VÍA PACIS - Quinta Contemplación: Los pastores de Belén.


 

QUINTA CONTEMPLACIÓN

 

LOS PASTORES DE BELÉN

(Lucas 2, 8 – 12)

 

 

Canción de Adviento:

Lector: En el principio la Palabra existía y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.

Todos: Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros.

 

LECTURA BÍBLICA: del Evangelio según San Lucas 2, 8 -12

En la región había pastores que vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus rebaños. Se les apareció un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de claridad. Y quedaron muy asustados. Pero el ángel les dijo: 'No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor. Miren cómo lo reconocerán: hallarán a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

 

LECTURA ESPIRITUAL: Papa Francisco: Carta Apostólica “El Hermoso signo del Pesebre” sobre el significado y el valor del nacimiento, Roma, 1 diciembre 2019

 

4. Me gustaría ahora repasar los diversos signos del belén para comprender el significado que llevan consigo. En primer lugar, representamos el contexto del cielo estrellado en la oscuridad y el silencio de la noche. Lo hacemos así, no sólo por fidelidad a los relatos evangélicos, sino también por el significado que tiene. Pensemos en cuántas veces la noche envuelve nuestras vidas. Pues bien, incluso en esos instantes, Dios no nos deja solos, sino que se hace presente para responder a las preguntas decisivas sobre el sentido de nuestra existencia: ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Por qué nací en este momento? ¿Por qué amo? ¿Por qué sufro? ¿Por qué moriré? Para responder a estas preguntas, Dios se hizo hombre. Su cercanía trae luz donde hay oscuridad e ilumina a cuantos atraviesan las tinieblas del sufrimiento (cf. Lc 1,79).

 

Merecen también alguna mención los paisajes que forman parte del belén y que a menudo representan las ruinas de casas y palacios antiguos, que en algunos casos sustituyen a la gruta de Belén y se convierten en la estancia de la Sagrada Familia. Estas ruinas parecen estar inspiradas en la Leyenda Áurea del dominico Jacopo da Varazze (siglo XIII), donde se narra una creencia pagana según la cual el templo de la Paz en Roma se derrumbaría cuando una Virgen diera a luz. Esas ruinas son sobre todo el signo visible de la humanidad caída, de todo lo que está en ruinas, que está corrompido y deprimido. Este escenario dice que Jesús es la novedad en medio de un mundo viejo, y que ha venido a sanar y reconstruir, a devolverle a nuestra vida y al mundo su esplendor original.

 

5. ¡Cuánta emoción debería acompañarnos mientras colocamos en el belén las montañas, los riachuelos, las ovejas y los pastores! De esta manera recordamos, como lo habían anunciado los profetas, que toda la creación participa en la fiesta de la venida del Mesías. Los ángeles y la estrella son la señal de que también nosotros estamos llamados a ponernos en camino para llegar a la gruta y adorar al Señor.

 

«Vayamos, pues, a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado» (Lc 2,15), así dicen los pastores después del anuncio hecho por los ángeles. Es una enseñanza muy hermosa que se muestra en la sencillez de la descripción. A diferencia de tanta gente que pretende hacer otras mil cosas, los pastores se convierten en los primeros testigos de lo esencial, es decir, de la salvación que se les ofrece. Son los más humildes y los más pobres quienes saben acoger el acontecimiento de la encarnación. A Dios que viene a nuestro encuentro en el Niño Jesús, los pastores responden poniéndose en camino hacia Él, para un encuentro de amor y de agradable asombro. Este encuentro entre Dios y sus hijos, gracias a Jesús, es el que da vida precisamente a nuestra religión y constituye su singular belleza, y resplandece de una manera particular en el pesebre.

 

ORACIÓN: MARÍA DE LA ESPERANZA

 

María de Nazareth, madre de nuestro Señor, compañera de nuestras marchas, ven a visitarnos, quédate con nosotros. Te necesitamos, madre buena, vivimos tiempos difíciles,

atravesamos bajones, tenemos caídas, nos agarra la flojera, nos inmoviliza la apatía, nos indigna la injusticia y la indiferencia de muchos.

 

María, Virgen de la Esperanza. Contágianos tu fuerza, acércanos el Espíritu que llena tu vida. Ayúdanos a vivir con alegría, a pesar de las pruebas y las cruces que encontramos en el seguimiento de tu hijo. Que no nos desaliente la lentitud de los cambios, que las espinas de la vida no nos ahoguen la semilla del Evangelio. Que no perdamos la utopía, madre buena, de creer que es posible otro mundo y otra sociedad. Que no bajemos los brazos en la lucha por la justicia y en la práctica de la solidaridad.

Que no se enturbie nuestra mirada, al punto que no veamos la luz del Señor que nos acompaña siempre, que camina a nuestro lado, que nos sostiene en los momentos duros.

 

María, tu creíste y te jugaste la vida. Y no te fue fácil. También pasaste tiempos de incertidumbre, de no entender las cosas que pasaban, de sufrimiento y soledad. Y saliste adelante, con buen ánimo y entrega. Nos enseñaste con tu ejemplo que para dar vida hay que entregar la vida, todos los días, en las buenas, y en las malas, y en las más o menos.

Siendo una muchacha, estando comprometida, corriste el riesgo de decir sí al plan de Dios. Confiaste en El y el sueño de Dios se hizo realidad.

 

Madre, en nuestros días Dios sigue soñando. Su Reino de hermanos está muy lejos de ser realidad. Y nos pide, como a ti en Nazareth, que demos lo mejor de nosotros para ayudarlo a realizar su Proyecto. María, ¡cómo cuesta decirle sí al Señor! Cómo cuesta decir sí más allá de las palabras, decir sí con los hechos, con actitudes, con gestos... ¡con la vida!

Enséñanos a esperar en el Señor, a confiar en su palabra, a dejarnos guiar por su Espíritu, a llenarnos de su buen humor y alegría. Enséñanos a escuchar su voz, en la realidad de todos los días, en el sufrimiento de tantos, en las ansías de liberación y cambio, en la sed de justicia de las mayorías. Enséñanos a orar para no perder la Esperanza y para darle raíces sólidas. Enséñanos a orar para discernir donde poner los esfuerzos y descubrir nuestro lugar y misión. Enséñanos a orar para no desalentarnos en las dificultades y contratiempos.

María, camina cerca nuestro, acompáñanos madre buena, fortalece nuestra esperanza para que sea el motor de nuestra entrega, el pozo donde beber para seguir, el refugio donde descansar y retomar fuerzas. Anuda nuestra esperanza al proyecto del Padre. Danos firmeza y hasta terquedad para seguir adelante.

Llena nuestros corazones de la esperanza que libera para vivir el amor solidario. Lo que se espera se consigue con esfuerzo, con trabajo y con la vida. Nos confiamos en tus manos para que nos hagas fuertes en la fe comprometidos en la solidaridad y firmes, muy firmes, en la Esperanza del Reino. Así sea.


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