P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA
(Mayo 28 - Mayo 29)
A.- HASTA LA ELECCIÓN DE LOS APÓSTOLES
24.- BANQUETE EN CASA
DE MATEO "HE VENIDO A LLAMAR A LOS PECADORES"
TEXTOS
Mateo 9, 10-13
Estando él a la
mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicarlos y pecadores, y estaban a la
mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo, los fariseos decían a los
discípulos: "¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y
pecadores?". Mas él al oírlo dijo: "No necesitan médico los sanos,
sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de:
Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos,
sino a pecadores".
Marcos 2, 15-17
Y sucedió que
estando él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se
encontraban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le
seguían. Al ver los escribas del partido de los fariseos que comía con los
pecadores y publicanos, decían a los discípulos: "¿Qué? ¿Es que come y
bebe con los publicanos y pecadores?". Al oírlo Jesús, les dice: "No
necesitan médico los sanos, sino los que están mal; no he venido a llamar a
justos, sino a pecadores".
Lucas 5, 29-32
Leví le ofreció en
su casa un gran banquete. Había un gran número de publicanos y de otros que
estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y sus escribas murmuraban y decían a
los discípulos: "¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y
pecadores?". Les respondió Jesús: "No necesitan médico los sanos,
sino los que están mal. No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores".
INTRODUCCIÓN
Mateo, en prueba de su gran alegría y de su
agradecimiento al Señor, le invita a su casa para celebrar un banquete. Es
natural que Mateo invitase a amigos suyos para compartir con ellos su alegría,
y quizá también con el deseo de que conociesen a Jesús, el nuevo gran Maestro
que había surgido en Galilea. Podría ser motivo de conversión para otros
publicanos. Los Evangelistas nos dicen que estaban sentados junto con Jesús y
sus discípulos "publicanos y pecadores". Entendemos fácilmente la
presencia de publicanos; pero ¿a quienes se refieren los evangelistas cuando
nos hablan de otros pecadores? La interpretación ordinaria suele ser que podría
tratarse de gente conocida por su vida alejada de la práctica religiosa, por su
vida inmoral, o simplemente de gente ignorante en cuestiones religiosas.
Jesús acepta la
invitación de Mateo y no tiene reparo en compartir una comida con publicanos y
pecadores. Los fariseos se escandalizan y critican la actitud del Señor.
MEDITACIÓN
1) Actitud de Mateo.
Demuestra que es
consciente del gran don que acaba de recibir del Señor Experimenta, no solo la alegría
de la conversión, sino también la alegría de haber sido llamado por el Señor,
para seguirle.
Y esa gran alegría
va acompañada con el deseo de manifestar su agradecimiento al Señor. Y esta es
la razón del banquete que le ofrece en su casa. Quiere celebrar su cambio
radical de vida, y quiere hacer manifiesto ese Cambio a sus amigos; aquellos,
que participando de su profesión, habrían sido también colaboradores en sus
pecados de codicias y de injusticias. Su ejemplo, quizá, animaría a otros
publicanos a cambiar ellos también de vida. Es el primer apostolado que ejerce
Mateo, y con él, está reparando el mal ejemplo de su vida anterior. Muestra
además una decisión muy firme en su conversión y no teme las burlas que
algunos compañeros puedan hacer de él.
La actitud de
Mateo es ejemplo para todo pecador que se convierta, cambie de vida
radicalmente, y sienta la necesidad de reparar ante los demás el mal ejemplo
que ha dado, quizá, durante muchos años.
2) Actitud de los fariseos.
Se da una reacción
agresiva de los fariseos y maestros de la ley, al ver que el Señor acepta la
invitación y acude con sus discípulos al banquete ofrecido por Mateo. Ellos se
consideraban "los puros", que no se podían mezclar con los pecadores,
y a los que despreciaban y humillaban en toda oportunidad.
Conocemos cuál era
el gran pecado de los fariseos y escribas: la soberbia y la hipocresía. Habían
puesto la santidad en el cumplimiento ritual de una serie de normas, muchas de
ellas inventadas por ellos mismos, pero descuidaban las virtudes fundamentales
de la justicia, de la caridad, de la misericordia. Son las acusaciones que el
Señor hará contra ellos (Cfr. cap. 23 de San Mateo). No reconocían sus pecados,
se tenían por justos delante de Dios. Además, buscaban siempre y en todas partes
la alabanza y la gloria humana, y exigían los primeros puestos y toda clase de
muestras externas de respeto hacia ellos.
Por esto, no nos
puede extrañar su reacción de una crítica despectiva hacia el Señor, que
mostraba una actitud totalmente opuesta a la suya. Cristo se encontraba a gusto
entre los pecadores; no había puesto ningún reparo en compartir el banquete con
aquellos, publicanos y pecadores. Según los fariseos, Cristo era un pecador
más digno de todo desprecio.
3) Actitud de Jesús.
La respuesta de
Jesús a los fariseos y escribas son de las palabras más consoladoras de todo
el Evangelio. Son palabras santas, fundamento de toda nuestra esperanza y
garantía de nuestro perdón.
A través de todo
el Evangelio, Jesús mostrará un amor muy preferencial por los pecadores. Cristo,
por supuesto, odiará el pecado, y porque lo odia al pecado se transforma en el
amor sin límites al pecador. En el Antiguo Testamento ya nos repite frecuentemente
que Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Y en
el Nuevo Testamento, esta voluntad del padre se manifiesta en el Hijo con una
profundidad tal que tendrá toda su expresión en su Pasión y en su muerte. Su
amor de misericordia es infinito, y uno de los pecadores más graves que puede
cometer el hombre es dudar del perdón del Señor, si se arrepiente con sinceridad.
Una muestra
admirable de esta confianza plena en la misericordia del Señor nos la da San
Claudio de la Colombiere, apóstol del Sagrado Corazón de Jesús, que en uno de
sus retiros espirituales escribía: "¡Señor! He aquí un alma que está en el
mundo para ejercicio de tu admirable misericordia, para que resplandezca a vista
de cielos y tierra. Glorifiquen otros demostrando con su fidelidad y su
constancia cuál es la fuerza de tu gracia. En cuanto a mí, te glorificaré dando
a conocer cuán bueno eres con los pecadores, cómo tu misericordia está por encima
de toda malicia tal que nada es capaz de agotarla. En vano tu enemigo y mío me
atiende cada día nuevos lazos. El conseguirá que lo pierda todo, pero no la esperanza
que tengo en tu misericordia. Aunque cayese cien veces más, aunque mis pecados
fuesen cien veces más horribles de lo que son, continuaría siempre esperando
en ti"
Nos queda por
explicar la frase "no vine a llamar a los justos". Podría parecer
una frase sin sentido. Hay que entender la frase dirigida a los fariseos que se
tenían por justos, pero que no eran. El Señor no vino a llamar a esos
"justos", no porque su misericordia estuviese cerrada para ellos,
sino porque ellos mismos por su soberbia y autosuficiencia, y por haber perdido
el sentido del pecado y no sentir remordimiento, no podían arrepentirse y tener
un encuentro con el Señor Misericordioso.
Tenemos que decir
además que todos los hombres somos por naturaleza pecadores. "Si decimos
que no tenemos, pecado, nos seducimos y nos engañamos a nosotros mismos, y la
verdad no habita en nosotros". (1 Jn 1,8)
Y a los que
podemos llamar justos, como son la Santísima Virgen María y los untos, ellos
son justos no por sus méritos, sino porque el Señor los ha buscado y los ha
llenado de toda clase de gracias y de beneficios. Y los santos, y mucho más
todavía la Santísima Virgen, viven en la profundísima humildad de saber que
todo lo que tienen es pura gracia y don del Señor, que les ha amado con un amor
de predilección y les ha buscado para darles esa justificación y santidad.
Debemos fomentar la experiencia de sentirnos
buscados por Cristo. Cristo no cesa en su busca de los pecadores, y cada uno de
nosotros siente su carne pecadora y todas las miserias que hay en su vida. No
defraudemos a este Cristo que diariamente nos busca. Vivamos en esa confianza
plena de la misericordia del Señor, pero que esa confianza nos lleve a la
conservación, arrepentimiento, y al amor más profundo del Señor.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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