P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita
Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones
Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo
II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA
(Mayo 28 - Mayo 29)
B. SERMÓN DE LA MONTAÑA
27.- LAS
BIENAVENTURANZAS: lª PARTE
TEXTOS
Mateo 5, 1-6:
Viendo a la
muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y
tomando la palabra, les enseñaba diciendo:
"Bienaventurados
los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados
los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los
que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen
hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados".
Lucas 6, 17-21:
Bajando con ellos
se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y
gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región
costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus
enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos, quedaban
curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que
sanaba a todos. Alzando los ojos hacia sus discípulos dijo:
"Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.
Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados.
Bienaventurados
los que lloráis ahora, porque reiréis".
INTRODUCCIÓN
El Sermón del
Monte se considera como la Carta Magna del Cristianismo y el Código Moral más
perfecto que hayan recibido los hombres. No hay doctrina más sublime, ni
doctrina que abarque con tanta profundidad nuestras relaciones con Dios y con el
prójimo. Todo él es el camino que nos traza Cristo, si querernos construir una
sociedad justa y una sociedad basada en la solidaridad, en la paz y en el amor.
Antes de entrar a
la explicación del Sermón del Monte, queremos aclarar algunas dificultades que
suelen suscitarse. La mayoría de autores creen que no fue un sermón pronunciado
por el señor de una sola vez. Es propio de San Mateo dividir su evangelio en
capítulos que recogen las principales enseñanzas del Señor, aunque hayan sido
pronunciadas en diversas ocasiones, y en capítulos que más bien nos describen
los milagros que hacía con infinita misericordia, para bien de los más pobres y
enfermos y también para confirmar su doctrina.
Y esta
interpretación parece confirmarse, porque muchas de las enseñanzas que pone
aquí Mateo, las encontramos esparcidas en los otros evangelios en diversos
contextos. Pero lo transcendental es que todas son enseñanzas de Cristo,
Verdad Divina y Luz del mundo.
Y en cuanto al
contexto de la primera parte del Sermón del Monte, parece que es San Lucas
quien nos da la versión más probable. Mateo omite la elección de los Doce, que
prefiere colocarla como introducción a las instrucciones apostólicas que iba a
predicarles, en su capítulo 10.
Lucas nos habla de
que Cristo salió hacia un monte para hacer oración y que allí pasó toda la
noche orando. A la mañana siguiente, reunió a sus discípulos y escogió a Doce
para que fueran sus Apóstoles. Luego bajó con ellos y en alguna parte más llana
del mismo monte, probablemente, ya casi en la falda del mismo monte, se
encontró con gran multitud de gente que venía a su encuentro. Es entonces,
cuando comenzó a predicarles. Era gente pobre, humilde, sencilla, pero con un
corazón generoso y con gran fe en el Señor. A ellos de manera especial, y por
supuesto, a sus discípulos y apóstoles, se dirige Cristo y da comienzo al
Sermón de las Bienaventuranzas.
Podría extrañar el
que se encontrase en aquella ocasión una "gran muchedumbre del
pueblo". Ya conocemos la aceptación que tenía Cristo en los comienzos de
su predicación y las multitudes que le seguían. San Mateo, justo inmediatamente
antes de la exposición del Sermón del Monte, escribe: "Recorría Jesús
toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva y sanando
toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Su fama llegó a toda Siria; y le
traían todos los pacientes aquejados de enfermedades y sufrimientos diversos, endemoniados,
lunáticos y paralíticos, y los sanó. Y le siguió una gran muchedumbre de Galilea,
Decápolis, Jerusalén y Judea, y del otro lado del Jordán". (Mt 4, 23-25).
Pasajes muy parecidos a éste ya los hemos comentado en meditaciones anteriores.
(Cfr. med. 17 y 19)
Son muchas las meditaciones que tenemos que
dedicar al Sermón del Monte. En esta primera, nos ceñiremos a las Bienaventuranzas,
y no todas, sino a las que son comunes a Mateo y Lucas, aunque tengan sus matices
diferentes.
MEDITACIÓN
1) Introducción de Juan Pablo II al Sermón de las
Bienaventuranzas en su alocución a los jóvenes del Perú (2 Feb. 1985)
"Acabamos de
escuchar uno de los pasajes del Evangelio que más ha conmovido al mundo a lo
largo de los siglos: las ocho Bienaventuranzas del Sermón de la montaña. Con
expresivas palabras se refirió el Papa Pablo VI a este pasaje, presentándolo
como uno de los textos más sorprendentes y más positivamente revolucionarios:
¿Quién se habría atrevido en el curso de la historia proclamar felices a los
pobres de espíritu, a los afligidos, a los mansos, a los hambrientos, a los
sedientos de justicia, a los misericordiosos, a los puros de corazón, a los
artífices de la paz, a los perseguidos, a los insultados...?
Aquellas palabras,
sembradas en una sociedad basada en la fuerza, en el poder, en la riqueza, en
la violencia, en el atropello, podían interpretarse como un programa de vileza
y abulia, indignas del hombre; y en cambio eran proclamas de una nueva
civilización del amor (Homilía de Pablo VI en la Misa del 29 de enero 1978).
Queridos amigos: el programa evangélico de las Bienaventuranzas es transcendental
para la vida del cristiano y para la trayectoria de todos los hombres.
Para los jóvenes
es sencillamente un programa fascinante. Bien se puede decir que quien ha
comprendido y se pone a practicar las ocho Bienaventuranzas propuestas por Jesús,
ha comprendido y puede hacer realidad todo el Evangelio. En efecto, para
sintonizar plena y certeramente con las Bienaventuranzas, hay que captar en
todas sus dimensiones las esencias del mensaje de Cristo hay que aceptar sin reserva
alguna el Evangelio"
Creemos que estas
palabras de Pablo VI y Juan Pablo II son ya un comentario bien profundo sobre
el sentido de las Bienaventuranzas.
2) "Bienaventurados"
Esta palabra
significa lo mismo que "felices", y la palabra "feliz" y
"felicidad" son palabras que están inscritas indeleblemente en el
corazón de todos los hombres. Todos desean la felicidad y este deseo no es una
señal de egoísmo; es una prueba de que Dios ha depositado en el corazón de cada
ser humano un destello de su infinitud, de su gloria de su bienaventuranza
eterna, en la que todos estamos llamados a participar. Y Jesús quiere esta
felicidad para todos los hombres, y por eso viene al mundo, se encarna y muere
en la cruz, para llevarnos a la gloria y bienaventuranza del padre.
Ocho veces resonarán
en este sermón la palabra "felices", "Bienaventurados". El
problema radica en que el hombre busca su felicidad por caminos equivocados,
centrados en un egoísmo idolátrico, y esos caminos desembocan en la tragedia
del individuo y en la construcción de una sociedad injusta, donde prevalece el
odio, la envidia, la miseria y toda clase de desgracias. Es Cristo quien nos
indica los verdaderos caminos de la felicidad en estas bienaventuranzas que
proclama.
3) "Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos" (Mt)
"Bienaventurados los pobres, porque vuestro
es el Reino de Dios"(Lc)
Como vemos, la
formulación de esta primera bienaventuranza es distinta en Mateo y Lucas. Lucas
dice "pobres" sin especificar "pobres de espíritu".
"Los
pobres" hay que entenderlo, interpretarlo en la perspectiva del Antiguo
Testamento. Son los "anawim" del Antiguo Testamento, que carentes de
bienes, de riquezas, son despreciados y marginados en la sociedad; pero, al
mismo tiempo, estos "anawim", se caracterizan en el Antiguo
testamento por ser hombres religiosos, piadosos, que aceptan su situación y
ponen en Dios su confianza. Se caracterizan por su humildad y piedad.
Por supuesto, que
el Señor no se refiere a la pobreza extrema de miseria y hambre. El Señor
rechaza esa situación que va en contra de todos los derechos y dignidad del
hombre.
San Mateo se
refiere también a esos hombres de Yahvé "anawim" del Antiguo
Testamento, pero ha querido ampliar el sentido de la bienaventuranza a aquellos
que, aún teniendo bienes materiales, viven en una actitud de profunda humildad
ante Dios, de un gran desprendimiento de los bienes materiales, de gran
austeridad en el uso de esos mismos bienes, y de una sincera caridad en la
ayuda material a los necesitados.
El premio que se
promete a estos "pobres" es el Reino de Dios.
Por "Reino de
Dios" hay que entender todos los bienes mesiánicos, los ofrecidos aquí en
la tierra y los ofrecidos en la vida eterna. Bienes de fe, esperanza y
caridad; bienes de filiación divina, de oración y trato íntimo con el Señor,
bienes de paz y consuelo basados en la confianza en la Providencia de Dios; y
los bienes prometidos de la gloria eterna.
4) "Bienaventurados los mansos"
Esta
bienaventuranza la trae sólo San Mateo. En general se suele interpretar la virtud
de la mansedumbre como la virtud de la paciencia: "Bienaventurados los
pacientes". Y podríamos referir esta bienaventuranza a aquellos que saben
dominar y controlar los ímpetus de la ira y de la violencia, los que llevan en
paciencia las contrariedades cotidianas de la vida, los que saben sufrir
pacientemente los defectos y limitaciones del prójimo y ser comprensivos con
todos ellos.
Pero algunos
autores creen que aquí la virtud de la "mansedumbre" se refiere a
una virtud heroica, opuesta a la venganza, y que consiste en saber
"devolver bien por mal". Son bienaventurados aquellos que ante las
ofensas que puedan recibir, están siempre dispuestos a corresponder, no sólo
con el perdón, sino con la prestación de un bien, de un beneficio: es doctrina
que el Señor expondrá en otras oportunidades.
El premio que se
les ofrece es "poseerán en herencia la tierra". El sentido literal de
la promesa es claro. Por "tierra" se entiende "la tierra
prometida" que significa el cielo. Ese es el lugar prometido para todos
los cristianos, la verdadera patria a la que todos somos llamados.
Los Santos Padres,
en una interpretación acomodaticia, consideran que esa "tierra" puede
referirse también al "corazón de los hombres". Es decir, que el hombre
manso, paciente, el que sabe devolver bien por mal, acabará por conquistar el
corazón de los hombres, atraerá hacia sí la benevolencia y el aprecio de los demás.
5) "Bienaventurados los que lloran, porque
ellos serán consolados " (Mt)
"Bienaventurados los que lloráis ahora,
porque reiréis" (Lc)
Las lágrimas son
signo de dolor, de sufrimiento. En la bienaventuranza no se puede tratar de
cualquier dolor y de cualquier sufrimiento.
Un dolor y un
sufrimiento que provenga del egoísmo, de las pasiones, de los pecados y de sus
consecuencias, no entran en esta bienaventuranza.
La bienaventuranza
se refiere a los que lloran, es decir a los que sufren por cualquier
circunstancia adversa. Puede identificarse con la primera bienaventuranza de
los pobres de Yahvé, y quizá así lo entienda Lucas, pero su sentido es mucho
más profundo.
Son
bienaventurados los que hacen de sus dolores y sufrimientos una oblación a Dios
unida al sacrificio de Cristo. Son bienaventurados los que viven en una actitud
de sacrificio por amor al prójimo. Son bienaventurados los que lloran con
profundo arrepentimiento sus pecados.
El premio:
"Seréis consolados".
Es totalmente
cierto, y ésta es la experiencia de todos los que sufren con verdadero espíritu
cristiano, que aún en medio de sus dolores mantienen la paz y la serenidad
interior, acrecientan su fe y confianza en el Señor, e incluso sienten la
alegría de poder unir sus sufrimientos a los de Cristo y sentirse corredentores
con El.
Y "seréis
consolados" tiene su plenitud de realización después de la muerte, cuando
se cumpla la palabra del Señor: "Dios enjugará toda lágrima de sus
ojos". (Apoc. 21,4)
6) "Bienaventurados los que tienen hambre y
sed de justicia, por que ellos serán saciados" (Mt)
"Bienaventurados los que tenéis hambre
ahora, porque seréis saciados". (Lc)
Los autores creen
que la bienaventuranza, tal como la expresa Lucas, es una repetición, una vez
más, de la misma primera y segunda bienaventuranza. Las tres se refieren
exclusivamente a los "anawim" o pobres de Yahvé en su situación real
de pobreza, sufrimiento y hambre.
San Mateo,
teniendo en cuenta a esos "Pobres de Yahvé", sin embargo, su enseñanza
va más allá. En su bienaventuranza nos habla de "hambre y sed de
justicia".
En la Biblia la
palabra "justicia" tiene siempre un sentido religioso. En el
Evangelio se nos dice de José que era "hombre justo" (Mt 1,19), es
decir piadoso, servidor fiel, cumplidor de la voluntad de Dios. Este sentido
tiene en otros textos del Antiguo Testamento (Cfr. Gen 7,1; 18, 23-32; Ez.
18,5ss; Prov. 12.10). Otras veces significa bueno, caritativo con el prójimo
(Tob. 7,6; 9,6).
Quien se esfuerza
en cumplir en todo la voluntad de Dios, ése es justo, ése es santo. La
bienaventuranza se refiere a los que tienen hambre y sed de esta justicia, de
esta santidad. No se trata de un deseo vago e ineficaz, sino de un deseo
sincero y eficaz por vivir en esa total sumisión a la voluntad de Dios.
El premio es
"serán saciados". Llegarán a la plenitud de la unión con Dios, a la
intimidad con El, que llenará todas las ansias del corazón humano.
Felices
verdaderamente los que siguen estos caminos del Señor. Su palabra es infalible.
Todas sus promesas se cumplen. Quien intente vivir estas bienaventuranzas
sentirá siempre alegría y felicidad sobrenatural, alegría y felicidad que supera cualquier
otra alegría y felicidad terrena. De nosotros depende vivir ya en la tierra el
comienzo de la bienaventuranza eterna.
Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.
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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.
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