36. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Amor a los enemigos - Sed perfectos


 P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


B. SERMÓN DE LA MONTAÑA

36.- AMOR A LOS ENEMIGOS - SED PERFECTOS

TEXTOS.

Mateo 5, 43-48

"Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persi­guen, para que seáis hijos de vuestro Padre Celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo, también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vo­sotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre Celestial".

Lucas 6, 27-28.32-36

"Pero yo os digo a los que me escucháis: amad a vuestros enemigos, ha­ced bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, rogad por los que os maltratan.

Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecado­res hacen otro tanto. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto!

Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspon­diente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio: y vuestra recompensa será grande y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos. Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso".


INTRODUCCIÓN

El Señor comienza diciendo: "Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemi­go" y dice esta sentencia como enseñanza dada a los antiguos. La primera parte: "Amarás a tu prójimo" la encontramos en el Lev. 19,18; pero la se­gunda parte no la encontramos en la Biblia. Las palabras de Jesús aluden a una interpretación generalizada entre los rabinos de su época, los cuales entendían por "prójimo" exclusivamente a los del pueblo de Israel, mien­tras que los paganos, los otros pueblos eran considerados enemigos.

El Señor corrige esta interpretación falsa de la ley y nos quiere enseñar que "prójimo" es cualquier hombre. (Cfr. la parábola del buen samaritano, Lc 10,23-37)


MEDITACIÓN

1) "Amad a vuestros enemigos"

El Señor llega a establecer que el cristiano no tiene enemigos personales. Su único verdadero enemigo es el pecado pero no el pecador. Ejemplo de pisto en la Cruz y ejemplo constante de Cristo con todos los pecadores.

"Amad a vuestros enemigos".

No se trata de un amor afectivo, emocional, sensible. Los sentimientos no entran bajo el dominio del hombre, y es imposible forzar los sentimientos de manera que sensiblemente sintamos cariño, ternura, emoción afectiva hacia los enemigos. De lo que se trata es de un amor efectivo que se basa en un amor apreciativo y en un amor de voluntad.

Se trata de un amor efectivo de obras: rogad por los que os maltratan, ha­cer el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, prestad sin esperar recompensas, etc.

Y este amor efectivo se basa en lo que llamamos amor apreciativo y volitivo. Implícitamente Cristo nos está dando la razón de este amor apreciativo. Todos son llamados hijos de Dios. Dios ama también a sus hi­jos pecadores y cuida de ellos; y sabemos que Jesucristo murió por todos los hombres, por los pecadores. Cada persona, cada ser humano tiene la dignidad de ser hijo de Dios, y de tal manera es valorado por Dios que Je­sucristo va a su Pasión y a su Muerte para redimirlo. Y consiguientemente, el comportamiento de cualquier cristiano que tenga fe profunda en la dignidad y valor de cada persona, por ser ella hija de Dios, redimida por Cristo y con un destino de vida eterna, es el de amar a todos, sin excepción, aunque sean sus enemigos. Sólo con gran hipocresía po­dríamos decir que amamos a Dios, que amamos al Señor, si odiamos a los otros hijos de Dios, a los otros redimidos por Cristo.

Y ese amor apreciativo se manifestará en un amor de voluntad, de querer eficazmente el bien para ellos, para los enemigos, y de obrar y trabajar por el bien de ellos.

Y el premio que promete Cristo está en consonancia con todo lo que aca­bamos de explicar. Nos dice que el premio será grande; y la grandeza de ese premio consistirá en que "así serán hijos de su Padre Dios que está en los cielos, que hace brillar el sol sobre buenos y malos y hace caer la lluvia sobre justos y pecadores".

Por eso, el amor al prójimo, incluido el enemigo, será el distin­ti­vo del cristiano, como nos enseñará Cristo al darnos al final de su vida el manda­miento nuevo del amor. (Cfr. Jn 13,35-36)

2) "Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre Celestial" (Mt)

"Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso" (Lc)

Con estas exhortaciones termina Jesús su enseñanza sobre el amor a los enemigos.

Notamos una diferencia entre San Mateo y San Lucas: el primero nos dice en general la recomendación de Cristo a ser 'perfectos"; el segundo concretiza esa perfección en la misericordia: "sed misericordiosos" La ma­yoría de autores cree que la exhortación "sed perfectos" se refiere no sólo al precepto de la caridad, del amor a los enemigos; sino que es una exhor­tación general de Cristo a buscar la perfección cristiana en todos sus as­pectos; de manera especial se estaría refiriendo Cristo a todas las enseñan­zas que nos ha transmitido en esta primera parte del Sermón del Monte. Que cumplamos con toda perfección las bienaventuranzas, nuestra misión de ser sal de la tierra y luz del mundo, y las demás exigencias que ha ido explicando al ir perfeccionando los mandamientos del Decálogo.

Y es claro que en esta exhortación se trata más bien de una comparación, no de igualdad. Es completamente imposible que el hombre llegue a la perfección de Dios; se trata de una comparación de similitud: a imitación de Dios. Es decir, que procuremos imitar en lo posible el comportamiento de Dios, perfecto en todas sus acciones y manera de actuar.

Esta sentencia ha tenido siempre un valor muy grande en la predicación de la Iglesia. Es una de las sentencias de Cristo que fundamenta la doctrina que siempre ha defendido la Iglesia y que de una manera muy particular nos declara en el Concilio Vaticano II: La vocación a la santidad de todos los cristianos. Todos los cristianos, por el hecho de estar consagrados como Hijos de Dios y justificados con la gracia del Espíritu Santo, esta­mos llamados a tender a la perfección de la santidad. Esta vocación no queda reducida al grupo de los sacerdotes o de las almas consagradas en la vida religiosa, sino que se extiende a todos aquellos que viven su voca­ción cristiana dentro del matrimonio o en cualquier otra situación. La per­fección, la santidad, es meta a la que deben tender todos los cristianos.

San Lucas, en cambio, al decirnos "sed misericordiosos como es vuestro Padre del cielo" concretiza un aspecto de la perfección de Dios: su infinita misericordia con los hombres, con los pecadores. Su caridad infinita que extiende a todos los hombres, incluso a aquellos que reniegan de él.

Evidentemente, que imitando a Dios en su infinita bondad y caridad y misericordia, estamos cumpliendo con lo más difícil de la Ley de Dios. No olvidemos que San Pablo nos dice que "La plenitud de la Ley está en la caridad" (Rom 13,10)

Ambas exhortaciones, ciertamente, constituyen un llamado a la perfección y a la santidad, aunque tengan sus matices diferentes.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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