P. Fernando Martínez Galdeano, jesuita
Jesús elige a sus apóstoles, a los que van a ser enviados al mundo entero a proclamar su mensaje de salvación. A ellos les da el poder de las “llaves” que abren y cierran las puertas de esa nueva ciudad más celestial que terrena, por ser ella fuente de vida eterna y de reconciliación. Y Jesús en su despedida subraya: “Sabed ésto, que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Con J.C. resucitado y la animación del Espíritu Santo, el misterio de la Iglesia se expresa como cuerpo místico, como templo que se construye, como relación de amor entre esposos: “Constituyéndole cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo, y por lo mismo, plenitud del que llena totalmente el universo” (Ef 1,22-23); “Cristo en quien todo el edificio, bien trabado, va creciendo hasta formar un templo consagrado al Señor, y en quien también vosotros vais formando conjuntamente parte de la construcción, hasta llegar a ser, por medio del Espíritu, casa en la que habite Dios” (Ef 2,21-22); “Gran misterio éste (el del matrimonio), que yo relaciono con la unión de Cristo y de la Iglesia” (Ef 5,32).
“Sed humildes, amables y pacientes. Soportaos los unos a los otros con amor. Mostraos solícitos en conservar, mediante el vínculo de la paz, la unidad que es fruto del Espíritu. Uno sólo es el cuerpo y uno sólo el Espíritu, como también una sola es la esperanza a la que habéis sido llamados; un sólo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios que es Padre de todos, que está sobre todos, actúa en todos y habita en todos” (Ef 4,2-6).
Agradecemos al P. Fernando Martínez SJ por su colaboración.
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