El 31 de julio se celebra la fiesta de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús - Jesuitas, por tal motivo compartimos nuestras publicaciones dedicadas a su vida y su obra, para ello acceda a los siguientes enlaces:
Acólitos: Su vocación
LOS ACÓLITOS: VOCACIÓN DE SERVICIO
Los acólitos, pequeños o mayores, realizan en la comunidad y para la comunidad un servicio muy hermoso. Que no sólo es práctico, sino que también pide una actitud espiritual.
El Concilio Vaticano II decía:
«También los acólitos, lectores, comentadores y los que pertenecen a la schola cantorum desempeñan un auténtico ministerio litúrgico. Por tanto, deben ejercer su oficio con la piedad sincera y el orden que tanto convienen a un ministerio tan grande y que el Pueblo de Dios exige, con razón, de ellos. Por eso es necesario que estén profundamente penetrados del espíritu de la liturgia y sean instruidos para cumplir su función debida y ordenadamente »(Sacrosanctum Concilium 29).
Los acólitos tienen una vocación en la comunidad:
Sirven a Cristo Jesús y a la comunidad entera, en torno al Libro y al Altar, para que su Palabra y su Eucaristía puedan celebrarse mejor; están orgullosos y alegres de poder realizar estos servicios; pero no se sienten protagonistas ni «vedettes», sino servidores de la comunidad; no consideran este ministerio como un privilegio, ni como una promoción personal, sino como un trabajo extra que están dispuestos a prestar -a veces con evidente sacrificio de su tiempo y de sus planes para el domingo- para bien de la comunidad; van creciendo en el «sentido de lo sagrado », porque lo que sucede en estas celebraciones no es como tantas cosas que hacemos en la vida de la familia o de la escuela, sino una cosa sagrada; y ellos, los acólitos, están más cerca que los demás de eso tan importante que sucede en la Eucaristía y los demás sacramentos: que Cristo Jesús, a quien no vemos, pero que está realmente presente, nos está comunicando su Palabra, su gracia, su vida.
Tomado de: https://liturgiacepdotorg.wordpress.com/
OFICIO DEL ACÓLITO: ¿VOCACIÓN O ASISTENCIALISMO?
Podemos leer una gran cantidad de documentos, vida de santos y libros de apoyo en la formación de los monaguillos y acólitos, pero no siempre se sabe orientar correctamente la debida interpretación y el debido respeto que merece el que asume este deber puesto que muchas veces es visto solo como una ayuda o colaboración y se encaja en lo meramente funcional cuando en realidad trata de algo más profundo. No es una labor que tenga como propósito un asistencialismo, con esto quiero decir que no es un trabajo más de los que se pueden desarrollar en el altar, sino que está asociado a una vocación del cristiano que le impulsa el deseo de servir con prontitud al misterio del Dios encarnado, significa que más allá de un servicio prestado es una vocación y toda vocación es una llamada que viene de Dios mismo, que cuestiona al ser mismo del que es llamado y lo impulsa a responder al sonido interior de esa voz que retumba en su espíritu.
El acólito o monaguillo no solo está sirviendo al sacerdote, sino que por medio de él sirve a Cristo mismo y su labor es importante porque deja claro que la eucaristía es fruto de la convergencia de todos los creyentes que forman un solo cuerpo reunidos bajo una sola iglesia, y son todos, niños, jóvenes y viejos, llamados a participar de la continua alegría que significa ser testigo de la constante actualización del misterio cristiano y salvífico. No es asistencialismo, es vocación y como tal merece tener un lugar distintivo que tenga una preparación acorde a su importancia y que pueda responder de manera oportuna y litúrgica al servicio santo, es vocación y también llamado a la santidad como en cualquiera de las vocaciones a la que Dios llama a los hombres a servirle.
No soy capaz de hacer grandes cosas, pero quiero hacer todo, incluso las cosas más pequeñas, para la mayor gloria de Dios.
Santo Domingo Savio
Tomado de: http://monaguilloscatolicos.blogspot.com/
Domingo XVII del Tiempo Ordinario - A: El tesoro que debemos buscar es Dios mismo
P. Adolfo Franco, jesuita.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 44 - 52.
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos le contestaron: «Sí.»
Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»
Palabra del Señor
El tesoro que debemos buscar es Dios mismo
Este párrafo del Evangelio nos trae a consideración varias parábolas de San Mateo; todas estas parábolas se refieren siempre al Reino de los Cielos. Describen además reacciones y actitudes que tenemos ante el mensaje del Señor. Dos de ellas (la del tesoro escondido y la de la perla de gran valor) son paralelas: dos situaciones diferentes de la vida pero que ilustran un mismo mensaje.
La parábola del tesoro escondido nos habla de un buscador de tesoros que un día se pone a cavar en un terreno y de pronto empieza a ver un cofre que esconde un tesoro; podemos sentir su emoción en el momento en que comienza el hallazgo. Y cómo se desencadenan una serie de consecuencias y decisiones, a toda velocidad, pues la alegría es enorme. Tapa el tesoro (se supone que no pertenece a nadie), y va a comprar aquel campo. No importa si para poder comprar ese campo tiene que vender todo lo que tiene; porque todo lo que tiene es nada en comparación con ese maravilloso tesoro.
Tres elementos básicamente hay en esta pequeña y emocionante historia: una persona que busca un tesoro, un hallazgo sorprendente de enorme valor, y la venta de todo lo personal para conseguir el tesoro.
Podemos aplicar esto a nuestra propia vida. Todos vamos caminando como buscadores de tesoros; en nuestros sueños hemos imaginado que nos tocaba un premio, que obteníamos un puesto elevado en nuestra profesión, que teníamos un triunfo clamoroso. Y en nuestra vida real, ya no en los sueños, buscamos sobresalir, queremos alcanzar la excelencia, queremos ser el primero en la competencia, un insaciable deseo de progresar, la necesidad de dar plenitud de sentido a nuestras vidas, son todas ellas actitudes que caben perfectamente en la descripción del hombre que va buscando un tesoro. Es el destino del ser humano, el ser un noble buscador de tesoros. El ser humano está destinado a elevarse por encima de lo rastrero.
Pero más allá de cualquier búsqueda de ésas, hay necesidades más hondas; más hondas que el sobresalir y el triunfar. Buscamos la verdad, buscamos el amor y buscamos a Dios. El hombre tiene una sed de verdad: necesita saber lo que es auténtico, lo que tiene consistencia, no simplemente se trata de buscar pequeñas verdades, sino La Verdad: esa afirmación real que hace coherente la vida humana, y el mundo que nos rodea. Buscamos un Amor en el cual pueda descansar nuestro corazón y todo su gran deseo de entrega: el corazón necesita ser entregado, necesita entrar en total comunión. Y buscamos a Dios, porque es el que está detrás de esa Verdad Única que queremos alcanzar; y es el depositario del Amor Total con el que queremos entrar en comunión.
El que busca a Dios termina encontrándolo. El tesoro que buscamos es Jesucristo; El es el Reino de los Cielos. Jesús se convierte en descubrimiento en algunos momentos de la vida. Y esto porque, si nosotros lo buscamos, más nos busca El. El descubrimiento se produce ciertamente para aquel que busca de verdad. Unas veces el descubrimiento viene por una lectura, otras veces en una enfermedad, unos días de reflexión en un retiro. El encuentro se produce de formas muy variadas. Hay algún convertido que lo encontró al ver correr el agua por debajo de un puente, otro lo encontró escuchando un fragmento musical. Lo que es necesario destacar es que el descubrimiento se produce.
Y este descubrimiento ocasiona emoción; la misma emoción que tendría un buscador que encuentra un cofre lleno de monedas de oro. Y mucho más, porque es un tesoro de un valor incalculable. El encuentro con Jesús, el descubrimiento de El como la verdad total de la vida, como el amor puro, produce vibración, conmoción. Se siente la certeza de haber encontrado todo lo que se podía buscar.
Y este encuentro cuestiona a la persona que ha encontrado el tesoro; la persona quiere tener para siempre esa maravilla que ha encontrado, y sabe que tiene que adquirirlo: el descubrimiento ha sido gratuito, Dios se ha hecho encontrar, y ahora hay que retenerlo, para que ese tesoro no se desvanezca y quede en simple recuerdo. Hay que pagar el precio, de algo cuyo valor es infinito, como es Dios. Naturalmente que no tenemos nada en nosotros que sea de valor infinito, pero Dios se contenta con que le demos nuestra vida. Es como el óbolo de la viuda en el templo, a la que Jesús alabó, porque dio todo lo que tenía para vivir. Eso es lo que Dios nos pide para ser el tesoro de nuestro propio corazón, que le demos absolutamente todo. Nos dieron ejemplo los apóstoles, que cuando descubrieron el tesoro, descubrieron a Jesús, dieron todo para seguirlo.
Buscar el tesoro ¡qué importante es! Encontrar el tesoro ¡qué afortunado es el que lo encuentra! Vender todo para adquirir ese tesoro ¡qué gran reto, y qué gran tarea para la vida!
Voz de audio: José Alberto Torres Jiménez.
Ministerio de Liturgia de la Parroquia San Pedro, Lima.
Agradecemos a José Alberto por su colaboración.
...Para otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.
Teología fundamental. 15. El Credo. Los ángeles y el hombre
P. Ignacio Garro, jesuita
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
5. EL CREDO
Continuación
5.4.1.4. VARIEDAD DE CRIATURAS
Dentro del orden creacional, Dios procede de un modo estrictamente lógico: crea primero a la criatura puramente espiritual (ángeles), luego a la material (universo físico) y, por último, al hombre, como compuesto de ambos órdenes.
5.4.1.4.1. Los ángeles
A. Su naturaleza
Los ángeles son criaturas, totalmente espirituales, sustancias completas, superiores al hombre e inferiores a Dios, con una enorme capacidad de inteligencia y de amor (cfr. S Th. I, q. 54).
Los ángeles son espíritus puros, esto es, no son cuerpos, ni están hechos para unirse a ningún cuerpo. No tienen, por ello, forma ni figura sensible, pero se representan sensiblemente: a) para ayudar a nuestra imaginación; b) porque así han aparecido a los hombres, como leemos en la Sagrada Escritura. Como todos los espíritus están dotados de inteligencia y voluntad.
Los ángeles son superiores al hombre. Poseen un conocimiento mucho más perfecto, que comprende no por raciocinio sino de modo inmediato. Al no poseer realidad material, son inmortales, y no están sujetos a nuestras miserias, dolores y necesidades.
Dios ha creado a los ángeles con un doble fin:
a) para que eternamente lo alaben y bendigan;
b) para ser los ejecutores de sus órdenes, como lo indica su nombre, pues ángel significa mensajero
Dios creó a los ángeles en estado de inocencia y de gracia. Y además, a los que permanecieron fieles los recompensó con la gloria.
Su existencia consta en muchos lugares de la Escritura:
cfr. A. T: Gen, 3, 4; 28, 12; 32, 2-3; Ex. 3, 2; Libro de Tobías; Dan. 8, 16-26; 9, 21-27. N. T.: Lc. 1, 11-19; 1, 26-28; Mt. 16, 27; 25, 31; Mc. 14, 27, cte.
Respecto a su número, la Escritura indica un número sobrecogedor, inmensamente grande (Lc. 2, 13; 8, 30; Mt. 26, 54; Ap. 5, 11, etc.). Daniel vio ante el trono del Señor que "millares de millares le servían, y mil millones asistían a su presencia" (7,10) Los ángeles buenos, explica Santo Tomás, "forman una multitud inmensa, superior a la muchedumbre de los seres materiales (S. Th. I,q. 50, a. 4), porque Dios, que hizo perfecta la creación, abre más la mano a medida que sus criaturas son más perfectas, más espirituales. No hay, además, dos ángeles de la misma especie, sino que cada uno tiene la suya (cfr. ib, a. 4).
B. Ángeles buenos
Los ángeles buenos son los que permanecieron fieles a Dios; y fueron en recompensa confirmados en gracia.
Se dividen en tres jerarquías, y cada jerarquía en tres coros: la jerarquía suprema la forman los serafines, querubines y tronos,- la segunda, las dominaciones, virtudes y potestades; y al inferior, los principados, arcángeles y ángeles
B.1. El ángel custodio
Llamamos ángel custodio al ángel que Dios da a cada hombre para que lo defienda y custodie desde el nacimiento hasta la muerte.
La existencia del ángel de la guarda consta en la Escritura: "El mandó a los ángeles que cuidasen de ti, para que te custodien en cuantos pasos dieres" (Ps. 90, 1l). Este es el sentir común de todos los Padres y Doctores de la Iglesia, y 1a Iglesia misma ha establecido la fiesta de los ángeles custodios (2 de octubre)
Los ángeles custodios se interesan grandemente por nuestro bien:
1°. nos sugieren buenos pensamientos y deseos de virtud;
2°. nos defienden de múltiples peligros de alma y cuerpo;
3°. presentan a Dios nuestras oraciones y buenas obras y nos alcanzan de El gracias y favores.
Tres deberes principales tenernos para con él: respeto a su presencia; gratitud por sus beneficios y confianza en su protección, por ser un excelente intercesor ante Dios y defensor contra el demonio.
"Cuando tengas una necesidad, alguna contradicción -pequeña o grande-, invoca a tu Ángel de la Guarda, para que la resuelva con Jesús o te haga el servicio de que se trate en cada caso" (Forja, n. 93 1, Josemaría Escrivá de Balaguer).
C. Ángeles malos o demonios
Son los ángeles que por su rebeldía fueron condenados al infierno. Son, pues, criaturas de Dios, que no quisieron sujetarse a El y, por tanto, merecieron castigo eterno (cfr. Apc. 12, 7-9; Mc. 3, 22-27; Jn. 8, 49; 2 Pe. 2, 4, etc.) Se llaman diablos o demonios y su caudillo Lucifer o Satanás.
La existencia de los demonios y su acción maligna es una verdad de fe (cfr. Dz. 23 7, 42 7, 1923, etc.). No se trata, pues, del modo de hablar de un pueblo primitivo que personificaba al mal en unos seres superiores pero inexistentes.
Por el contrario, estos seres reales, personales, espirituales, aunque han sido ya vencidos por Jesucristo, tienen -como un ejército derrotado, en huida-, gran capacidad de hacernos daño:
a) porque no han perdido su naturaleza de ángeles, y así su conocimiento y su poder son muy superiores a los nuestros;
b) porque su experiencia de tantos siglos les ha enseñado el mejor modo de engañarnos;
c) porque su voluntad perversa está siempre inclinada a toda maldad.
Los demonios procuran nuestro mal:
a) por odio a Dios cuya imagen ven en nosotros;
b) por odio a Cristo, cuya muerte nos rescató de su poder;
c) por envidia a nosotros pues Dios nos destinó a ocupar los puestos que ellos perdieron en el cielo.
"Digan lo que digan algunos teólogos superficiales, el Diablo es, para la Fe cristiana, una presencia misteriosa, pero real, no meramente simbólica, sino personal. Y es una realidad poderosa ("el Príncipe de este mundo---, como le llama el Nuevo Testamento, que nos recuerda repetidamente su existencia), una maléfica libertad sobrehumana opuesta a la de Dios; así nos lo muestra una lectura realista de la historia, con su abismo de atrocidades continuamente renovadas y que no pueden explicarse meramente con el comportamiento humano.
El hombre por sí solo no tiene fuerza suficiente para oponerse a Satanás; pero éste no es otro Dios; unidos a Jesús, podernos estar ciertos de vencerlo. Es Cristo, el "Dios cercano- quien tiene el poder y la voluntad de liberarnos; por eso el Evangelio es verdaderamente la Buena Nueva. Y por eso también debemos seguir anunciándolo en aquellos -regímenes---de terror que son frecuentemente las religiones no cristianas. Y diré todavía más: la cultura atea del Occidente moderno vive todavía gracias a la liberación del terror de los demonios que le trajo el cristianismo. Pero si esta luz redentora de Cristo se apagara, a pesar de toda su sabiduría y de toda su tecnología, el mundo volvería a caer en el terror y la desesperación. Y ya pueden verse signos de este retorno de las fuerzas oscuras, al tiempo que rebrotan en el mundo secularizados los cultos satánicos---. (Cardenal Joseph Ratzinger, Informe sobre la Fe. BAC, Madrid 1985, p. 153).
c.1. Influencia del demonio sobre el hombre
La teología ha tipificado algunas maneras de la estrategia diabólica, más o menos repetidas en las manifestaciones de su insidia:
a) El asedio es acción contra el hombre desde fuera, como cercándolo, provocando ruidos nocturnos para amedrentar, haciendo llamadas misteriosas en paredes o puertas, rompiendo enseres domésticos, etc. Un testimonio representativo y no muy lejano es la vida de S.Juan María Vianney, cura de Ars (1786-1859), que vivió largos períodos de su vida asediado por el demonio.
b) La obsesión es ataque personal con injurias, daño del cuerpo, o actuando sobre los miembros y sentidos.
c) La posesión es la ocupación del hombre por el dominio de sus facultades físicas, llegando hasta privade de la libertad sobre su cuerpo. Contra la posesión y la obsesión la Iglesia emplea los exorcismos.
d) Existen otros modos de seducción, tales como los milagros aparentes que él puede realizar, y la comunicación con el demonio que se supone en algunos fenómenos de la magia negra, el espiritismo, etc.
e) Pero la manera ordinaria como el demonio ejecuta sus planes es la tentación, que alcanza a todos los seres humanos. Se define por tal, toda aquella maquinación por la que el demonio, positivamente y con mala voluntad instiga a los humanos al pecado para perderlos,
Es muy importante percatarse que -a pesar de¡ indiscutible poder de la tentación diabólica-, no puede su malicia actuar más allá de donde Dios lo permite: su poder es poder de criatura, poder controlado. "Dios es fiel, y no permitirá que seáis tentados más allá de vuestras fuerzas" (I Cor. 10, 13). En concreto, conviene, pues, situarse en el justo medio: ni olvidar su acción y su eficacia maligna, ni perder la serenidad y confianza en Dios.
5.4.1.4.2 El Hombre
a) Su naturaleza
El hombre es un animal racional, esto es, un ser personal compuesto de cuerpo y alma.
Por ser animal, se distingue de los ángeles; por ser racional, se distingue de los brutos.
El hombre es la criatura más noble que Dios colocó sobre la tierra. Dios mismo declaró que lo había formado a su imagen y semejanza (cfr. Gen, 1, 26). Y dijo esto en razón del alma del hombre, que es un espíritu dotado de entendimiento y voluntad divinas.
La creación de Adán la narra el Génesis diciendo: "Formó Yahvéh Dios al hombre del polvo de la tierra (parte material), y le inspiró en el rostro aliento de vida (actividad divina especial: creación del alma), y fue así el hombre Ser animado" (Gen. 2, 7).
No es contraria a la fe católica la hipótesis del "evolucionismo mitigado---, que sostiene que, para formar el cuerpo del hombre, Dios perfeccionó el cuerpo de un mono antropoide, perfeccionándolo (---polvo de la tierra" puede entenderse cualquier realidad material, inorgánica u orgánica) e infundiéndole un alma espiritual. Dos cosas, pues, han de mantenerse:
a) la intervención especial y directa de Dios para la formación del cuerpo, y,
b) la creación e infusión en ese cuerpo de un alma inmortal (cfr. Dz. 2327)
El cuerpo y alma del hombre son distintos entre sí; pero se unen íntimamente para formar un solo ser.
La unión del alma y del cuerpo no es una unión exterior y accidental, como la del carro y el conductor, sino que es una unión íntima. A este tipo de unión los filósofos la denominan substancial, porque de ambos elementos resulta, una sola substancia completa.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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La fe cristiana desde la Biblia: Muerte y resurrección
P. Fernando Martínez Galdeano, jesuita
En vida de Jesús, algunos fieles llenos de admiración, le veían como al Mesías esperado, e incluso llegaban a quererle hacer rey, pero él se evadía y buscaba al padre en la oración personal. El no había venido a este mundo de poderosos para ser rey. “La gente entonces, al ver el signo que había hecho decía: —Este sí que es el profeta que tenía que venir al mundo—. Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo como rey, se retiró otra vez a la montaña él sólo” (Jn 6,14-15). “Al día siguiente, la multitud que había acudido a la fiesta, al oír que Jesús llegaba a Jerusalén, salió a recibirlo con ramos de palmas, gritando: —¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el que es rey de Israel!” (Jn 12,12-13).
Sus enemigos que los tiene particularmente entre los que se sienten censurados o amenazados en sus intereses y posición social, política o religiosa conspiran contra él. Le rechazan y tratan de quitarle de en medio. “Uno de ellos, llamado Caifas, que era el sumo sacerdote aquel año, les dijo: —Estáis completamente equivocados. ¿No os dais cuenta de que es preferible que muera un sólo hombre por el pueblo, a que toda la nación sea destruida ?” (Jn 11,49-50)
A este Jesús de Nazaret le llega su hora de pasar de esta vida a la vida verdadera, a una vida transfigurada, como la de un resucitado que ya no muere. Es una victoria sobre la muerte. “Y Jesús les dijo: —Ya ha llegado la hora en que va a ser glorificado el hijo del hombre. Os digo con toda verdad; el grano de trigo que cae a tierra queda infecundo si no muere, pero si muere produce mucho fruto” (Jn 12,23-24). Y todo esto se realiza por la fuerza de Dios. La hora de su muerte redentora conlleva y entraña “la hora” de la gloria del Padre. No sólo porque él como hombre pasa a ser viviente para siempre, sino porque él es el salvador, y nos comunica su espíritu que “salta hasta la vida eterna”. ¡Y quienes le siguen son su gloria! “Por nuestro bautismo fuimos sepultados con él, para participar de su muerte; para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Si hemos llegado a ser injertados en Cristo en la muerte semejante a la suya, lo seremos también en su resurrección” (Rm 6,4-5).
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Agradecemos al P. Fernando Martínez, S.J. por su colaboración.
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Domingo XVI del Tiempo Ordinario - A: El trigo y la cizaña
P. Adolfo Franco, jesuita.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (capítulo 13, versículos 24 al 43):
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: "No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero."»
Les propuso esta otra parábola: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.»
Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina y basta para que todo fermente.»
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré los secretos desde la fundación del mundo.»
Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.»
Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será el fin del tiempo: el Hijo del Hombre enviará sus ángeles y arrancarán de su reino a todos los corruptos y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su padre. El que tenga oídos, que oiga.»
Palabra del Señor
Dios es paciente incluso con el mal del mundo y espera.
Todo este capítulo de San Mateo recoge parábolas de Cristo sobre el Reino de los Cielos. El domingo pasado leíamos la parábola del sembrador; ahora tenemos la de la cizaña, la del grano de mostaza y la de la levadura.
En general en las parábolas se pone al descubierto la reflexión que Jesucristo hace sobre las actividades humanas, sobre el mundo y sus acontecimientos. Y nos hace ver cómo todos estos hechos contienen señales del Reino de los cielos: la semilla, el pescador, el buscador de tesoros, el banquete, las bodas... y tantos otros sucesos de la vida ordinaria que recogen las parábolas, encierran mensajes; el mundo y sus acontecimientos están llenos de señales, para quien sabe leerlas.
Entre todas las parábolas nos van dando la visión que Cristo mismo tiene sobre el Reino de los Cielos que El viene a instaurar: son su enseñanza sobre la vida humana, sobre la salvación, sobre los valores.
En esta parábola de la cizaña Jesús afirma la existencia simultánea del bien y del mal, en el mundo, en el campo de la Iglesia, en cada hombre. Y por otra parte se afirma claramente que Dios sólo ha sembrado buena semilla (lo cual es obvio), y de alguna forma se insinúa el problema del mal en el mundo. Pero sin entrar en este complejo tema, sí es notable la afirmación de que en el mismo campo donde Dios siembra la buena semilla, el “enemigo” ha sembrado la cizaña.
Todo ser humano tiene en su corazón buena semilla y cizaña; en el mundo hay buenos y malos, en la parte humana de la Iglesia misma se mezcla la buena semilla y la cizaña. Y esto no es una simple constatación un poco escéptica, como para encogerse de hombros, y para no reaccionar ante el mal. Es una máxima que encierra mucha sabiduría: en lo humano no hay el bien en estado puro, y no hay el mal en estado puro. A veces tenemos la tentación de dividir el mundo entre los buenos y los malos. La radicalidad de los conceptos y de los enjuiciamientos no corresponde a esta realidad de que el trigo y la cizaña están mezclados. Nadie y nada en este mundo es totalmente trigo o totalmente cizaña, nadie es completamente puro o completamente perverso. Incluso en las doctrinas más desviadas se puede encontrar algún mensaje aceptable.
Muchas veces los cristianos hemos juzgado otras doctrinas como completamente falsas y en cambio el Concilio Vaticano II, incluso al hablar de las religiones no cristianas, admite en ellas aspectos importantes de verdad. Claro que esto no nos debe apartar de la rectitud de doctrina que nos enseña la Iglesia; pero sí debe alertarnos ante condenas demasiado tajantes y apresuradas que a veces hacemos ante opiniones ajenas. Y mucho más valdría este cuidado ante otro tipo de cosas más opinables.
Y esta parábola además nos alerta contra nuestras prisas por solucionar todo pronto y de una manera contundente. Dios tiene mucha paciencia, y no va con la hoz, ni con la espada a cortar todo brote de la mala semilla; hay que esperar la hora de Dios. El apresuramiento con que quisiéramos extirpar todo el mal del mundo, es una actitud demasiado humana y poco divina. Tenemos soluciones a veces demasiado drásticas para eliminar el mal, porque nos gustaría que todo se solucionara al momento. Incluso con nosotros mismos no tenemos paciencia con nuestras limitaciones y quisiéramos cortarlas de raíz en un instante. Quisiéramos no tener sombras. Dios nos dice que somos campos donde hay un poco de todo, y nos dice que tengamos paciencia.
Es un mensaje importante para nuestras vidas: tener tolerancia con los demás y tenernos paciencia a nosotros mismos.
Pero también en esta parábola podemos reflexionar, aunque sea muy brevemente sobre el mundo creado por Dios, tan bello y tan puro (semilla buena), y la contaminación (cizaña mala) que los hombres hemos sembrado por buscar un peligroso "progreso". Dios crea un mar transparente y lo estamos llenado de residuos tóxicos. Dios creó el cielo y el aire que respiramos y estamos abriendo una brecha en la capa de ozono, y además no paramos de llenar el aire de sustancias que nos caen en forma de lluvia ácida. Dios creó las selvas para que sirvieran de pulmones al planeta, y nosotros estamos destruyendo esos pulmones. ¡Qué verdad es que Dios pone buena semilla en el campo, y el enemigo lo llena de cizaña!
Voz de audio: José Alberto Torres Jiménez.
Ministerio de Liturgia de la Parroquia San Pedro, Lima.
Agradecemos a José Alberto por su colaboración.
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Teología fundamental. 14. El Credo. Relato bíblico de la creación
P. Ignacio Garro, jesuita
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
5. EL CREDO
Continuación
5.4.1.2. RELATO BÍBLICO DE LA CREACIÓN
5.4.1.2.1 Modo de la creación
La Escritura dice que Dios hizo el mundo en seis días.
- El día 1°.- creó la luz, y la separó de las tinieblas;
- El 2°. creó el firmamento separando las aguas superiores (nubes) de las inferiores (mares);
- El 3°. separó la tierra del mar, y la hizo producir plantas;
- El 4°. hizo el sol, la luna y las estrellas;
- El 5°. hizo los peces y las aves;
- El 6°. formó los animales terrestes, y al fin de éste, creó al hombre.
Sobre la descripción que hace Moisés de la creación, la Iglesia enseña que es un relato histórico; pero que Moisés no se propone al hacerlo, un fin científico, sino un fin religioso.
1°. Es un relato histórico. Es decir, no es un canto lírico o un invento de la imaginación; sino una narración en estilo sencillo y popular de la obra de la creación.
2°. Moisés no se propuso un fin científico, sino un fin religioso: que los hombres reconocieran a Dios como Creador de cuanto existe.
Hay que tener en cuenta que la Sagrada Escritura habla de sucesos verdaderamente históricos que no deben entenderse corno si fueran meros mitos, leyendas o modos de decir dependientes de una cultura. Dios no nos puede engañar haciéndonos creer mitos y leyendas. Las grandes verdades de nuestra fe cristiana están enraizadas en la historia de los hombres (así, por ejemplo, que el hombre fue creado directamente por Dios, Jesucristo nació de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, la Iglesia la fundó Jesucristo, etc.).
El Magisterio de la Iglesia enseña que el sentido literal de la creación se encuadra en el género histórico. Cfr. Pío XII, Enc. Humani Generis, 12-VIII-1950, Dz. 2315-2318; Re.
5.4.1.2.2 El relato de la creación y la ciencia
Siendo así que Moisés no se propuso un fin científico, no hay para qué exigir un acuerdo rígido entre la ciencia y la descripción mosaica. Basta que no haya contradicción entre ellas.
De hecho, la ciencia y el relato bíblico están de acuerdo en los puntos fundamentales, en especial en estos tres:
a) El mundo no es eterno.
b) El mundo fue formado sucesivamente.
c) Aparecieron primero los seres inferiores y después los superiores; primero la materia, luego las plantas, los animales y por fin el hombre.
A la objeción: ¿Cómo pudo Dios crearla luz el primer día cuando el sol no apareció sino hasta el cuarto?, se puede contestar: antes de la luz del sol existió la luz producida por la matetia confusa del mundo en ignición. Los diversos astros no vinieron a formarse sino mucho más tarde.
5.4.1.2.3 Los seis días de la creación
Para explicar los seis días, en griego, "yom", de la creación, se han presentado tres hipótesis:
- 1°. La primera, llamada literal, enseña que Dios creó al mundo en 6 días de 24 horas. Hoy nadie la sigue, pues las ciencias modernas han demostrado que el mundo exigió muchos siglos para su formación.
- 2°. La segunda, llamada concordista, (porque intenta un acuerdo entre las ciencias modernas y la Biblia), enseña que la palabra "yom" no designa días de 24 horas, sino largos períodos. En efecto, dicha palabra tiene en el hebreo, que es una lengua muy pobre en vocablos, el significado de día solar y el de época o período.
- 3°. La tercera, llamada simbólica, enseña que Moisés empleó la palabra "yom" para designar días de 24 horas, no porque creyera que Dios creó al mundo en 6 días de 24 horas , sino con un fin simbólico. A saber, quiso referir toda la obra de la creación a 6 días de trabajo y 1 de descanso para autorizar con el ejemplo del mismo Dios la santificación y descanso del séptimo día.
5.4.1.3. EL FIN DE LA CREACIÓN
5.4.1.3.1. Fin primario: La gloria de Dios
El fin primario y principal de la creación es la gloria y alabanza de Dios: "Todas las cosas las creó Dios para su gloria" Is. 43,7.
La gloria de Dios se divide en interna y externa:
1°. La gloria interna consiste en el conocimiento que tiene de sus, infinitas perfecciones, y en la alabanza que a Sí mismo se tributa.
Esta gloria interna no puede ser aumentada, porque Dios no tiene, ni puede tener de Sí mayor conocimiento y estimación
2°. La gloria externa consiste en el conocimiento que de El tienen las criaturas y en la alabanza que le den. Esta sí puede ser aumentada.
- a) Las criaturas racionales la procuran de una manera directa y consciente, mediante el conocimiento y servicio del Creador.
- b) Las irracionales, de una manera indirecta, en cuanto nos dan a conocerlas divinas perfecciones, en especial su Omnipotencia que sacó los seres de la nada; su Sabiduría, que los dispuso con tanto orden y belleza; y su Bondad, pues al crearlos no se propuso su provecho, sino nuestro bien.
5.4.1.3.2. Fin secundario: La felicidad de las criaturas
El fin secundario de la creación es la felicidad de las criaturas. Dios, en efecto, no creó los seres para aumentar su felicidad propia, sino para procurar la de las criaturas.
Por otra parte, Dios ha dispuesto las cosas con tal sabiduría, que los mismos medios con que procuramos su gloria, aseguran también nuestra felicidad.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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La fe cristiana desde la Biblia: Es obra de Dios
P. Fernando Martínez Galdeano, jesuita
Por la poderosa y única fuerza del Espíritu Santo que posee el vigor de vincular y unir lo humano con lo divino (una inefable relación de asociación), “la palabra”, el designio de Dios para dar vida permanente a los hombres, se hace persona humana en Jesús de Nazaret. Hombre entre los hombres, pero en misión divina (Mesías), Jesús proclama con signos de sanación y “palabras de vida eterna” el mensaje del amor (la Palabra) que proviene del amor del Padre y que sólo él puede generar. Y este Jesús habla del reinado de Dios “que está entre vosotros”. En él comienza sin duda este reinado, y él es su centro.
Quienes se sientan en principio incapaces, desapegados de las cosas, pobres de este amor vital inmenso, en verdad pecadores, siervos inútiles, y al mismo tiempo desean recibirlo como un tesoro, lo buscan como una perla preciosa, lo aceptan como un regalo que no se merece, lo siembran como una semilla que se hace fecunda y crece, éstos tales “cumplen la voluntad del padre”. Es decir, éstos tales abren sus vidas al designio de lo alto, a aquello que Dios desea; y se constituyen en su gloria verdadera. María es el modelo de acogida. Y Dios hace en ellos maravillas: “De ahora en adelante todos me llamarán feliz, pues ha hecho maravillas conmigo, aquel que es todopoderoso, aquel cuyo nombre es santo” (Le 1,48-49). En verdad que el Dios de Jesucristo es un dios auténtico, un dios poderoso; él es el creador y señor, el único y absoluto; es un Dios de vida; no es un ídolo hecho por mano de hombres.
Y terminamos con una cita del salmo 126 (127): “Si el Señor no construye la casa, / de poco sirve el trabajo de los albañiles; / si el Señor no guarda la ciudad, / de poco sirve que vigilen los centinelas. / De poco sirve trabajar de sol a sol /y comer el pan ganado con sudor, / cuando Dios lo da a sus amigos / mientras éstos duermen” (v. 1-5). En definitiva, la fe es un don.
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Agradecemos al P. Fernando Martínez, S.J. por su colaboración.
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La fe cristiana desde la Biblia: Dios nos quiere
P. Fernando Martínez Galdeano, jesuita
Estamos acostumbrados a esta frase afirmativa, la de que “Dios nos quiere”. Nos parece obvio que ésto sea así. Pero, cuando asoma en nuestras vidas la experiencia del mal, quizás nos vienen las dudas e incertidumbres. ¿Por qué podemos los cristianos afirmar con fe que Dios nos quiere, a pesar de los pesares? El apóstol Juan, uno de los personales testigos del Jesucristo viviente, y de una gran experiencia espiritual nos dice e insiste: "El amor que Dios nos tiene se ha manifestado en que envió al mundo a su hijo unigénito, para que vivamos por él. El amor (divino) no radica en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su hijo para liberarnos de nuestros pecados.” (Jn 4,9-10)
La luz de la fe que ilumina a todo aquel que tiene confianza en Jesucristo, sabe que “Dios es amor” y que éste amor en “su ser padre” es capaz de darle vida para que sea revestido del “ser hijo de Dios”, al estilo de su propio hijo, el único nacido del ser padre, desde siempre. Estamos, por tanto, llamados a ser hijos de Dios en Cristo, en el enviado para nuestra liberación de las ataduras que nos impiden “nacer de nuevo”. Dios nos quiere, pues desea para nosotros el hacernos copartícipes de su propia vida amorosa. Y ésto es lo que nos ofrece en la persona de Jesucristo. El amor pertenece a una dimensión real pero que no se vé.
En la concepción cristiana del hombre creado por Dios existe un nivel real pero inmaterial profundo, allí donde radica el “yo”, el núcleo de la conciencia en libertad. Es el nivel donde se realiza nuestra comunión con Dios en Jesucristo gracias al Espíritu Santo. Es el corazón del amor verdadero que sale de sí mismo, pero sin dejar de ser uno mismo. Diremos que aquí es donde pueden habitar la fe, la esperanza y la caridad (las llamadas virtudes teologales). Es el nivel en el que “lo sobrenatural” se oculta bajo lo existencial humano.
Todos los seres humanos por el hecho de ser creados y tener vida, somos capaces gracias a Jesucristo en definitiva, de captar en nosotros el amor que Dios nos ofrece y de aprender a querer al estilo suyo; un amor no interesado, que no se merece y se regala, un don vinculado a la vida misma. Con los ojos de una fe viva podremos ver y amar a los demás como lo que son, pues ellos también son queridos por el mismo Dios. Por eso, para amar al prójimo como Dios quiere, es preciso amarse a sí mismo, porque también uno es querido por Dios.
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Agradecemos al P. Fernando Martínez, S.J. por su colaboración.
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Ofrecimiento Diario - Orando con el Papa Francisco en el mes de JULIO 2020: Nuestras familias
RED MUNDIAL DE ORACIÓN DEL PAPA
APOSTOLADO DE LA ORACIÓN
INTENCIONES DEL PAPA PARA EL MES DE JULIO
OFRECIMIENTO DIARIO
Aquí estoy en este nuevo día.
Pon una vez más mi corazónjunto al Corazón de tu Hijo Jesús,
que se entrega por mí y que viene a mí en la Eucaristía.
Que tu Espíritu Santo me haga su amigo y apóstol,
disponible a su misión de compasión.
Pongo en tus manos mis alegrías y esperanzas,
Pongo en tus manos mis alegrías y esperanzas,
mis trabajos y sufrimientos, todo lo que soy y tengo,
en comunión con mis hermanos y hermanas de esta red mundial de oración.
en comunión con mis hermanos y hermanas de esta red mundial de oración.
Con María te ofrezco mi jornada por la misión de la Iglesia y por la intención de Oración del Papa para este mes:
«Recemos para que las familias en el mundo de hoy sean acompañadas con amor, respeto y consejo.»
VÍDEO DEL PAPA
INTENCIONES DEL MES
El ritmo de vida muchas veces frenético que llevamos juega en contra de nuestra vida familiar. Y aquí tenemos un problema muy importante. Porque nadie, ni nosotros como individuos, ni la sociedad, puede prescindir de las familias. Menos en este tiempo de crisis que estamos viviendo. Como dice el Papa Francisco, “las familias no son un problema, son principalmente una oportunidad”.
“La familia tiene que ser protegida.
Son muchos los peligros a los que está enfrentada: el ritmo de vida, el estrés…
A veces los padres se olvidan de jugar con sus hijos.
La Iglesia tiene que animar y estar al lado de las familias ayudándolas a descubrir caminos que le permitan superar todas las dificultades.
Recemos para que las familias en el mundo de hoy sean acompañadas con amor, respeto y consejo. Y de modo especial, sean protegidas por los Estados”.
Papa Francisco – Julio 2020
ORACIÓN
Padre Bueno,
te damos gracias por el ejemplo de la familia
en la que tu Hijo Jesús nació y creció.
Quisiste que estuviera entre nosotros
y aprendiera lo que es el amor y el servicio
de los gestos y palabras de María y José.
En estos tiempos difíciles que vivimos,
y en un mundo que ha cambiado tanto,
te pedimos
que bendigas a todas las familias,
en particular las que más sufren
las consecuencias de esta pandemia.
Que todo el mundo sepa cómo encontrar en su camino
corazones abiertos disponibles para acompañarlos,
ayuda y cuidado, con amor y consejos.
Amén
Padre Nuestro…
Ave María...
Gloria...
DESCARGUE EN PDF LAS ORACIONES
Revista virtual RED MUNDIAL DE ORACIÓN DEL PAPA, JULIO 2020, Nº45.
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PROPUESTA PARA EL MES
- En tu familia, con quienes vives cada día, busca un momento para compartir, en ambiente de oración, donde cada persona exprese cómo se siente, qué ha aprendido en los últimos tiempos, dónde ha sentido que ha crecido más y dónde tiene que mejorar o pedir perdón.
- En tu familia amplia, o con amigos y conocidos, procura interiorizarte sobre cómo están, cuáles son sus mayores dificultades, económicas, de relaciones, de búsqueda de sentido. Hazte cercano y presente, dando consejo si necesitan y ayudando dentro de tus posibilidades.
- Promueve, en tu propia comunidad o a través de medios digitales, buenas propuestas de oración y reflexión que ayuden a las familias este mes a vivir con esperanza y sentido, o a atender a las familias más necesitadas.
Fuente: ClickToPray
REFLEXIÓN SOBRE LA INTENCIÓN DEL PAPA PARA EL MES DE JULIO
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