11. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Milagros de Jesús y la fe de los judíos


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


I.- LOS COMIENZOS DE LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS

(Fines del Año 27 - Principios del Año 28)


B.- PRIMERA PASCUA:

(Abril Año 28)


11.- MILAGROS DE JESÚS Y LA FE DE LOS JUDÍOS

TEXTO

Juan 2, 23 -25

Mientras estuvo en Jerusalén por la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba. Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se le informara acer­ca de los hombres, pues él conocía lo que hay en el hombre.

INTRODUCCIÓN

Después de la narración de la expulsión de los mercaderes del Templo, Juan nos da un resumen de parte de la actividad de Jesús. Sin duda alguna que predicaría y enseñaría en el templo; pero lo que le interesa a Juan comuni­carnos es el hecho de que Jesús obró muchas señales milagrosas que lleva­ron a los judíos a una cierta fe en su persona.

Pero Juan recalca dos cosas de capital importancia: la fe de aquellos judíos no era una fe sincera y de entrega; y se nos pone de manifiesto la infinita sa­biduría de Jesús que conoce el interior del corazón del hombre, y por eso, se nos dice, que no se podía fiar de ellos.

MEDITACIÓN.

1) Las señales milagrosas de Jesús.

Juan nos habla de que Jesús en aquella primera Pascua en Jerusalén realizó muchos prodigios, muchas señales que manifestaban su poder extraordinario y eran una confirmación de su misión de Mesías, de enviado del Padre. San Juan llama "señales" a los milagros de Jesús, porque todos ellos son cierta­mente señales auténticas para poder reconocer a Cristo como al Mesías, y son señales que siempre nos revelan algo de su personalidad y de su mensa­je. No es el milagro por el milagro; es el milagro como carta de presentación del Padre para que los que lo presencien se adhieran a su Hijo.

Sin embargo, sabemos que los mismos milagros pueden endurecer más el co­razón del hombre, y en vez de ser un camino para la fe, ser un camino de perdición. Hay dos casos trágicos en los Evangelios. Los fariseos, los maes­tros de la Ley, los sacerdotes, reconocen la realidad del milagro de la cura­ción del ciego de nacimiento (Cfr. Jn c.9), sin embargo la consecuencia que sacan es incrementar más el odio a Jesús y la determinación de terminar con él. Y la obcecación más grande de los judíos se da ante el hecho del milagro de la Resurrección de Lázaro. Las autoridades judías no dudan de reconocer el hecho extraordinario de la Resurrección de Lázaro. Pero la reacción será satánica. Hay que matar a Jesús, porque si sigue haciendo milagros todo el mundo se irá tras él. (Cfr. Jn 11, 45-54)

Hasta dónde puede llegar un corazón lleno de prejuicios y cerrado a la gracia de Dios.

2) Respuesta de los Judíos ante los milagros de Jesús.

San Juan nos describe una reacción favorable de los judíos lente la presencia de las señales milagrosas que Jesús realizó durante su permanencia en Jeru­salén en esta Primera Pascua. De hecho, esas "señales" movieron a mu­chos judíos a reconocer que en Cristo había unos poderes divinos extraordi­narios. Pero era una fe que se quedaba en la superficialidad del hecho mila­groso; no les llevaba a una verdadera fe teologal de plena adhesión y segui­miento a Cristo; no les llevaba a una fe que se transformase en conversión sincera de vida. Era más bien una fe superficial, ávida de manifestaciones extraordinarias, y que buscaba sólo el provecho y beneficio material.

3) "Jesús no se fiaba de ellos".

Se nos dice que Jesús, que penetra en el corazón del hombre, que conoce todo lo que hay en el interior de cada hombre, no se fiaba de aquellos judíos que manifestaban una cierta fe en él.

Maravillosa sentencia que nos revela el poder divino de Cristo de penetrar en lo más profundo del corazón del hombre. Sólo El, por ser Dios, puede cono­cer lo que hay de verdadero en el corazón de cada uno.

El conocimiento que tiene Jesús del interior del hombre es una prueba de su divinidad. Y así, por ejemplo, lo reconocieron Natanael y la Samaritana que le confesaron como Mesías, rendidos ante la evidencia del poder sobrenatu­ral que Jesucristo mostraba al conocer lo más íntimo de su corazón. (Cfr. Jn 1,49; 4,29)

Cada uno de nosotros deberíamos hacer un análisis profundo de nuestra fe, y preguntarnos si es una fe plenamente sincera, eficaz, fe de conversión y de obras, fe de seguimiento total al Señor; en definitiva, si es una fe de la que se pueda fiar el Señor.

Lo único que debe interesar al hombre, no es lo que los demás puedan pen­sar de él, sino solamente lo que Jesucristo piensa de él. Felices de nosotros, si el Señor puede hacernos la confidencia de que se fía de nosotros.

Más adelante analizaremos otros varios textos en los cuales se nos vuelve a enseñar que el Señor conocía y penetraba en los pensamientos de los hom­bres, y que por eso nadie le podía engañar. Infinita Sabiduría de Jesucristo, estímulo y consuelo para toda nuestra vida de sinceridad con el Señor.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.





 

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