Introducción a la Ideología de Género 3 - La ideología de “género” y el “liberalismo gnóstico”
Publicación realizada en el Cuaderno HUMANITAS N°35 - Abril 2017
Introducción a la Ideología de Género
Es una publicación de HUMANITAS Revista de Antropología y Cultura Cristianas
www.humanitas.cl
Se realiza la publicación con la debida autorización.
Robert P. George*
La idea de que los seres humanos son personas no-corporales que habitan cuerpos no-personales nunca termina de desaparecer. Aunque las corrientes predominantes del Judaísmo y del Cristianismo la han rechazado hace ya mucho tiempo, lo que a veces se describe como el dualismo del "cuerpo y el yo" ha vuelto con sed de venganza, y sus seguidores son legión. Ya sea en los tribunales de justicia, en los campus universitarios, o en las mesas de directorios corporativos, ella sustenta y da forma al individualismo expresivista y al liberalismo social que se encuentra en alza.
El rechazo de la Cristiandad al dualismo del cuerpo y el yo se constituyó como la respuesta al desafío planteado a la ortodoxia por parte de aquello que fuera conocido como "gnosticismo". El gnosticismo se componía de una variedad de ideologías; algunas ascéticas, y otras directamente opuestas. Lo que tenían en común era el entendimiento del ser humano -una antropología- que dividía marcadamente lo material y corporal por una parte, y lo espiritual, mental o afectivo, por la otra. Para los gnósticos, era lo inmaterial, lo mental o lo afectivo lo que en última instancia importa. Aplicado a la persona humana, esto significa que lo material o corporal resulta ser inferior; si es que no se trata de una prisión de la cual se debe buscar escapar, cuando mucho sería un mero instrumento para ser manipulado a fin de servir a los objetivos o fines de la "persona", entendida como el espíritu, la mente o la psique. El yo es una sustancia espiritual o mental; el cuerpo, un vehículo meramente material. Tu y yo, en cuanto personas, nos identificamos completamente con el espíritu, mente o psique, y no nos identificamos de forma alguna (o cuando mucho en una forma altamente atenuada) con el cuerpo que ocupamos (o con el que de alguna forma "estamos asociados") y usamos.
Contra este dualismo, la posición anti-gnóstica afirma una concepción de la persona humana como una unidad dinámica: un cuerpo personal, un yo corporal. Esta visión contraria al gnosticismo se encuentra a lo largo de toda la escritura hebraica y de las enseñanzas cristianas. Esto no implica sugerir que la doctrina cristiana descarte la concepción bajo la cual el individuo es numéricamente idéntico con su alma inmaterial. Los pensadores cristianos contemporáneos se encuentran divididos sobre la cuestión de si el alma separada del cuerpo es numéricamente distinta de la persona humana, o si se trata de la misma persona en una forma radicalmente mutilada. Sí se tiene acuerdo, sin embargo, sobre el punto esencial, que es que el cuerpo no es un instrumento meramente extrínseco de la persona humana (o del "yo"), sino que una parte integral de la realidad personal del ser humano. Cristo ha resucitado corporalmente.
Aristóteles, quien rompió con su maestro Platón sobre este punto, defiende una forma de este "hilomorfismo", como se le ha denominado. Sin negar la existencia del alma, afirma que la persona humana es un ser material (aunque no exclusivamente material). Nosotros no ocupamos o habitamos nuestros cuerpos. El cuerpo vivo, lejos de ser un vehículo o instrumento, es parte de nuestra realidad personal. Así que, sin poder existir apartados de su alma, no son inferiores a ella. El cuerpo comparte la dignidad personal; es un todo del cual nuestra alma es la forma sustancial. La idea del alma como la forma sustancial del cuerpo es la alternativa de la ortodoxia cristiana a la concepción herética del alma como "el fantasma dentro de la maquina". Es posible que separemos el cuerpo vivo del alma en nuestro análisis, pero no en los hechos; somos compuestos de cuerpo y alma.
Así que somos animales; animales racionales, sin duda, pero no mentes o intelectos puros. Nuestra identidad personal a través del tiempo consiste en la persistencia de los organismos animales que somos. De esto se sigue una proposición crucial: la persona humana comienza a ser al mismo tiempo que el organismo humano, y sobrevive -como una persona- al menos hasta que el organismo deja de ser.
Y sin embargo, no somos animales brutos. Somos animales de naturaleza racional, organizados desde un inicio para el pensamiento conceptual, y para la deliberación práctica, el juicio y la elección. Estos poderes intelectuales no son reducibles a pura materia. Las creaturas que las poseen son capaces, con madurez y bajo condiciones favorables, de captar caracteres inteligibles (y no solamente sensibles) de las opciones de acción, y de responder a esas razones con elecciones que no están determinadas por eventos antecedentes. No es que actuemos de forma arbitraria o azarosa, sino que elegimos en base a juicios de valor que nos inclinan hacia diferentes opciones sin obligarnos a esas opciones. No existe contradicción, bajo la concepción hilomórfica, entre nuestra animalidad y nuestra racionalidad.
Si adoptamos la posición gnóstica, entonces los seres humanos -miembros vivos de la especie humana- no son necesariamente personas, y algunos humanos son no- personas. Aquellos quienes se encuentran en las etapas embrionarias, fetales o de temprana infancia no serían aún personas. Aquellos quienes han perdido el ejercicio inmediato de ciertos poderes mentales -por ejemplo, las víctimas de la demencia avanzada, los que se encuentran en estado de coma prolongado o los mínimamente conscientes- habrían dejado ya de ser personas. Y aquellos que padecen de discapacidades cognitivas congénitas severas no serían ahora, nunca habrían sido, y nunca serán personas.
Las implicancias morales de esto son claras. Es la vida personal la que nos da razones para afirmarla como inviolable y protegerla de todo daño; en contraste, podemos legítimamente usar otras criaturas para nuestros propósitos. Por lo mismo, quien se adscribe a la concepción gnóstica y su antropología, que separa a la persona del cuerpo en la forma que hemos descrito, verá facilitado el referirse a aquellos quienes ostentan capacidades mentales subdesarrolladas, defectuosas o disminuidas, como no-personas. Les parecerá más fácil justificar el aborto, el infanticidio, la eutanasia para los impedidos cognitivos, y la producción, uso y destrucción de embriones humanos para la investigación biomédica.
Bajo la misma premisa, tal antropología es la que sustenta el rechazo del liberalismo social a la ética sexual y marital tradicional y su concepción del matrimonio como una unión masculino-femenina. Dicha concepción carece de sentido si el cuerpo es meramente un instrumento de la persona, a fin de ser usado para satisfacer metas o fines subjetivos o producir sentimientos deseables en la persona-sujeto-consciente. Si no somos nuestros cuerpos, el matrimonio no puede involucrar en su esencia una unión de una sola carne realizada por el hombre y la mujer, como lo sostienen las tradiciones judías, cristianas y clásicas de la ética. Pues, si el cuerpo no es parte de la realidad personal del ser humano, no puede existir nada moral o humanamente importante de la unión "meramente biológica", fuera de sus efectos psicológicos enteramente contingentes.
El presuponer el dualismo del cuerpo y del yo hace más difícil apreciar que el matrimonio es un bien humano natural (pre-político e incluso pre-religioso) con su propia estructura objetiva. Si la sexualidad es solamente un medio para nuestros fines subjetivos, ¿No significa que ella es lo que sea que queramos que sea? ¿Cómo puede estar orientada a la procreación o requerir exclusividad en forma permanente, por su propia naturaleza?
Sólo podemos encontrar sentido en la concepción del matrimonio como una unión de una sola carne si entendemos al cuerpo como verdaderamente personal. Es entonces que podemos ver la unión biológica entre un hombre y una mujer como una forma distintiva [y única] de unión entre dos personas, la que es alcanzada, a la manera de la unión biológica de las partes al interior de la persona, por medio de la coordinación hacia un fin corporal único del todo. Para la pareja, ese fin es la reproducción. Su orientación hacia la vida familiar tiene por lo mismo una significancia humana y moral, y no "meramente biológica". Los cónyuges, en su unidad corporal, renuevan la unión omnicomprensiva que es su matrimonio. Esta concepción, a su vez, nos ayuda a captar el sentido del deseo natural y espontáneo de querer criar a los propios hijos y la importancia normativa de comprometerse a hacerlo cada vez que ello sea posible, incluso a un costo personal elevado. (Una madre desea que la manden de la maternidad a su casa con el bebé que ella de hecho parió, y no con uno que le fuera asignado al azar de la reserva de bebés nacidos durante su estadía en el ala de maternidad). Este instinto refuerza una ética sexual sensata, que especifica los requerimientos del amor conyugal y parental fiel; una ética que parece carecer de sentido y ser hasta cruel a los ojos de liberales sociales contemporáneos.
Para ellos, después de todo, lo que importa es lo que sucede o se verifica en la mente o la consciencia, no en el cuerpo (o el resto del cuerpo). La unidad personal verdadera, en la medida de que algo así es siquiera posible, es una unidad al nivel afectivo, no al biológico. El "matrimonio" tiende a ser visto y tenido, entonces, como una institución socialmente construida que existe para facilitar los vínculos románticos y para proteger y favorecer los variados sentimientos e intereses de la gente que formaliza esos vínculos. No se trata de una sociedad conyugal en lo absoluto, sino de una forma de compañerismo romántico- sexual o bien de una asociación doméstica. La procreación y los niños son apenas contingentemente relacionados a ellas. No hay ningún sentido, ni siquiera en términos indirectos, en que el matrimonio es una asociación procreativa o una sociedad cuya estructura y normas reciban su forma de la orientación inherente de nuestra naturaleza sexual a la procreación y sustento de los niños. La concepción conyugal del matrimonio como una unión del tipo que se realiza en plenitud natural por la generación y sustento de los hijos en común se presenta como una idea ininteligible y hasta extravagante para el neo-gnóstico.
En la misma línea, y de la forma en que el liberalismo social presenta esta materia, el sexo en sí no es un aspecto inherente del matrimonio o parte de su significado; la idea de la consumación marital por medio de las relaciones sexuales también aparece como extraña. Así como para los liberales sociales dos (o más) personas pueden tener sexo perfectamente legítimo y valioso sin necesidad de estar casados el uno con el otro, también sería el caso que dos (o más) personas pueden tener un matrimonio perfectamente válido y completo sin tener relaciones sexuales. Se trataría enteramente una cuestión de preferencias subjetivas. El juego sexual consensual es valioso en la medida de que permite a los involucrados expresar sus sentimientos deseados, como la afección, o bajo la misma medida, la dominación o sumisión ante el otro. Pero si es el caso que no tienen deseo por ello, el sexo carece de sentido incluso al interior de la relación matrimonial. Es meramente incidental y por lo mismo opcional, como es opcional el ser o no dueño de un auto, u optar por tener una cuenta corriente conjunta o separada. La esencia del matrimonio es el compañerismo, no la noción sexual, y por supuesto mucho menos la procreación.
Y todo esto explica, por supuesto, por qué la ética liberal contemporánea apoya y patrocina el matrimonio entre personas del mismo sexo. Incluso sugiere que el matrimonio puede existir entre tres o más individuos en grupos poli-amorosos sexuales (o no sexuales). Dado que el matrimonio se desenvuelve con prescindencia de la biología y se distingue por su intensidad emocional y calidad -en atención a que la verdadera "persona" es el yo consciente y sintiente- los "matrimonios" entre personas del mismo sexo y los poli-amorosos son posibles y valiosos en la misma forma básica que la unión conyugal entre el hombre y la mujer. Pues los compañeros en estas otras agrupaciones también pueden sentir afecto los unos por los otros e incluso creer que la calidad de su relación romántica se verá favorecida o estimulada por el juego sexual mutuamente acordado (o por la inexistencia del mismo, según sea el caso). Si esto sería en definitiva, la esencia del matrimonio, aquello de lo que se trata, entonces negarles el estatus marital implica denegarles "igualdad matrimonial".
Y sobre todo esto encontramos además el transexualismo y el transgenerismo. Si somos compuestos de cuerpo- mente (o cuerpo-alma) y no simplemente mentes (o almas) que habitan cuerpos materiales, entonces el respeto por la persona exige respeto por el cuerpo, lo que descarta las mutilaciones y otros ataques directos e intencionados contra la salud humana. Esto significa que, excepto en casos extraordinariamente raros de deformidades congénitas que llevan al extremo de la indeterminación, nuestra masculinidad o femineidad [en cuanto pertenencia al conjunto macho o hembra] es discernible a partir de nuestros cuerpos. El sexo se constituye a partir de nuestra organización biológica básica en relación a nuestro funcionamiento reproductivo; es una parte inherente de qué y quiénes somos. Cambiar el sexo es una imposibilidad metafísica porque es una imposibilidad biológica. O al menos extremadamente improbable. Es posible que resulte ser tecnológicamente factible cambiar el sexo de un individuo humano en una etapa muy temprana del desarrollo embrionario, ya sea por medio de la alteración del genoma o, en el caso de un macho embrionario, por medio de la inducción de insensibilidad andrógina de forma suficientemente temprana como para que el desarrollo sexual proceda como lo haría si se tratara de una mujer genética. Pero, por supuesto, hacer esto sería inmoral, pues involucraría una intervención corporal radical sin consentimiento del afectado y con graves riesgos para su salud.
Luego, los cambios de sexo son biológicamente imposibles siempre que se hace cierto que el cambiar las capacidades sexuales de una persona desde la raíz requeriría revertir una multiplicidad de órganos y otras características sexuales que ya se encuentran diferenciados sexualmente, al punto de que por hacerlo terminaríamos con un organismo distinto de aquel con el que empezamos (y sospecho que ese punto se alcanza cuanto menos en las etapas más tempranas dentro del útero). Como ha argumentado Paul McHugh, desear el cambio del propio sexo es una patología; un deseo de dejar de ser uno mismo y pasar a ser un alguien distinto. No es por lo mismo desear el bien propio, sino que desear la no-existencia propia de quien uno es.
En contraste, la concepción liberal considera que ninguna dimensión de nuestra identidad personal está verdaderamente determinada por la biología. Si tú crees y sientes que eres una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre, entonces eres exactamente eso: una mujer ("transgénero"). Y por lo mismo puedes legítimamente describirte a ti mismo como mujer, a pesar del hecho de que eres biológicamente hombre, y tomar acciones concretas -incluso al punto de realizarte amputaciones y tratamientos hormonales cruzados- para alcanzar la apariencia externa femenina, especialmente dónde crees que el hacerlo te permitirá "sentirte" más plenamente como mujer.
Esta forma de plantear el asunto va demasiado lejos. ¿Qué es lo que está diciendo un individuo transgénero pre-operativo de "hombre-a-mujer" cuando afirma que él "es en realidad una mujer" y que desea la cirugía para confirmar ese hecho? No está diciendo que su sexo es femenino-hembra; eso es obviamente falso al no ajustarse a la realidad material. Tampoco está diciendo que su género es "mujer" o "femenino", incluso si concedemos que el género es en parte o en todo una cuestión de auto- presentación o apariencia social. Es claramente falso el decir que este macho biológico es actualmente percibido como una mujer. Él quiere ser percibido de esa forma. Pero la premisa para su solicitud de cirugía es la afirmación del pre-operado de que es "en realidad una mujer". Por lo mismo, ella debe ser previa. ¿A qué se refiere entonces? La respuesta no puede ser su sentido interior. Eso de todas formas exigiría que fuera su sentido interior de algo, en circunstancias de que parece que no existe "algo" de lo cual pueda tener un sentido interior (pues aún no lo tiene ni interior ni exteriormente, y desea tenerlo porque no lo tiene).
Para el neo-gnóstico, el cuerpo sirve al placer del yo-consciente, a quien está sujeto, y por lo mismo las mutilaciones y otros procedimientos no presentan problemas morales inherentes. Ni tampoco es contrario a la ética médica el realizarlos; de hecho, puede ser para él contrario a la ética que un cirujano calificado se rehúse a realizar tales procedimientos. Al mismo tiempo, el neo- gnóstico insiste que los cambios quirúrgicos e incluso los puramente cosméticos no son necesarios para que un macho sea una mujer (o que una hembra sea un hombre). El cuerpo y su apariencia no importan, excepto en un sentido instrumental. Dado que tu cuerpo no es el verdadero "tu", tú sexo (biológico) e incluso tú apariencia no tienen que estar necesariamente alineados con tu "identidad de género". Tienes un derecho, se nos dice en la actualidad, a presentarte a ti mismo de cualquier forma que sientas que eres.
Y dado que los sentimientos, incluyendo los sentimientos acerca de qué o quién eres, caben o se posicionan en un espectro, y serían por lo demás fluidos, no nos encontraríamos limitados a sólo dos posibilidades sobre la cuestión de nuestra identidad de género (pueden de igual forma ser de un "género no conforme"), ni se estaría permanentemente adherido o atado a un género en particular. Existen, por ejemplo, los 56, 58, o más géneros reconocidos por Facebook, y es posible que se encuentre al género cambiando a lo largo del tiempo, o de forma abrupta. Es incluso posible que se cambie el género por medio de actos de la voluntad. Puedes cambiar de género en forma temporal, por ejemplo, por razones políticas, o de solidaridad con otros [o por conveniencia]. Por supuesto, la mayoría de las observaciones aquí realizadas sobre el género pueden extenderse de igual forma a la "orientación sexual", y la práctica de auto-identificarse en términos del deseo sexual; un concepto y práctica bien servido por una concepción del ser humano como una persona no-corporal que habita un cuerpo no-personal.
La posición anti-dualista que ha sido históricamente abrazada por Judíos y Cristianos (tanto en el Oriente como en el Poniente, por Protestantes y Católicos) ha sido nuevamente articulada en forma potente por el Papa Francisco:
"La aceptación de nuestros cuerpos como un regalo de Dios es vital para dar la bienvenida y aceptar el mundo entero como un regalo del Padre y nuestro hogar común, mientras que el pensar que disfrutamos de un poder absoluto sobre nuestros propios cuerpos deviene, a menudo en forma sutil, en el creer que disfrutamos de un poder absoluto sobre la creación. Aprender a aceptar nuestros cuerpos, cuidarlos y respetar su significado pleno, es un elemento esencial de una ecología humana genuina. Asimismo, valorar la propia femineidad o masculinidad del cuerpo es necesario si es que voy a ser capaz de reconocerme a mí mismo en el encuentro con otro que es diferente. En esta forma podemos aceptar con gozo los regalos específicos de otro hombre u otra mujer, la obra del Dios Creador, y encontrar un enriquecimiento mutuo. No es una actitud sana aquella que busca "cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe cómo hacerle frente a la misma".
El Papa, quien recientemente enfureció a los defensores del liberalismo social al denunciar la práctica de enseñar a los niños que su género es electivo y no dado como una cuestión vinculada a su sexo biológico, no está realizando un ejercicio ocioso o de filosofía puramente especulativa. Está respondiendo a un desafío concreto de la ortodoxia cristiana, representado por el resurgimiento moderno de una antropología filosófica contra la cual la Iglesia luchó en sus primeras batallas formativas contra el gnosticismo. Él sabe que esta antropología en sí se ha transformado en nuestros días en una especie de ortodoxia -la ortodoxia de una forma concreta de secularismo liberal a la que, siguiendo a Robert Bellah, me he referido como "individualismo expresivista"- que ha procurado una posición de dominación entre las élites culturales de Occidente. Ella presenta el sustento metafísico de prácticas sociales y desafíos ideológicos en contra de los cuales los Judíos ortodoxos y los fieles Cristianos (así como también muchos musulmanes y tantos otros) se encuentran batallando al día de hoy: aborto, infanticidio, eutanasia, liberación sexual, la redefinición del matrimonio, y la ideología de género.
¿Hacemos bien en resistir? ¿Es posible que la concepción dualista de la persona humana haya sido la correcta desde un inicio? Tal vez es real que la persona no es su cuerpo, sino que simplemente lo habita y que lo usa como un instrumento. Tal vez la persona real sí es el yo consciente y sintiente, la psique, y el cuerpo es simplemente materia: la maquina en la que reside el fantasma. Pensar así, sin embargo, exige ignorar el hecho de que la totalidad de nuestra experiencia es la experiencia de ser actores unificados. Nada nos da razón de suponer que nuestra experiencia es ilusoria. Incluso si la posición del dualismo del cuerpo y el yo pudiera cuadrarse en forma coherente -lo que dudo- de todas formas no tendríamos más razones para creer en ella que las razones que tenemos para suponer que en este preciso instante estamos soñando, o que somos prisioneros de la Matrix sin saberlo.
Pero hay más. Consideremos la más común de las experiencias humanas: el sentir (v.gr. oír o ver). Sentir es, obviamente, una acción corporal realizada por un ser viviente. El agente que realiza el acto de sentir es una creatura corporal, un animal. Pero es también claro que en los seres humanos, en cuanto animales racionales, es uno y el mismo agente quien conjuntamente siente y entiende o busca entender (por medio de una actividad mental) que es lo que él o ella está sintiendo o percibiendo por los sentidos. El agente que realiza el acto del entendimiento, por tanto, es un ente corporal, y no una sustancia no- corporal usando el cuerpo como una especie de artefacto cuasi-prostético. De no ser así, no seríamos nunca capaces de explicar la comunicación o la conexión que existe entre la cosa que realiza el acto de percibir o sentir y la cosa separada que realiza el acto de entender.
Para ver el punto más claramente, permítanme invitarlos a considerar lo que están haciendo en este preciso instante. Ustedes están percibiendo -viendo- palabras en una hoja de papel o una pantalla. Y no solo están percibiendo, considerado como el acto de recibir impresiones (una especie de dato) a través del medio de la visión, sino que están entendiendo qué es lo que están percibiendo. Primero, están entendiendo que lo que están viendo son palabras (y no, por ejemplo, números o manchas o algo distinto), y segundo, están entendiendo que las palabras en sí tienen un significado (tanto individualmente consideradas, como cuando están junto a otras formando oraciones). Ahora, ¿qué exactamente es la entidad -es decir, ustedes- que está simultáneamente realizando el acto de percibir y entender? Y más precisamente, ¿se trata de una entidad o de dos? La percepción o el acto de percibir es de hecho un acto corporal, pero ¿no es el mismo actor (es decir, ustedes mismos en cuanto seres unificados) el que está viendo las palabras y entendiendo que son palabras y qué significan? No tendría sentido suponer que el cuerpo está realizando el acto de percibir y que la mente, considerada como una sustancia ontológicamente separada y distinta del cuerpo, está realizando el entendimiento. Por lo pronto, ello generaría una regresión infinita de explicaciones en tratar de explicar adecuadamente la relación existente entre las dos sustancias distintas y separadas. No seríamos capaces de entender la idea de que ustedes están realizando el entendimiento, pero que un instrumento que están usando -no ustedes mismos en cuanto agentes únicos y unidos- está realizando las percepciones.
O consideren un caso simple de predicación gramatical y de pensamiento. Se aproximan a su escritorio y juzgan que lo que ven encima de él -esa cosa ahí- es una revista. Ese es un solo juicio, y ambas partes del mismo (el sujeto y el predicado) deben tener un solo agente: un ser que hace o realiza tanto el ver como el pensar, es decir, que ve aquella cosa concreta y particular y que entiende la misma al aplicarle un concepto abstracto (revista). ¿Cómo podría ser de otra forma? ¿Cómo podría ser que un ser contuviera ambas partes unidas en un mismo acto de juicio -la imagen sensorial y el concepto abstracto- sin estar ejerciendo al mismo tiempo las capacidades sensoriales e intelectuales?
Más aún, el agente que siente el particular -aquella cosa ahí- debe ser un animal, esto es, un cuerpo con órganos perceptivos. Y la predicación que va con la percepción es un acto personal; el agente que está aplicando un concepto universal (revista) debe ser una persona. (Una creatura no racional, como un perro, bien puede percibir, pero al carecer de la razón del tipo que permite o hace posible la formación de conceptos universales, no podría entender que lo que está percibiendo es una instancia particular de un universal.) Se sigue de esto que el sujeto que realiza el acto de juicio -aquella cosa ahí es una revista- es un ser, personal y animal. No somos dos entidades separadas. Ni es posible que la "persona" sea plausiblemente una etapa en la vida del animal humano. Si fuera el caso, después de todo, una diferencia categórica en el estatuto moral (persona vs. no persona) estaría basada exclusivamente en una mera diferencia de grado (en vez de ser una diferencia del tipo de cosa que el ser es), lo que es absurdo. Nosotros somos, en todo momento de nuestra existencia como seres humanos, yos-corporales y cuerpos personales.
En el plano del pensamiento moral y la práctica, existen pocos proyectos más urgentes que el de recuperar la noción de sentido común de la persona humana como una unidad dinámica; creaturas cuyos cuerpos son partes de sus "yo", y no sólo instrumentos extrínsecos. El liberalismo social contemporáneo descansa sobre un error, que es la trágica equivocación detrás de tantos esfuerzos de justificar -e incluso de inmunizar de toda crítica moral- actos y prácticas que son, en verdad, contrarios a nuestra dignidad igual, inherente y profunda.
Traducción: Tomás Henríquez
*Titular de la cátedra McCormick de Filosofía del Derecho de la Universidad de Princeton, Estados Unidos. Director del James Madison Program in American Ideals and Institutions en la misma casa de estudios.
Ofrecimiento Diario - Orando con el Papa Francisco en el mes de JUNIO 2019
APOSTOLADO DE LA ORACIÓN
INTENCIONES PARA EL MES DE JUNIO
OFRECIMIENTO DIARIO
mis oraciones, pensamientos, afectos y deseos, palabras, obras, alegrías y sufrimientos en unión con el Corazón de tu Hijo Jesucristo que sigue ofreciéndose a Ti en la Eucaristía para la salvación del mundo.
El Espíritu Santo, que condujo a Jesús, me guíe y sea mi fuerza en este día para que pueda ser testigo de tu amor.
Con María, la Madre del Señor y de la Iglesia, pido especialmente por la intención del Papa para este mes:
«Recemos por los sacerdotes para que, con la sobriedad y la humildad de sus vidas, se comprometan en una solidaridad activa hacia los más pobres.»
VÍDEO DEL PAPA
INTENCIONES DEL MES
ORACIÓN
Señor Jesús, Buen Pastor,
Tú llamas a los sacerdotes a ser en el mundo y en la Iglesia
signos de tu presencia, de tu caridad y de tu perdón.
Te pedimos que los sacerdotes se sientan apoyados
por nuestra amistad y oración.
Que cada sacerdote se sienta cada vez más apasionado por Ti
y por tu estilo de vida, pobre y al servicio de los más pequeños.
Ayuda a los sacerdotes que viven en mayores dificultades
para que sus corazones sean cada vez más semejantes a tu Corazón.
Padre Nuestro…
PROPUESTA PARA EL MES
- Presta servicio al párroco o sacerdote responsable de tu comunidad dando el apoyo necesario a la misión que lleva adelante, especialmente en las obras de servicio social.
- Promueve en tu comunidad un encuentro entre laicos y sacerdotes para reflexionar y formarse acerca de las exigencias actuales de la vocación y servicio sacerdotal.
- Promueve en tu comunidad un momento de oración centrado en el Corazón de Jesús, motivando a los presentes a entusiasmarse con el seguimiento de Jesús, pobre y humilde. Te puedes apoyar en el Camino del Corazón, la propuesta de la Red Mundial de Oración del Papa.
Fuente: ClickToPray
PARA REFLEXIONAR SOBRE LA INTENCIÓN DEL PAPA PARA EL MES DE JUNIO
SACERDOTES SEGÚN TU CORAZÓN
P. José Enrique Rodríguez S.J.
Acceda AQUÍ
RECURSOS EN LA RED
A. Cada Primer Viernes en Youtube, se pude buscar "El Video del Papa".
B. "Click To Pray" es una aplicación para teléfonos inteligentes (iOS y Android) en donde puedes unirte cada día a la red Mundial de Oración del Papa. Descarga ClickToPray[App Store] [Google Play]
C. Para comunicarnos:
apostolado.oración.peru@gmail.com
Descargue el Afiche Orando con el Papa Francisco en el mes de JUNIO 2019
Si desea contribuir con la difusión de las Intenciones del Papa Francisco para los desafíos de la humanidad, puede descargar el afiche para el mes de JUNIO (PDF A3):
Intención del Papa Francisco para el mes de Junio: Por los sacerdotes
SACERDOTES SEGÚN TU CORAZÓN
P. José Enrique Rodríguez, jesuita.
Párroco de San Pedro, Santuario Arquidiocesano del Sagrado Corazón de Jesús
Lima - Perú.
Por la evangelización: Estilo de vida de los sacerdotes:
“Recemos por los sacerdotes para que, con la sobriedad y la humildad de sus vidas, se comprometan en una solidaridad activa hacia los más pobres.”
La triple misión de Cristo (sacerdote, maestro, pastor) es extendida a todo bautizado, mujer o varón. Los fieles ejercen el llamado sacerdocio común "en la recepción de los sacramentos, en la oración y acción de gracias, en el testimonio de la santidad de vida, la abnegación y la caridad activa" (LG 10). Por la participación en el sacrificio eucarístico de Cristo, ofrecen la víctima divina y a sí mismos a Dios; por la oblación y por la comunión, cada uno a su modo, todos toman parte en la acción litúrgica (LG 11). Es distinto del sacerdocio ministerial y es enteramente real participando ambos del sacerdocio de Cristo.
El objetivo y la misión del sacerdocio ministerial es hacer vivir el sacerdocio de los fieles. Toca a los sacerdotes alimentar en los fieles el sentido de la filiación divina, que es la participación de cada uno en la comunión trinitaria. Con el ministerio de santificación, educan a los fieles a participar siempre más intensamente en el oficio sacerdotal, profético y real de Cristo, ayudándolos a edificar la Iglesia, según los dones recibidos de Dios, de modo activo y corresponsable. Los obispos, cabeza y signo de cada Iglesia particular, deben reunir y armonizar la reciprocidad entre el sacerdocio jerárquico y el sacerdocio bautismal.
A obispos y presbíteros corresponde estar siempre alimentados por la Palabra de Dios, por el estudio personal y por el recogimiento, para estar atentos a la voz del Espíritu (Ap 2,11). Deben trasmitir “el buen olor de Cristo” (2 Cor 2,15) por la santidad de su vida y la caridad pastoral, para que, con el testimonio de sus vidas, el mundo crea.
En medio de la confusión sobre el sentido de la vida, toca a ellos tener compasión de la multitud porque están “como ovejas sin pastor” (Mc 6, 34) e iluminar haciendo presente la luz de la Palabra de Dios, la luz que es Cristo mismo. No inventan, no crean ni proclaman ideas propias, lo que no significa que sean neutros, como el portavoz que lee un texto que quizá no hace suyo. La interiorización y vivencia de la fe transforman a quienes tienen el oficio y misión de mensajeros, para que ya no vivan ellos, sino que en ellos viva Cristo, a la manera de Pablo (Gal 2,20).
La voz del sacerdote puede parecer «voz que grita en el desierto» (Mc 1, 3), pero precisamente en eso consiste su fuerza profética. No en vano en la Jesús pidió por ellos al Padre “no que los saques del mundo, sino que los preserves del maligno” (Jn 15,5). Por eso el sentido profético implica no ser homologado ni homologable a una cultura o mentalidad dominante, sino (a pesar de la soledad que implica e incluso la persecución) mostrar la única novedad absoluta en Cristo, el Dios cercano, el Dios que camina por el desierto con los desheredados del mundo.
Agradecemos al P. José Enrique Rodríguez por su colaboración.
Solemnidad de la Santísima Trinidad
P. Adolfo Francos, jesuita.
Juan 16, 12-15
Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello.
Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir.
El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros.
Palabra del Señor
Celebramos el misterio mas hondo de Dios
Esta fiesta de la Santísima Trinidad nos introduce a la consideración del misterio del mismo Dios. Cuánto amor supone de parte de Dios el querer que sus hijos sepamos su secreto más íntimo, para que lo conozcamos cómo es por dentro. Pero entrar en el misterio de Dios es entrar en un océano en el que nos perdemos porque al entrar ahí vemos cuán imperfecto es nuestro pensamiento, nuestro lenguaje, nuestra lógica, todo.
Y sin embargo nuestro Dios amado es toda la verdad, es toda la realidad, es la esencia total de las esencias, desde la cual todo lo existente se hace posible, y desde el cual hay que entender e interpretar todo. Es que normalmente, para poder entender cualquier cosa, nuestro punto de vista somos nosotros mismos; desde nuestras propias experiencias, desde nuestros propios conceptos previamente elaborados entendemos todo lo demás: ése es el mecanismo que hace posible el conocimiento humano. Y al querer entender a Dios desde nosotros, comenzamos por un error esencial en la perspectiva, en el punto de partida, porque en realidad deberíamos hacer lo contrario: procurar entendernos a nosotros mismos desde Dios: El es el punto de vista, es el origen desde el cual se debe entender correctamente lo que hay de verdad, de belleza, de existencia en cualquiera de los seres, y especialmente en el hombre, que fue creado a imagen y semejanza de Dios. Y muchas veces el hombre piensa al revés, y al intentar conocerlo, desde los parámetros humanos, hace a Dios a su imagen y semejanza. Nosotros vemos las huellas de Dios en el mundo (en las maravillas de la naturaleza y especialmente en lo que es el ser humano), y así intentamos imaginar a Dios. Pero en realidad debería ser al revés, sólo podemos entender el mundo y a nosotros mismos viéndonos desde Dios. Esto es una utopía, y por eso al hablar de Dios solo podemos balbucear.
Este es un punto importante, sobre el que deberíamos pensar. Pensamos a Dios a nuestra imagen y semejanza. Incluso cuando tenemos una “buena imagen” de Dios, lo pensamos desde nuestros esquemas de conocimiento. Pero muchas veces tenemos una “pésima imagen” de Dios. Hay quienes se alejan de Dios por la imagen que ellos mismos se han hecho de Dios; porque han puesto en su pobre imagen de Dios, sus propias frustraciones, sus rencores, sus fracasos, sus decepciones; y así imaginan un dios cruel, lejano, indiferente; respecto del cual lo mejor es mantenerse lejos, y sobre todo, mantenerlo lejos de nuestro corazón.
En cambio el misterio de la Santísima Trinidad nos muestra lo insondable, lo deslumbrante, la infinitud de Dios mismo. Nos debe hacer caer en la cuenta que todas nuestras imágenes de Dios, aún las mejores, son inadecuadas: que Dios es más que todo eso, que es más Padre que todo lo imaginable, que es más Luz, que toda luz, que es más bondad, que es más justo, que es más misericordioso, que es más fuerte, que es mas, y mucho más. Nuestros conceptos, por el hecho de hacerlos, ponen un límite a lo que están conceptuando (nombrar algo es delimitarlo), y este Misterio, corazón de todo misterio, se sale de todas las delimitaciones, desborda todos los nombres y todos los adjetivos.
En El tiene todo centro nuestra Religión revelada por Jesucristo. Todo concluye en El, todo se deriva de El: en El tiene todo su origen y su fin. Por eso nosotros somos bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; en la Santísima Trinidad comienza el misterio de la Eucaristía, pues la celebramos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y en la Trinidad concluye también la Eucaristía, y siempre que recibimos una bendición la recibimos también en el nombre de la misma Santísima Trinidad. Dios Debe estar en el principio y en el fin de todo acto religioso, y de todo acto humano, porque de hecho en El estamos sumergidos, en El vivimos; y deberíamos vivir no sólo en El, sino para El.
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Frases, pensamientos y oraciones de San Ignacio de Loyola
01.
En todo amar y servir.
"Ejercicios espirituales" (1548)
02.
Alcanza la excelencia y compártela.
03.
Quien evita la tentación evita el pecado.
04.
En tiempos de desolación, nunca hacer cambios.
"Ejercicios espirituales" (1548)
05.
Cuanto el bien es más universal, es más divino.
"Ejercicios espirituales" (1548)
06.
El amor se ha de poner más en las obras que en las palabras.
"Ejercicios espirituales" (1548)
07.
La renuncia de la voluntad propia vale más que resucitar a los muertos.
08.
El examen de conciencia es siempre el mejor medio para cuidar bien el alma.
"Ejercicios espirituales" (1548)
09.
No satisface el saber mucho, sino el sentir y gustar internamente de las cosas.
"Ejercicios espirituales" (1548)
10.
Cuanto más nuestra alma se despegue de las cosas, más cerca estará de nuestro Creador.
11.
Todo buen cristiano ha de inclinarse más a salvar la proposición del prójimo que a condenarla.
"Ejercicios espirituales" (1548)
12.
Hay que procurar conservar la amistad y benevolencia de los que gobiernan y ganar a las personas de autoridad con humildad, modestia y buenos oficios...
13.
Para estar bien seguros, debemos sostener lo siguiente: lo que ante mis ojos aparece como blanco, debo considerarlo negro, si la jerarquía de la Iglesia lo considera así.
14.
Tomad, Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad. Vos me lo disteis; a vos Señor, lo torno. Disponed a toda vuestra voluntad y dadme amor y gracia, que esto me basta, sin que os pida otra cosa.
15.
Demandar lo que quiero; será aquí demandar conocimiento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga.
"Ejercicios espirituales" (1548)
16.
El amor consiste en comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene, o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante.
"Ejercicios espirituales" (1548)
17.
Dado que sobre todo se ha de estimar el mucho servir a Dios nuestro Señor por puro amor, debemos mucho alabar el temor de la su divina majestad. Porque no solamente el temor filial es cosa pía y santísima, más aún el temor servil, donde otra cosa mejor o más útil el hombre no alcance, ayuda mucho para salir del pecado mortal; y, salido, fácilmente viene al temor filial, que es todo acepto y grato a Dios nuestro Señor, por estar en uno con el amor divino.
"Ejercicios espirituales" (1548)
18.
Así como hace daño el hablar mal en ausencia de los mayores a la gente menuda, así puede hacer provecho hablar de las malas costumbres a las mismas personas que pueden remediarlas.
"Ejercicios espirituales" (1548)
19.
Al que recibe los ejercicios mucho aprovecha entrar en ellos con grande ánimo y liberalidad con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su divina majestad, así de su persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su santísima voluntad.
"Ejercicios espirituales" (1548)
20.
El que da los ejercicios, si ve al que los recibe que está desolado y tentado, no se haya con él duro ni desabrido, más blando y suave, dándole ánimo y fuerzas para adelante, y descubriéndole las astucias del enemigo de natura humana, y haciéndole preparar y disponer para la consolación ventura.
"Ejercicios espirituales" (1548)
21.
Cuanto más nuestra ánima se halla sola y apartada, se hace más apta para acercarse y llegar a su Criador y Señor; y cuanto más así se allega, más se dispone para recibir gracias y dones de la su divina y suma bondad.
"Ejercicios espirituales" (1548)
22.
La oración preparatoria es pedir gracia a Dios nuestro Señor para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad.
"Ejercicios espirituales" (1548)
23.
En las personas que van de pecado mortal en pecado mortal, acostumbra comúnmente el enemigo proponerles placeres aparentes, haciendo imaginar delectaciones y placeres sensuales, por más los conservar y aumentar en sus vicios y pecados. En las cuales personas el buen espíritu usa contrario modo, punzándoles y remordiéndoles las conciencias por el sincérese de la razón.
"Ejercicios espirituales" (1548)
24.
El que está en consolación piense cómo se habrá en la desolación que después vendrá, tomando nuevas fuerzas para entonces.
"Ejercicios espirituales" (1548)
25.
Propio es del ángel malo, que se forma sub angelo lucis [se disfraza de ángel de luz], entrar con el ánima devota y salir consigo. Es a saber, traer pensamientos buenos y santos, conforme a la tal ánima justa, y después, poco a poco, procura de salirse, trayendo al ánima a sus engaños cubiertos y perversas intenciones.
"Ejercicios espirituales" (1548)
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