Filipos
En el curso de su segundo viaje apostólico, Pablo recibió una visión espiritual con la invitación del hombre macedonio que le insistía: “Pasa a Macedonia y ayúdanos” (Hch 16,9) Atravesaron el mar y desembarcaron en Neápolis a 13 Km de Filipos. En sus alrededores, en el año 42 aC., Octavio, aliado con Antonio, había vencido a Bruto, y la victoria le había conducido hacia la corona imperial. Ya emperador, Octavio Augusto hizo de la ciudad una colonia militar con los privilegios de que gozaban las ciudades italianas. Su población, en gran parte, estaba formada por antiguos veteranos de las legiones romanas.
Carta de la alegría
Para muchos y variados comentaristas, la carta a los cristianos Filipenses es la que mayor encanto tiene de entre todas las que hoy conservamos como pertenecientes al llamado “corpus paulinum”. Es un escrito que rebosa agradecimiento, que insiste en un llamado continuo al gozo y a la alegría, y que presenta en definitiva a Cristo como el único centro dinámico de la vida de fe.
En su segundo viaje misionero, hacia el año 52 de nuestra era, Pablo llegó a la ciudad griega de Filipos por primera vez. En ella edificó una Iglesia cristiana plural y entrañable. En ella destacan tres “personajes” recién convertidos (Hch 16, 14ss): Lidia, la comerciante en tejidos de color púrpura de un gran valor; el carcelero de la prisión de la ciudad, sin duda, un veterano soldado romano y la joven esclava, explotada por sus dueños. Ellos simbolizaban lo alto, lo medio y lo bajo de la sociedad.
Pablo mantuvo con la iglesia de Filipos una amistad mucho más estrecha e íntima que con cualquier otra. “Por tanto, hermanos mío queridos y añorados, vosotros que sois mi gozo y mi corona, manteneos firmes en el Señor.” (4,1) Es sorprendente que no solía aceptar para él una ayuda económica, pero de la iglesia de Filipos no sólo la recibió sino que al recibirla se sintió contento. “Con ninguna iglesia tuve cuenta de ‘debe y haber’, sino sólo con vosotros” (4, 15)
Sabemos casi con una total certeza que Pablo escribió más de una carta a su muy querida comunidad de Filipos. Lo sabemos por el testimonio escrito de Policarpo, muy cercano en el tiempo, el cual en su carta a la iglesia de Filipos les recuerda: “Cuando (Pablo) estuvo ausente os escribió cartas.” Esta referencia tan concreta y unos cortes bruscos que aparecen en la actual carta a los Filipenses dan pie a no pocos estudiosos de contrastada autoridad a mantener la hipótesis de que en la carta se distinguen propiamente las huellas de varios escritos: la de una primera carta (la llamada carta A) de agradecimiento (4, 10-23), que curiosamente estaría recogida al final de la que hoy manejamos; la de una segunda carta (llamada carta B) que sería la más extensa (1-3,1ª), que estaría al principio; y la de otra, la tercera (llmada carta C), en la cual se recopila como tema dominante el de no dejarse engañar por los intolerantes predicadores judaizantes (3,1b-4,9)
Conforme a esta hipótesis, lo más probable es que de las tres, las dos primeras habrían sido escritas estando Pablo en la cárcel de Efeso (a. 56-57); y la tercera, ya liberado de la prisión. En todas ellas muestra su contento, gozo y alegría.
En la primera (4, 10-23) se manifiesta el valor profundo de la ayuda recibida, pues en definitiva, él es un servidor de Dios. En la segunda (1 – 3,1ª), después de dar gracias a Dios por la obra buena en la fe que se está realizando en la iglesia de Filipos, les insiste en que lo único importante es Cristo, el que sea anunciado, y el que sea tomado como ejemplo de una vida digna de su auténtico evangelio. “Tened, pues, los sentimientos que corresponden a quienes han sido injertados en Cristo Jesús” (2,5). Esto no es fácil y requiere de una gran humildad y disponibilidad. Y es aquí donde se incorpora el inspirado himno cristológico (2, 6-11) que, al parecer, se recitaba en las comunidades de origen paulino, y que es presentado como estímulo para la armonía y estrecha unidad entre los cristianos.
En su “tercera carta” (3, 1b – 4,9), Pablo arremete con dureza y fuerza contra los sectarios predicadores judíos que estaban intentando infiltrar sus doctrinas entre los cristianos fieles de Filipos. “Los de la verdadera circuncisión somos nosotros, los que tributamos un culto nacido del Espíritu de Dios y nos gloriamos en Jesucristo, en vez de confiar en nosotros mismos” (3,3). Porque la salvación es un don gratuito de Dios.
“A pesar de su condición divina, Cristo Jesús no quiso hacer de ello ostentación. Se despojó de su grandeza, Tomó la condición de siervo y se hizo semejante a los humanos. Más aún, hombre entre los hombres, se rebajó a sí mismo hasta morir por obediencia, y morir en una cruz. Por eso, Dios le exaltó sobre todo lo que existe y le otorgó el más excelso de los nombres, para que todos los seres, en el cielo, en la tierra y en los abismos, caigan de rodillas ante el nombre de Jesús, y todos proclamen que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre. (Flp 2, 6-8)
Guía de la Carta a los Filipenses
1,1-11 Saludo – Cuando me acuerdo de vosotros, me invade la alegría – Esta es mi oración, que el amor crezca más y más entre vosotros.
1,12-26 Desde la cárcel también puedo anunciar a Cristo – Y ésto es lo único que importa – Cristo es la razón de mi vida, y la muerte me resulta una ganancia – Sin embargo, presiento que todavía voy a poder estar con vosotros.
1,27-2,5 Lo que me importa es que viváis unidos, firmes en la fe – Portaos como lo hizo Jesucristo.
2,6-11 Himno cristiano – Así ha sido y es Jesucristo en el designio del Padre.
2,12-18 Seréis como lumbreras en medio del mundo – Es Dios mismo quien realiza en vosotros el querer y el hacer – Todo esto es fuente de alegría.
2,19-3,1a Timoteo se queda conmigo y os envío a Epafrodito que está muy enfermo – Estimad a quienes como él, han estado, por causa de Cristo, a las puertas de la muerte - ¡Alegraos en el Señor!
3,1b-9 Me molesta volver al tema de los judaizantes – Todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo – Estoy unido a Cristo no por la fuerza de la Ley sino por la fuerza que Dios me concede por haber creído en él.
3,10-4,1 Quiero vivir el poder de su resurrección mediante su cruz – No he logrado aún ese ideal – Eso sí, olvido lo que he dejado atrás, y me lanzo hacia delante – Somos ciudadanos de los cielos – El Señor será quien transforme nuestro cuerpo mortal en un cuerpo glorioso – Vosotros sois mi alegría y mi corona.
4,2-9 Estad siempre alegres en el Señor. Insisto, estad alegres – Que a todo el mundo alcance vuestra bondad – Y el Dios de la paz estará con vosotros.
4,10-20 Agradezco de forma especial vuestra ayuda económica.
4,21-23 Despedida....
Agradecemos al P. Fernando Martínez por su colaboración.
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