P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA
(Mayo 28 - Mayo 29)
D. DISCURSO DE LAS PARÁBOLAS
78.- CONCLUSIÓN DEL
SERMÓN DE LAS PARÁBOLAS
TEXTO
Mateo 13,51-52
"¿Habéis
entendido todo esto?". Dícenle: "Sí". Y añadió: "Así, todo
escriba, que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos, es semejante al
dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo."
INTRODUCCIÓN
En estos breves
versículos encontramos una pregunta del Señor dirigida a sus apóstoles y
discípulos que habían escuchado las y parábolas y su explicación. Y a esa
pregunta del Señor hay una respuesta positiva por parte de los interrogados.
A continuación, el
Señor concluye todo este sermón de las parábolas con una comparación del
escriba, que ha aceptado las enseñanzas del Reino de Dios, como un padre de
familia que de sus tesoros, que ha ido almacenando a través de su vida, saca cosas
antiguas, nuevas, que pueden ser útiles para sí y para su familia y amigos.
¿Cuál es el
sentido que tienen estas palabras de Cristo pronunciadas en estas
circunstancias, es decir, cuando ha expuesto por medio de parábolas muchos de
los misterios del Reino de Dios?
MEDITACIÓN
1) La pregunta del Señor
El Señor con su
ciencia divina sabía hasta qué grado habían entendido sus discípulos las
enseñanzas que acababa de predicarles. La pregunta no tiene razón de ser si se
interpreta como una pregunta de algo que el Señor no conociese ya. La pregunta
quiere excitar el deseo en sus discípulos de que se esfuercen por comprender
bien, lo mejor posible, lo que El les va enseñando con tanta paciencia y tanto
cariño.
No se trata
solamente de escuchar la Palabra de Dios. También habían escuchado las
parábolas los escribas y fariseos. Se trata de entender esas enseñanzas, su
contenido, sus exigencias, y de asimilarlas en el actuar de nuestra vida. Eso
es lo que quiere el Señor. Y sus enseñanzas son tan profundas y ricas en su
contenido, que siempre podemos aprender algo nuevo cada vez que las oímos, las
meditamos. Este es el deseo que debe existir en el corazón de todo cristiano verdadero.
2) La respuesta de los discípulos
Ellos,-creyendo
que son sinceros, responden al Señor que "sí" las han comprendido.
Sin embargo, conocemos que hasta que llegó Pentecostés con la efusión del
Espíritu Santo, en realidad, no llegaron a entender el alcance de las
enseñanzas del Señor.
Es una actitud que
puede darse en muchos cristianos, creer que ya se conoce el Evangelio, que su
lectura ya no ofrece novedad para ellos. Es una actitud completamente
equivocada y que lleva consigo cierto orgullo o autosuficiencia espiritual, y
que impide gustar y saborear los pasajes del Evangelio cada vez que se leen y
se intenta meditarlos.
En el cristiano
verdadero y que es llevado por el Espíritu Santo, la actitud es otra muy
diferente. Siempre se considera que le queda muchísimo por aprender, siempre
sabe encontrar nuevas riquezas en las palabras y en las obras de Cristo. Para
él, el Evangelio siempre guarda una novedad, que no se marchita nunca. Y cada
día va conociendo más y más al Señor y cada día crece el amor al Señor y el deseo
de poner por obra, en práctica, sus enseñanzas.
Hemos de pedir al
Señor que, como a los apóstoles, también a nosotros nos envíe su Espíritu para
que realice en nosotros el milagro que realizó en ellos, según la promesa que
el mismo Señor hizo: "El les va a enseñar todas las cosas y les va a
recordar todas mis "palabras" (Jn 14,26) "El los introducirá a
la verdad total". (Jn 16,13)
Qué diferencia tan
abismal entre el conocimiento que tenían los apóstoles cuando respondieron en
esa ocasión "sí" al Señor, y el conocimiento que tuvieron después de
Pentecostés. Se trata, pues, de llegar, en la medida de lo posible, a ese
conocimiento global y profundo de los misterios del Reino de Dios, y a ese
convencimiento identificado con la propia vida que nos muestran los apóstoles,
cuando van recorriendo el mundo para convertirlo a Cristo.
3) La comparación del escriba
Para Jesucristo,
aquí el escriba es el discípulo que ha aceptado de Cristo las enseñanzas del
Reino de Dios. El discípulo de Cristo que se deja instruir por El y va
acumulando sus conocimientos sobre el Reino de Dios, ese es el verdadero
escriba. Pero, como auténtico escriba no debe, en ninguna manera, hacer que
esos conocimientos queden en él solo; sino que tiene que enseñarlos a los
demás. Es misión suya trasmitir a otros todo lo que él está aprendiendo de Jesús.
Es un adelantar a los apóstoles la misión que ellos tendrán en el mundo. Ellos
deberán convertirse en verdaderos escribas, profundos conocedores de los
misterios del Reino, y deberán predicarlos, enseñarlos al mundo entero. Son
como palabras proféticas del Señor con respecto a los apóstoles, pero que
tienen aplicación también para los apóstoles de todos los tiempos, e incluso
para todo cristiano.
Más difícil parece
interpretar qué es lo que el Señor quiso decir al comparar al escriba con
"un padre de familia que saca de sus arcas cosas nuevas y cosas
viejas."
Se han dado
diversas interpretaciones; la que nos parece más probable es la que atribuye
"cosas viejas" a las enseñanzas del Antiguo Testamento. Podría
considerarse como una referencia al Antiguo Testamento, que es también
revelación divina, Palabra de Dios, y sigue, por lo tanto, teniendo vigencia (Cfr.
Mt 5,17). Más aún, el Antiguo Testamento ayudará a conocer mejor y a
interpretar mejor el mismo Evangelio y al mismo Jesús, el Mesías, anunciado ya
desde las primeras páginas del Génesis.
Lo
"Nuevo", "las cosas nuevas" se refiere al Evangelio, a la
Buena Nueva que predica Cristo, y que la primera de todas es el mismo Cristo,
como Salvador y Mesías para todos los hombres.
Queremos hacer
notar que la distinción entre "lo viejo" y "lo nuevo" era
también conocida por los rabinos. "Lo viejo" eran las Escrituras,
sobre todo la Tora o Ley de Moisés y los libros proféticos; "lo
nuevo" eran las aplicaciones y nuevas enseñanzas de los rabinos.
Y como una confirmación
de esta interpretación que hemos dado, la encontramos en los sermones que
pronunció Pedro después de Pentecostés ante la multitud del pueblo judío, que
se había reunido asombrado ante el ruido y el vendaval que habían experimentado
en la ciudad de Jerusalén. Ante ellos se levanta Pedro, en nombre de todos los
apóstoles, y como el escriba del que habla Cristo, se apoya en los profetas y
en los salmos del Antiguo Testamento para aclararles la gran
"Novedad" de que Jesús es verdaderamente el Mesías prometido y el
Salvador para todos los pueblos. (Cfr. Hech 2,14-36)
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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