Doctrina Social de la Iglesia - 9. La Sociedad I


 

P. Ignacio Garro, jesuita †

CONTINUACIÓN 

3. LA SOCIEDAD

3.1. LA NATURALEZA SOCIAL DE LA PERSONA HUMANA. LA SOCIEDAD HUMANA 

La sociedad humana es una agrupación de hombres organizados de una manera estable en orden a un fin común. Tres elementos constituyen toda sociedad humana:

  • Unión de voluntades que con estabilidad buscan un mismo bien.
  • Un fin común. La sociedad es un todo moral, una especie de cuerpo compuesto de miembros que mutuamente se ayudan, para conseguir un fin con más facilidad. Este fin último se desarrolla en el bien común.
  • Una autoridad. Es imposible para cualquier sociedad conseguir la unión de todos para un fin, si no hay alguien que pueda orientar a todos e indicar lo que deben de hacer.


3.2. LA NATURALEZA SOCIAL DE LA PERSONA

En la persona humana, causa y fin de todas las instituciones sociales, se fundamenta la DSI sobre la sociedad y la convivencia humana: pues la naturaleza del ser humano es social. Y al ser social por naturaleza, debe convivir con otros y procurar el bien propio y el de los demás. La DSI reconoce expresamente que persona y sociedad se relacionan e interactúan mutua y necesaria- mente, reconocer la tensión positiva entre socialización y personalización es evitar la caída o en el liberalismo (individualista), o en el cualquier extremo colectivista o totalitarista (comunismo, socialismos marxistas). Así la Iglesia proclama que el fundamento de toda sociedad y de sus exigencias éticas es la persona humana en cuanto tiende a comunicarse con los demás.

3.2.1. PERTENENCIA DE LA PERSONA HUMANA A LA SOCIEDAD

El desarrollo y crecimiento de la sociedad humana condicionan a la persona humana en su absoluta necesidad de convivir en vida social. Esta forma de convivencia engrandece a la persona y la capacita para responder a su vocación. Actualmente se multiplican sin cesar conexiones e interdependencias de la persona con la sociedad, de las que nacen múltiples asociaciones e instituciones públicas y privadas.

El hombre, de suyo,  pertenece a varias sociedades simultáneamente:

  • La familia: es la primera sociedad y es el fundamento de todas las demás.
  • La comunidad: Es el primer grupo espontáneo que resulta cuando personas o familias participan de las mismas condiciones de vida común.
  • La sociedad civil o política: ésta se origina por la agrupación necesaria y organizada de las familias y grupos y recibe varios nombres: Nación, Patria, Estado.
  • Las asociaciones: dentro de la gran sociedad civil, a diferencia de las comunidades que son espontáneas, se forman otras sociedades menores voluntarias, con fines de cultura, de comercio, deporte, o mejoramiento y defensa de la profesión como: Sindicatos, Colegios de Abogados, Médicos, Arquitectos, Asociaciones folklóricas, etc.
  • La sociedad internacional: Las naciones, como los individuos, tienen entre sí relaciones e intereses comunes y necesitan unas de otras. Las asociaciones entre naciones, responde a una necesidad y a una tendencia de la humanidad.
  • La sociedad "sobrenatural": Por voluntad de Dios y de acuerdo a esta sociabilidad del hombre, también los dones espirituales que la persona humana necesita los recibe de la Iglesia para llegar a la vida plena.

3.2.2. LA PERSONA HUMANA, SER SOCIAL 

La antropología cristiana destaca el carácter social de la persona humana, así, el Papa Juan XXIII en "Mater et Magistra", nº 219, dice: "El hombre (la persona humana) es necesariamente fundamento, causa y fin de todas las instituciones sociales; el hombre, repetimos, en cuanto es sociable por naturaleza, y ha sido elevado a un orden sobrenatural". Este es un principio capital de la DSI: la naturaleza social de la persona humana. G. et S. en el nº 25, dice: "El principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe de ser la persona humana, la cual, por su misma naturaleza tiene absoluta necesidad de la vida social". (17)

De muchas maneras y desde su origen la Iglesia ha enseñado esta sociabilidad natural de la persona humana. León XIII, en "Inmortale Dei", nº 2 dice: "El hombre está ordenado por la naturaleza a vivir en comunidad social y política: el hombre no puede procurarse en la soledad todo aquello que la necesidad y la utilidad de la vida corporal exigen, como tampoco lo conducente a la perfección de su espíritu. Por esto, la providencia de Dios ha dispuesto que el hombre nazca inclinado a la misión y a la unión y asociación con sus semejantes, tanto doméstica (la familia) como civil (la sociedad), la cual es la única que puede proporcionarle la perfecta suficiencia de la vida". 

Hay que notar que el fundamento de la sociabilidad de la persona humana es precisamente su indigencia o desvalimiento propio; indigencia que opera en el doble plano corporal y espiritual. Esta indigencia es tan patente que el Magisterio de la Iglesia no desciende a detallar esta doble condición, dándola por supuesta. Es un hecho evidente que todos necesitamos de los demás que nos rodean. Hay que desterrar la idea individualista de que uno puede valerse por sí mismo en todo. Esto es un error, una criatura de meses, ¿cómo se alimentaría ella sola?, e igualmente cómo aprenderíamos a leer y escribir y todo lo demás sin la ayuda de otras personas. Somos seres individuales, pero a la vez sociales y sociables. Por eso Aristóteles decía: "Quien es incapaz de vivir en sociedad o no tiene necesidad de ella porque se basta a sí mismo, entonces, o tiene que ser un animal, o un dios". El hombre es social porque Dios así lo ha creado y necesariamente necesita de los demás. Por esto afirmamos la dimensión eminentemente necesaria de la naturaleza social de la persona humana.

La primera sociedad donde la persona humana desarrolla su personalidad es la familia, como unidad societaria primaria y doméstica. Después viene la integración en la sociedad civil, sociedad pública donde completará el desarrollo de sus cualidades personales y las perfeccionará de acuerdo a sus posibilidades.


3.2.3. LA PERSONA HUMANA Y EL "ORDEN SOCIAL"

Se entiende por “orden social” cuando los ciudadanos viven respetuosamente entre sí y respetan las leyes sociales. Hay orden social cuando las autoridades, legítimamente constituidas, mandan lo más conveniente para el bien común, y cuando cada uno de los ciudadanos hace lo que le corresponde y de su actividad se sigue el bienestar común. El orden y la paz social se obtienen si cada uno de los ciudadanos respeta los derechos de los demás y cumple sus deberes; si las familias conservan y transmiten su patrimonio humano y espiritual a sus hijos; si hay abundancia de bienes y éstos se reparten a todos según sus necesidades; si la autoridad hace respetar los derechos, sanciona las faltas y delitos y establece la armonía entre los diferentes intereses de los ciudadanos.


3.2.4. ELEMENTOS QUE DEFORMAN UNA SOCIEDAD

Los elementos que de suyo deforman la buena de una sociedad libre  y legítimamente constituida son dos:  individualismo y  totalitarismo.

  • Individualismo: Cuando se deja al individuo en libertad absoluta, es decir, según su propia conveniencia, y olvida y conculca los derechos de los demás, prescindiendo de toda justicia y vida social. Es la ley del más fuerte, donde el que tiene más poder económico o político  abusa del débil y del que no tiene como defenderse.
  • Totalitarismo: Cuando se niega a la persona todo derecho fundamental. No cuenta su dignidad, ni su carácter personal, todo queda sometido de manera unívoca a los dictámenes del Estado que todo lo piensa, todo lo legisla, todo lo puede. La persona queda borrada individualmente, el Estado viene a ser una gran máquina cuyo engranaje lo decide todo.


3.2.5. PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL ORDEN SOCIAL 

Hay ciertos principios fundamentales que son como los cimientos sobre los cuales se tiene que establecer el orden social, pues de otra manera viene la ruina y el caos de todo el edificio social. Estos principios los deduce la razón humana estudiando al hombre, su origen, destino, sus relaciones con los demás hombres de la sociedad y con los bienes naturales de la tierra. Estos principios son las conclusiones de la moral social, y son la base de todo orden social. Todo lo demás es consecuencia de esto y por eso antes de entrar a estudiar las exigencias de la DSI, veremos estos principios fundamentales.


Primer principio. Dios es el Supremo Bien

Dios no sólo es necesario para la religión, sino también para el orden social. Sin Él, no solamente no hay explicación del orden del Universo, sino que no es posible la convivencia humana. "El error más radical de la época moderna es el de considerar la exigencia religiosa del espíritu humano como una expresión del sentimiento humano o de la fantasía, o bien como un producto de la contingencia histórica, que se ha de eliminar como elemento anacrónico o como obstáculo al progreso humano, cuando, por el contrario, en esta exigencia los seres humanos se revelan como verdaderamente son: seres creados por Dios y para Dios". “Mater et Magistra”, nº 43. "Cualquiera que sea el progreso técnico y económico, no habrá en el mundo paz ni justicia, mientras los hombres no vuelvan al sentimiento de la dignidad de las creaturas y de hijos de Dios, primera y última razón de ser de toda realidad creada por Él; el hombre separado de Dios, se vuelve inhumano consigo mismo y con sus semejantes, porque la razón justa de la convivencia supone la ordenada relación de la conciencia de la persona con Dios, fuente de verdad, de justicia y de amor". “Mater et Magistra”, nº 46.


Segundo principio. La Dignidad de la Persona Humana

Sólo una doctrina que ponga como base el respeto de la persona humana podrá salvar a nuestra sociedad en peligro de ruina social y moral. Y es precisamente la persona humana, la más amenazada en la sociedad actual: se le desprecia, se le desvaloriza, se le desconocen los derechos más elementales. El valor de una sociedad depende primero y ante todo del valor personal de sus miembros; una sociedad no puede vanagloriarse de haber llegado a un alto grado de nivel moral, cuando la dignidad humana está envilecida en sus ciudadanos. Creado por Dios, compuesto de alma y cuerpo, capaz de ejercer verdadero señorío sobre sí y sobre las demás creaturas, tiene todavía una dignidad superior: la de ser hijo adoptivo de Dios, miembro del Cuerpo Místico de Cristo, es partícipe de la vida divina y llamado a poseer a Dios eternamente.

Entonces ¿cuáles son las consecuencias sociales de esta dignidad? 

a.- La superioridad del hombre sobre todo lo que no es el hombre. Ningún objeto creado, por maravilloso que sea, puede ser comparado con el ser humano.

b.- La sociedad debe de estar al servicio de la persona humana, para respetar su dignidad, permitirle alcanzar su fin y adquirir su pleno desarrollo. No se puede, por tanto, esclavizar al hombre para engrandecer el Estado (totalitarismo), ni para conseguir el poderío económico (capitalismo), ni para establecer la dictadura del proletariado (comunismo).

c.- "A nadie le está permitido violar impunemente esta dignidad del hombre que el propio Dios trata con tanto respeto", Rerum Novarum nº 26.


Tercer Principio. La igualdad fundamental de todos los hombres

Todos los hombres tienen un solo e idéntico origen en el orden de la naturaleza, que los hace fundamentalmente iguales en su dignidad. Entonces, ¿cómo entender las desigualdades que se ven en la sociedad? Se puede decir que existen  tres razones.

a.- Existen desigualdades que se derivan no del libre capricho, sino de la naturaleza misma de las cosas; no son en absoluto un obstáculo para la existencia y predominio de una auténtico espíritu de comunidad y de fraternidad. "La naturaleza misma ha puesto grandes y muchas desigualdades: no son iguales los talentos de todas las personas, ni el ingenio, ni la inteligencia, ni la salud, ni las fuerzas; y a la necesaria desigualdad de estas cosas se sigue espontáneamente la desigualdad de riqueza. La cual es claramente conveniente y útil, así de los particulares como de la comunidad, porque la vida común necesita para su gobierno de facultades diversas y oficios diversos". “Rerum Novarum”, nº 28.

b.- Existen desigualdades por la diversidad de funciones que según cada persona puede ejercitar en la sociedad, por capacidades, estudios, etc.; o bien por las exigencias de la misma sociedad. No todas las personas están capacitadas para ejercer una misma función.

c.- Existen otras desigualdades fruto del desorden de la sociedad, la ambición desmedida de los hombres y la mala repartición de las riquezas. Son las desigualdades odiosas y perjudiciales al bien común, donde, a veces, unos cuantos hombres opulentos y ricos han puesto sobre la multitud de proletarios un yugo que difiere muy poco del de los esclavos de siglos atrás.


Cuarto Principio. Los derechos y los deberes de la Persona humana

El hombre no es un simple objeto, del cual se puede disponer como se haría con una herramienta cualquiera. Cada uno de los seres humanos es y debe ser, el sujeto de todas las instituciones en las que se expresa y se actúa la vida social. Como consecuencia, todo plan o programa debe de inspirarse en el principio de que el hombre, como sujeto, custodio y promotor de los valores humanos, está por encima de las cosas y por encima de las aplicaciones del progreso técnico. Por tanto, todos aquellos que, bajo cualquier título cooperen en la vida de la economía social tienen derecho a hacer oír su voz en la organización de esta economía, a aportar sus gestiones, sus proyectos, sus experiencias, con vistas a mejoras deseables, porque sus sujetos libres, inteligentes y activos.


Quinto Principio. El Bien Común

Es el fundamento del orden sociopolítico de la sociedad: El Bien Común se puede definir como: "El conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección". Gaudium et Spes, Nº 26. "El bien común consiste y tiende a concretarse en el conjunto de aquellas condiciones sociales que consienten y favorecen en los seres humanos el desarrollo de su propia persona". “Pacem in Terris”, nº 78.

- Exigencias del Bien Común: podemos considerar las fundamentales.

a. Que estén atendidos los derechos primarios de todos los individuos (derecho a la vida, a la integridad personal, al matrimonio, derecho de asociación, vivienda, alimentación, recreación, derecho a la propiedad privada).

b. Que la mayoría de personas pueda desarrollar debidamente sus facultades espirituales y corporales (adquirir un grado de cultura: moral e intelectual, poder practicar los actos que requieren la perfección propia y la convivencia social: el derecho a voto, a opinar, a informar y a ser informado).

c. Que las minorías selectas puedan poner en actividad sus dotes excepcionales (que un  inventor pueda realizar sus estudios y experimentos necesarios para su invento, etc.). Mientras no se realicen estas exigencias no se puede afirmar que existe el bien común.


Sexto Principio. Los bienes materiales son medios y no fin en la vida del hombre

Los bienes materiales no son el fin del hombre y de la vida, sino el medio para obtener bienestar temporal. Es necesaria la actividad económica porque sin ella el hombre, hoy, no puede subsistir; pero no se puede convertir en el supremo valor de la vida, como lo hace el capitalismo liberal. El bienestar colectivo tampoco es la finalidad suprema de la actividad social, como lo pretende el comunismo. Se puede desarrollar un gran esfuerzo técnico para mejorar la producción; pero siempre se debe de subordinar la economía a los valores humanos; jamás se puede convertir al hombre en esclavo de la máquina y de la técnica. Esos bienes abundantemente producidos no están destinados a enriquecer a unos pocos, sino para que todos los hombres puedan disfrutar de ellos, equitativamente.


17. Cfr.- "La enseñanza social de la Iglesia" Calvez, SJ. Herder, 1991. Págs. 42 - 57.



Damos gracias a Dios por la vida del P. Ignacio Garro, SJ † quien, como parte del blog, participó con mucho entusiasmo en este servicio pastoral, seguiremos publicando los materiales que nos compartió.


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