1. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Juan El Bautista




P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


I.- LOS COMIENZOS DE LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS

(Fines del Año 27 - Principios del Año 28)


A. - PREDICACIÓN DE JUAN BAUTISTA Y PRIMERA ACTIVIDAD APOSTÓLICA DE JESÚS


1. - JUAN EL BAUTISTA

 

TEXTOS

Mateo 3,1-6.

Por aquellos días aparece Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: "Convertíos, porque el Reino de los Cielos está cerca." Este es el anunciado por el profeta Isaías cuando dice: "Voz que clama en el desierto: preparad el camino del Señor, rectificad sus sendas."

Tenía Juan un vestido de pelos de camello con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre. Acudían a él de Jerusa­lén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.

Marcos 1,1-6

Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Conforme a lo escrito en el profeta Isaías: "Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar el camino del Señor; rectificad sus sendas".

Apareció Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de con­versión para perdón de los pecados. Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, con­fesando sus pecados. Juan llevaba un vestido de piel de camello y se alimen­taba de langostas y miel silvestre.

Lucas 3,1-6

En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Pilato Procurador de Judea, y Herodes Tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítide; y Lisanias, tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, Hijo de Zacarías, en el desier­to. Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de con­versión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: "Voz que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, rectificad sus sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado; lo tortuoso se hará recto, y las asperezas serán caminos llanos. Y todos verán la salvación de Dios."

Juan 1,6-8

Hubo un hombre enviado por Dios que se llamaba Juan. Este vino como tes­tigo para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien diera testimonio de la luz.

INTRODUCCIÓN

"Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios."

Este es el principio solemne de Marcos, y en esta frase ya nos está indican­do el Evangelista el gran misterio que se propone revelarnos. "Evangelio" significa "Buena Noticia". Se trata, pues, de la proclamación al mundo en­tero de la "Buena Noticia". Y esa "Buena Noticia" no es otra cosa que la misma persona de Jesucristo, el Hijo de Dios. Todo el Evangelio de Marcos, como los otros Evangelios de Mateo, Lucas y Juan, se centrarán en la perso­na de Jesús, el Hijo de Dios, y en su mensaje y su obra redentora.

Pero esta "Buena Noticia" entra en la historia con la predicación de Juan Bautista. Y es Lucas, el Evangelista, que nos asegura que ha investigado de­talladamente todos los hechos que nos narra en su Evangelio (Lc 1,1-4). quien encuadra en las coordenadas de tiempo y lugar los comienzos de la vida pública de Jesús, precedida de la predicación del Bautista.

Nombra al César, es decir, al Emperador Tiberio, y a los tetrarcas que admi­nistraban las provincias de la nación, entonces colonia del Imperio. Herodes Antipas y Felipe son hijos de Herodes el Grande. El Procurador ro­mano en Judea era Poncio Pilato. Era el tiempo del pontificado de Anás y Caifás. De hecho, no había más que un sumo sacerdote; pero por la influen­cia que ejercía su suegro Anás, que había sido anteriormente sumo sacerdo­te, se cita a ambos.

Y la historia, en sus investigaciones más modernas, nos proporciona con exactitud los datos suficientes para encuadrar temporalmente a todos estos personajes.

El año 15 dé Tiberio es probable que correspondiese al año 27 de nuestra era. Poncio Pilato fue procurador desde el año 26 al 36. Herodes Antipas, tetrarca hasta el año 39; y Filipo hasta el año 34. Sumo sacerdote era Caifás del 18 a136.

Se puede, pues, afirmar con bastante probabilidad que fue hacia los últimos meses del año 27 cuando comenzó la actividad apostólica de Juan Bautista.

Advirtamos lo que a primera vista podría parecer una contradicción en los Evangelistas. Se nos dice que Juan predicaba en el Desierto, y a continua­ción se nos está hablando de toda su actividad apostólica en el valle del Jordán, y en las aguas del Jordán se bautizaba la gente.

Aquí la palabra "Desierto" no se refiere a un desierto de arena y piedra completamente inhóspito. Es el llamado Desierto de Judá que se extiende al este de los montes de Judea y llega hasta el valle del Jordán, donde la vege­tación sí es pobre, pero se va enriqueciendo conforme se acerca al Jordán. En aquel tiempo se consideraba el mismo valle del Jordán como parte de la región desértica. Los Evangelistas consideran como un todo, la región que se extiende desde el Monte Olivete hasta el río Jordán, unos 30 kilómetros.

MEDITACIÓN

1) Los designios de Dios se cumplen

Hacía unos quinientos años que el profeta Malaquías había anunciado la lle­gada de un mensajero que preparase el camino del Mesías:

"He aquí que envío a mi Ángel, para que prepare el camino delante de mí." (Mal 3,1)

Y el profeta Isaías, en visión mesiánica, también había anunciado la llegada de un precursor del Mesías, cuya misión describe en el cap. 40, v.3-5:

"Voz del que clama en el desierto, preparad el

camino del Señor.

Haced rectas sus sendas.

Todo valle será rellenado, y todo monte y colina,

allanados; los caminos torcidos se harán rectos,

y los caminos ásperos serán suavizados.

Y todo hombre verá la salvación de Dios."

Estas profecías concretas son las que los Evangelistas nos anuncian que se cumplieron en la figura de Juan Bautista. Y así, los designios de Dios de enviar a su Mesías, comienzan a tener su cumplimiento en la predicación de Juan Bautista. Y así lo entendieron los humildes y sencillos del pueblo de Israel.

La esperanza de la llegada del Mesías era muy viva en aquel entonces en el pueblo judío. Hacía mucho tiempo que parecía que estaban abandonados de Yahvé y que no aparecía ningún profeta que volviese a anunciar los tiem­pos mesiánicos, como lo habían hecho los profetas de siglos anteriores. Pero su fe en que Yahvé cumpliría su promesa de enviar al Mesías, al Salvador de Israel, no sólo no había decrecido, sino que, sobre todo en la gente humilde, se había profundizado en la adversidad. Esta fe no quedará defraudada.

La fe en el Señor y en sus promesas siempre triunfará. Enseñanza cierta a través de toda la historia del Pueblo de Dios.

2) Vocación y Misión de Juan Bautista

Es el Evangelista Lucas quien con toda solemnidad nos revela que "la Pala­bra de Dios fue dirigida a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto." Había lle­gado el momento en que Juan se manifestase al pueblo de Israel y cumpliese la misión para la cual había sido destinado, ya desde su nacimiento:

"Y a ti niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la sal­vación y el perdón de sus pecados." (Lc 1,76-77)

Y Juan se había ido preparando para esta misión:

"El niño iba creciendo y se fortalecía en el espíritu, y habitaba en el desierto hasta el tiempo en que debía darse a conocer a Israel." (Lc 1.80)

Y esto fue lo que aconteció en aquel entonces. En las riberas del Jordán, frente a Jericó, aparece un gran predicador carismático, que atrae a gente de Jerusalén, de toda la Judea, de Perea, de Galilea.

Su porte exterior se nos describe en toda su austeridad. Por vestido llevaba un manto o túnica de piel de camello. Y una faja de cuero en torno a su cin­tura. La comida eran langostas de miel silvestre. Esta austeridad les haría recordar al pueblo al otro gran profeta Elías de quien se dice: "era un hombre con manto de pelo y con una faja de piel ceñida a su cintura." (2 Rey 1,8)

La gente entusiasmada acude a escuchar al nuevo profeta que ha surgido en Israel. La predicación de Juan era apremiante. Anunciaba la cercanía del Reino de Dios, y consiguientemente la sincera conversión. Esa cercanía del Reino de Dios, podía resultar algo confusa; pero una cosa estaba bien clara para el pueblo judío. Ese Reino de Dios sería instituido por el Mesías prome­tido por Yahvé. Por lo tanto, decir que se acercaba el Reino de Dios era de­cir que ya era inminente la llegada del Mesías. Y la conversión se refería a un cambio de vida, a un apartarse del pecado, a un arrepentimiento sincero de todos los pecados. Y como muestra exterior de esta conversión acudían a Juan para que les bautizase en las aguas del río Jordán.

Y Juan aparece como el gran Apóstol Precursor del Señor, que vive en ple­nitud su misión y dedica todo su tiempo, en medio de una vida de austeridad y penitencia, a predicar la llegada de Cristo. Su única obsesión es que Cristo sea recibido por el pueblo judío, y para esto, hacer que ese pueblo muy peca­dor, se convierta de todo corazón.

San Juan Evangelista, siguiendo su teología de Cristo, Luz del mundo, explica la misión de Juan Bautista diciendo:

"Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de la Luz, para que todos creyeran en él. No era él la Luz, sino que él debía dar testimonio de la Luz." (Jn 1,6- 8)

El pasaje del profeta Isaías hay que entenderlo en un sentido moral de con­versión. La exégesis textual nos dice que Isaías se refiere a la vuelta de Is­rael del desierto, para lo cual tenía que atravesar el desierto entre Babilonia y Palestina; pero hay que tener en cuenta que el libro segundo de Isaías desde el cap. 40 es esencialmente mesiánico. La imagen se toma de los mensajeros que los príncipes orientales solían mandar por delante para que les prepara­sen el camino por donde tenían que pasar. Pero entendido el texto en sentido mesiánico, es evidente que lo que Lucas interpreta en el texto de Isaías, es la preparación moral del corazón del hombre para recibir al Mesías. Arrancar del corazón toda soberbia, todo orgullo, toda prepotencia; corregir toda injus­ticia, toda deshonestidad, todo lo que puede haber de tortuoso en el corazón del hombre; y por el contrario, llenar el alma con sentimientos de profundo arrepentimiento y humildad ante Yahvé.

3) Actualidad de Juan Bautista en el día de hoy

El anuncio del Mesías que llega y la exhortación a la conversión para poder recibir al enviado de Dios, es un hecho que se repite para cada hombre, para cada persona que viene a este mundo.

Desde el tiempo de Juan Bautista, Cristo es anunciado y es cada corazón el que tiene que tomar la decisión de aceptarle, aceptar su persona, su mensaje, toda su enseñanza. Cristo quiere llegar al corazón de todos los hombres. La actualidad del llamado de Cristo a aceptarle es constante y per­severante a través de todos los siglos.

La Iglesia recuerda de manera especial en tiempo de Adviento la predica­ción y anuncio de Juan Bautista. Quiere así que todos los cristianos se exa­minen con sinceridad, al prepararse para la Navidad, sobre la verdad de su conversión y la verdad de su aceptación a Cristo. Todos, sin excepción, se­guimos siendo pecadores y nos falta mucho para poder decir que aceptamos plenamente a Cristo. Toda la vida cristiana podría resumirse en cumplir con la predicación del Bautista. Una conversión continua del corazón y un abrir ese corazón con toda generosidad al Señor. Un vivir cada vez más intensa­mente la amistad con el Señor y un poner en práctica todas sus enseñanzas.

Además, el mensaje de Juan tiene también la gran actualidad de que Juan mismo aparece como gran modelo de todo apóstol de Jesucristo. Y debe ser estímulo para todo cristiano para que cumpla con su misión de dar a conocer a Cristo a los demás.


Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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