P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA
(Mayo 28 - Mayo 29)
B. SERMÓN DE LA MONTAÑA
31.-
PERFECCIONAMIENTO DEL QUINTO MANDAMIENTO
TEXTOS
Mateo 5, 21-26
"Habéis oído
que se dijo a los antepasados: no matarás: y aquel que mate será reo ante el
tribunal. Pues yo os digo: todo aquel que se encolerice contra su hermano, será
reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será
reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la
gehenna de fuego. Si pues al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas entonces
de que un hermano tuyo tiene algo que reprocharte, deja tu ofrenda allí,
delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves
y presentas tu ofrenda. Ponte en seguida a buenas con tu adversario mientras
vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el
juez al alguacil, y se te meta en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí
hasta haber pagado el último céntimo".
Lucas 12, 57-59.
"¿Por qué no juzgáis
por vosotros mismos lo que es justo? Cuando vayas con tu adversario al
magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante
el juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la
cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último
céntimo".
INTRODUCCIÓN
La Ley de Moisés
admite ser perfeccionada fundamentalmente por dos motivos.
Fue dada a un
pueblo muy rudo, incipiente en la senda de la moralidad. No era pedagógicamente
prudente, desde el comienzo, expresar todas las exigencias de una ley moral
perfecta. Tenía que haber una graduación en esa enseñanza. Es la
condescendencia de Dios con la psicología de los hombres. Jesucristo es quien
trae esa perfección suma de la Ley moral.
Además, las leyes
morales de Moisés tenían también como fin esencial el buen régimen externo del
pueblo judío. Por eso, ciertos pecados que pueden quedar ocultos en el
santuario de la conciencia sin manifestación exterior, no quedaban claramente
sancionados. De aquí, que el quinto mandamiento esté formulado de modo que en
él se condene de una manera expresa el homicidio, pero no se condena
expresamente la ira interna y no se da tanta importancia a la mera injuria de
palabra.
La Ley evangélica
de Cristo va, sin embargo, a la purificación interior de la conciencia y prohíbe
hasta los más escondidos sentimientos malos de los hombres.
Notemos que Jesucristo aparece aquí con un
poder legislativo, propio de Dios. Dirá al pueblo: "Oísteis..., pero yo os
digo". Se arroga a sí mismo la autoridad de corregir y completar y
perfeccionar la Ley de Moisés; solamente Dios, divino legislador, podía tener
esa autoridad.
MEDITACIÓN
1) "El que se encolerice contra su hermano,
reo será ante el tribunal"
Para entender la
expresión del Señor hay que conocer ciertas costumbres de la sociedad judía de
aquella época.
En el pueblo judío
había, por lo menos, dos clases de tribunales. Los tribunales establecidos en
ciertas ciudades y que podían entender en los delitos ordinarios; y estaba el tribunal
supremo de la nación, designado con el nombre de Sanedrín o Gran Consejo, al
que estaban reservados los delitos ordinarios; y estaba el tribunal supremo de
la nación, designado con el nombre de Sanedrín o gran Consejo, al que estaban
reservados los delitos de gran transcendencia, delitos que perjudicaban notablemente
a la sociedad.
El Evangelio, en
este pasaje que estamos considerando, alude a estos dos tribunales, cuando en
un caso dice que "el que se aíra contra su hermano, reo es ante el tribunal
o juzgado", se refiere al tribunal secundario que había en las ciudades;
y cuando dice que el que insulta despectivamente al prójimo es "reo ante
el Sanedrín", se refiere al Supremo Tribunal.
En el pasaje que
estudiamos hay algo así como una especie de comparación, como una pequeña
parábola. Nuestro Señor para dar a entender la serie creciente de pecados que
se pueden cometer, dejándose llevar de la pasión de la ira -serie que comienza
con los movimientos internos de la ira y termina en palabras muy injuriosas-,
se vale de esa jerarquía de tribunales, e incluso introduce un tercer término,
la gehenna del fuego que designa el infierno. Hay en todo ello una comparación
para declarar, usando esas imágenes, los graves castigos que puede merecer el hombre
iracundo, aún sin llegar al homicidio.
Gehenna era un
valle que limitaba Jerusalén al sur, donde se habían cometido todo género de
abominaciones idolátricas y tenía reputación siniestra y llegó a ser para los
judíos, figura del infierno.
Pero las comparaciones
no hay que tomarlas al pie de la letra, como si realmente hubiese que llevar al
hombre iracundo a los tribunales. La comparación sirve sólo para indicarnos la
gradual gravedad de los pecados.
El primer pecado
que señala Cristo, que es el que estamos tratando ahora, es el pecado de la
cólera interna: "el que se aíra, el que se encoleriza contra su
hermano". Al decir el Señor que "reo es ante el juzgado" no
quiere indicar que realmente hay que llevarlo ante el tribunal. Sería absurdo
tratándose de un pecado interno del corazón. Lo que Jesucristo nos quiere
enseñar es que, aunque sea cólera interna que no se manifiesta ni en palabras
ni en obras, es un pecado que tiene tanta o mayor importancia que los otros pecados
externos que son juzgados en los tribunales.
2) "Quienquiera que dijere a su hermano
"imbécil" ("raca"), reo será ante el Sanedrín"
"Raca"
que es un término que hemos traducido por la palabra "imbécil", era
una palabra que entre los judíos denotaba un profundo desprecio, y que a veces,
cuando se pronunciaba, iba con frecuencia acompañada de la acción de escupir en
el suelo.
La cólera interna,
manifestada ya en injurias e insultos, y sobre todo, cuando son insultos que
denotan un gran desprecio, es un pecado más grave que el anterior. El Señor nos
indica que es uno de esos pecados equivalente a los que eran juzgados por el Sanedrín.
3) "Y quienquiera que dijere
"renegado" (impío), reo será de la gehenna de fuego"
Aquí se trata de
un insulto todavía mayor. Se refería a la pérdida del sentido moral y
religioso, hasta el punto de la apostasía. El Señor claramente indica la
gravedad de este pecado, pecado mortal, al decir que merece el castigo del
infierno.
Todas estas
enseñanzas del Señor están indicando la importancia que en la nueva Ley Evangélica
hay que dar a las relaciones fraternales, de modo que no sólo la ofensa de
obra, sino la mera cólera interna, los insultos, y las injurias graves de
palabra, son pecado, y pueden ser pecado grave. La Ley del amor que Cristo instituirá
posteriormente, se refiere también a todos los sentimientos internos y
palabras que brotan del corazón.
4) "Deja tu ofrenda allí, delante del
altar"
Es tal la
importancia que Cristo da a los pecados contra la caridad fraterna, que claramente
nos enseña que ningún sacrificio puede ser aceptado por Dios, si es ofrecido
por un corazón que está enemistado con su hermano. Mejor es que deje la ofrenda
en el altar y vaya primero a reconciliarse con él. Se trata ciertamente del
hermano que ha ofendido a otro; pero no olvidemos la obligación que tiene todo
cristiano de perdonar las injurias antes de acercarse a Dios.
Como aplicación
concreta al caso de nuestra participación en la Eucaristía, tendríamos que
decir que si tenemos conciencia de haber ofendido a alguien, para podernos
acercar a comulgar, por lo menos, tenemos que tener el arrepentimiento y la
decisión sincera de pedirle perdón, excusarnos ante él lo antes posible. Y si
hemos sido ofendidos, tener la actitud generosa de perdonar.
5) Parábola
El Señor no se
contentó con recomendar la necesidad de la reconciliación, sino que insistió en
ella por medio de un ejemplo, que podríamos llamar parábola:
Así como el hombre
que es llevado a los tribunales le conviene reconciliarse con su enemigo antes
de caer en manos del juez, porque cuando caiga en manos del juez no encontrará
misericordia, sino justicia; así al que tiene algo, al que ha ofendido al hermano,
le conviene reconciliarse con él antes de presentarse al Juez eterno; porque si
cae en manos de la justicia de Dios, allí tendrá que pagar hasta el último
céntimo. Es decir, en el juicio definitivo de Dios, el peso de la justicia
divina cae sobre el condenado; y condenado será quien carece de caridad con el
prójimo y quien ha vivido cometiendo ofensas graves a otros, sin arrepentirse
ni pedir perdón. (Cfr. Mt 25,31-46)
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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