumine.

Pero sacudiré mi noche

de postraciones y sudarios.


Esperaré a que llegue

lo que no sé y me sorprenda.

Pero vaciaré mi casa

de todo lo enquistado.


Y al abonar el árbol,

despejar el cauce,

sacudir la noche

y vaciar la casa,

la tierra y el lamento

se abrirán a la esperanza.


Benjamín G. Buelta, S.J.

REZANDO VOY













ESPECIAL: ADVIENTO, CICLO C - 2° SEMANA

 



ESPECIAL: ADVIENTO, CICLO C - 1° SEMANA

 




ADVIENTO


El Hijo quiere encarnarse,
busca un vientre maternal
abierto a todo el misterio
para empezar a crecer,
busca una playa en espera
desplegada ante el mar infinito
para hacerse una ola,
busca una duda
en la cueva de una frente
para nacer en el frío,
busca una ausencia
en la oquedad de un corazón
para iniciar una historia,
busca una lágrima
rodando por la mejilla
para encenderla por dentro,
busca una ruta clandestina
por el agua y el desierto
para emigrar con los pobres,
busca un pueblo vacío
con rutina de muchedumbres
para encantarlo sin fin.
(Benjamín González Buelta, jesuita)




*ADVIENTO - Texto de apoyo de Rezandovoy


ESPECIAL: VENERABLE P. FRANCISCO DEL CASTILLO, JESUITA



 Compartimos nuestras publicaciones dedicadas a la vida y servicio del venerable P. Francisco Del Castillo jesuita, e invitamos a pedir su intercesión ante el Señor por la salud de nuestros enfermos. Accedamos por los siguientes enlaces:


V.P. Francisco Del Castillo S.J. - Oración de intercesión

P. Francisco del Castillo, Apóstol de Lima

Novena al Venerable P. Francisco del Castillo, jesuita

Venerable P. Francisco del Castillo, jesuita

P. Francisco del Castillo S.J. y P. Antonio Ruiz de Montoya S.J.

P. Francisco del Castillo - Página web de la Compañía de Jesús - Perú







Dogmas de la Virgen María



Por: Sebastián Campos | Fuente: Catholic-link.com

Mucho de lo que hoy afirmamos sobre la Virgen María nacieron de Concilios. esos son los Dogmas Marianos


Los católicos adoramos unicamente a Dios, pero pese al amor que le podemos profesar, nos podemos sentir intimidados por Él e incluso pensar que es alguien distante a nosotros, imposible de alcanzar.

Por ello es que, después de la Santísima Trinidad, la Virgen María es fundamental en nuestra vida de fe y en la historia del Cristianismo. Además de su ejemplo de vida y de las muchas enseñanzas que podemos desprender de su testimonio; su rol, los atributos que Dios le concede y su constante intervención en medio de la historia, la convierten, no solo en un personaje histórico digno de ser estudiado, sino que en algo mucho más grande. El problema es que, al no ser una diosa sino una criatura, como todos nosotros, muchos se han confundido y han puesto en duda quién es realmente María. Por eso, la Iglesia a lo largo de los siglos, ha ido desarrollando una rama de la teología que ha denominado “Mariología”.

La Virgen se ha manifestado a videntes y personas que han recibido revelaciones y mensajes. Junto con eso, han habido momentos en que Obispos, Cardenales y Papas se han detenido a reflexionar y pedirle a Dios que nos ayude a comprender sus misterios, en particular los relacionados a la Virgen María y mucho de lo que hoy afirmamos sobre la Virgen María, nace de estas reuniones, los Concilios.

De ellos, hoy en día la Iglesia afirma que existen Dogmas Marianos, es decir verdades de la fe que son irrefutables y que forman parte de lo que que creemos y de cómo debemos vivir y celebrar nuestra fe, en particular, lo relacionado a la veneración Mariana. Estos son muy importantes en nuestra experiencia espiritual, de hecho se celebran con especial dedicación en el calendario litúrgico y en muchos países esos días son feriados.

Durante la historia de la Iglesia se han discernido y decretado cuatro Dogmas Marianos:
  1. La Inmaculada Concepción de María
  2. La Virginidad Perpetua de María
  3. La Asunción de la Virgen María
  4. La Maternidad Divina de María

La Inmaculada Concepción de María

La concepción es el momento en el cual Dios crea el alma y la infunde en la materia orgánica procedente de los padres. La concepción es el momento en que comienza la vida humana. Cuando hablamos del dogma de la Inmaculada Concepción no nos referimos a la concepción de Jesús quién obviamente, también fue concebido sin pecado.

El dogma declara que María "La bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha del pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano" (Papa Pío IX).

Jesucristo, el Salvador prometido (Gen 2,15; Is 11,2), por necesidad tendría que venir a nosotros mediante un acto purísimo, libre de todo defecto o pecado (Fil 2,6-7), para que esto fuera así tendría que nacer en una mujer totalmente pura desde el punto de vista sobrenatural y moral.

Digamos entonces que Dios, como muestra de su honor y poder nos trajo a la Virgen María engendrada y nacida totalmente libre de defecto, que significa libre del menor vestigio del pecado original, que es lo único que podría mancharla. Esto fue posible por los Méritos de Jesucristo.

La Virginidad Perpetua de María

La Perpetua Virginidad de María es el dogma mariano más antiguo de la Iglesia Iglesia, según el cual María fue virgen antes, durante y después del parto y no tuvo otros hijos. Afirma la "real y perpetua virginidad incluso en el acto de dar a luz el Hijo de Dios hecho hombre".

El en concilio de Constantinopla (año 553) le otorgó a María el título de "virgen perpetua" (aeiparthenos).

Santo Tomás de Aquino también enseñó esta doctrina (Summa theologiae III.28.2) que María dio el nacimiento milagroso sin abertura del útero, y sin perjuicio para el himen. Esta doctrina ya era un dogma desde el cristianismo primitivo, habiendo sido declarada por notables escritores como San Justino Mártir y Orígenes. El Papa Pablo IV lo reconfirmó en el Cum Quorundam el 7 de agosto de 1555, en el Concilio de Trento.

"La escritura menciona a unos hermanos y hermanas de Jesús. La Iglesia siempre ha entendido estos pasajes como no referidos a hijos de la virgen María, en efecto, Santiago y José, "hermanos de Jesús" (Mt 13, 55) son los hijos de una María discípula de Jesús que se designa de manera significativa como "La otra María" (MT 28, 1). Se trata de parientes próximos a Jesús según una expresión conocida del Antiguo testamento" (Catecismo de la Iglesia Católica 500).

La Asunción de la Virgen María

"Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y enaltecida por Dios como Reina del Universo, para ser confirmada más plenamente a su Hijo" (Catecismo de la Iglesia Católica 966).

Este dogma fue proclamado por el Papa Pío XII el 01 de noviembre de 1950 por medio de la Constitución Munificentissimus Deus decretando como solemnidad el día 15 de Agosto para su celebración en el calendario litúrgico. En muchos países este día es feriado y para todos nosotros es fiesta de precepto, es decir, asistir a la Eucaristía este día es una obligación.

¿Por qué decimos "asunción" de María y no "ascensión" como cuando hablamos de Jesús? El Misterio de la Asunción consiste, dentro de otras cosas, en que la Virgen María es elevada, ascendida, por ángeles, no por sus propios medios. Es decir, es Dios quien desea preservarla al final de sus días; por eso históricamente se la ha retratado rodeada de ángeles que la la levantan entre nubes. Jesús en cambio, sube a los cielos por sus propios medios, pues es Dios.

La Maternidad Divina de María

La Maternidad Divina es el fundamento del culto Mariano. Jesús es hombre y Dios al mismo tiempo, no es dos personas en una, sino que una persona que integra estas dos naturalezas. María entonces, es madre de Jesús en su integridad, siendo así Madre de Dios. Cerca de 200 obispos se reunieron en el año 473 a discutir el tema y llegaron a la conclusión de que “La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios”. El Papa Clementino, en el concilio de Éfeso lo expresó así: "Si alguno no confesare que el Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y que por tanto, la Santísima Virgen es Madre de Dios, porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema".

La Fiesta de “María, Madre de Dios” (Theotokos) es la más antigua que se conoce en Occidente. En las Catacumbas o antiquísimos subterráneos de Roma, donde se reunían los primeros cristianos para celebrar la Santa Misa, se encuentran pinturas con esta inscripción. Esta fiesta tiene la máxima categoría litúrgica, pues es una Solemnidad, por lo tanto no solo es importante participar de la Eucaristía ese día, sino que para los católicos es una obligación.

 
Tomado de:

https://es.catholic.net/op/articulos/65243/cat/653/la-virgen-maria-y-los-dogmas-marianos.html#modal




Homilías - Solemnidad de la Inmaculada Concepción


AQUÍ para escuchar o descargar el audio en MP3


Bendita entre todas las mujeres, 
ruega por nosotros

P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.†

Lecturas: Gen 3,9-15.20; S 97,1-4; Ef 1,3-6.11-12; Lc 1,26-38


No es raro que los fieles católicos nos veamos atacados por la devoción que tenemos a María. A veces hay hermanos separados que dan pie a pensar que pertenecen a su secta o religión más por la agresividad de su rechazo a la Virgen María que por su vivencia del amor a Cristo. Nos urge por eso saber dar “razón de nuestra esperanza”. Las fiestas de María, como hoy, nos ofrecen la oportunidad de prepararnos.

El Catecismo de la Iglesia Católica es un resumen  completo de la fe de la Iglesia. Conviene que toda familia cristiana lo tenga y lo consulte cuando surja la duda sobre algo de la fe católica. De la Virgen María habla en muchos lugares; lo que muestra ya que María es parte de la fe de la Iglesia. El misterio de Cristo –dice el Catecismo– remite necesariamente a María. Lo que significa que quien excluye a María de su vida religiosa, no vive en plenitud la fe católica. (v. CIC 963).

De algunos convertidos sabemos que la ausencia de María era antes para ellos causa de insatisfacción; incluso veían una contradicción entre lo que la Escritura dice de María y lo que sus mismos teólogos y pastores afirmaban y de hecho se vivía en su propia confesión.

La piedad mariana es una de las tantas joyas de la Iglesia católica, que nosotros formamos. La fiesta de hoy nos pide que una vez más gustemos de la riqueza sobrenatural de nuestra Madre Inmaculada. María tiene la función de Madre, de modelo o figura ideal y de colaboradora de Cristo en el orden de la gracia. Reconocida y venerada como verdadera Madre de Dios y del Redentor –enseña el Catecismo– es verdaderamente la madre de los miembros de Cristo, porque colaboró con su amor a que nacieran en la Iglesia los creyentes, miembros de aquella cabeza. Así lo afirma ya San Agustín y lo repite el Papa Pablo VI: “María, Madre de Cristo, Madre de la Iglesia” (Pablo VI, 21 nov. 1964; v. C.I.C. 963).

Por eso –continúa el Catecismo –“el papel de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo y deriva directamente de ella (de esa unión). Esta unión de la Madre con el hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte. Se manifiesta particularmente en la hora de su pasión” (964).

Dicha afirmación se confirma en las lecturas de la misa de hoy. En el evangelio hace María su primera aparición; el contenido es el mensaje de Dios para que aceptara la misión de ser madre de Jesús y su respuesta. En la lectura del Génesis, la primera de hoy, está el mensaje profético de Dios de que derrotará al Demonio: “establezco hostilidades entre ti y la mujer (se refiere a María), entre tu estirpe y la suya (Jesús)”. En la segunda lectura, de San Pablo, se nos revela el plan de Dios destinando a todos y cada uno de los hombres a unirlos con su Hijo Jesucristo, lo cual se verifica de modo eminente en María su Madre.

En particular la prerrogativa de la Inmaculada Concepción de María ha suscitado y suscita siempre, sobre todo en tantos jóvenes, el anhelo, el ansia de imitarla liberándose de todo pecado, en particular contra la pureza. María, aplastando la cabeza de la serpiente, es un imán, una llamada interior de todo hijo e hija de la Iglesia y una esperanza de liberación del pecado.

Con razón, pues, podemos afirmar con el mismo Catecismo de la Iglesia: “La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano” (971). Lo que significa que sin la devoción a la Virgen María nuestra vida cristiana estaría enferma.

La devoción a la Virgen María, pues, es una riqueza de la gracia de Dios que debemos cuidar, una luz necesaria que nos ilumina el misterio de Cristo y de la Iglesia. El Catecismo cierra sus reflexiones diciendo: “no se puede concluir mejor que volviendo la mirada a María para contemplar en ella lo que es la Iglesia en su Misterio, en su peregrinación de la fe, y lo que será al final de su marcha, donde le espera para la gloria de la Santísima e indivisible Trinidad, en comunión con todos los santos, aquella a quien la Iglesia venera como la Madre de su Señor y como su propia Madre” (972).

La devoción mariana debe ser así parte normal de nuestra vida religiosa. Es bueno que hoy hagamos examen del valor que damos a María en la práctica de nuestra fe: Si la recordamos, saludamos e invocamos su bendición todos los días; si le pedimos ayuda para superar nuestras tentaciones; si nos es ejemplo al leer la palabra de Dios, para que “se haga en nosotros según la misma palabra”; si sus festividades tienen en nosotros resonancia y nos provocan para realizar en su honor algo especial; si su caridad y sus virtudes nos estimulan. En un hogar cristiano que no falten nunca los recuerdos para vivir la presencia de María: cuadros y adornos artísticos y sobre todo la oración mariana, como el Santo Rosario, síntesis de todo el Evangelio (C.I.C. 971). Los padres y madres que enseñen a sus hijos, antes ya de ir a la escuela, que tienen otra Madre en el Cielo y otro Padre Dios, que también les quieren mucho, y enséñenles a rezar al Padre, al Hijo y a la Madre.

Desde el corazón de la Iglesia saludemos a María con frecuencia y con amor de hijos: Alégrate, Dios te salve, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres. Porque has encontrado gracia ante Dios para ti y para nosotros; porque has concebido por obra del Espíritu Santo un hijo que es Hijo de Dios; porque has colaborado para que nosotros seamos también hijos de Dios por el bautismo e hijos tuyos porque así lo quiso Jesús; porque para Dios nada hay imposible.

08.12.2012


Voz de audio: Guillermo Eduardo Mendoza Hernández.
Legión de María - Parroquia San Pedro, Lima. 
Agradecemos a Guillermo por su colaboración.

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P. José Ramón Martínez Galdeano, jesuita
Director fundador del blog