Teología Litúrgica - El Misterio Litúrgico de la Iglesia y su dimensión dialogal - Parte 1



Rodrigo Sánchez-Arjona Halcón, S.J.

CAPÍTULO 3

EL MISTERIO LITÚRGICO DE LA IGLESIA Y SU DIMENSIÓN DIALOGAL

En la primitiva Iglesia la experiencia del carácter dialogal del misterio litúrgico, es decir la vivencia existencial de la interacción de Cristo y de la Iglesia y de la colaboración entre la gracia y la libertad en el culto cristiano hizo que toda la pastoral de los primeros siglos, brotando de la liturgia, mantuviese una integración equilibrada del gesto ritual y de la palabra, de lo ético y de lo cultual. Al pretender el Concilio Vaticano II una vuelta a las fuentes originales del cristianismo para reorientar la vida de la Iglesia, ha puesto como base de la pastoral la liturgia.

La liturgia reformada por el Concilio busca la integración de todos los elementos pastorales a partir del carácter dialogal del misterio litúrgico. Por eso el Vaticano II, colocándose entre el activismo salvador humano de los pelagianos y el pasivismo protestante, ha intentado dar una solución al perenne problema teológico suscitado por los semipelagianos.

A primera vista el semipelagianismo podría parecer un problema trasnochado, una momia de la teología y disputas de unos monjes del siglo V. Sin embargo es un problema eterno en la historia de la Iglesia y por consiguiente de la teología. Prueba de ello son los muchos escritos de los teólogos contemporáneos en orden a solucionar la paradoja siguiente: Por una parte, la gracia tiene que estar en alguna manera enraizada en la naturaleza para que no resulte algo extraño y sin interés para el hombre, pero a la vez esta misma gracia sólo puede ser un don gratuito de Dios, el cual se entrega generosa y dadivosamente al hombre.

La tradición escolástica hasta el siglo XX ha tratado de recalcar la gratuidad de la gracia no sólo para el hombre caído, sino también para Adán. Los escolásticos afirman, que hubiera podido existir una humanidad sin pecado y sin llamado a la visión intuitiva de Dios, es decir, una natura pura.

Esta postura escolástica ha creado uno de los problemas más vivos de la teología en las inmediaciones del Concilio Vaticano II. Mauricio Blondel, movido por una preocupación apologética, trató de hacer ver que la necesidad de enraizar la gracia en la naturaleza era imprescindible si no se quería convertir la gracia en algo extrínseco, lejano y ajeno a los intereses existenciales del hombre moderno. La insistencia en la gratuidad de la gracia, la convertía en algo caído del cielo, que no podía atraer el interés del hombre de hoy ( 1 ).

Después fue De Lubac el que planteó el problema desde la dogmática. Para él la potencia obediencial de los escolásticos no podía solucionar el problema del enraizamiento de lo sobrenatural en el hombre. La elevación sobrenatural, por ser un cambio del fin de la creatura, no podía consistir en un decreto extrínseco de Dios. Para solucionar el problema acudió al tema tomista del appetitus naturalis de la visión de Dios. Para De Lubac este appetitus naturalis no podía ser una veleidad, como se había defendido desde Cayetano, sino algo esencial a la creatura racional.

Por consiguiente, la no-destinación del hombre al orden sobrenatural supondría una frustración esencial del hombre. La hipótesis de la natura pura quedaba, pues, descartada, y De Lubac pensaba que no correspondía a la mente de Tomás, sino que era una interpretación de Cayetano.

Sin embargo, De Lubac mantiene la gratuidad de la gracia, pues el appetitus naturalis de ver a Dios consiste en apetecerlo en espera humilde, como se recibe el milagro y el don del amor, en donde toda exigencia jurídica es absurda y en donde se da la suma gratuidad.

El error de Bayo fue, según De Lubac, poner en la naturaleza una exigencia jurídica del don de Dios (D.1003), lo cual mata en su raíz toda relación de amor y por tanto de la gracia.

La Encíclica Humani Generis, dirigida manifiestamente contra el libro Surnaturel (D. 2318) hizo que esta opinión pasara a ser sospechosa (2).

El P. Rahner, consciente de la gravedad del problema y de la necesidad de una solución, hizo en ensayo sugestivo (-3). Para él la esencia histórica del ser humano es su dimensión religiosa que le abre hacia lo infinito y le dirige hacia el encuentro personal con Dios. Usando un término de Heidegger llama existencial sobrenatural a esa dimensión, que se ha de dar siempre en el hombre.

Pero la innovación de Rahner consiste en afirmar, que este existencial no pertenece a la naturaleza teológicamente considerada (que sería el resto que queda de separar el existencial sobrenatural de la naturaleza históricamente considerada) sino que es un don gratuito de Dios comunicado a todos los hombres.

Para Rahner, “existencial es todo aquello que, como condición, posibilidad y límite permanente e interno, precede a la libre realización de la persona, sea porque venga dado por una estructura esencial del hombre, sea porque procede histórica y contingentemente, como algo que afecta internamente a la sustancia humana, aunque no sea deducible de la esencia” (4). -

Él también afirma que los límites de la natura pura nunca pueden ser conocidos, aunque sería posible que Dios la hubiera creado.

Todos estos esfuerzos de los teólogos modernos vienen quizás a enseñarnos el fondo de verdad, que pudo haber en el semipelagianismo.

Agustín y su escuela en medio de la polémica oscurecieron la intervención de la libertad humana en la obra de la salvación, con su doctrina sobre la predestinación y sobre el reducido número, de los que se salvan, sembraron el pesimismo y al recalcar la gratuidad del don de Dios corrieron desde el principio el peligro de hacer de la gracia algo demasiado lejano y extraño a las apetencias íntimas del hombre.

Los semipelagianos, en contraposición, quisieron subrayar la voluntad salvífica universal de Dios y la acción del hombre en la salvación y en medio de su herejía vislumbraron un problema que reclamaba un esfuerzo teológico para solucionar la conexión de naturaleza y gracia.

El Vaticano II ha enfrentado también este problema eterno de la teología, pero lo hace principalmente desde la perspectiva litúrgica; por eso busca introducir a los fieles a través del misterio del culto en la contemplación de la armonía salvadora entre la gracia divina y la libertad humana, entre Cristo y la Iglesia, entre el opus operatum y el opus operantis.

Analicemos por separado cada una de estas tres antinomias, para poder captar mejor la dimensión dialogal del misterio litúrgico de la Iglesia.



Referencia:
“TEOLOGÍA LITÚRGICA para agentes de pastoral” -  P. Rodrigo Sánchez-Arjona Halcón, S.J.


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