75. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Parábola del tesoro y la perla encontrados


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


D. DISCURSO DE LAS PARÁBOLAS

75. - PARÁBOLA DEL TESORO Y LA PERLA ENCONTRADOS

TEXTO

Mateo 13,44-46

"El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder y, por la alegría que le da, va y vende todo lo que tiene y compra el campo aquél.

También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda bus­cando perlas finas, y que al encontrar una de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra."


INTRODUCCIÓN

La parábola del tesoro y de la perla encontrados eran muy fácil de enten­der por la multitud que oía a Jesús. Los judíos siempre estuvieron en gue­rras con sus pueblos vecinos y con frecuencia eran invadidos por los gran­des imperios. Y, en esas circunstancias, era costumbre enterrar tesoros o riquezas para evitar ser despojados de ellos en los saqueos que se hacían por toda la ciudad, el templo, edificios públicos y casas particulares. A ve­ces, muerta la persona que había escondido el tesoro, quedaba en olvido el lugar donde se encontraba. Flavio Josefo nos narra que cuando los roma­nos conquistaron Jerusalén, encontraron algunos de esos tesoros.

En cuanto a las perlas, sabemos que eran igualmente estimadas o incluso más todavía en aquella época que en la nuestra. Y había mercaderes que se dedicaban al comercio de las perlas. Por supuesto, que no se podían hallar en Palestina; solían encontrarse en las riberas de Persia o en las riberas de la India, y para eso era necesario hacer viajes largos y llenos de dificultades para con­seguir pescarlas. Para el mercader de perlas, encontrar una perla preciosísima era una enorme alegría por el valor que tendría en el mercado.

A estos hechos, muy conocidos por todos, alude el Señor cuando nos pro­pone estas dos parábolas, que por tener un significado muy parecido, ex­pondremos juntamente la enseñanza que contienen.


MEDITACIÓN

1) El Tesoro y la Perla

En la parábola, tanto el Tesoro como la Perla se comparan al Reino de los Cielos. Es decir, el Reino de los Cielos es el tesoro más grande que puede encontrar un hombre y la perla más preciosa que debe ser buscada con todo afán.

Y en este pasaje, parece que Reino de los Cielos hay que entenderlo del Reino de Dios en el interior del alma, Cristo habitando por la fe en el cora­zón del creyente.

En otras meditaciones ya hemos indicado que Reino de los Cielos puede tener también el significado del Reino de Dios establecido en la tierra me­diante su Iglesia, y del Reino de Dios escatológico, el Reino de Dios en la gloria eterna. En nuestra parábola, es preferible la interpretación del Reino de Dios interior en el alma.

Y ese Reino interior es el mismo Cristo. Haber encontrado a Cristo, haber­le aceptado, haber creído en El y hacer que El reine dentro del alma, es el tesoro más grande que se puede encontrar; y al mismo tiempo, Cristo, su. enseñanza, sus promesas, toda su vida, puede compararse con la extraor­dinaria belleza y valor de una perla preciosa.

2) Significado del tesoro y la perla para los que los encontra­ron

Lo primero de todo es reconocer su gran valor, y al verse en posesión de ese tesoro o de esa perla, se sienten inmensamente alegres, porque están seguros que podrán ya tener seguridad para el resto de su vida.

Es tal el valor que tienen, que económicamente ya no tendrán que pasar dificultades. Esa es la causa de su alegría y seguridad.

Y aquí viene una de las principales aplicaciones de la parábola. ¿Cómo es­timamos el Reino de Dios en nuestra alma? Ese Reino de Dios, en concre­to, significa mi vida de gracia, mi vida de trato y de intimidad con el Se­ñor, mi vida de cumplimiento de sus mandamientos y enseñanzas; ir incrementando cada día mi vida de fe, de esperanza y caridad. ¿Son éstos los valores supremos en la jerarquía de valores que solemos tener todos los hombres? ¿Y sabemos admirar la grandeza y belleza del alma en gra­cia, del alma en donde se refleja y habita el Espíritu Santo, del alma purifi­cada por la sangre de Cristo, del alma inundada del amor de Dios?

La parábola nos enseña que debemos buscar ese Reino interior de Dios en el alma como el supremo tesoro y la perla más bella; y estar convencidos que con ese tesoro y esa perla en nuestro poder, seremos felices, vivire­mos en la gran seguridad que da la confianza en Cristo; estar convencidos de que el amor y la intimidad con el Señor debe ser el supremo valor de mi existencia. El haber encontrado a Cristo es el supremo gozo del alma.

3) "Vende todo lo que tiene"

Es la consecuencia lógica de la parábola. Si tal es el valor del tesoro y de la perla, es lógico que el que encontró el tesoro venda todo lo que tenga para comprar el campo donde se encuentra el tesoro; y el que ha encontra­do la perla, venda todo lo que tenga para comprarla.

La aplicación es evidente. Quien cae en cuenta del valor de Cristo en el alma, debe ser capaz de sacrificar todo lo que sea necesario para hacer que Cristo reine en su alma. Por lo tanto, debe sacrificar sus pasiones de codicia, de placeres, de orgullo, de ambiciones; debe superar las tentacio­nes y evitar el pecado. Esas pasiones y el pecado que nace de ellas es lo único que impide que Cristo habite en mí por la gracia y por la fe. Renun­ciar a todo aquello que pueda poner en peligro el gran tesoro de Cristo. Todos los demás tesoros quedan relegados a un segundo lugar, e incluso, en muchas ocasiones, habrá que desterrarlos de nosotros por ser falsos te­soros.

En la comparación de la perla preciosa, se añade un matiz muy importan­te. Se nos dice que el mercader "anda buscando perlas finas". Supone un gran esfuerzo del mercader en perlas para encontrarlas. Esta actitud del mercader representa la actitud que debemos tener con respecto al Reino de Dios; debemos esforzarnos por buscarlo; esforzarnos por encontrar a Cristo, conocerle cada vez más, amarle más y seguirle más fielmente. No olvidemos la promesa del Señor: "Buscad y hallaréis" (Mt 7,7). Buscar y profundizar en este Reino de Dios debe ser un esfuerzo continuo en nues­tra vida, con la seguridad de que conseguiremos lo que buscamos y que nunca lo perderemos.

En la parábola del tesoro se nos dice que aquel hombre "lo vuelve a escon­der", es decir lo guarda de manera que no se lo roben. Y también aquí po­dríamos considerar que hemos de ser bien precavidos para no dejar que, una vez encontrado Cristo, lo podamos perder. La vida de sincera oración y la frecuencia de sacramentos son los medios más necesarios para que nunca perdamos ese gran tesoro de Cristo, que hemos encontrado. Ha sido gracia de Dios para conmigo que lo encuentre; pero para conservarlo es necesaria nuestra colaboración.

Preciosa parábola de Cristo, que debe suscitar en nosotros un ferventísimo deseo de buscar a Cristo, de encontrarle y de no perderle nunca.


Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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