Homilía del Santo Padre Francisco para la Solemnidad de Pentecostés
Compartimos la Homilía del Papa Francisco, donde nos exhorta: "el mundo tiene necesidad de hombres y mujeres no cerrados, sino llenos del Espíritu Santo". Acceda AQUÍ.
Pentecostés - Fiesta del Espíritu Santo
El P. Adolfo Franco, S.J. nos comparte su reflexión sobre el evangelio para la Solemnidad de Pentecostés: "Que el Espíritu Santo nos colme de su amor y de su ciencia". Acceda AQUÍ.
PENTECOSTÉS - Secuencia
Oración de la liturgia para la Solemnidad de Pentecostés, invocando al Espíritu Santo. Acceda AQUÍ.
La Iglesia - 42º Parte: La Misión de la Iglesia - La naturaleza de la Misión
El P. Ignacio Garro, S.J. continúa con la Misión de la Iglesia, en esta ocasión nos ofrece los temas: la naturaleza de la Misión, único sacramento universal de salvación, la misión un don y una tarea, los aspectos de la misión de la Iglesia y el objeto de la Misión. Acceda AQUÍ.
Historia de la Devoción al Corazón de Jesús en el Perú - 9° Parte: El Mercurio Peruano y Scipión Ricci, Obispo de Pistoya
Continuamos compartiendo la Historia de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús por el +P. Rubén Vargas Ugarte, S.J., en esta oportunidad sobre la presencia e influencia del jansenismo en perjuicio de esta popular devoción. Acceda AQUÍ.
La educación a los hijos dentro de la familia
En su catequesis, el Papa Francisco desarrolla su segunda reflexión sobre la familia, en esta oportunidad sobre la tarea en la educación a los hijos. Acceda AQUÍ.
María Auxiliadora
Con motivo de la fiesta litúrgica de María Auxiliadora que se celebra el 24 de mayo, compartimos la historia de esta devoción muy difundida, en especial por los salesianos. Acceda AQUÍ.
Beatificación de Monseñor Óscar Romero
El 24 de mayo fue beatificado Monseñor Óscar Romero en San Salvador, el testigo de la fe: "El Pastor tiene que estar donde está el sufrimiento". Acceda AQUÍ.
Carta del Papa Francisco con ocasión de la beatificación de Monseñor Romero
Transcribimos la carta del Papa dirigida al Arzobispo de San Salvador donde destaca las cualidades humanas y espirituales del nuevo beato de la Iglesia. Acceda AQUÍ.
Oración para pedir la intercesión del Beato Óscar Romero
Compartimos la oración para pedir favores a Dios a través de la intercesión de Monseñor Romero, recordemos que para una futura canonización se debe comprobar un milagro bajo su intercesión. Acceda AQUÍ.
Homilía del Santo Padre Francisco para la Solemnidad de Pentecostés
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Basílica Vaticana
Domingo 24 de mayo de 2015
Domingo 24 de mayo de 2015
«Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo… recibid el Espíritu Santo» (Jn 20, 21.22), así dice Jesús. La efusión que se dio en la tarde de la resurrección se repite en el día de Pentecostés, reforzada por extraordinarias manifestaciones exteriores. La tarde de Pascua Jesús se aparece a sus discípulos y sopla sobre ellos su Espíritu (cf. Jn 20, 22); en la mañana de Pentecostés la efusión se produce de manera fragorosa, como un viento que se abate impetuoso sobre la casa e irrumpe en las mentes y en los corazones de los Apóstoles. En consecuencia reciben una energía tal que los empuja a anunciar en diversos idiomas el evento de la resurrección de Cristo: «Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas» (Hch 2, 4). Junto a ellos estaba María, la Madre de Jesús, la primera discípula, y allí Madre de la Iglesia naciente. Con su paz, con su sonrisa, con su maternidad, acompañaba el gozo de la joven Esposa, la Iglesia de Jesús.
La Palabra de Dios, hoy de modo especial, nos dice que el Espíritu actúa, en las personas y en las comunidades que están colmadas de él, las hace capaces de recibir a Dios “Capax Dei”, dicen los Santos Padres. Y ¿Qué es lo que hace el Espíritu Santo mediante esta nueva capacidad que nos da? Guía hasta la verdad plena (Jn 16, 13), renueva la tierra (Sal 103) y da sus frutos (Ga 5, 22-23). Guía, renueva y fructifica.
En el Evangelio, Jesús promete a sus discípulos que, cuando él haya regresado al Padre, vendrá el Espíritu Santo que los «guiará hasta la verdad plena» (Jn 16, 13). Lo llama precisamente «Espíritu de la verdad» y les explica que su acción será la de introducirles cada vez más en la comprensión de aquello que él, el Mesías, ha dicho y hecho, de modo particular de su muerte y de su resurrección. A los Apóstoles, incapaces de soportar el escándalo de la pasión de su Maestro, el Espíritu les dará una nueva clave de lectura para introducirles en la verdad y en la belleza del evento de la salvación. Estos hombres, antes asustados y paralizados, encerrados en el cenáculo para evitar las consecuencias del viernes santo, ya no se avergonzarán de ser discípulos de Cristo, ya no temblarán ante los tribunales humanos. Gracias al Espíritu Santo del cual están llenos, ellos comprenden «toda la verdad», esto es: que la muerte de Jesús no es su derrota, sino la expresión extrema del amor de Dios. Amor que en la Resurrección vence a la muerte y exalta a Jesús como el Viviente, el Señor, el Redentor del hombre, el Señor de la historia y del mundo. Y esta realidad, de la cual ellos son testigos, se convierte en Buena Noticia que se debe anunciar a todos.
El Espíritu Santo renueva – guía y renueva - renueva la tierra. El Salmo dice: «Envías tu espíritu… y repueblas la faz tierra» (Sal103, 30). El relato de los Hechos de los Apóstoles sobre el nacimiento de la Iglesia encuentra una correspondencia significativa en este salmo, que es una gran alabanza a Dios Creador. El Espíritu Santo que Cristo ha mandado de junto al Padre, y el Espíritu Creador que ha dado vida a cada cosa, son uno y el mismo. Por eso, el respeto de la creación es una exigencia de nuestra fe: el “jardín” en el cual vivimos no se nos ha confiado para que abusemos de él, sino para que lo cultivemos y lo custodiemos con respeto (cf. Gn 2, 15). Pero esto es posible solamente si Adán – el hombre formado con tierra – se deja a su vez renovar por el Espíritu Santo, si se deja reformar por el Padre según el modelo de Cristo, nuevo Adán. Entonces sí, renovados por el Espíritu, podemos vivir la libertad de los hijos en armonía con toda la creación y en cada criatura podemos reconocer un reflejo de la gloria del Creador, como afirma otro salmo: «¡Señor, Dios nuestro, que admirable es tu nombre en toda la tierra!» (Sal 8, 2.10). Guía, renueva y da, da fruto.
En la carta a los Gálatas, san Pablo vuelve a mostrar cual es el “fruto” que se manifiesta en la vida de aquellos que caminan según el Espíritu (Cf. 5, 22). Por un lado está la «carne», acompañada por sus vicios que el Apóstol nombra, y que son las obras del hombre egoísta, cerrado a la acción de la gracia de Dios. En cambio, en el hombre que con fe deja que el Espíritu de Dios irrumpa en él, florecen los dones divinos, resumidos en las nueve virtudes gozosas que Pablo llama «fruto del Espíritu». De aquí la llamada, repetida al inicio y en la conclusión, como un programa de vida: «Caminad según el Espíritu» (Ga 5, 16.25).
El mundo tiene necesidad de hombres y mujeres no cerrados, sino llenos de Espíritu Santo. El estar cerrados al Espíritu Santo no es solamente falta de libertad, sino también pecado. Existen muchos modos de cerrarse al Espíritu Santo. En el egoísmo del propio interés, en el legalismo rígido – como la actitud de los doctores de la ley que Jesús llama hipócritas -, en la falta de memoria de todo aquello que Jesús ha enseñado, en el vivir la vida cristiana no como servicio sino como interés personal, entre otras cosas. En cambio, el mundo tiene necesidad del valor, de la esperanza, de la fe y de la perseverancia de los discípulos de Cristo. El mundo necesita los frutos, los dones del Espíritu Santo, como enumera san Pablo: «amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí» (Ga 5, 22). El don del Espíritu Santo ha sido dado en abundancia a la Iglesia y a cada uno de nosotros, para que podamos vivir con fe genuina y caridad operante, para que podamos difundir la semilla de la reconciliación y de la paz. Reforzados por el Espíritu Santo – que guía, nos guía a la verdad, que nos renueva a nosotros y a toda la tierra, y que nos da los frutos – reforzados en el espíritu y por estos múltiples dones, llegamos a ser capaces de luchar, sin concesión alguna, contra el pecado, de luchar, sin concesión alguna, contra la corrupción que, día tras día, se extiende cada vez más en el mundo, y de dedicarnos con paciente perseverancia a las obras de la justicia y de la paz.
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Tomado de:
www.vatican.va
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PENTECOSTÉS - Secuencia
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
María Auxiliadora
Altar Mayor de la Iglesia María Auxiliadora - Breña, Lima |
HISTORIA DE LA DEVOCIÓN
El primero que llamó a la Virgen María con el título de "Auxiliadora" fue San Juan Crisóstomo, en Constantinopla en al año 345, el dice: " Tú, María, eres auxilio potentísimo de Dios".
San Sabas en el año 532 narra que en oriente había una imagen de la Virgen que era llamada "Auxiliadora de los enfermos", porque junto a ella se obraban muchas curaciones.
San Juan Damasceno en el año 749 fue el primero en propagar la jaculatoria: "María Auxiliadora , rogad por nosotros". Y repite: la virgen es "auxiliadora para evitar males y peligros y auxiliadora para conseguir la salvación".
En Ucrania, Rusia, se celebra la fiesta de María Auxiliadora el 1 de octubre desde el año 1030, en ese año libró a la ciudad de la invasión de una terrible tribu de bárbaros paganos.
En el año 1572, el Papa San Pió quinto ordenó que en todo el mundo católico se rezara en las letanias la advocación " María Auxiliadora, rogad, por nosotros", porque en ese año Nuestra Señora libró prodigiosamente en la batalla de lepanto a toda la cristiandad que venía a ser destruida por un ejército mahometano de 282 barcos y 88.000 soldados.
En el año 1600 los católicos del sur de Alemania hicieron una promesa a la Virgen de honrarla con el título de auxiliadora si los libraba de la invasión de los protestantes y hacía que se terminara la terrible guerra de los 30 años. La Madre de Dios les concedió ambos favores y pronto había ya más de 70 capillas con el título de María Auxiliadora de los cristianos.
En 1683 los católicos al obtener inmensa victoria en Viena contra los enemigos de la religión, fundaron la asociación de María Auxiliadora, la cual existe hoy en más de 60 paises.
En 1814, el Papa Pío VII, prisionero del general Napoleón, prometió a la Virgen que el día que llegara a Roma, en libertad, lo declararía fiesta de María Auxiliadora. Inesperadamente el pontífice quedó libre, y llegó a Roma el 24 de mayo. Desde entonces quedó declarado el 24 de mayo como día de María Auxiliadora.
En 1860 la Santísima Virgen se aparece a San Juan Bosco y le dice que quiere ser honrada con el título de "Auxiliadora", y le señala el sitio para que le construya en Turín, Italia, un templo.
Empezó la obra del templo con sus tres monedas de veinte centavos cada una, pero fueron tantos y tan grande los milagros que María Auxiliadora empezó a obtener a favor de sus devotos, que en sólo cuatro años estuvo terminada la Gran Basílica. El Santo solía decir: " Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen", desde aquel Santuario comienza a extenderse por el mundo la devoción a María bajo el título de Auxiliadora de los Cristianos.
El nombre de Auxiliadora se le daba ya en el año 1030 a la Virgen María, en Ucrania (Rusia), por haber liberado aquella región de la invasión de las tribus paganas. Desde entonces en Ucrania se celebra cada año la fiesta de María Auxiliadora el 1ro de octubre.
Se tiene constancia de que hacia el año 1558 ya figuraba en las letanías que se acostumbraban recitar en el santuario de Loreto Italia.
Esta advocación se hizo fuerte ante la invasión de los turcos en 1571 donde San Pío V la invocó como María Auxiliadota de los Cristianos o con los Príncipes Católicos de Alemania fieles al catolicismo frente a las tesis protestantes o frente a las invasiones turcas sobre Viena en el siglo XVII o, incluso, como mano protectora frente a los caprichos de Napoleón Bonaparte que llevo al Papa Pío VII al destierro, y a su liberación, quiso en 1814 instituir en el 24 de mayo su fiesta litúrgica.
Pero sin duda fue San Juan Bosco, el santo de María Auxiliadora, con el que esta advocación mariana encontró el mejor paladín y trampolín para el desarrollo y popularidad, "No he sido yo, ha sido la Virgen Auxiliadora quien te ha salvado"... "Cada ladrillo de esta iglesia - se refería a la gran Basílica que en su obsequio empezó el 1863 - es una gracia de la Virgen María"...
Pero será exactamente en 1862, en plena madurez de Don Bosco, cuando éste hace la opción mariana definitiva: Auxiliadora. "La Virgen quiere que la honremos con el título de Auxiliadora: los tiempos que corren son tan aciagos que tenemos necesidad de que la Virgen nos ayude a conservar y a defender la fe cristiana".
Desde esa fecha el título de Auxiliadora aparece en la vida de Don Bosco y en su obra como "central y sintetizador". La Auxiliadora es la visión propia que Don Bosco tiene de María. La lectura evangélica que hace de María, la experiencia de su propia vida y la de sus jóvenes salesianos, y su experiencia eclesial le hacer percibir a María como "Auxiliadora del Pueblo de Dios".
En 1863 Don Bosco comienza la construcción de la iglesia en Turín. Todo su capital era de cuarenta céntimos, y esa fue la primera paga que hizo al constructor. Cinco años más tarde, el 9 de junio de 1868, tuvo lugar la consagración del templo. Lo que sorprendió a Don Bosco primero y luego al mundo entero fue que María Auxiliadora se había construido su propia casa, para irradiar desde allí su patrocinio. Don Bosco llegará a decir: "No existe un ladrillo que no sea señal de alguna gracia".
Hoy, salesianos y salesianas, fieles al espíritu de sus fundadores y a través de las diversas obras que llevan entre manos siguen proponiendo como ejemplo, amparo y estímulo en la evangelización de los pueblos el auxilio que viene de Santa María.
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Fuente: ACIPRENSA
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Beatificación de Monseñor Óscar Romero
FUENTE: ACIPRENSA
SAN SALVADOR, 23 May. 15 / 12:02 pm (ACI).- El Papa Francisco proclamó esta mañana Beato al Arzobispo de San Salvador, Mons. Óscar Romero, y determinó que su fiesta se celebre el 24 de marzo de cada año, día “en que nació para el cielo”.
En efecto, Mons. Romero fue asesinado por odio a la fe el 24 de marzo de 1980, en medio de una naciente guerra civil entre la guerrilla de izquierda y el gobierno dictatorial de derecha. A inicios de este año, el Papa Francisco aprobó que se proclame su martirio y se celebre la ceremonia de beatificación.
El evento comenzó a las 10:00 a.m. (hora local), ante una multitud de aproximadamente 300 mil personas, que colmaron las avenidas aledañas a la Plaza Salvador del Mundo de San Salvador.
Al inicio de la ceremonia, el actual Arzobispo de San Salvador, Mons. José Luis Escobar Alas leyó un mensaje pidiendo al Papa Francisco “que se digne a inscribir en el número de los beatos a este venerable siervo de Dios Óscar Arnulfo Romero Galdámez”.
A continuación, el postulador de la causa de Mons. Romero, Mons. Vicenzo Paglia, leyó una breve biografía del ahora Beato.
En respuesta al pedido de Mons. Escobar Alas, en una carta leída primero en latín y luego en español, el Papa Francisco señaló que “para colmar la esperanza de muchísimos fieles cristianos” en virtud de su autoridad apostólica facultó a que en adelante a Mons. Romero “se le llame Beato y se celebre su fiesta el día veinticuatro de marzo, en que nació para el cielo”.
El Santo Padre describió al ahora Beato salvadoreño como “Obispo y mártir, pastor según el corazón de Cristo, evangelizador y padre de los pobres, testigo heroico del Reino de Dios”.
SAN SALVADOR, 23 May. 15 / 05:02 pm (ACI).- “El Beato Romero es otra estrella luminosísima que se enciende en el firmamento espiritual americano”, aseguró esta mañana el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para la Causas de los Santos, en la homilía de la Misa de beatificación del Arzobispo mártir de San Salvador, Mons. Óscar Romero, en San Salvador (El Salvador).
El Cardenal Amato, en medio de los aplausos de los cientos de miles de asistentes –que según fuentes oficiales superaron el medio millón-, aseguró que el Beato Romero “pertenece a la santidad de la Iglesia americana”.
“Gracias a Dios son muchos los santos de este maravilloso continente”, dijo el Cardenal, recordando a Fray Junípero Serra –que será canonizado en septiembre por el Papa Francisco en Estados Unidos–, Santa Rosa de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco Solano, San Juan Diego, Santa Kateri Tekakwitha, el Beato José Gabriel del Rosario Brochero, el Beato Miguel Pro, entre otros.
Minutos antes, el propio Prefecto de la Congregación para la Causas de los Santos había leído la carta del Papa Francisco en latín, en la que autorizó que “se le llame Beato y se celebre su fiesta el día 24 de marzo, en que nació para el cielo”.
Mons. Óscar Arnulfo Romero Galdámez gobernó durante tres años la Arquidiócesis de San Salvador. Su preocupación por la profunda pobreza en el país llevó a que muchos lo consideraran marxista y cercano a la guerrilla que en esos años comenzaba a perpetrar atentados en el país.
La guerra civil entre la guerrilla marxista y el gobierno dictatorial de derecha, que se extendería por doce años, se estaba gestando en 1980. El 24 de marzo de ese año, mientras celebraba Misa en la capilla del hospital La Divina Providencia, fue asesinado de un disparo.
Hasta la fecha no se conoce la identidad del asesino, pero las investigaciones realizadas apuntan a un grupo de aniquilación vinculado al Ejército.
El 3 de febrero de 2015, el Papa Francisco aprobó el decreto que declaraba mártir a Mons. Romero, abriendo las puertas a su beatificación.
En su homilía de hoy, el Cardenal Angelo Amato aseguró que Mons. Romero “era un sacerdote bueno, un obispo sabio, pero sobre todo era un hombre virtuoso, amaba a Jesús, lo adoraba en la Eucaristía, veneraba a la santísima Virgen María, amaba a la Iglesia, amaba al Papa, amaba a su pueblo”.
El Purpurado afirmó que “el martirio no fue la improvisación, sino que tuvo una larga preparación. Romero de hecho era, como Abraham, un hombre de fe profunda, de esperanza inquebrantable”.
El Cardenal Amato recordó que cuando apenas era un joven seminarista en Roma, el Beato Romero “poco antes de la ordenación sacerdotal escribía en sus apuntes: este año haré mi gran entrega a Dios. Dios mío ayúdame, prepárame, Tú eres Todo, yo soy nada. Y sin embargo Tu amor quiere que yo sea mucho. Ánimo, con Tu todo y con mi nada haremos mucho”.
El Prefecto de la Congregación para la Causas de los Santos señaló que “Mons. Romero habló de un don del Espíritu Santo que le concedió una especial fortaleza pastoral, casi en contraste con su temperamento prudente y comedido”.
“Sus palabras no eran una provocación al odio ni a la venganza, sino una valiente exhortación de un padre a sus hijos divididos, que eran invitados al amor, al perdón, a la concordia”.
El Cardenal subrayó que “su opción por los pobres no era ideológica sino evangélica. Su caridad se extendía también a los perseguidores, a los que predicaba la conversión al bien y a los que aseguraba el perdón”.
Destacó que Mons. Romero “estaba acostumbrado a ser misericordioso. La generosidad en el dar a quien pedía era magnánima, total, abundante, a quien pedía daba”.
El Purpurado subrayó que al nuevo Beato “la caridad pastoral le infundía una fortaleza extraordinaria”.
“Un día, a un sacerdote le contó que estaba continuamente amenazado de muerte y que en los diarios nacionales había críticas cotidianas contra él, pero, con una sonrisa, continuó: ‘esto no me desanima, al contrario, me siento más valiente. Porque son estos los riesgos del pastor, tengo que ir adelante, no guardo rencor a nadie’”.
El Cardenal Amato afirmó que mientras los perseguidores de Mons. Romero “han desaparecido en la sombra del olvido y de la muerte, la memoria de Romero en cambio continúa viva y dando consuelo a todos los pobres y marginados de la tierra”.
Durante la ceremonia de beatificación se presentó como reliquia la camisa que usó Mons. Romero cuando fue asesinado.
Asimismo, con motivo de la beatificación, el Papa Francisco envió una carta en la que destacó el testimonio cristiano de Mons. Oscar Romero.
“En tiempos de difícil convivencia, Monseñor Romero supo guiar, defender y proteger a su rebaño, permaneciendo fiel al Evangelio y en comunión con toda la Iglesia. Su ministerio se distinguió por una particular atención a los más pobres y marginados. Y en el momento de su muerte, mientras celebraba el Santo Sacrificio del amor y de la reconciliación, recibió la gracia de identificarse plenamente con Aquel que dio la vida por sus ovejas”, afirmó el Santo Padre.
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Tomado de ACIPRENSA
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Carta del Papa Francisco con ocasión de la beatificación de Monseñor Romero
CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
AL ARZOBISPO DE SAN SALVADOR CON OCASIÓN DE LA BEATIFICACIÓN
DE MONSEÑOR
DE MONSEÑOR
ÓSCAR ARNULFO ROMERO GALDÁMEZ
Excmo. Mons. José Luis Escobar Alas
Arzobispo de San Salvador
Presidente de la Conferencia Episcopal de El Salvador
Arzobispo de San Salvador
Presidente de la Conferencia Episcopal de El Salvador
Querido Hermano:
La beatificación de monseñor Óscar Arnulfo Romero Galdámez, que fue Pastor de esa querida Arquidiócesis, es motivo de gran alegría para los salvadoreños y para cuantos gozamos con el ejemplo de los mejores hijos de la Iglesia. Monseñor Romero, que construyó la paz con la fuerza del amor, dio testimonio de la fe con su vida entregada hasta el extremo.
El Señor nunca abandona a su pueblo en las dificultades, y se muestra siempre solícito con sus necesidades. Élvela opresión, oyelos gritos de dolor de sus hijos, y acude en su ayuda para librarlos de la opresión y llevarlos a una nueva tierra, fértil y espaciosa, que «mana leche y miel» (cf.Ex3,7-8). Igual que un día eligió a Moisés para que, en su nombre, guiara a su pueblo, sigue suscitando pastores según su corazón, que apacienten con ciencia y prudencia su rebaño (cf.Jer3, 15).
En ese hermoso país centroamericano, bañado por el Océano Pacífico, el Señor concedió a su Iglesia un Obispo celoso que, amando a Dios y sirviendo a los hermanos, se convirtió en imagen de Cristo Buen Pastor. En tiempos de difícil convivencia, Monseñor Romero supo guiar, defender y proteger a su rebaño, permaneciendo fiel al Evangelio y en comunión con toda la Iglesia. Su ministerio se distinguió por una particular atención a los más pobres y marginados. Y en el momento de su muerte, mientras celebraba el Santo Sacrificio del amor y de la reconciliación, recibió la gracia de identificarse plenamente con Aquel que dio la vida por sus ovejas.
En este día de fiesta para la Nación salvadoreña, y también para los países hermanos latinoamericanos, damos gracias a Dios porque concedió al Obispo mártir la capacidad de ver y oír el sufrimiento de su pueblo, y fue moldeando su corazón para que, en su nombre, lo orientara e iluminara, hasta hacer de su obrar un ejercicio pleno de caridad cristiana.
La voz del nuevo Beato sigue resonando hoy para recordarnos que la Iglesia, convocación de hermanos entorno a su Señor, es familia de Dios, en la que no puede haber ninguna división. La fe en Jesucristo, cuando se entiende bien y se asume hasta sus últimas consecuencias genera comunidades artífices de paz y de solidaridad. A esto es a lo que está llamada hoy la Iglesia en El Salvador, en América y en el mundo entero: a ser rica en misericordia, a convertirse en levadura de reconciliación para la sociedad.
Monseñor Romero nos invita a la cordura y a la reflexión, al respeto a la vida y a la concordia. Es necesario renunciar a «la violencia de la espada, la del odio», y vivir «la violencia del amor, la que dejo a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros». Él supo ver y experimento en su propia carne «el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás». Y, con corazón de padre, se preocupó de «las mayorías pobres», pidiendo a los poderosos que convirtiesen «las armas en hoces para el trabajo».
Quienes tengan a Monseñor Romero como amigo en la fe, quienes lo invoquen como protector e intercesor, quienes admiren su figura, encuentren en él fuerza y animo para construir el Reino de Dios, para comprometerse por un orden social más equitativo y digno.
Es momento favorable para una verdadera y propia reconciliación nacional ante los desafíos que hoy se afrontan. El Papa participa de sus esperanzas, se une a sus oraciones para que florezca la semilla del martirio y se afiancen por los verdaderos senderos a los hijos e hijas de esa Nación, que se precia de llevar el nombre del divino Salvador del mundo.
Querido hermano, te pido, por favor, que reces y hagas rezar por mí, a la vez que imparto la Bendición Apostólica a todos los que se unen de diversas maneras a la celebración del nuevo Beato.
Fraternamente,
FRANCISCO
Vaticano, 23 de mayo de 2015
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Tomado de:
www.vatican.va
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Oración para pedir la intercesión del Beato Óscar Romero
Oración para pedir un favor por intercesión del Beato Óscar Romero:
¡Oh! Dios Padre Misericordioso,
que por mediación de Jesucristo
y la intercesión de la Virgen
María, Reina de Paz; y la acción
del Espíritu Santo, concediste al
Beato Óscar Romero la gracia
de ser un Pastor ejemplar al
servicio de la Iglesia; y en ella
preferencialmente a los pobres y
los necesitados.
Haz, Señor, que yo sepa
también vivir conforme al
Evangelio de tu Hijo y dígnate
glorificar a tu Beato Óscar
Romero y concédeme, por su
Intercesión, el favor que te
pido… Así sea.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
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La Iglesia - 42º Parte: La Misión de la Iglesia - La naturaleza de la Misión
P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
31.4. NATURALEZA DE LA MISIÓN DE LA IGLESIA
Definir la Iglesia como
"misión" equivale a definirla como "instrumento de Cristo",
porque, como hemos dicho la Iglesia no es un fin en sí misma, ella es solamente
un medio, es una "diakonia fidei", en manos de Cristo para el
servicio de los hombres. Con esto, es verdad, se coloca a la Iglesia en la pura
humildad de su ser, ser instrumento de Cristo a través de espacio tiempo que es
la historia del género humano. Siendo instrumento de Cristo su misión es la
misión de Cristo "que vino a servir
y no a ser servido"; pero al mismo tiempo y por la misma razón es el
nudo de salvación para toda la humanidad, el instrumento de redención
universal, o lo que es lo mismo, el sacramento universal de salvación". L G, Nº 49. Por ello, todos los que pertenecen a la Iglesia de
Cristo son llamados a la santidad: "Todos en la Iglesia, ya pertenezcan a
la jerarquía, ya pertenezcan a la grey, son llamados a la santidad, según
aquello del Apóstol en 1 Tes 4, 3: "porque
ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación", Lumen Gentium Nº
39.
“Fuera de la
Iglesia no hay salvación”
Así como Cristo es el único mediador
entre Dios y los hombres, así también la Iglesia es el medio universal y único
de salvación. Ningún hombre puede salvarse sin pertenecer a ella, ya sea con toda realidad, ya sea
cuando menos por su profunda disposición.
La Iglesia, por ser el sacramento
universal de salvación instituido por Cristo, como sacramento de salvación, es
asimismo el único organismo capaz de procurarla efectivamente, pues así lo ha
querido Cristo. Tres son los elementos
que destacamos: Universalidad, unidad y unicidad.
Estas tres nociones constituyen los
tres aspectos de un mismo misterio, el de la universalidad, o catolicidad de la
salvación. Lo dicho sobre Cristo, mediador único entre Dios y los hombres, es
aplicable también a la Iglesia, Cuerpo de Cristo que se prolonga en el espacio
- tiempo que es la historia humana, como sacramento de salvación para todo el
género humano.
Esto nos lleva a tres afirmaciones:
1.- Que Dios quiere que todos los
hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, 1 Tim 2, 3-4. Y para
ello envió a su único Hijo al mundo.
2.- Que la Iglesia es el único medio de
salvación y que es necesario pertenecer a ella para salvarse, pues es el único
medio que Cristo dejó aquí en la tierra.
3.- Que no hay dos Iglesias
(como afirman los protestantes), una,
universal pero invisible una, la iglesia espiritual, pura, que vive solo
de la fe y que no tiene jerarquía, ni leyes, ni nada que se imponga en leyes
humanas o eclesiásticas; y otra visible y limitada como puede ser la Iglesia
Católica (esta es la visión de los protestantes).
31.5. LA IGLESIA, ÚNICO SACRAMENTO UNIVERSAL DE SALVACIÓN
Así como Cristo es el único mediador
entre Dios y los hombres, así también la Iglesia es el medio universal y único
de salvación. Ningún hombre puede salvarse sin pertenecer a ella, ya sea con
toda realidad, ya sea cuando menos por su disposición profunda.
Esta tesis es de fe, según el Magisterio
ordinario y universal de la Iglesia, confirmado por varias declaraciones,
especialmente el Concilio IV de Letrán (1215), que dice: “Existe una sola
Iglesia, la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual absolutamente
nadie se salva” Denz 430. El Concilio de
Florencia, Denz 714; los textos de los papas: Bonifacio VIII, en la bula Unam
Sanctam, Denz 468, Clemente VI, Denz
570; Pio XII en la encíclica Miystici Corporis, Denz 2286-2288.
Finalmente el Concilio
Vaticano II reafirma a su vez: “que esta Iglesia peregrinante es necesaria para
la salvación. En efecto, sólo Cristo es mediador y camino de salvación, y se
hace presente a todos nosotros en su cuerpo que es la Iglesia” Lumen Gentium,
Nº 14.
En la Sagrada Escritura, N.T. se nos
presenta a Cristo como la única fuente de salvación, Hech 4, 11-12; Rom 10,
1-14; Lc 12, 8-10.
Cristo ha querido que en la
comunicación de salvación a los hombres, Cristo y su Iglesia forman una sola
cosa, el uno está unido al otro. Con la negativa a seguir a la Iglesia equivale
a una negativa a seguir a Cristo, del mismo modo que rechazar a Cristo es
rechazar al Padre que lo ha enviado, Lc 10, 16: “Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros rechaza
a mí me rechaza; pero quien me rechaza a mí rechaza a Aquel que me envió”.
El Concilio Vaticano II dice: “Al enseñarnos
explícitamente la necesidad de la fe y del bautismo, Mc 16, 16; Jn 3, 5, Cristo
confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia misma, (como medio para
obtener la salvación)”. Lumen Gentium Nº14. Así cuando la Iglesia afirma esta unicidad como
exigencia de su fe, no reivindica pues celosamente unos derechos y unos
privilegios cediendo a una tentación de imperialismo espiritual, sino que da
testimonio de la misión que ella ha recibido del mismo Cristo hasta el final de
los siglos. Admitir una pluralidad de Iglesias equivaldría a no admitir
ninguna, a rechazar la noción misma de Iglesia. El exclusivismo que la Iglesia
presenta es sencillamente fidelidad al
mandato de Cristo y de su caridad universal.
El sentido y el alcance de esta
afirmación pueden aceptar una doble interpretación.
A.- Una esencialmente objetiva e
institucional: La Iglesia es el único organismo apto para comunicarnos la
salvación de Cristo.
B.- Otra esencialmente subjetiva e individual: todos los que no se encuentran
en la Iglesia están necesaria e irremediablemente condenados, a no ser que
estén fuera de la Iglesia por ignorancia invencible. Esta afirmación requiere
una aclaración.
1.- Es de fe que “la Iglesia
peregrinante es necesaria para obtener la salvación” Lumen Gentium, Nº 14.
2.- “No podrían salvarse aquellos
hombres que, conociendo que la Iglesia católica fue instituida por Dios a
través de Jesucristo como necesaria para la salvación, se negasen sin embargo a
entrar o a perseverar en ella”, Lumen Gentium Nº 14.
3.- En razón del vínculo que une a
Cristo con la Iglesia, nadie puede salvarse, es decir, vivir con Cristo, sin
estar de un modo u otro en comunión con la Iglesia.
4.- En la aplicación de este principio
a las diferentes personas, hay que tener en cuenta las circunstancias y
posibilidades efectivas de cada uno. “Por esto, para que una persona alcance su salvación eterna, no
siempre se requiere que esté de hecho incorporada a la Iglesia a título de
miembro, pero sí debe de estar unido a ella siquiera por un deseo o
aspiración”. (Carta del Santo Oficio al Arzobispo de Boston, 8 de agosto de
1949). Denz 3870.
5.- “Incluso no siempre es necesario
que esta aspiración sea explícita. En caso de ignorancia invencible, una simple
aspiración implícita, o inconsciente puede ser suficiente, si traduce “la
disposición de una voluntad que quiere conformarse a la de Dios” carta de
Oficio a Arzobispo de Boston.
O dicho de otro modo, esa aspiración
debe expresar realmente la oposición de la vida de uno, por cuanto no puede
tratarse de una salvación de segunda categoría. Ese deseo debe estar asimismo
animado por la caridad perfecta, implicando pues un acto de fe sobrenatural.
El Concilio Vaticano II en Lumen
Gentium Nº 16, dice: “Aquellos que, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo
y su Iglesia, buscan no obstante, a Dios con un corazón sincero y se esfuerzan,
bajo la influencia de la gracia, en cumplir con obras su voluntad conocida
mediante el juicio de su conciencia, pueden alcanzar la salvación eterna, ...
Incluso a aquellos que sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento
expreso de Dios y se esfuerzan, no sin la gracia divina, en llevar una vida
recta, tampoco a ellos niega la divina Providencia los auxilios necesarios para
la salvación”.
En estos textos hay
una insistencia en los dos puntos siguientes:
a.- Se hace referencia a la orientación
global de una vida: “hay que esforzarse en cumplir con obras su voluntad (la de
Dios); “hay que esforzarse por llevar una vida recta (con ayuda de la gracia de
Dios).
b.- Todo esto no puede llevarse a cabo
y tener un efecto salvífico como no sea bajo la influencia de la gracia
santificante. Y sabemos que, aun cuando algunos hombres puedan dar la impresión
de que están lejos de Dios, Dios en cambio no está lejos de nadie: “puesto que él da a todos la vida, la
inspiración y todas las cosas”, Hech 17, 25-28. Y Dios: “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de
la verdad”, 1 Tim 2, 3-4.
31.6. LA MISIÓN, UN DON Y UNA TAREA DE COLABORACIÓN
La Iglesia nada puede añadir a la obra
de Cristo: “Sin mi no pueden hacer nada”,
Jn 15, 5. Así, pues, ña misión de la Iglesia es primordialmente un don de
Dios y en consecuencia requiere de sus miembros su colaboración y esfuerzo
humano. La nueva Jerusalén, dice S. Juan, no es el fruto del solo trabajo
humano sino: “que baja del cielo, de
parte de Dios”, Apoc 21, 2.
Se trata de que todos los bautizados
colaboremos con Dios sin reducir de nuestra parte ni un ápice la gratuidad del
don que él nos hace, y colaborando con Cristo vayamos por todo el mundo
proclamando la Buena Nueva o Evangelio para que el mundo crea y se salve.
31.7. DOS ASPECTOS DE LA MISIÓN DE LA IGLESIA
La misión de la Iglesia se realiza de
una manera visible e invisible. La
misión de la Iglesia en el mundo es, pues, interior y exterior a la vez. Esa un
tiempo e indisolublemente acción de la gracia santificante en cada una de las almas
(misión invisible del Espíritu Santo) y actividad visible de todo el cuerpo
bajo la autoridad de la Jerarquía de la Iglesia y por el don del Espíritu
Santo: a cada uno se le concede la gracia del Espíritu Santo para el bien de la
Iglesia.
El Concilio Vaticano II en el Documento
“Ad Gentes, nº 4 dice: “Cristo Jesús mismo, antes de dar libremente su vida
para salvar al mundo, de tal manera organizó el ministerio apostólico y
prometió enviar el Espíritu Santo, que estaban ambos asociados para llevar a feliz
término, siempre y en todas partes, la obra de la salvación”. Sobre la importancia del aspecto visible de
la Iglesia y la actividad de la vida
invisible, en su única misión de la Iglesia. No hay misión como no sea la de
una Iglesia en “forma sacramental” y no hay “forma sacramental” de la Iglesia
como no sea para su misión salvífica, pues la Iglesia como sacramento y su
misión proceden del mismo Cristo y así se complementan y perfeccionan
mutuamente y Cristo mismo al infundir con su soplo divino dijo: “Reciban el Espíritu Santo”, Jn 20, 22
y : “como tú me has enviado al mundo yo
también los he enviado al mundo”, Jn 17, 18.
31.8. OBJETO DE LA MISIÓN: LA TOTALIDAD DE LA CREACIÓN
La misión de la Iglesia, por tratarse
de la misión misma de Cristo que prosigue y culmina, es necesariamente
universal. Tiene un único objetivo: reconciliar en Cristo y para Cristo: “a todos los seres de la tierra y del
cielo”, Col 1, 20. El Concilio Vaticano II en Lumen Gentium, Nº 17 dice:
“(La Iglesia) con su actividad consigue que todo lo bueno que se encuentra
sembrado en el corazón y en la mente de los hombres y en los ritos y culturas
de estos pueblos, no sólo no desaparezca, sino que se purifique, se eleve y se
perfeccione para la gloria de Dios, confusión del demonio y felicidad del
hombre”.
Y también: “la Iglesia ora y trabaja
para que el mundo entero, en todo su ser, se integre en el pueblo de Dios,
cuerpo del Señor y templo del Espíritu Santo, y en Cristo, Cabeza de todos, se
rinda al Creador universal y Padre todo honor y toda gloria”.
Así la Iglesia cumple su misión
apostólica y salvífica abarcando:
1.- La totalidad de los hombres
2.-
la totalidad de lo humano
3.- la totalidad del
universo.
La misión de la Iglesia se cumple en el
horizonte escatológico y apunta hacia la plenitud del Pleroma, la
recapitulación de todas cosas en Cristo. La Iglesia ha sido instituida para dar
cumplimiento a este triple aspecto y en la medida de sus posibilidades colabora
para que todo ello llegue a su plenitud. Por eso la Iglesia toda clama cada día
para que esto se cumpla a plenitud: “Maran
atha”, ¡Ven Señor Jesús!. 1 Cor 16,
22.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.
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