85. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - "La mies es mucha y los obreros pocos"


 

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


E. ULTERIOR MINISTERIO EN GALILEA: HASTA LA FIESTA DE PENTECOSTES

(Hasta fines de mayo del Año 29)


85.- "LA MIES ES MUCHA Y LOS OBREROS POCOS"

TEXTOS

Mateo 9,35-38

Y Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en sus sinago­gas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: "La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies".

Marcos 6,6

Y recorría los pueblos del contorno enseñando.

Lucas 10,2

Y les dijo (a los discípulos): "La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies".


INTRODUCCIÓN

La primera cita de Mateo está tomada del pasaje inmediatamente anterior a la elección de los Doce apóstoles; y a esta elección sigue a continuación el envío de los apóstoles a predicar. La cita de Marcos precede también inme­diatamente a la misión de los Doce apóstoles. Y, finalmente, la cita de Lucas se refiere a la exhortación que el Señor hace a los 72 discípulos al enviarles de dos en dos a predicar.

Sobre la misión de los Doce y el envío de los setenta y dos discípulos a predi­car el Reino de Dios, hablaremos en la próxima meditación. Los tres textos que hemos citado los consideramos como una introducción que precede al envío de apóstoles y discípulos a predicar.


MEDITACIÓN

1) Trabajo apostólico de Cristo

El Señor, una vez más, comienza a recorrer toda la Galilea, a visitar sus ciu­dades y aldeas, y centraba su principal apostolado en la predicación que rea­lizaba los sábados en las sinagogas respectivas. En los demás días hablaría del Reino por las calles y plazas de los pueblos, a donde acudía gente para escucharle y para ser curados de sus enfermedades. Pues el Señor, durante todo este año de su predicación en Galilea, siempre unía a su proclamación del Reino de Dios la preocupación por los enfermos y necesitados y multipli­caba sus milagros en favor de ellos. Era una señal de su mesianidad y de la llegada del Reino de Dios a ellos.

Era un trabajo agotador, pues, no una ni dos, sino que fueron muchas veces las que recorrió Galilea, según se desprende de los Evangelios, en todas par­tes la multitud le seguía y no le dejaba ni tiempo para descansar, como tam­bién nos dicen los relatos del Evangelio.

Cristo había sido enviado por el Padre para cumplir con su misión redentora, y parte principal de ella era proclamar con su palabra la llegada del Reino de Dios y en qué consistía este Reino. Su celo apostólico era inagotable, y sus muestras de bondad y misericordia para con todos los que se acercaban a él eran continuas. El Señor dirá en una oportunidad a sus discípulos: "Tengo que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo." (Jn 9,4-5) Mientras no llegasen las horas de las tinieblas, la hora de la "noche", que simbolizaba su Pasión y muerte, Jesucristo seguirá, como Luz del mundo, impartiendo sus enseñanzas divinas para bien de sus contem­poráneos y para bien de todos los hombres en todos los tiempos.

2) La compasión del Señor

A continuación se nos habla muy especialmente de la infinita compasión que el Señor sentía por esa gente sencilla y humilde de Galilea. El motivo de esa compasión entrañable del Señor era la situación en que se encontraba el pue­blo.

El Señor vio aquellas multitudes como esquilmadas y abatidas, como rebaño sin pastor. Estas palabras nos describen la situación real del pueblo Judío. Era un pueblo explotado: de una parte, el gobierno imperialista romano cuya única preocupación era abusar con sus cargas y tributos y procurar la total sumisión, con una autoridad que no le importaba cometer injusticias y arbitra­riedades; de otra parte, estaban las autoridades civiles de Israel, con el rey Herodes a la cabeza, en total connivencia con los romanos; y también las au­toridades religiosas, sacerdotes, escribas, fariseos, que despreciaban al pue­blo, estaban dominados por la codicia, y no conocían ni lo que es justicia ni lo que es caridad. Estas serán parte de las acusaciones que el Señor hará más adelante acerca de ellos. (Cfr. Mt 23). Y esas autoridades religiosas no sa­bían hacer otra cosa que seguir imponiendo nuevas cargas y nuevas leyes sobre los hombros del pueblo, que ni ellos mismos podían ni les importaba cumplir.

Evidentemente que la frase del Señor de que eran "como ovejas que no tienen pastor" era una realidad; y el Señor siente profundamente la realidad de ese pueblo tan oprimido y sin esperanza. El es el único que puede traer esta espe­ranza y es lo que quiere ofrecer a ese pueblo con su predicación y sus milagros, pero su obra es obstaculizada por los escribas y fariseos, que continuamente le están calumniando delante del pueblo e instigan al pueblo a no seguir a ese "impostor". Cristo, a pesar de todas las dificultades y de los peligros a que se exponía, continúa su obra evangelizadora hasta que llegue el momento de dar su vida por ese pueblo y por los hombres del mundo entero.

La compasión de Cristo es un verdadero ejemplo para todos los apóstoles, todos lo que sigan con la misión de evangelizar. Forma parte esencial del alma del apóstol su capacidad de compasión, y de sentir profundamente las injusticias, las marginaciones y las miserias que sufre la gente pobre y humil­de en todas partes de la tierra. Y su trabajo apostólico debe llevarle a brindar siempre luz y esperanza a todos aquellos que, por la situación en que se en­cuentran, viven en tinieblas de sufrimiento, en desesperanza de futuro.

3) "La mies es mucha y los obreros pocos; rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies."

Podríamos decir que fruto de esa compasión son las palabras que pronunció Cristo sobre la mies, los obreros, y la oración al Dueño de la mies.

Al hablar de la mies y decir que es mucha, el Señor se estaba refiriendo, en­tonces, a todas aquellas multitudes de Galilea que le seguían y le escuchaban con entusiasmo y que iba creciendo en ellos la fe en su persona, una fe y confianza de saber que siempre serían bien acogidos por el Señor, y al que podían presentar sus sufrimientos y necesidades con toda confianza.

No es que aquel pueblo hubiese ya llegado a la madurez de la fe y de la aceptación de las enseñanzas de Cristo, pero sí era un pueblo que mostraba una actitud muy positiva para con el Señor, que debía ser el comienzo de su conversión y de llegar a una fe verdaderamente comprometida. Y, si no hu­biera sido por los "malos pastores", es muy probable que ese pueblo de Galilea hubiera llegado a recibir el Evangelio.

Los "obreros son pocos". Sabemos los muchos fariseos y escribas que ha­bía, pero ellos no eran "obreros" en la viña del Señor. Eran, como hemos repetido, "malos pastores" que, en vez de guiar a su pueblo, lo estaban lle­vando a la peor tragedia de toda la historia de Israel, al rechazo del Mesías. El único "obrero", en realidad, cuando Cristo pronunció esta palabra era él mismo. Pero tiene ya escogidos Doce apóstoles y tiene otros muchos discí­pulos que le siguen con sinceridad. Ellos serán los "obreros" que sucederán a Cristo. Pero qué pocos "obreros" para todas aquellas multitudes. Y Cris­to al pronunciar estas palabras, miraba con ojos de profeta, la mies del mun­do entero y en todos los tiempos. ¡Cuánta la mies y qué pocos los obreros!

Y Cristo nos enseña un medio eficaz de incrementar el número de los "obreros": La oración. Oración constante pidiendo al Dueño de la mies, Dios Padre, y al mismo Cristo nuestro Señor, que incremente el número de vocaciones apostólicas.

Todo este pasaje tiene una aplicación extraordinaria en nuestros días. La mies es inmensa, y esa mies está formada en su mayoría por gente desvali­da, pobre, que incluso vive en la miseria, y a veces, engañada con promesas mesiánicas puramente terrestres. Continentes enteros viven en esta situa­ción, África, Latinoamérica, Asia; y Europa y América del Norte viven en la miseria espiritual de carencia de los verdaderos valores espirituales. Y cono­cemos también que el número de vocaciones ha disminuido y disminuye tre­mendamente. De aquí surge con toda urgencia que todo cristiano sincero se comprometa a colaborar en la obra evangelizadora de Cristo; que con nues­tra oración crezca el número de vocaciones sacerdotales y religiosas, pero que todo laico sienta también en sí la llamada al apostolado, y comience a practicar y vivir ese apostolado. Todo el plan, que con tanto entusiasmo pro­mueve el Papa de "Evangelización 2000", no quiere ser otra cosa que la for­mación de verdaderos discípulos de Cristo que se comprometan a ejercer el apostolado según sus posibilidades y situaciones de su vida.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.





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