Multiplicación de los panes
El P. Adolfo Franco, jesuita, nos comparte su reflexión sobre el Evangelio del domingo 29 de julio: "El Señor nos precede en lo de dar de comer al hambriento." Escuche el audio o descárguelo en MP3. Acceda AQUÍ.
Los escritos de San Pablo: Cuestiones generales
El P. Ignacio Garro, jesuita, continuando con la serie sobre San Pablo, luego de concluir los aspectos sobre la vida del Apóstol, nos va introduciendo sobre sus escrito con las cuestiones generales. Acceda AQUÍ.
Catequesis sobre los mandamientos. 3: el amor de Dios precede a la ley y le da significado
Compartimos la Catequesis del Papa Francisco sobre los mandamientos, en esta oportunidad con la tercera entrega que nos brindó en su última catequesis del 27 de junio. Acceda AQUÍ.
Intención del Papa Francisco para el mes de julio: Pastor de una Comunidad
El P. José Enrique Rodríguez, jesuita, nos comparte su reflexión sobre la intención que el Papa Francisco nos propone para orar en el mes de julio a través de la Red Mundial de Oración - Apostolado de la Oración. En este mes oremos por nuestros sacerdotes, pastores realizan diversas actividades pastorales a favor de la Iglesia y acompañan a nuestras comunidades parroquiales. Acceda AQUÍ.
Intención del Papa Francisco para orar con él durante el mes de JULIO - 2018
Compartimos la intención del Papa Francisco que nos propone para orar con él durante el mes de julio a través de la Red Mundial de Oración - Apostolado de la Oración. Nos propone orar por los sacerdotes en su misión pastoral. También encontraremos el Vídeo del Papa donde nos explica su intención. Acceda AQUÍ.
Multiplicación de los panes
P. Adolfo Franco, jesuita.
DOMINGO XVII
del Tiempo Ordinario
Juan 6, 1-15
Después de esto, se trasladó Jesús a la otra ribera del mar de Galilea (el de Tiberíades), y mucha gente le seguía, porque veían los signos que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. (Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos.)
Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él tanta gente, preguntó a Felipe: «¿Dónde nos procuraremos panes para que coman éstos?» Se lo decía para probarle, porque él ya sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno coma un poco.» Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?»
Replicó Jesús: «Haced que se recueste la gente.» (Había en el lugar mucha hierba.) La gente se recostó: eran unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados, y lo mismo los peces. Comieron todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos:
«Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.» Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente el signo que había realizado, comentaba: «Éste es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.» Sabiendo Jesús que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.
Palabra del Señor.
El Señor nos precede en lo de dar de comer al hambriento.
Tenemos narrado en estos versículos del Evangelio de San Juan el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces. Y hay dos cosas que podríamos resaltar: el interés de Jesús por los problemas de la gente, por el problema del hambre, y su huida al monte El sólo cuando pretenden hacerlo rey.
El no quiere sacar provecho de la situación, y en particular no quiere sacar provecho político, porque El únicamente ha respondido a la necesidad de sus seguidores y sólo porque es una necesidad humana, y no está pensando en absoluto en el prestigio que puede sacar. Jesús no hace el bien para buscar prestigio personal; en ninguna situación Jesús buscará el beneficio propio.
Estas dos cosas que resalta el Evangelio de hoy, el interés sincero por preocuparse de los problemas humanos, y su rechazo al poder y al oportunismo, tienen mucho que decirnos en la actualidad, como lecciones de vida y como orientación a los que detentan el poder.
Estamos celebrando en estos días las Fiestas Patrias, y esta lección del Evangelio de este domingo nos viene muy a propósito. ¿Cuál es la razón por la que nos preocupamos por los demás? Jesucristo no quiso sacar provecho de la situación. El es muy diferente de algunos personajes que buscan obtener una porción del poder político, y por eso nos dicen que se van a preocupar de los niños, o de los ancianitos, o de las carreteras, que van a construir un coliseo, si es que les conceden sus votos. Si estos aspirantes a políticos hubieran estado en la multiplicación de los panes, hubieran querido que los cargaran en hombros y que los hicieran rey. El simple desinterés de hacer el bien porque el otro es un hermano necesitado no produce beneficios políticos, eso sólo lo hacen los buenos, los que aceptan seguir siendo “ingenuos”.
Pero sigamos con nuestra meditación sobre esta multiplicación de los panes, como lección de comportamiento. Jesucristo ¿pidió un porcentaje de cada uno de los panes repartidos? Realmente es una pregunta tonta y fuera de lugar. Jesús no tenía mucha idea de lo que es el “reino de este mundo”. Totalmente legítimo (dicen los inescrupulosos) que si uno hace un bien, si se logra un buen contrato derivado de los buenos oficios que yo interpongo, merezco ganarme un porcentaje suculento. Si no, no se puede vivir.
De la misma forma a alguno se le podría ocurrir que si hubiera ocurrido este hecho en los tiempos actuales, habría pelea por conseguir que Jesús pidiera los panes de una panadería o de la otra; los apóstoles habrían estado recibiendo ofertas, para que aceptasen los panes que yo les ofrezco, con tal de que después me asegurasen una buena propaganda. El estar cerca de los poderosos, para conseguir contratos, esto es parte de la llamada estrategia de una buena empresa, aunque para ganar esos contratos se tenga que recurrir a artimañas (o sea a malas mañas).
Otra cosa que observamos en este milagro es que Jesús no quiere hacerlo todo, hay un reparto de responsabilidades: uno es el que tiene los panes (un muchacho), otro es el que informa a Jesús, Jesús es el que hace la bendición milagrosa sobre estos panes y peces, los apóstoles son los que reparten el pan. Jesús no pretende acaparar el poder, lo importante es que la gente tenga que comer, y no importa si esto se lo pueden atribuir a El o a todos los demás que intervienen. Un “astuto político” habría repartido personalmente los panes, y hubiera “aprovechado” el hambre de la gente para sacar dividendos políticos.
Además, Dios siempre quiere la colaboración del hombre. El podría hacerlo todo, pero no quiere hacer nada sin la participación de nosotros los hombres. El nos ayuda, pero no nos exime de nuestra responsabilidad y exige que pongamos lo que está de nuestra parte.
Cuántas lecciones nos da el Señor en este milagro, y que oportunas, para una reflexión en estos días de Fiestas Patrias. Que tengamos siempre una vida cristiana digna, para que podamos decirnos: Feliz 28 a todos los peruanos.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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Intención del Papa Francisco para el mes de agosto: Por las familias
P. José Enrique Rodríguez, S.J.
Párroco de San Pedro
Santuario Arquidiocesano del Sagrado Corazón de Jesús
Lima - Perú
“Para que las grandes opciones económicas y políticas protejan la familia como el tesoro de la humanidad”.
El tesoro de la Familia
El Papa Francisco inspira a millones de personas alrededor del mundo. Presentamos algunas expresiones de él acerca de la familia.
1. En su camino familiar, ustedes comparten tantos momentos inolvidables: las comidas, el descanso, las tareas de la casa, la diversión, la oración, las excursiones y peregrinaciones, la solidaridad con los necesitados… Sin embargo, si falta el amor, falta la alegría, y el amor auténtico nos lo da Jesús.
2. Cuando nos preocupamos por nuestras familias y sus necesidades, cuando entendemos sus problemas y esperanzas; cuando sostienen la familia, sus esfuerzos repercuten no sólo en beneficio de la Iglesia; también ayudan a la sociedad entera.
3. Todos sabemos que no existe la familia perfecta, ni el marido o la mujer perfectos. No digamos la suegra perfecta. Existimos nosotros, los pecadores. Jesús, que nos conoce bien, nos enseña un secreto: que un día no termine nunca sin pedir perdón.
4. Tener un lugar a donde ir, se llama Hogar. Tener personas a quien amar, se llama Familia, y tener ambas se llama Bendición.
5. Educar en la solidaridad significa educarnos en la humanidad. Apoyar y proteger a la familia para que eduque a la solidaridad y al respeto es un paso decisivo para caminar hacia una sociedad más equitativa y humana.
6. ¡Qué precioso es el valor de la familia, como lugar privilegiado para transmitir la fe!
7. Preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de sus hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de los padres.
8. Todos nos equivocamos, y a veces alguno se ofende en la familia, en la pareja; se dicen palabras fuertes, pero escuchen este consejo: no terminen el día sin hacer las paces. La paz se rehace cada día en la familia. Pidiendo perdón: “perdóname” y se recomienza de nuevo.
9. Aquello que pesa más que todas las cosas es la falta de amor. Pesa no recibir una sonrisa, no ser recibidos. Pesan ciertos silencios. A veces, también en familia, entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos. Sin amor, el esfuerzo se hace más pesado, intolerable.
10. El verdadero vínculo es siempre con el Señor. Todas las familias, tienen necesidad de Dios, de su ayuda, de su fuerza, de su bendición, de su misericordia, de su perdón. Y se requiere sencillez. ¡Para rezar en familia se requiere sencillez! Cuando la familia reza unida, el vínculo se hace fuerte.
11. La familia es la fuente de toda fraternidad, y por eso es también el fundamento y el camino primordial para la paz, pues, por vocación, debería contagiar al mundo con su amor.
12. Hoy, la familia es despreciada, es maltratada, y lo que se nos pide es reconocer lo bello, auténtico y bueno que es formar una familia, ser familia hoy; lo indispensable que es esto para la vida del mundo, para el futuro de la humanidad.
Los escritos de San Pablo: Cuestiones generales
P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
Continuación
2. CUESTIONES GENERALES
2.1. Número de las cartas paulinas
Si aceptamos como paulina la carta a los Hebreos - cosa poco probable, como veremos - las cartas de San Pablo serían: 14.
Ciertamente no todas las cartas que escribió San Pablo han llegado hasta nosotros y han sido conservadas como “canónicas” por la Iglesia. Así en 1 Cor. 5, 9 cita Pablo una carta suya anterior, dirigida también a los Corintios. En Col. 4,16 menciona una que había escrito a los Laodicenses. De la frase de Filip. 3,1 podemos deducir que Pablo escribió varias cartas a los Filipenses. Esto lo confirma un testimonio de S. Policarpo, (+ 155), quien escribiendo a los fieles de Filipos les recuerda que el Apóstol les escribió cartas: “en las cuales, si miráis, podréis edificaros en la fe que os ha sido dada”. Finalmente en 2 Cor 2, 3-9; 7, 8-13 habla Pablo de una carta escrita “con muchas lágrimas”, que no parece ser la primera a los Corintios, sino una intermedia entre esta y la segunda.
Existen también cartas apócrifas atribuidas a Pablo: a los Laodicenses (cf. 4,16), a los Alejandrinos.
Además una carta de Pablo y Bernabé a los fieles de Chipre y toda una correspondencia (catorce cartas) entre Pablo y el filósofo Séneca.
2.2. Género literario y estructura
Entre los griegos existían dos formas literarias en el campo epistolar: la carta, escrito familiar, y la epístola, mas solemne y mas doctrinal. Las de Pablo son una mezcla de ambos géneros literarios y deben ser consideradas, además, en relación con las cartas religiosas del A. T. y del N.T. La estructura de las cartas paulinas corresponde a la de las cartas de la antigüedad:
- Introducción: nombre del que escribe, nombre del destinatario - a veces con un epíteto - y saludo
- Cuerpo de la carta
- Saludo final.
San Pablo conserva esos elementos, pero los usa con libertad y los “cristianiza”, 1 Cor 16, 23; Rom 1, 1-7; 16, 25-27; 1 Cor 1, 1-3, etc.
En la redacción de sus cartas Pablo dictaba de ordinario. Por ejemplo, un cristiano llamado Tercio escribió la carta a los Romanos como secretario de Pablo, Rom 16, 23. Sin embargo, el mismo apóstol solía escribir de su puño y letra algunas exhortaciones finales y el saludo conclusivo, Gal 6, 11; 1 Cor 16, 21; Col 4, 18. Esto era como una señal de autenticidad de sus cartas, cf. 2 Tes. 3, 17.
Los antiguos distinguían entre amanuenses y escribanos. Los amanuenses recibían solo el argumento general y ellos lo desarrollaban. Los escribanos, por el contrario, transcribían palabra por palabra lo que se dictaba. Pablo parece haber usado generalmente escribanos a los que dictaba sus cartas. Con todo, no es improbable que para algunas epístolas, 2 Tes; Efesios, Pastorales, pudo servirse de amanuenses. Eso explicaría las diferencias de vocabulario y estilo de esas cartas. Para una mejor comprensión de las cartas paulinas hay que tener en cuenta que son escritos de ocasión: respuestas a situaciones concretas y no tratados de teología.
2.3. Orden cronológico aproximado de las cartas paulinas
Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
ESPECIAL: SAN IGNACIO DE LOYOLA
En este mes en que se celebra la fiesta de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús - Jesuitas, compartimos nuestras publicaciones dedicadas a su vida y su obra. Acceda AQUÍ.
Una pausa en nuestra vida con el Señor
El P. Adolfo Franco, jesuita, nos comparte su reflexión del Evangelio para el domingo 22 de julio: "Jesús nos invita a tener momentos de pausa con Él en nuestra vida." Escuche el audio o descárguelo en MP3. Acceda AQUÍ.
Los escritos de San Pablo: La vida del Apóstol V
Retomamos nuestras entregas sobre los escritos de San Pablo, en esta ocasión el P. Ignacio Garro, jesuita, nos comparte aspectos de la vida de San Pablo como su aspecto físico, su personalidad, su actitud hacia los hombres y sus convicciones religiosas. Acceda AQUÍ.
Cristo envía sus mensajeros
El P. Adolfo Franco, jesuita, nos comparte su reflexión sobre el Evangelio del domingo 15 de julio: "Cristo envía sus mensajeros para que transmitan el mensaje de la paz." Escuche el audio o descárguelo en MP3. Acceda AQUÍ.
Una pausa en nuestra vida con el Señor
P. Adolfo Franco, jesuita.
DOMINGO XVI
del Tiempo Ordinario
Marcos 6, 30-34
Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dijo: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco.» Y es que los que iban y venían eran tantos que no les quedaba tiempo ni para comer. Así que se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos se dieron cuenta. Así que fueron allá corriendo, a pie, de todos los pueblos y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, vio tanta gente que sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Palabra del Señor.
Jesús nos invita a tener momentos de pausa con Él en nuestra vida.
Los apóstoles han terminado su primera actividad apostólica, y al volver cuentan todo lo que cada uno ha hecho. Regresan felices. Ellos mismos han quedado admirados de todo lo que fueron capaces de hacer por la fuerza comunicada por Cristo. Al terminar de escuchar sus experiencias Jesús les invita a irse a un lugar solitario para descansar. Y por eso suben a la barca para buscar un sitio tranquilo.
La vida del hombre es trabajo, pero debe tener espacios solitarios de recuperación, de descanso. Este mensaje del evangelio de hoy parece necesario como nunca, para nosotros, hijos de una civilización que se mueve en forma vertiginosa. Vivimos a la carrera, con tanta prisa que ni nos damos cuenta de que estamos viviendo. La velocidad de los acontecimientos es tan grande que no nos permite distinguir los hechos, vivirlos, gozar la vida, detenernos, profundizar, tener reposo. Como cuando una película se dispara en el proyector, entonces sus imágenes van tan aprisa que no percibimos lo que el filme nos quiere decir. La vida a veces la vivimos en forma tan agitada que no la llegamos a profundizar.
Será, seguramente, que necesitamos un poco de reposo, una pausa. Y esto no siempre es fácil, porque la prisa termina siendo una droga que nos envicia. Y necesitamos más y más prisa para sentir que seguimos vivos. Vivimos acelerados, y tenemos que aquietarnos. Pero la velocidad, como todas las drogas, tiene esas dos características de la tolerancia y de la dependencia. Cuando nos acostumbramos a vivir a una cierta velocidad, sentimos la necesidad de imprimir más velocidad (si no ya no se produce eso que muchos llaman “adrenalina”). Y cuando se nos para en seco (se nos quita la droga de la velocidad) nos viene el aburrimiento, parecería que nos cuesta vivir.
Pero el vértigo produce varios efectos nocivos a la calidad del ser humano. El primero es la superficialidad. No se tienen experiencias profundas, no se medita en las raíces, no hay espacio para la quietud de la contemplación. La meditación, los espacios de reflexión, no caben en una vida llena de velocidad (por eso es frecuente que la gente diga que no tiene tiempo, o que no le alcanza el tiempo). Se tienen tantas informaciones que no hay tiempo para asimilarlas, perdemos la capacidad de reflexión sobre los acontecimientos; y sobre todo no tenemos el suficiente sosiego para darnos un espacio a nosotros mismos. Somos hombres devoradores de noticias. Las amenas tertulias en familia o con amigos son tan escasas, porque nos cuesta estar quietos un rato sin estar urgidos por el reloj; enseguida surge: “disculpen tengo que irme, porque se me hace tarde”; y la tertulia se deshace, porque la prisa por irse contagia a todos los presentes. Hacemos demasiadas cosas pero no tenemos tiempo para la filosofía, para la contemplación, para la oración.
Pero no menos problema que la superficialidad es la provisionalidad. Todo se vuelve provisional, todo es “usar y tirar”. La comida es al paso, las relaciones son al paso:. Hoy digo que sí, mañana no sé qué pensaré. No hay principios estables, no hay compromisos duraderos. La velocidad con que todo cambia, no nos permite darnos cuenta de lo duradero, y de lo perenne. Parecería que solo hay velocidad, sin nada de esencial. Como si lo único verdadero fuera el fluir, el correr. No hay valores estables en la vida: también se piensa que los valores se sujetan con imperdibles, para poderlos cambiar, cuando no estén de moda. Y lo mismo pasa con las instituciones, y con una de las más sagradas, el matrimonio y la familia. Los compromisos duran unos cuantos años, hasta que encuentre un “nuevo producto” que me guste más que el que ya me aburre de tanto verlo, y lo cambio por uno nuevo. El hombre de hoy puede tener el peligro de no saber comprometerse.
Por eso es tan importante el consejo del Evangelio: vamos a un lugar apartado, para descansar un poco. Y si esto vale para la vida natural, mucho más vale sobre todo para nuestra vida sobrenatural. Para darle espacio a la fe, a entrar en el espacio de la contemplación, donde se produce el encuentro con el Rostro Amado; para eso es necesario un tiempo y un espacio en soledad, tranquilo. Para entrar en nuestro mundo interior, profundizar en él, para ver nuestra realidad y purificarla. Para entrar en la paz de una oración quieta, que nos llene de savia vigorizante, nos hace falta quietud. Cumplamos, pues, la invitación que nos hace Jesús, de ir a un lugar solitario para descansar un poco.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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Los escritos de San Pablo: La vida del Apóstol V
P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
Continuación
1.6.10. La personalidad de Pablo
La persona de Pablo ha sido muy estudiada y discutida. ¿Quién era Pablo? ¿Qué tipo de hombre era? ¿Qué carácter tenía? ¿Cómo era su vida interior y religiosa? ¿Cuál era su enfermedad? Al intentar contestar a este tipo de preguntas tenemos que atenernos a lo que él mismo dice de sí mismo, junto a otros aspectos, tenemos que aventurarnos lanzando hipótesis posibles y plausibles que nos puedan ayudar a entender esta persona tan identificada con la persona de Jesucristo.
1.6.11. El aspecto físico de Pablo y su salud
En cuanto a su aspecto físico exterior nos sucede como a los cristianos de Colosas o de Laodicea que nunca habían visto “su rostro en carne”, Col 2, 1. O nos ocurre como a Onesíforo y a su familia en las conocidas “Actas de Pablo y Tecla”, que quieren salir al encuentro de Pablo para saludarle sin haberse encontrado jamás con él, pues nunca le habían visto: “en la carne, sino sólo en el espíritu”. Onesíforo había obtenido de Tito una descripción de Pablo que decía así: “un hombre de baja estatura, calvo y de piernas arqueadas, porte noble, cejas pobladas y pequeña nariz respingona, amabilidad suma, unas veces parecía un hombre a veces un ángel”, (Acta Pauli et Tecclae, 2.). Aunque esta descripción es bastante buena, de ella estaríamos dispuestos a tomar su baja estatura física y la amabilidad que caracterizaba al Apóstol, unida a veces a su fuerte carácter, como se puede comprobar en sus escritos y en sus decisiones y acciones.
La enfermedad de Pablo, de la que tanto se ha hablado y especulado podemos decir que tenía una constitución física propensa a las enfermedades, tan comunes en aquellos tiempos. Desde luego no era de constitución atlética Pablo mismo en sus cartas menciona varias veces su enfermedad y su estado físico en general. Veamos: La primera predicación entre los gálatas estuvo marcada por una circunstancia especial, por la enfermedad, así en Gal 4, 13-14: “Pero bien sabéis que una enfermedad corporal me dio ocasión para evangelizaros por primera vez; y, no obstante la prueba que suponía para vosotros mi cuerpo, no me mostrasteis desprecio ni repulsa, sino que me recibisteis como a un mensajero de Dios: como a Cristo Jesús”. ¿Fue ésta una inesperada enfermedad de Pablo a causa de la cual él permaneciera durante un tiempo entre los gálatas y aprovechara la oportunidad para evangelizarlos?. Estas y otras afirmaciones de sus escritos han dado pie para preguntar ¿qué tipo de enfermedades casuales o accidentales, o qué enfermedad habitual sufría Pablo?.
Las informaciones consignadas son inseguras y variadas. Se ha hablado que padecía de epilepsia, se ha afirmado que padecía de fiebres de malaria y con trastornos en la visión, puesto que los mismos gálatas habrían estado dispuestos a arrancarse los ojos y dárselos a Pablo, Gal 4, 15: “¿Dónde está ahora el parabien que os dabais? Pues yo mismo puedo atestiguaros que os hubierais arrancado los ojos, de haber sido posible, para dármelos”. Habría que pensar que esta fue una simple dolencia ocular.
En cuanto a su posible enfermedad de epilepsia, es sumamente improbable que Pablo la padeciera, pues, no perdió ni un ápice de la agudeza de ingenio, razón y buena memoria, hasta bien entrado en ancianidad. ¿No se trató más bien de un conjunto de síntomas condicionado por la fragilidad de una naturaleza débil que de alguna enfermedad concreta y específica?. Otros han argumentado que Pablo no padeció enfermedad alguna habitual grave, sino las consecuencias de una vida entregada al Evangelio y todo esto a causa de los malos tratos que sufrió en sus actividades apostólicas, como la lapidación y persecuciones continuas. En cualquier caso, esos malos tratos significaron un reto especial para su cuerpo. ¿Habrían visto los gálatas los golpes, hematomas sanguíneos, y cicatrices que Pablo menciona en Gal 6, 17: “En adelante nadie me moleste, pues llevo sobre mi cuerpo las señales de Jesús”.
Las palabras que más han enervado la imaginación y curiosidad de los estudiosos de Pablo son la palabras que él escribe en, 2 Cor 12, 7: “Y por eso para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, me fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría”, expresan claramente su enfermedad. Pero el poder de Dios se consuma y pone de manifiesto en la debilidad. Eso es lo que le respondió Dios cuando Pablo suplicó con vehemencia que le librara de este mal, 2 Cor, 12 8 y s.s.: “Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero Él me dijo: Mi gracia te basta, porque mi fuerza se realiza en la flaqueza”. Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas; pues, cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte”. También podemos hacer mención de aquella frase de Pablo en 2 Cor 4, 7, cuando dice: “pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros”.
La influencia de la enfermedad o de las enfermedades de Pablo las podemos situar en el elemento apostólico y ascético influyente y en la acentuación y énfasis en la predicación de la cruz de Cristo y su inserción en ella. Pablo quiere gloriarse sólo de la cruz de Cristo por la que el mundo está crucificado para él, y él para el mundo, Gal, 6, 14: “En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo!”. Los que quieren estar a bien con el mundo para conseguir reconocimiento y rehuyen a quienes les impugnan y no comprenden la cruz de Cristo, Gal 6, 12: “Los que quieren ser bien vistos en lo humano, son los que os fuerzan a circuncidaros, con el único fin de evitar la persecución de Cristo”.
1.6.12. ¿Cuál fue la actitud de Pablo con los hombres?
En sus cartas nunca menciona nombres de sus padres, hermanos o parientes, excepto en Hech, 23, 16, que genéricamente se nombra a su hermana y su sobrino: “El hijo de la hermana de Pablo se enteró de la emboscada. Se presentó en el cuartel, entró y se lo contó a Pablo”. También sabemos que no estaba casado. En 1 Cor 7, 7-8, aconseja el estado célibe: “Mi deseo sería que todos fueran como yo; mas cada cual tiene de Dios su gracia particular: unos de una manera, otros de otra. No obstante, digo a los solteros y a las viudas: bien les está quedarse como yo”. Tal vez este juicio surgía de la espera inminente final del mundo y de la Parusía del Señor. Pablo tenía muy metido en su corazón que este mundo pasa pronto.
Tampoco hay indicio alguno de que Pablo hubiera estado casado antes de ser llamado al apostolado. Tratándose de un judío, esto es una constatación sorprendente, por lo tanto, resulta difícil decir a qué se debía que Pablo no se hubiera casado. Por otro lado, el hecho de que permaneciera célibe sintonizaba plenamente con la dedicación de su vida a predicar el Evangelio, sufriendo toda clase de dificultades, persecuciones, accidentes, etc, hasta llegar a esa exclamación tan profundo como mística de Gal 2, 19 b-20: “a fin de vivir para Dios; con Cristo estoy crucificado; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Esta vida en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Tal vez ésta podría ser la causa del celibato de Pablo: que Dios Padre le había concedido la gracia particular de dedicarse plenamente a predicar el Evangelio de Jesucristo a los gentiles.
En las relaciones de Pablo con los hombres, a veces, se le ha considerado como individualista. Y eso es verdad si consideramos la originalidad de su pensamiento, en la independencia de sus decisiones, en su vocación de liderazgo. Pero esto no nos debe llevar a pensar que era una persona egoísta, inmadura, cerrada en sí misma. Al contrario. Buscaba ardientemente el contacto con las personas: estaba dispuesto a compartirlo todo, a trabajar y a misionar junto con otros, era capaz de tener buenos amigos y conservar dicha amistad. Los hechos corroboran estas afirmaciones. Pablo fundó verdaderas comunidades cristianas con personas pobres, de diversos lugares y con diferentes caracteres, y para todos era una amigo, un hermano, un padre. Con el discípulo Timoteo tuvo una relación, íntima, espiritual, paternal apostólicamente hablando. Cuando habla a los filipenses de la misión apostólica que Pablo le había encomendado a Timoteo y Epafrodito en Filip 2, 22, dice: “Pero vosotros conocéis su probada virtud, pues como un hijo junto a su padre, ha estado conmigo al servicio del Evangelio”. Igualmente encomienda con agradecimiento a Prisca y a Áquila porque se habían jugado la vida por él así lo comenta en Rom 16, 3: “Saludad a Prisca y Áquila, colaboradores míos en Cristo Jesús. Ellos expusieron sus cabezas por salvarme”.
Otro aspecto que hay que considerar en Pablo es el de las tensiones que surgían en su vida apostólica. Él era judío y siguió siéndolo, en cierto sentido, pero sobre todo era cristiano. Es posible que hasta su físico delatara su condición judía. Por Cristo, hace todo lo posible para convertir con su Evangelio a los de su linaje. Incluso está dispuesto a ser el maldito por el bien de sus hermanos: Rom 9, 3: “pues desearía ser yo mismo maldito, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi raza, según la carne”. Pero al mismo tiempo es ciudadano del mundo; está abierto a todos los hombres, se siente responsable de la salvación de todos.
Es más, desearía ser judío con lo judíos, y hombre sin ley para los que no están bajo la ley, 1 Cor 9, 19-21: “Efectivamente, siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para a los más que pueda. Con lo judíos me he hecho judío para ganar a los judíos; con los que están bajo la ley, como quien está bajo la ley, aun sin estarlo, para ganar a los que están bajo ella. Con los que están sin ley, como quien está sin ley, para ganar a los que están sin ley, no estando yo sin ley de Dios sino bajo la ley de Cristo”. Desde su juventud vivió en dos mundos, en dos culturas. Por su forma de ser, estaba capacitado para hacer suyas algunas cosas, de acomodarse, de asimilarse. Todo lo hace por la comprensión que tiene de la locura de la Cruz de Cristo que ha cambiado su vida, 1 Cor 23-25: “nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos, locura para los gentiles, mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la locura divina es más sabia que los hombres, y la debilidad divina es más fuerte que los hombres”.
1.6.13. Pablo, hombre de profundas convicciones religiosas
Veamos ahora a Pablo como hombre profundamente religioso, y con ello, penetramos en la verdadera naturaleza de su condición humana. Dios no sólo era el fundamento de su existencia, sino también el objeto de su pasión. Él no necesita prueba alguna a favor de la existencia de Dios, como los griegos. Y esto se puede afirmar ya del Pablo judío. La conversión profunda en el camino a Damasco fue para él la hora de la iluminación como cristiano. Pero su ascendencia religiosa judía le lleva a saber que Dios le guía en sus caminos. Y deja hacer a Dios y que determine cuándo puede ir a Roma, Rom 1, 10: “rogándole siempre en mis oraciones, si es su voluntad encuentre por fin algún día ocasión favorable de llegarme a vosotros”; o si debe de volver a Tesalónica, 1 Tes 3, 11: “Que Dios mismo, nuestro Padre y nuestro Señor Jesús orienten nuestros pasos hacia vosotros”; planifica sus viajes guiándose por el calendario judío 1 Cor 16, 8: “de todos modos seguiré en Efeso hasta Pentecostés”; y está convencido de que para los que aman a Dios y son llamados según el designio divino todas las cosas cooperan al bien, Rom 8, 28: “Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio”.
Podemos decir que Pablo era un hombre de profunda vida de oración y que tenía un gran aprecio la oración espontánea, en todo momento, una oración no reglada, así él como Apóstol no se cansa de aconsejar: Orad en todo momento, Col 4, 2: “Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias”; y en Filip 1, 9: “Y lo que pido en mi oración es que vuestro amor crezca cada vez más en conocimiento y toda experiencia”; y en Col 3, 16: “La palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza; instruios y amonestaos con toda sabiduría, cantando a Dios, de corazón y agradecidos, salmos, himnos y cánticos inspirados”.
Pablo tiene siempre presentes de continuo a aquellos por los que ora; y formula la oración sintonizando con las necesidades de ellos. Para él, la oración es un medio irrenunciable de la pastoral, no sólo por razones pedagógicas, sino porque está convencido de que es estéril plantar y poner fundamento, regar y acondicionar el terreno de la evangelización si Dios no hace crecer, 1 Cor 3, 6-10: “Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien hizo crecer. De modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; si bien cada cual recibirá el salario según su propio trabajo, ya que somos colaboradores de Dios, y vosotros, campo de Dios, edificación de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como buen arquitecto, puse el cimiento, y otro construye encima. ¡Mire cada cual cómo construye!”.
Pablo ora también por sus intereses personales. Así sabemos que oró insistentemente por tres veces para que el Señor le librara de la enfermedad, pero no fue escuchado según sus planes, al contrario recibe la siguiente respuesta, 2 Cor 12, 8-9: “Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí (el aguijón de la carne). Pero Él me dijo: Mi gracia te basta, que mi fuerza se realiza en la flaqueza. Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo”. El mismo Pablo nos hace saber que el Señor Jesús le habló. En el mismo contexto habla también de las apariciones y revelaciones con las que habría sido agraciado, 2 Cor 1-5: “¿Qué hay que gloriarse?, aunque no trae ninguna utilidad, pues vendré a las visiones y revelaciones del Señor. Sé de un hombre en Cristo, el cual hace catorce años, si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe, fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y sé que este hombre, en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe, fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que el hombre no puede pronunciar. De ese tal me gloriaré, pero en cuanto a mí, sólo me gloriaré en mis flaquezas”. Y junto a estas visiones y revelaciones coloca sus debilidades y enfermedades. Indudablemente las revelaciones y visiones la consuelan y las enfermedades y flaquezas le desaniman. Con todo, sabe que su vida está en las manos de Dios.
La espiritualidad de Pablo se pone de manifiesto a través de sus escritos en sus manifestaciones más íntimas, cuando escribe espontáneamente y comunica su vivencia de Dios manifestada en el misterio de Cristo. Nos referimos a la idea de su unión con Cristo. Sabemos que por el bautismo todo cristiano puede acceder libremente a la unión con Cristo pues el mismo Cristo así nos invitó en el discurso de la última cena, en Jn 15, 5: “Yo soy la vid vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en é, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada”. Unión que nace de la amistad que nos ha brindado al llamarnos amigos, Jn 15, 14: “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. No os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que oído a mi Padre os lo he dado a conocer”. La amistad de Cristo lleva a la unión con Él y la unión con Él lleva al conocimiento de Dios, es decir, al cumplimiento de su voluntad.
Este proceso espiritual lo vivió Pablo de una manera profundamente real, es decir, humana, apostólica, espiritual y mística, cuando escribe expresiones tan bellas como la que escribe a la comunidad de Filipos en Filip 1, 21: “pues para mí la vida es Cristo, y el morir una ganancia”; y en Gal 2, 19b-20: “con Cristo estoy crucificado; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Esta vida en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí”; y en Filip 4,13: “Todo lo puedo en Aquel que me da fuerzas”. (Ver Tercera Parte, Capítulo primero, nº 1.11.- Relaciones con el Señor Jesús).
Pablo vivió esa unión única con Cristo dentro de una gran libertad interior. Es una libertad existente y relacionada con la obediencia a la voluntad del Padre, unido con Cristo y con el Espíritu de Cristo, Pablo se sentía libre, así lo afirma en Gal 5, 1: “Para ser libres nos ha liberado Cristo”; y en Gal 2, 4: “para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús ...”; Pablo no se siente hijo de la esclava Agar sino de Sara la libre: Gal 4, 31: “no somos hijos de la esclava sino de la libre”. En esta santa libertad vive como hijo de Dios, así lo explica en Rom 8, 14-15: “En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar ¡Abbá, Padre!”. Aunque Pablo había experimentado como nadie esa libertad del Espíritu, sin embargo se pone a disposición del Señor y de los hombres, en postura de obediencia, así lo vemos en 1 Cor 9, 19: “Efectivamente, siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los que más pueda”; la paradoja consiste en que el Espíritu que lo libera también lo ata, así en 1 Cor 9, 16: “Predicar el Evangelio no es para mí motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no predico el Evangelio!”.
La espiritualidad muestra toda su fuerza y realismo en el cumplimiento de su tarea apostólica y misionera, Pablo asumió privaciones, humillaciones y sufrimientos por Cristo. De eso habla en todas sus cartas; señal que no le abandonan en ninguna parte ni un instante. Lo expresa del modo más impresionante en el famoso discurso de la locura por Cristo, 2 Cor 11, 16-31: “Digo una vez más que nadie me tome por fatuo; pero aunque sea como fatuo, permitidme que también me gloríe yo un poco. Lo que os voy a decir no lo diré según el Señor, sino como un acceso de locura, seguro de tener algo de qué gloriarme. Ya que tantos otros se glorían según la carne, también yo me voy a gloriar. Gustosos soportáis a los fatuos, ¡vosotros que sois sensatos! Soportáis que os esclavicen, que os devoren, que os roben, que se engrían, que os abofeteen. Para vergüenza vuestra lo digo ¡nos hemos mostrado débiles ... ¡ En cualquier cosa en que alguien presumiere –es una locura lo que digo- también presumo yo ¿Qué son hebreos? También yo lo soy. ¿Qué son descendientes de Abrahán? ¡También yo!. ¿Ministros de Cristo? –Digo una locura- ¡Yo más que ellos! Más en trabajos; más en cárceles; muchísimo más en azotes; en peligros de muerte, muchas veces. Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con varas; una vez lapidado; tres veces naufragué; un día y una noche pasé en alta mar. Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en ciudad; peligros por mar; peligros entre falsos hermanos; trabajos y fatigas; noches sin dormir; muchas veces hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez. Y aparte de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la preocupación por todas las iglesias. ¿Quién desfallece sin que desfallezca yo? ¿Quién sufre escándalo sin que yo me abrase?. Si hay que gloriarse en mi flaqueza me gloriaré. El Dios, Padre del Señor Jesús, ¡bendito sea por todos los siglos! Sabe que no miento”.
Pablo culmina esta descripción de su labor apostólica con una humildad impresionante en 1 Cor 4, 13: “Si nos difaman respondemos con bondad. Hemos venido a ser, hasta ahora, como la basura del mundo y el desecho de todos”; y en 1 Cor 4, 9-11: “Porque pienso que a nosotros los apóstoles, Dios nos ha asignado el último lugar, como condenados a muerte, puestos a modo de espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres. Nosotros locos a causa de Cristo; vosotros sabios en Cristo. Débiles nosotros, vosotros, fuertes. Vosotros estimados; nosotros despreciados. Hasta el presente pasamos hambre, sed, desnudez. Somos abofeteados y andamos errantes”. Con estas palabras Pablo había comprendido y vivido místicamente de su Maestro Cristo Jesús que no hay redención sin derramamiento de sangre.
Finalmente podemos concluir brevemente con J. HOLZNER que nos describe en pocas frases la maravillosa personalidad de Pablo y su misión en la historia de la salvación:
“La vida de Pablo tiene su comienzo, su desarrollo y su fin en tres ciudades sagradas de la cultura humana (Jerusalén, Atenas y Roma como símbolos de determinadas fuerzas espirituales y espacios vitales); de estos tres campos de fuerzas espirituales recibió los impulsos más poderosos de su pensamiento, de su mentalidad y de su actividad. En Jerusalén se encontró con la sagrada voluntad de Dios y con su mensaje definitivo desde el Gólgota. En Atenas le salió al paso el genio creador de Grecia, que con su idioma admirable había de proporcionarle los exquisitos recipientes en que verter el efervescente contenido de sus ideas. En Roma, con su voluntad de organización mundial y sus ideas imperiales, recibió aquellos impulsos esenciales que han hecho de él, el gran estructurador de la vida de la sociedad cristiana...”. “Quien convierte la Religión de Cristo en Buena Nueva para todos los hombres, quien sacó las consecuencias queridas por Cristo de su gesta redentora, fue aquel pequeño grande de Tarso, entre Oriente y Occidente, que albergaba en su alma el ardor rabínico junto con la cultura helénica y la madurez romana"” (J. HOLZNER, El mundo de San Pablo (Madrid, 1965).
Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
Intención del Papa Francisco para el mes de julio: Pastor de una Comunidad
P. José Enrique Rodríguez, S.J.
Párroco de San Pedro
Santuario Arquidiocesano del Sagrado Corazón de Jesús
Lima - Perú
Por la evangelización: Los sacerdotes en su misión pastoral
Para que los sacerdotes que viven su trabajo pastoral con dificultad y en la soledad se sientan ayudados y confortados por la amistad con el Señor y con los hermanos.
En este mes el Papa Francisco nos invita a rezar por los sacerdotes (los presbíteros), únicos a quienes, junto al obispo, se puede atribuir el nombre de pastores, en virtud del ministerio sacerdotal recibido con la ordenación. Les toca por vocación y mandato eclesial ser imagen del único y auténtico Pastor, Cristo, asumiendo esta tarea conscientemente, ejerciéndola con voluntad y de buena gana, y actuando por encima de todo interés personal, con generosidad, amabilidad y cordialidad.
No es poco lo que la comunidad pide y muchas veces exige al sacerdote. En un tiempo en que el número de las vocaciones sacerdotales ha decrecido mucho, en la medida de las exigencias y las carencias la Iglesia tiene que pedir por ellos. Por eso recorremos lo que se espera del pastor de una comunidad a la que pertenece y en cuyo servicio tiene sentido su ministerio.
Él no es autónomo, es llamado por y para la Iglesia. Vive en sintonía y se identifica con ella, lleva en su pensamiento y sentimientos sus gozos y alegrías, acepta sus debilidades y pecados, se reconoce entre sus pecadores como testigo de Cristo.
El sacerdote defiende a la Iglesia en espíritu de libertad, sin callar en un contexto de secularismo en el que, por principio, la Iglesia, signo de la presencia de la fe y de Dios en el mundo, es rechazada y desprestigiada desde la intolerancia. Es pastor de una comunidad de fe, la parroquia, que educa a sus miembros y de la que es el primer catequista. Por eso acompaña a los cristianos a redescubrir el Bautismo que los ha incorporado a la Iglesia y él mismo, que participa del sacerdocio común de los fieles, por el sacerdocio ministerial actúa “en la persona de Cristo”.
Es pastor de una comunidad que escucha la Palabra y evangeliza por ella; él mismo es ante todo oyente de esa Palabra. Como cabeza y presidente de la comunidad, es ministro del culto para gloria de Dios y santificación de los hombres, cree en lo que celebra y es testigo de lo que anuncia. Es en la Eucaristía donde convoca a vivir la unidad y comunión eclesial de todos los que integran la comunidad parroquial, y en la Eucaristía dominical congrega semanalmente a los cristianos como familia de Dios en torno a la mesa de la Palabra y del Pan de vida, en expresión que realiza y genera la unidad en un mundo que tiende a la dispersión.
El sacerdote es consciente de que la comunidad concreta no es ideal. Por eso se integra a ella y la sirve, como parte del pueblo, con “sensibilidad humana” ante el sufrimiento de los demás y con amor preferencial por los pobres y enfermos al estilo del Buen Pastor.
El sacerdote forma un colegiado fraterno con la comunidad sacerdotal de su diócesis, bajo la paterna y fraterna cabeza del obispo local. Todos juntos, como un cuerpo, evangelizan y forman una comunidad misionera, que evangeliza por la palabra, la acción y toda la vida.
Pidamos que los pastores de nuestras comunidades sean misericordiosos, que tengan el mismo Corazón de Cristo.
Oración
Señor Jesús,
En tu inmensa bondad, quisiste llamar a hombres de corazón generoso para ser obreros de tu mies.
Agradezco los ejemplos de hombres libres y entregados al servicio de sus comunidades, que son también ejemplos vivos de los valores del Evangelio.
Te pido especialmente por los sacerdotes que viven mayores dificultades, la soledad, el cansancio y el desánimo, para que Tú seas su fuerza y que cada cristiano pueda sentirse llamado a ser compañero de viaje de su pastor.
Padre Nuestro...
Cristo envía sus mensajeros
P. Adolfo Franco, S.J.
DOMINGO XV
del Tiempo Ordinario
Marcos 6, 7-13.
Llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, a excepción de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; y que fueran calzados con sandalias y no vistieran dos túnicas. Les dijo además: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si en algún lugar la gente no os acoge ni os escucha, marchaos de allí y sacudid el polvo de la planta de vuestros pies como testimonio contra ellos.». Ellos, yéndose de allí, iban predicando a la gente la conversión. Expulsaban a muchos demonios y curaban a muchos enfermos ungiéndolos con aceite.
Palabra del Señor.
Cristo envía sus mensajeros para que transmitan el mensaje de la paz.
Jesucristo se rodeó de doce Apóstoles, para que después de El siguieran la obra de salvación y la predicación del Evangelio. Y aun antes de dejar este mundo, hizo que estos doce elegidos tuvieran una práctica apostólica. Y para que puedan hacer bien esta experiencia apostólica, les da unas instrucciones bastante exigentes. De esto trata el Evangelio de este domingo.
La primera indicación del Señor es que no llevan nada (casi nada) para el camino: "... ni pan, ni alforja, ni dinero..." Es decir hay que ser libre de todos los condicionamientos que pueden atarnos, cuando se predica el Evangelio. El apóstol, primero debe liberarse totalmente, para que su único fin sea predicar el Evangelio que es de Dios, más que del predicador. Esto quiere decir pobreza, confianza en Dios, libertad y desprendimiento. Todo esto junto se puede entender en este mensaje. El estar libres de las ataduras que condicionan el mensaje, lo practicaron los profetas y los predicadores: desde Elías (Dios lo tuvo que alimentar milagrosamente, porque él no tenía nada, era absolutamente pobre), hasta Juan Bautista (lleva la pobreza hasta el extremo en su forma de vivir en el desierto). Y sobre todos el mismo Jesús, que no tenía ni casa ni dónde reclinar su cabeza, menos incluso que los pájaros y que las zorras. La pobreza es un gran instrumento apostólico; cuando es una pobreza que nace del corazón, y no simplemente impuesta por las circunstancias. Esta pobreza produce la libertad de espíritu.
Esta libertad del hombre enviado a evangelizar es necesaria, y no siempre los predicadores somos fieles a este mandato. Claro que la sociedad en que vivimos es mucho más compleja que la sociedad campesina y simple, en que vivieron Jesús y los apóstoles. Pero a veces es verdad que queremos añadir algunos elementos de fuerza exteriores al mensaje, superficiales (dinero, influencia, poder, presión, violencia) para hacer eficaz la predicación.
Otra indicación importante es el contenido del mensaje mismo que se debe transmitir. El Evangelista San Mateo, en el pasaje paralelo explicita más que San Marcos el contenido del mensaje que deben transmitir los apóstoles en esta misión (Cf. Mt 10, 7 y 13). Jesús les dice que el mensaje es anunciar la inminencia del Reino de Dios, y que trasmitan la paz. Ese debe ser el contenido fundamental de toda predicación, sea cual sea la forma en que se realice.
Hablar de la cercanía del Reino de Dios es hablar sobre todo de Dios mismo, de su centralidad en la vida del hombre, de la primacía de Dios sobre todo lo demás, sobre cualquier otro interés. De la necesidad de buscarlo y adorarlo. De la importancia de someter nuestra conducta, y nuestra conciencia a lo que Dios ha enseñando: eso es hacer cercano el Reino de Dios. Hablar de la cercanía del Reino de Dios es hablar de que Dios está en nuestro corazón, y que desea que le permitamos invadirnos (El no lo hará sin que nuestra libertad le abra la puerta). Y trasmitir la paz es orientar el impulso de la predicación a la salvación, a la esperanza: dar paz y trasmitir paz, fundada precisamente en la aceptación del Reino de Dios. Aunque el Reino de Dios es lo más exigente, no se le puede trasmitir enarbolando amenazas y castigos. Hay que dar la paz: no una paz sin fundamento, sino la paz de la verdad y de la esperanza fundada en la Salvación de Jesucristo.
Está claro que el que habla del Reino de Dios debe hacerlo por experiencia propia: debe haber permitido que Dios sea el centro de su vida. El evangelizador debe haber sido evangelizado. Se trata de que las palabras que salen de nuestra boca sean un mensaje que nos brote del corazón, si no serán palabras que se las llevará el viento antes de que le lleguen a nuestro oyente.
Y para comunicar la paz, hay que estar inundado por la paz. ¿Cómo se puede transmitir la paz con violencia? Y esa violencia se manifiesta de muchas maneras: se manifiesta en nuestra impaciencia por lograr el fruto pronto y que lo veamos, se manifiesta en la forma impositiva de hablar, hablar como quien pelea para dejar noqueado al oyente; a veces se puede manifestar en nuestra violencia oratoria de la que sale más impaciencia que paz.
La paz es lo que todos deseamos en lo más profundo de nosotros. Tener la serenidad del espíritu, con una certeza de que hemos asentado nuestra vida en algo sólido, no en algo deleznable. Y esta seguridad y esta serenidad sólo la podemos obtener estando arraigados en Jesucristo nuestro Salvador, o sea, habiendo aceptado el Reino de Dios.
...
Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
Para acceder a otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.
Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
Para acceder a otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.
Ofrecimiento Diario - Orando con el Papa Francisco en el mes de JULIO 2018
APOSTOLADO DE LA ORACIÓN
INTENCIONES PARA EL MES DE JULIO
OFRECIMIENTO DIARIO
mis oraciones, pensamientos, afectos y deseos, palabras, obras, alegrías y sufrimientos en unión con el Corazón de tu Hijo Jesucristo que sigue ofreciéndose a Ti en la Eucaristía para la salvación del mundo.
El Espíritu Santo, que condujo a Jesús, me guíe y sea mi fuerza en este día para que pueda ser testigo de tu amor.
Con María, la Madre del Señor y de la Iglesia, pido especialmente por la intención del Papa para este mes:
Por la evangelización
Los sacerdotes en su misión pastoral
«Para que los sacerdotes que viven su trabajo pastoral con dificultad y en la soledad se sientan ayudados y confortados por la amistad con el Señor y con los hermanos»
VÍDEO DEL PAPA
INTENCIONES DEL MES
ORACIÓN
Señor Jesús,
En tu inmensa bondad, quisiste llamar a hombres de corazón generoso para ser obreros de tu mies.
Agradezco los ejemplos de hombres libres y entregados al servicio de sus comunidades, que son también ejemplos vivos de los valores del Evangelio.
Te pido especialmente por los sacerdotes que viven mayores dificultades, la soledad, el cansancio y el desánimo, para que Tú seas su fuerza y que cada cristiano pueda sentirse llamado a ser compañero de viaje de su pastor.
Padre Nuestro...
Click to Pray
GUÍA PRÁCTICA
- Orar por los sacerdotes, especialmente los que están más solos o desanimados, utilizando la propuesta que la Red Mundial de Oración del Papa está proponiendo en sus redes sociales y en su plataforma Click to Pray.
- Preguntar al párroco, o responsable de tu comunidad, si está bien, si necesita alguna ayuda, afirmando la cercanía e interés por su persona y misión.
- Si eres sacerdote o religioso, preguntarte si verdaderamente el Señor es tu fuente de paz y esperanza. Y disponerte a buscar ayuda espiritual, si es necesario.
Fuente: Click To Pray
REFLEXIÓN SOBRE LA INTENCIÓN DEL PAPA PARA EL MES DE JULIO
Pastor de una Comunidad
P. José Enrique Rodríguez S.J.
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RECURSOS EN LA RED
A. Cada Primer Viernes en Youtube, se pude buscar "El Video del Papa".
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