P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
I.- LOS COMIENZOS DE LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS
(Fines del Año 27 - Principios del Año 28)
A. - PREDICACIÓN DE JUAN BAUTISTA Y PRIMERA ACTIVIDAD APOSTÓLICA DE JESÚS
TEXTO
Juan 2,1-11
Tres días después se celebraba una boda en
Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda
Jesús con sus discípulos. Y como faltara vino, le dice a Jesús su madre:
"No tienen vino". Jesús le responde: "¿Qué tengo yo contigo,
mujer? Todavía no ha llegado mi hora". Dice su madre a los sirvientes:
"Haced lo que él os diga".
Había allí seis
tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres
metretas cada una. Les dice Jesús: "Llenad las tinajas de agua". Y
las llenaron hasta arriba. "Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al
maestresala". Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida
en vino, como ignoraba de dónde era, (los sirvientes, los que habían probado el
agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio y le dice: "Todo el
mundo sirve primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el inferior.
Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora."
Así, en Caná de
Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en
él sus discípulos.
INTRODUCCIÓN
"Tres días
después". No tenemos certeza a qué se refiere ese "después"
¿Desde cuando hay que contar los tres días de que nos habla el Evangelista? Lo
más probable es que se refiera al v.43 donde se nos dice que Jesús quiso partir
a Galilea. Esos tres días se refieren entonces a los tres días que tardaría en
hacer el viaje desde la región del Jordán hasta Caná de Galilea.
En las aldeas y
ciudades pequeñas, una boda era un acontecimiento excepcional y se procuraba
que toda la gente que participaba en ella quedase plenamente alegre y
satisfecha. Se preparaba hasta el último detalle, y los parientes y amigos más
cercanos colaboraban en todo lo que era necesario.
Y recordemos que en Israel, toda boda evocaba
profundos sentimientos religiosos, pues en ella se veían simbolizados los esponsales
de Yahvé con su pueblo; era el símbolo de la Antigua Alianza (Cfr. Is 54, 4-8;
62, 4-5; Ez 16). Cristo mismo quiere simbolizar la Nueva Alianza comparándola
con su desposorio con la Iglesia (Cfr. Ephes 5,25ss: Apco.21) al que alude
claramente en algunas de sus parábolas. (Cfr. Mt 22,1-14; 25, 1-13)
El vino simboliza en los oráculos proféticos
los tiempos del Mesías, cuando los lagares estarán repletos de buen vino (Am 9,
13ss; Joel 2,24:4, 18).
Y en el monte de
Sión se celebrará un banquete de manjares suculentos y de vino oloroso (Is 25,6).
El mismo Jesús habla del fruto de la vid que se beberá en el Reino (Mt 26,29) y
contrapone el vino nuevo al vino viejo. (Cfr. Mc 2,22)
Conocemos también
que Juan en su Evangelio siempre expone los milagros, las señales de Jesús
impregnados de profundos simbolismos. En este sentido, al meditar este pasaje
no podemos olvidar el simbolismo mesiánico que tiene toda la escena.
MEDITACIÓN
1) María y Jesús invitados a las bodas
María no era de
Caná y vivía en Nazaret; pero, o era parienta de los novios o era muy amiga de
la familia. El hecho es que fue invitada, y al ser invitada ella, lo fue
también su hijo Jesús. Y ambos aceptan gustosos la invitación, y se hacen
presentes a la boda.
Jesús se complace
y bendice con su presencia el amor entre el hombre y la mujer. Más tarde
elevará el matrimonio cristiano a la categoría de sacramento y estará presente
en todos los matrimonios cristianos.
2) "No tienen vino".
En medio de la
fiesta surge una situación embarazosa para los novios y sus familiares. Y esa
situación es la que hará que intervenga María. Comienza a faltar el vino,
elemento esencial en todo banquete de bodas. María, que probablemente como
amiga de la familia de los novios, había colaborado en todo, se da cuenta inmediatamente
de esa situación, y quiere evitar a los novios esa vergüenza, ese mal rato, ese
quedar mal ante los invitados.
Y María acude al
Señor, a su Hijo, y sin duda alguna, en una actitud de súplica le dice:
"No tienen vino".
Puede parecer
extraño que ante esa necesidad material sin mayor transcendencia, María pensase
en pedir a su Hijo un milagro para remediar tal necesidad. Quizá, María había
comprendido que su Hijo había comenzado su vida pública de Mesías, que ya se
presentaba rodeado de discípulos, que su predicación y sus acciones irían
acompañados de hechos milagrosos; aunque no conozcamos con exactitud el
motivo, lo cierto es que María, movida por la gracia de Dios, hizo esa súplica
a su Hijo que implícitamente suponía un milagro.
La súplica de
María nos revela también la delicadeza de su corazón y su solicitud maternal
aún en las cosas más triviales. San Juan sólo menciona a la Virgen al comienzo
de la vida pública de Cristo (Las Bodas de Caná), y al pie de la cruz, cuando
Cristo nombra a su Madre, Madre espiritual de todos los hombres.
En ambas escenas
aparece María en su solicitud e intercesión por los hombres.
Para San Juan, el
hijo que quedó al cuidado de María, esta escena de María diciendo al Señor:
"No tienen vino", simboliza la actitud continua de María, Madre, en
su intercesión constante por los hombres. María, Medianera de todas las
gracias, está junto al Hijo pidiendo siempre por todas nuestras necesidades.
Es su misión de Madre Intercesora.
3) "¿Qué nos va a ti y a mí, mujer? Todavía
no ha llegado mi hora".
La respuesta de
Jesús, en su formulación externa, puede parecer un claro y definitivo rechazo a
la petición implícita de su madre.
La palabra
"mujer" no hay que interpretarla de ninguna manera como una palabra
despectiva. Más bien es término de solemnidad, de énfasis y que usa Cristo
cuando está en pleno ejercicio de su misión mesiánica. En estas ocasiones el
Señor quiere manifestarnos que en su misión redentora, en el cumplimiento de
los planes de su Padre Dios, no está ligado ni motivado por lazos de carne y
sangre. La misma palabra "mujer" es la que usó el Señor desde la cruz
al encargar a su madre su misión de maternidad con todos los hombres. Y con
qué amor pronunciaría Jesús desde la cruz esa palabra "mujer"
dirigida a su Madre en las circunstancias.
Muchos Santos
Padres ven un sentido más profundo en este título de "mujer". Consideran
que es una clara alusión al protoevangelio (Gen 3,15) donde se habla del
triunfo de la "mujer" y de su linaje sobre la serpiente.
Pero lo que sí
parece cierto, es que las palabras de Jesús: "¿qué nos va a ti y a mí?
Todavía no ha llegado mi hora", son una negativa, y que además incluyen
la razón del rechazo. Todavía no había llegado la hora de que Cristo se
manifestase a los hombres en su poder divino de hacer milagros. Es decir, lo
que parece indicarnos Cristo es que, según la voluntad de su Padre Dios,
todavía no había llegado el momento de que su Hijo manifestase su gloria divina
a través de señales milagrosas.
Sin embargo, la
reacción de María es desconcertante. A pesar de esa respuesta del Hijo, está
convencida de que se escuchará su petición y que obrará el milagro. La mirada
de Jesús, el tono de voz, el gesto con que Jesús habló a su Madre hicieron
comprender a María que su petición sería escuchada. Y sería también una luz
interior y una fe muy cierta de que su Hijo aceptaría su intercesión. De lo
contrario, no tendría ningún sentido, que a continuación de la respuesta de su
Hijo, dijese a los criados que fuesen donde Jesús y que hiciesen todo cuando
él les indicaría.
Admirable
enseñanza sobre el poder de intercesión de María. Su intercesión es tan
agradable a Jesús y a su Padre Dios, que en virtud de esa intercesión hasta,
podríamos decir, que los planes de Dios cambian. Se nos dice que "todavía
no había llegado su hora", pero a continuación vemos que el Padre adelanta
esa hora de la manifestación de la gloria de su Hijo, por la intercesión de
María.
Con razón, el
pueblo cristiano llama a María "la omnipotencia suplicante". Inmensa
confianza en el poder intercesor de María.
Y también
encontramos aquí otra enseñanza muy importante. Lo que hizo y dijo María
después de la petición a su Hijo, es lo que hace con todos sus hijos. Su
misión será siempre mover a sus hijos a que vayan donde Jesús y que cumplan y
hagan todo lo que el Señor nos enseña. Por María a Jesús.
4) El Milagro
El milagro es de
una generosidad extraordinaria. Cada tinaja solía contener de 80 a 120 litros
de agua. La misma generosidad mostrará cuando la multiplicación de los panes y
de los peces. Los Santos Padres han visto en esta generosidad un signo mesiánico.
Según los profetas una de las señales de la llegada del Mesías sería la abundancia
de toda clase de bienes materiales, de manjares y de vinos (Cfr. (Salmo 85,13;
Joel 2, 24; Am 9,13-15). Esa abundancia de los dones materiales era un símbolo
de los dones sobrenaturales que Cristo nos alcanza con la Redención. "Yo
vine para que tengan vida y la tengan abundante." (Jn 10,10: Cfr. Rom
5,20)
Los Santos Padres
han visto también en la excelencia de la calidad del vino un símbolo del premio
y del gozo de la vida eterna.
5) Frutos del milagro
Se da el comienzo
de una nueva dimensión de fe en los discípulos. María no sólo obtuvo la gracia
material de la conversión del agua en vino, sino también la gracia espiritual
de un crecimiento en la verdadera fe en su Hijo por parte de los discípulos.
Y así el Señor
"manifestó su gloria", la gloria de Mesías y de Hijo de Dios. Primer
milagro de Cristo que puso ante los ojos de sus discípulos la gloria y el poder
divino del que estaba revestido internamente. Todo milagro del Señor será
siempre una verdadera revelación de su Persona y un mensaje de salvación para
quien quiera aceptarle con fe verdadera.
Al contemplar a
Cristo a través de todas las escenas del Evangelio no olvidemos nunca penetrar
en la plenitud de su divinidad: Cristo verdadero hombre, pero también verdadero
Dios. Cristo, el Hijo de Dios desde toda la eternidad, encarnado en el seno de
María por obra del Espíritu Santo, hecho hombre y Redentor en la cruz por amor
a todos sus hermanos. Gloria a El por los siglos de los siglos.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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