En Septiembre se recomienda la lectura, el estudio y la difusión de las Sagradas Escrituras, como también a practicar su lectura orante, por ello compartimos nuestras publicaciones sobre estos temas. Acceda AQUÍ.
El primero: el servidor de todos
P. Adolfo Franco, jesuita.
DOMINGO XXV
del Tiempo Ordinario.
Marcos 9, 30-37
Salieron de allí y fueron caminando por Galilea. Él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; lo matarán, mas a los tres días de haber muerto resucitará.» Pero ellos, que no entendían sus palabras, tenían miedo de preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?» Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.» Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que acoja a un niño como éste en mi nombre, a mí me acoge; y el que me acoja a mí, no me acoge a mí, sino a Aquel que me ha enviado.»
Palabra del Señor.
La competitividad nos lleva con frecuencia al barranco del orgullo.
En esta lección del Evangelio hay un contraste entre Jesús que está hablando de su voluntad de entrega total, que se llevará a cabo por la traición de Judas y la crucifixión que va a padecer, y los apóstoles que están frívolamente pensando en quién es el más importante de los doce.
Y Jesús, al darse cuenta de esta mezquindad de sus propios apóstoles, va al problema de fondo: en qué consiste la verdadera importancia; la verdadera importancia consiste en el servicio desinteresado, sin condiciones, y en favor de los más pequeños. Puede parecer una afirmación poco realista decir que en eso está la verdadera importancia; pero se ve claro si nos acordamos de la “importancia” que han tenido para el mundo tantos aparente débiles como los mismos apóstoles, e infinidad de cristianos, cuya vida fue precisamente un servicio a los más insignificantes, a los encarcelados, a los abandonados en las calles, a los enfermos incurables, a los pueblos más alejados y olvidados. Y ahí admiramos una vida que es de verdad importante.
Desde luego que el deseo de destacar, es una actitud permanente en el ser humano, deseo de ser importante, y de ser el más importante. Y depende de cuál es el objetivo que uno se traza, y en el cual quiere destacar. Buscamos ávidamente la fama, el sobresalir, los aplausos, la alabanza que nos puedan dar los demás. Y todo esto pone de manifiesto nuestra forma de entender y de apreciar la vida.
Hay quienes buscan la importancia de su propia vida, fuera de sí mismos. Yo me considero importante en la medida en que estoy en una larga fila, y, al mirar atrás, veo que hay muchos detrás de mí. Mientras haya otros con los cuales compararme y frente a los cuales sentirme superior, me siento contento. Pero así no me contento por lo que soy yo, sino porque otros son (o yo pienso que son) inferiores a mí. Es una importancia superficial, accidental: no me valoro y acepto por lo que yo soy, sino porque hay otros que yo pienso que son o valen menos que yo. Y en ese sentido me peleo para estar entre los primeros de la fila. Es una forma superficial de valorarse.
Otros se sienten contentos cuando los demás le proporcionan aplausos de una u otra forma. Hay personas que viven pendientes de los aplausos, de lo que los demás dicen de él: la fama, que al fin y al cabo es algo exterior a uno, es lo que les proporciona seguridad. Y a muchos no les importa si para obtener el aplauso, adquieren poses teatrales, porque actúan en función de lo que los demás van a aplaudir. Esa persona termina siendo esclavo de la fama, y subordinado al qué dirán los demás; son héroes, pero héroes de papel. Porque la fama, los elogios, son algo completamente exterior e inconsistente. Uno es y vale por lo que es, no por lo que los demás dicen de nosotros.
¿Por qué una persona es importante? A veces juzgamos de nuestra vida por los oficios que desempeñamos. Y evidentemente que hay trabajos que suponen unas cualidades especiales. Pero no siempre acceden a ellos los más capacitados. Y a veces nos importa más el título que el servicio y la responsabilidad. Hay a quienes les llena la vida tener una tarjeta de visita en que figure: "fulano de tal, GERENTE"; aunque sea gerente de un negocio insignificante, en que el único trabajador es él mismo, el pretendido gerente. ¡Qué ridículas son algunas poses importantes! (¡cómo se han multiplicado hoy día los títulos de “ingeniero”, “doctor”, “licenciado”, “gerente”!).
Todas estas formas de entender la importancia suponen una falta de verdaderos valores, proceden de no dirigir los esfuerzos de nuestra vida hacia donde deben encaminarse. La persona que percibe con paz y con claridad lo que realmente vale le pena, y procura poner su persona al servicio de sus hermanos, a través de los distintos trabajos que puede hacer en la vida, ése es de verdad importante, aunque nunca se mire al espejo como Narciso para ver y gozarse de lo bello y de lo importante que es. Lo importante está dentro de la persona, y no fuera de ella; lo importante es gastar la vida en el servicio.
Además Jesús, el modelo, el de verdad “más importante” nos da la la gran lección al entregarse sin límites ni condiciones, al vivir al servicio de los hermanos, hasta el punto de, a veces, no tener ni tiempo para comer. En eso consiste la “importancia” cristiana.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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Catequesis sobre los mandamientos, 9: Honra a tu padre y a tu madre
PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles, 19 de septiembre de 2018
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el viaje al interior de las Diez palabras llegamos hoy al mandamiento sobre el padre y la madre. Se habla del honor debido a los padres. ¿Qué es este «honor»? El término hebreo indica la gloria, el valor, literalmente el «peso», la consistencia de una realidad. No es cuestión de formas exteriores sino de verdad. Honrar a Dios, en las Escrituras, quiere decir reconocer su realidad, hacer las cuentas con su presencia; eso se expresa también con los ritos, pero implica sobre todo dar a Dios el justo puesto en la existencia. Honrar al padre y a la madre quiere decir de todos modos reconocer su importancia también con hechos concretos, que expresen dedicación, efecto y cuidado. Pero no se trata solo de esto.
La Cuarta Palabra tiene una característica suya: es el mandamiento que contiene un resultado. Dice, de hecho: «Honra a tu padre y a tu madre, como te lo ha mandado Yahveh tu Dios, para que se prolonguen tus días y seas feliz en el suelo que Yahveh tu Dios te da» (Deuteronomio 5, 16). Honrar a los padres lleva a una larga vida feliz. La palabra «felicidad» en el Decálogo aparece solo ligada a la relación con los padres.
Esta sabiduría plurimilenaria declara lo que las ciencias humanas han sabido elaborar solo desde hace poco más de un siglo: que la huella de la infancia marca toda la vida. Puede ser fácil, a menudo, entender si alguno ha crecido en un ambiente sano y equilibrado. Pero igualmente percibir si una persona viene de experiencias de abandono o de violencia. Nuestra infancia es un poco como una tinta indeleble, se expresa en los justos, en los modos de ser, incluso si algunos intentan esconder las heridas de los propios orígenes.
Pero el cuarto mandamiento dice más todavía. No habla de la bondad de los padres, no pide que los padres y las madres sean perfectos. Habla de un acto de los hijos, prescindiendo de los méritos de los padres, y dice una cosa extraordinaria y liberadora: incluso si no todos los padres son buenos y no todas las infancias son serenas, todos los hijos pueden ser felices, porque alcanzar una vida plena y feliz depende del reconocimiento justo hacia quien nos ha puesto en el mundo.
Pensemos en lo constructiva que puede ser esta Palabra para muchos jóvenes que vienen de historias de dolor y para todos aquellos que han sufrido en la propia juventud. Muchos santos —y muchísimos cristianos— después de una infancia dolorosa han vivido una vida luminosa, porque, gracias a Jesucristo, se han reconciliado con la vida. Pensemos en aquel joven, hoy beato, y el próximo mes santo, Sulprizio, que con 19 años terminó su vida reconciliado con tantos dolores, tantas cosas, porque su corazón estaba sereno y nunca había renegado de sus padres. Pensemos en san Camilo de Lelis, que desde una infancia desordenada construyó una vida de amor y de servicio; en santa Josefina Bakhita, crecida en una horrible esclavitud; o en el beato Carlo Gnocchi, huérfano y pobre; y en el propio san Juan Pablo II, marcado por la pérdida de la madre a una tierna edad.
El hombre, de cualquier historia que proceda, recibe de este mandamiento la orientación que conduce a Cristo: en Él, de hecho, se manifiesta el verdadero padre, que nos ofrece «nacer de lo alto» (cf. Juan 3, 3-8). Los enigmas de nuestras vidas se iluminan cuando se descubre que Dios desde siempre nos prepara para una vida de hijos suyos, donde cada acto es una misión recibida por Él.
Nuestras heridas empiezan a ser potencialidades cuando por gracia descubrimos que el verdadero enigma ya no es «¿por qué?», sino «¿por quién?», por quién me ha sucedido esto ¿En vista de qué obra Dios me ha forjado a través de mi historia? Aquí todo se vierte, todo resulta valioso, todo se convierte en constructivo. Mi experiencia, aunque triste y dolorosa, a la luz del amor, ¿cómo se convierte para los demás, para quién, en fuente de salvación? Entonces podemos empezar a honrar a nuestros padres con libertad de hijos adultos y con misericordiosa acogida de sus límites. Honrar a los padres: ¡nos han dado la vida! Si tú estás lejos de tus padres, haz un esfuerzo y vuelve, vuelve a ellos; tal vez son viejos... Te han dado la vida. Y después, entre nosotros está la costumbre de decir cosas feas, incluso palabrotas... Por favor, nunca, nunca, nunca insultéis a los padres de los demás. ¡Nunca! Nunca se insulta a la madre, nunca insultéis al padre. ¡Nunca! ¡Nunca! Tomad vosotros mismos esta decisión interior: desde hoy en adelante nunca insultaré a la madre o al padre de nadie. ¡Le han dado la vida! No deben ser insultados.
Esta vida maravillosa se nos ha ofrecido, no impuesto: renacer en Cristo es una gracia a acoger libremente (cf. Juan 1, 11-13), y es el tesoro de nuestro Bautismo, en el que, por obra del Espíritu Santo, uno solo es el Padre nuestro, el del cielo (cf. Mateo 23, 9; 1 Corintios 8, 6; Efesios 4, 6). ¡Gracias!
Tomado de:
http://w2.vatican.va
Catequesis sobre los mandamientos: 8. El día de descanso, profecía de liberación
PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles, 12 de septiembre de 2018
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la catequesis de hoy volvemos de nuevo sobre el tercer mandamiento, el del día de descanso. El Decálogo, promulgado en el libro del Éxodo se repite en el libro del Deuteronomio de modo casi idéntico, a excepción de esta Tercera Palabra, donde aparece una preciosa diferencia: mientras que en el Éxodo el motivo del descanso es la bendición de la creación, en el Deuteronomio, en cambio, ese conmemora el final de la esclavitud. En este día el esclavo debe descansar como el patrón, para celebrar la memoria de la Pascua de liberación.
Los esclavos, de hecho, por definición no pueden descansar. Pero existen tantos tipos de esclavitud, tanto exterior como interior. Están las constricciones externas como las opresiones, las vidas secuestradas por la violencia y por otros tipos de injusticia. Existen después las prisiones interiores, que son, por ejemplo, los bloqueos psicológicos, los complejos, los límites del carácter y otros. ¿Existe descanso en estas condiciones? ¿Un hombre recluido u oprimido puede permanecer de todos modos libre? ¿Y una persona atormentada por dificultades interiores puede ser libre? Efectivamente, hay personas que, aunque en la cárcel, viven en una gran libertad de ánimo. Pensemos, por ejemplo en San Maximiliano Kolbe, o en el cardenal Van Thuan, que transformaron las oscuras opresiones en lugares de luz. Como también hay personas marcadas por grandes fragilidades interiores que conocen el reposo de la misericordia y lo saben transmitir. La misericordia de Dios nos libera. Y cuando tú te encuentras con la misericordia de Dios, tienes una libertad interior grande y eres también capaz de transmitirla. Por eso es muy importante abrirse a la misericordia de Dios para no ser esclavos de nosotros mismos.
¿Qué es, por lo tanto, la verdadera libertad? ¿Consiste tal vez en la libertad de elección? Ciertamente esta es una parte de la libertad y nos comprometemos para que se asegure a cada hombre y mujer (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Cost. past. Gaudium et spes, 73). Pero sabemos bien que poder hacer aquello que se desea no basta para ser verdaderamente libres y ni siquiera felices. La verdadera libertad es mucho más. De hecho, hay una esclavitud que encadena más que una prisión, más que una crisis de pánico, más que una imposición de cualquier género: es la esclavitud del propio ego. Esa gente que todo el día se refleja para ver el ego. Y el propio ego tiene una estatura más alta que el propio cuerpo. Son esclavos del ego. El ego se puede convertir en un verdugo que tortura al hombre donde esté y le procura la más profunda opresión, la que se llama «pecado», que no banal violación de un código, sino un fracaso de la existencia y condición de esclavos (cf. Juan 8, 34). El pecado es, al final, decir y hacer ego. «Yo quiero hacer esto y no me importa si hay un límite, si hay un mandamiento, ni siquiera me importa si hay amor».
El ego, por ejemplo, pensemos en las pasiones humanas: el goloso, el lujurioso, el avaro, el iracundo, el envidioso, el perezoso, el soberbio —y etcétera— son esclavos de sus vicios, que los tiranizan y los atormentan. No hay tregua para el goloso, porque la gula es la hipocresía del estómago, que está lleno y nos hace creer que está vacío. El estómago hipócrita nos hace golosos. Somos esclavos de un estómago hipócrita. No hay tregua para el goloso y el lujurioso que debe vivir de placer; el ansia de posesión destruye al avaro, siempre acumulando dinero, haciendo daño a los demás; el fuego de la ira y la carcoma de la envidia arruinan las relaciones. Los escritores dicen que la envidia hace que el cuerpo y el alma se pongan amarillos, como cuando una persona tiene hepatitis: se pone amarilla. Los envidiosos tienen el alma amarilla, porque nunca pueden tener la frescura de la salud del alma. La envidia destruye. La pereza que esquiva toda fatiga nos hace incapaces de vivir; el egocentrismo —ese ego del que hablaba— soberbio excava un foso entre sí y los demás.
Queridos hermanos y hermanas, ¿quién es, por lo tanto, el verdadero esclavo? ¿Quién es aquel que no conoce el descanso? ¡Quien no es capaz de amar! Y todos estos vicios, estos pecados, este egoísmo nos alejan del amor y nos hacen incapaces de amar. Somos esclavos de nosotros mismos y no podemos amar, porque el amor es siempre hacia los demás.
El tercer mandamiento, que invita a celebrar en el descanso la liberación, para nosotros cristianos es profecía del Señor Jesús, que parte la esclavitud interior del pecado para hacer al hombre capaz de amar. El amor verdadero es la verdadera libertad: aparta de la posesión, reconstruye las relaciones, sabe acoger y valorar al prójimo, transforma en don alegre cada fatiga y hace capaces de comunión. El amor hace libres incluso en la cárcel, incluso si se está débiles y limitados.
Esta es la libertad que recibimos de nuestro Redentor, el Señor nuestro Jesucristo.
Tomado de:
http://w2.vatican.va
Catequesis sobre los mandamientos: 7. El día de descanso.
PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles, 5 de septiembre de 2018
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El viaje a través del Decálogo nos lleva hoy al mandamiento sobre el día de descanso. Parece un mandamiento fácil de cumplir, pero es una impresión equivocada. Descansar de verdad no es sencillo, porque hay descanso falso y descanso verdadero. ¿Cómo podemos reconocerlos?
La sociedad actual está sedienta de diversiones y vacaciones. La industria de la distracción es muy floreciente y la publicidad diseña el mundo ideal como un gran parque de juegos donde todos se divierten. El concepto de vida hoy dominante no tiene el centro de gravedad en la actividad y en el compromiso sino en la evasión. Ganar para divertirse, satisfacerse. La imagen-modelo es la de una persona de éxito que puede permitirse amplios y diversos espacios de placer. Pero esta mentalidad hace resbalar hacia la insatisfacción de una existencia anestesiada por la diversión que no es descanso, sino alienación y escape de la realidad. El hombre no ha descansado nunca tanto como hoy, ¡Sin embargo el hombre nunca ha experimentado tanto vacío como hoy! Las posibilidades de divertirse, de ir fuera, los cruceros, los viajes, muchas cosas no te dan la plenitud del corazón. Es más: no te dan el descanso.
Las palabras del Decálogo buscan y encuentran el corazón del problema, dando una luz diferente sobre qué es el descanso. El mandamiento tiene un elemento peculiar: da una motivación. El descanso en el nombre del Señor tiene un motivo preciso: «Pues en seis días hizo Yahveh el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo Yahveh el día del sábado y lo hizo sagrado» (Éxodo 20, 11).
Esto lleva al final de la creación, cuando Dios dice: «Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien» (Génesis 1, 31). Y entonces empieza el día del descanso, que es la alegría de Dios por lo que ha creado. Es el día de la contemplación y de la bendición.
¿Qué es por tanto el descanso según este mandamiento? Es el momento de la contemplación, es el momento de la alabanza, no de la evasión. Es el tiempo para mirar la realidad y decir: ¡qué bonita es la vida! Al descanso como fuga de la realidad, el Decálogo opone el descanso como bendición de la realidad. Para nosotros cristianos, el centro del día del Señor, el domingo, es la eucaristía, que significa «acción de gracias». Y el día para decir a Dios: gracias Señor por la vida, por tu misericordia, por todos tus dones. El domingo no es el día para cancelar los otros días sino para recordarlos, bendecirlo y hacer las paces con la vida. ¡Cuánta gente que tiene tanta posibilidad de divertirse, y no vive en paz con la vida! El domingo es el día para hacer las paces con la vida, diciendo: la vida es preciosa; no es fácil, a veces es dolorosa, pero es preciosa. Ser introducidos en el descanso auténtico es una obra de Dios en nosotros, pero requiere alejarse de la maldición y de su encanto (cfr. Exort. ap. Evangelii gaudium, 83). Doblar el corazón a la infelicidad, de hecho, subrayando motivos de descontento es facilísimo. La bendición y la alegría implican una apertura al bien que es un movimiento adulto del corazón. El bien es amoroso y no se impone nunca. Es elegido. La paz se elige, no se puede imponer y no se encuentra por casualidad. Alejándose de las llagas amargas de su corazón, el hombre necesita hacer las paces con eso de lo que huye. Es necesario reconciliarse con la propia historia, con los hechos que no se aceptan, con las partes difíciles de la propia existencia. Yo os pregunto: ¿cada uno de vosotros se ha reconciliado con la propia historia? Una pregunta para pensar: yo, ¿me he reconciliado con mi historia? La verdadera paz, de hecho, no es cambiar la propia historia sino acogerla, valorarla, así como ha ido. ¡Cuántas veces hemos encontrado cristianos enfermos que nos han consolado con una serenidad que no se encuentra en los que gozan de la vida y en los hedonistas! Y hemos visto personas humildes y pobres regocijarse por las pequeñas gracias con una felicidad que sabía a eternidad.
Dice el Señor en el Deuteronomio: «Te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia» (30, 19). Esta elección es el «fiat» de la Virgen María, es una apertura al Espíritu Santo que se pone tras las huellas de Cristo, aquel que se entrega al Padre en el momento más dramático y toma así el camino que lleva a la resurrección.
¿Cuándo se hace bella la vida? Cuando se empieza a pensar bien de ella, cualquiera que sea nuestra historia. Cuando se hace camino el don de una duda: eso que todo sea gracia, y ese santo pensamiento desmorona el muro interior de la insatisfacción inaugurando el descanso auténtico. La vida se vuelve bella cuando se abre el corazón a la providencia y se descubre verdadero lo que dice el Salmo: «En Dios sólo el descanso de mi alma» (62, 2). Es bella esta frase del Salmo: «En Dios sólo el descanso de mi alma».
Tomado de:
http://w2.vatican.va
Los Orígenes: El Génesis - Isaac y Jacob
P. Fernando Martínez Galdeano, S.J.
EL LIBRO DEL GÉNESIS
Continuación
Isaac y Jacob
(Capítulos 24 al 28,9)
Presintiendo el fin de su vida, Abraham se preocupó de buscar una buena mujer para Isaac, según la costumbre de la época. Eliecer, su criado de toda su confianza, se dirigió a Harán en busca de una buena esposa adecuada para el hijo de su señor. Vuelve con una nieta de Najor, hermano de Abraham, que se llamaba Rebeca y “la joven era muy hermosa” (24,16). Luego de verla, Isaac la tomó como esposa.
Abraham murió con una gran paz interior. Conforme a su expresa voluntad, le enterraron en su heredad de Hebrón, en el mismo campo junto a su esposa Sara. En este mismo lugar tan venerado reposarían más tarde los restos de su hijo Isaac y los de su nieto "Jacob. Incluso, hoy en. día, la dudad de Hebrón es centro de peregrinación de judíos, musulmanes y cristianos.
En la narración del Génesis, la figura de Isaac es una “promesa” y sirve de enlace entre Abraham y Jacob, los dos grandes y admirados personajes patriarcales. Rebeca da a luz a dos hijos gemelos, Esaú y Jacob. Pero el uno del otro son muy diferentes y aunque el padre tiene sus preferencias conforme a las tradiciones, por el mayor (Esaú), su mujer Rebeca prefiere al menor (Jacob). En este relato bíblico ambos hijos representan a dos pueblos muy antagónicos, Edom e Israel. En la Biblia aparecen numerosos conflictos entre los edomitas y los israelitas. La leyenda del trueque de la primogenitura por un plato de lentejas trata de justificar el derecho a la tierra por parte de los israelitas, que a su vuelta de Egipto liberados por Yavéh se encontraron con la oposición de los edomitas a su pretensión de pasar a través de sus tierras radicadas al Sur de Canaán (Nm 20,14-21).
Huyendo de la venganza y odios de su hermano Esaú, y en busca de una esposa de confianza no cananea, Jacob se pone en camino hacia Harán, la tierra de su familia, tal como hizo Eliecer para Isaac.
UNA TARDE (ISAAC) SALIÓ A PASEAR POR EL CAMPO, Y ALZANDO LA VISTA VIÓ ACERCARSE UNOS CAMELLOS. TAMBIÉN REBECA ALZÓ LA VISTA Y AL VER A ISAAC BAJÓ DEL CAMELLO, Y DIJO AL CRIADO: ¿QUIÉN ES AQUEL HOMBRE QUE VIENE EN DIRECCIÓN NUESTRA POR EL CAMPO? RESPONDIÓ EL CRIADO: ES MI AMO. Y ELLA TOMÓ EL VELO Y SE CUBRIÓ. EL CRIADO LE CONTÓ A ISAAC TODO LO QUE HABÍA HECHO. ISAAC LA METIÓ EN LA TIENDA DE SU MADRE SARA, LA TOMÓ POR ESPOSA; Y CON SU AMOR SE CONSOLÓ DE LA MUERTE DE SU MADRE.
(Gn 24.63-67)
La figura de Jacob
(Capítulos 28,10 al 36)
Jacob se pone en camino y sale de Bersebá (la residencia habitual de su padre Isaac) y se detiene cansado en Betel (“casa de Dios”). Allí tuvo el sueño de una escalera que unía el cielo con la tierra, es decir, tuvo conciencia que el Dios de sus padres estaba presente en esta tierra. “Al despertar, Jacob dijo: —Realmente, el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía” (28,16). Y Jacob hizo entonces una promesa: “Si Dios está conmigo, si me protege en este viaje (...) el Señor será mi Dios” (26,20-22).
En las tierras de Harán al norte, Jacob empezó a trabajar junto a su tío Labán, hermano de su madre Rebeca. Encuentra a la mujer de su vida, su prima Raquel, pero su tío un tanto socarrón le engaña con su otra hija, llamada Lía. El autor sagrado se recrea en presentar a esté Jacob ingenuo que purga su pasado pecado de engaño y fraude a costa de su hermano Esaú.
El caso es que Lía fue fecunda, y la bella y preferida Raquel era estéril. La primera dió a luz a seis hijos (Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón), y de la criada de su esposa Lía, llamada Zilpá, tuvo Jacob otros dos (Gad y Aser). Entonces Raquel que tenía envidia de su hermana, le ofreció a Jacob a su criada Balá, y de ésta nacieron otros dos hijos (Dan y Neftalí). Pero Dios al fin se compadeció de la hermosa Raquel y también ella pudo dar a luz a su primer hijo que le puso por nombre “José”.
Viéndose rodeado de una tan numerosa familia y prosperidad, Jacob se sintió protegido y bendecido por Dios; y con este ánimo decide regresar a su recordada tierra donde había tenido aquella su primera experiencia religiosa de la cercanía de Dios en su propia vida. “Yo estoy contigo. Te protegeré adonde quiera que vayas y haré que vuelvas a esta tierra” (28,15).
CASUALMENTE LLEGÓ A UN LUGAR Y SE QUEDÓ ALLÍ A PERNOCTAR, PORQUE YA SE HABÍA PUESTO EL SOL. COGIÓ DE ALLÍ MISMO UNA PIEDRA, SE LA COLOCÓ A GUISA DE ALMOHADA Y SE ECHÓ A DORMIR EN AQUEL LUGAR. Y TUVO UN SUEÑO. UNA ESCALINATA APOYADA EN LA TIERRA CON LA CIMA TOCABA EL CIELO. ÁNGELES DE DIOS SUBÍAN Y BAJABAN POR ELLA. EL SEÑOR ESTABA EN PIE SOBRE ELLA Y DIJO: YO SOY EL SEÑOR, EL DIOS DE TU PADRE ABRAHAM Y EL DIOS DE ISAAC. LA TIERRA, SOBRE LA QUE ESTÁS ACOSTADO, TE LA DARÉ A TÍ Y A TU DESCENDENCIA (...) YO ESTOY CONTIGO; YO TE GUARDARÉ DONDE QUIERA QUE VAYAS, Y TE VOLVERÉ A ESTA TIERRA Y NO TE ABANDONARÉ HASTA QUE CUMPLA LO QUE HE PROMETIDO. CUANDO JACOB DESPERTÓ DIJO: REALMENTE EL SEÑOR ESTÁ EN ESTE LUGAR, Y YO NO LO SABÍA (...) JACOB SE LEVANTÓ DE MADRUGADA, TOMÓ LA PIEDRA QUE LE HABÍA SERVIDO DE ALMOHADA, LA LEVANTÓ COMO ESTELA Y DERRAMÓ ACEITE POR ENCIMA. Y LLAMÓ AQUEL LUGAR “CASA DE DIOS”.
(Gn 28,11-19)
Sin decir nada a nadie, ni siquiera a su tío, Jacob trata de volver por la Transjordania a Canaán. Pero, antes de que llegara al Jordán, el enojado Labán y su gente le habían dado alcance. En vez de pelear, tío y sobrino llegan a un acuerdo de paz, y a pesar de que Labán no logra recuperar los “ídolos familiares” que le había despojado de su casa, su propia hija Raquel. (Según la costumbre, la posesión de estos ídolos daba derecho a ser el heredero principal). Jacob no conocía esta acción de su esposa, y al saberlo se enfadó al considerar que la posesión de aquellos ídolos era como una falta de respeto a su Dios (35,2).
En su camino hacia Canaán, como preparación a su esperado encuentro con su hermano Esaú, Jacob se volvió hacia Dios en oración. Le dio gracias por los beneficios recibidos y le solicitó su protección y ayuda, pues sentía una gran angustia y temor de su hermano (32,8-13).
Según una antigua tradición, durante la soledad de una noche muy oscura, Jacob luchó a brazo partido con un personaje poderoso. Fue una extraña experiencia en la cual reconoció que había visto el rostro de Dios. Y desde entonces su nombre fue cambiado por el de Israel (“Dios vence”). A juicio del autor bíblico este significado indicaría que Jacob habría de ser superior a los demás. El lugar de la pelea se llamó Penuel (“rostro de Dios”) (32,23-32). El cambio de nombre para un oriental, no se explica sino por el influjo de un poder y elección superior que procede de lo alto.
A continuación, se narra en el cap. 33, su esperado y tan temido encuentro con su hermano Esaú. Jacob (Israel) se postró siete veces y recibió la certidumbre de su perdón. Luego, en su continuada marcha hacia Hebrón, donde aún vivía su padre Isaac, murió su hermosa y amada esposa Raquel al dar a luz a su segundo y querido hijo, Benjamín. Está enterrada ella junto a Belén, en un lugar llamado Efrata.
AQUELLA NOCHE SE LEVANTÓ (JACOB), TOMÓ A SUS DOS MUJERES CON SUS DOS SIERVAS Y LOS ONCE HIJOS Y CRUZÓ EL VADO DE YABOC; PASÓ CON ELLOS EL TORRENTE Y LES HIZO PASAR CON TODOS SUS BIENES. Y HABIÉNDOSE QUEDADO JACOB SÓLO, ESTUVO LUCHANDO CON ALGUIEN HASTA LA AURORA; Y VIENDO QUE NO LE PODÍA, TOCÓ LA ARTICULACIÓN DEL FÉMUR DE JACOB Y SE LA DEJÓ TIESA MIENTRAS PELEABA CON ÉL. DIJO ENTONCES: SUÉLTAME, QUE LLEGA LA AURORA. RESPONDIÓ JACOB: NO TE SOLTARÉ HASTA QUE ME BENDIGAS. Y EL OTRO LE PREGUNTÓ: ¿CÓMO TE LLAMAS? CONTESTÓ: JACOB. LE REPLICÓ: YA NO TE LLAMARÁS JACOB, SINO ISRAEL, PORQUE HAS LUCHADO CON DIOSES Y CON HOMBRES Y HAS PODIDO. JACOB, A SU VEZ, PREGUNTÓ: DIME TU NOMBRE. RESPONDIÓ: ¿POR QUÉ ME PREGUNTAS MI NOMBRE? Y LE BENDIJO. JACOB LLAMÓ AQUEL LUGAR PENUEL, DICIENDO: HE VISTO A DIOS CARA A CARA Y HE QUEDADO VIVO. (Gn 32,23-31)
Jacob, José y sus hermanos
(Capítulo 37 al 50)
Jacob (Israel) tuvo doce hijos, pero sus preferidos eran José y Benjamín por ser los más pequeños y haber nacido de Raquel, la esposa hermosa y predilecta.
La historia de José reviste un encanto especial y se lee de un tirón como si fuera una novela. Su género literario es diferente al precedente. En esta narración se puede descubrir un buen guión con un final feliz. El héroe, José, es un modelo de sabiduría y acierto. Es todo un símbolo evidente del perdón fraterno. Vendido por sus hermanos que le tenían envidia, cayó en la corte del Faraón de Egipto, donde fue difamado y hasta llevado a prisión y encarcelado. Al interpretar de modo acertado unos sueños del Faraón, no sólo es liberado sino ascendido hasta el puesto de administrador.
Cuando en circunstancias de sequía y escasez, sus hermanos se vieron obligados a trasladarse a Egipto en solicitud de ayuda, José les descubrió quién era, y les forzó a regresar con su padre Jacob (Israel), dándoles la zona de Goshén, al N.E. del Nilo.
Después de haber vivido muchos años en aquellas tierras, Jacob llamó a José y le dijo ante los hijos de éste, Efraín y Manasés, que ellos habían sido adoptados incluso como hijos suyos (48,5): “Yo estoy a punto de morir; pero Dios estará con vosotros y os llevará de nuevo a la tierra de vuestros padres” (48,21). Hizo venir a su presencia a los demás hijos y les fue bendiciendo con palabras cariñosas, pero al dirigirse a Judá le bendijo de forma muy especial: “A tí, Judá te alabarán tus hermanos, someterás a tus enemigos, los hijos de tu padre se someterán ante ti. (...) No se apartará de Judá el cetro ni el bastón de mando (...) hasta que venga aquel a quien pertenece, y a quien los pueblos obedecerán” (49,8.10). De la descendencia de Judá nacerá el rey David, y de la familia de éste y de su linaje habría de brotar el Mesías esperado como salvador y futuro liberador.
Después de enterrar a su padre Jacob en el campo donde antes habían sido sepultados Abraham y Sara, regresaron José y todos sus hermanos a las tierras cedidas de Goshén en Egipto, donde los hijos de Israel se fueron multiplicando. A la hora de su muerte, José llamó a sus hermanos y les dijo: “Dios vendrá a buscaros y os llevará de este país a la tierra que prometió a Abraham, Isaac y Jacob” (50,24). Con esta prospectiva termina el libro del Génesis.
JOSÉ FUE LLEVADO A EGIPTO, Y FUE COMPRADO POR UN EGIPCIO, DE NOMBRE PUTIFAR, EUNUCO DEL FARAÓN Y JEFE DE LA GUARDIA; ESTE LE COMPRÓ A LOS ISMAELITAS QUE LE HABÍAN LLEVADO ALLÁ. YAHVÉH ASISTIÓ A JOSÉ, QUE LLEGÓ A SER UN HOMBRE AFORTUNADO, MIENTRAS ESTABA EN CASA DE SU SEÑOR EGIPCIO, (Gn 39,1-2)
JOSÉ NO PUDO CONTENERSE EN PRESENCIA DE SU CORTE Y ORDENÓ: SALID TODOS DE MI PRESENCIA. Y NO HABÍA NADIE CUANDO SE DIÓ A CONOCER A SUS HERMANOS. ROMPIÓ A LLORAR FUERTE, DE MODO QUE LOS EGIPCIOS LO OYERON Y LA NOTICIA LLEGÓ A CASA DEL FARAÓN. JOSÉ DIJO A SUS HERMANOS: YO SOY JOSÉ; ¿VIVE TODAVÍA MI PADRE? SUS HERMANOS SE QUEDARON SIN RESPUESTA DEL ESPANTO. JOSÉ DIJO A SUS HERMANOS: ACERCAOS A MÍ. SE ACERCARON, Y LES REPITIÓ: YO SOY JOSÉ VUESTRO HERMANO, EL QUE VENDISTEIS A LOS EGIPCIOS. PERO AHORA NO OS PREOCUPÉIS, NI OS PESE EL HABERLO HECHO; (...) DIOS ME ENVIÓ POR DELANTE PARA PROCURAROS LA SUPERVIVENCIA EN EL PAÍS Y PARA SALVAR VUESTRAS VIDAS DE MODO ADMIRABLE. POR ESO NO FUISTEIS VOSOTROS QUIENES ME ENVIASTEIS ACÁ, SINO DIOS. (Gn 45,1-8)
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Agradecemos al P. Fernando Martínez, S.J. por su colaboración.
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Los escritos de San Pablo: Las Cartas a los Romanos
P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPAContinuación
6. CARTA A LOS ROMANOS
La carta a los Romanos es la más larga de las cartas paulinas, la más sistemática, la más comentada desde los primeros siglos de la Iglesia. Esta carta es, sin duda, después de los Evangelios, el escrito bíblico más importante.
6.1. Importancia doctrinal, apologética e histórica de la carta a los Romanos
Aunque ciertamente la carta a los Romanos no contiene toda la teología de Pablo, ofrece ciertamente una síntesis doctrinal en la que se encuentran tratados los puntos más importantes de la doctrina cristiana. Esta carta es el lugar bíblico por excelencia para los demás importantes temas doctrinales: gracia y justificación; fe, pecado original, libertad cristiana, unidad de la historia de la salvación, la Ley positiva en la ética cristiana, teología de la historia.
El principal valor de este escrito paulino está en que toda esta riqueza doctrinal la encontramos en un síntesis magistral, fruto de una mente genial que ha asimilado los diversos elementos de la revelación: trinitarios, cristológicos, soteriológicos, antropológicos, éticos, de tal manera que puede ofrecer, por primera vez en la historia, una construcción unitaria y coherente.
6.2. Importancia apologética
No faltan autores que afirman que existe una oposición entre el mensaje de Jesús y el mensaje elaborado más tarde por Pablo. Éste, según ellos, habría transformado el cristianismo a tal punto que hizo de él una nueva religión.
La carta a los Romanos, compuesta en el invierno de los años 57-58, es decir, menos de 25 años después de la aparición de Cristo a Pablo y 27 o 28 después de la crucifixión, prueba lo contrario. Esta carta contiene los principales temas de la teología paulina. Ahora bien, cuando Pablo escribe, todavía viven testigos de la vida y resurrección de Cristo, 1 Cor 15, 6, y estos no se oponen a esa doctrina que, de ser contraria a las enseñanzas de Jesús hubiera originado una profunda división en la Iglesia. Por otra parte, el intervalo entre la muerte y resurrección de Cristo y la composición de la carta a los Romanos es demasiado breve para hacer posible una transformación radical del pensamiento de Cristo.
6.3. Importancia histórica
En la historia del cristianismo la carta a los Romanos ocupa un lugar privilegiado. Esta distinción la debe a su rico contenido doctrinal y, sobre todo, a circunstancias históricas particulares. De hecho el comentario que Lutero hizo a la carta a los Romanos 15, 15-16, (cuando todavía no había roto con Roma) es el punto de partida de la Reforma Protestante.
F. GODET - protestante suizo de tendencia conservadora - escribe a este propósito: "La Reforma protestante ciertamente es obra de la epístola a los Romanos, como también de la carta a los Gálatas. Y es probable que toda gran renovación espiritual en la Iglesia estará siempre en conexión, como efecto y como causa, con una comprensión más profunda de este escrito" (Epitre aux Romains, p. 1).
6.4. Destinatarios, circunstancias históricas de composición, finalidad
La Iglesia de Roma fue fundada probablemente por judíos convertidos venidos de Palestina. La colonia judía en Roma era muy importante. Tenía alrededor de 40,000 miembros. La iglesia romana fue en un principio una iglesia compuesta por judeocristianos.
En el año 49, Claudio dio un decreto de expulsión en relación con los judíos. Ignoramos el o los motivos, pero sabemos que se puso en práctica, Hech 18, 2. Lógicamente el edicto alcanzó también a los judíos convertidos que tuvieron que salir de Roma. Desde entonces, la iglesia romana quedó convertida en una Iglesia casi exclusivamente de cristianos que provenían de gentiles convertidos al cristianismo.
Cuando Pablo escribe parece tener delante una iglesia convertida de la gentilidad. No faltan ciertamente algunos elementos judeocristianos, pero la comunidad está compuesta por paganos convertidos al cristianismo en su mayoría, Rom 16, 17-20; 1, 5ss.; 1, 13-15; 15, 15 ss. Esta iglesia es la destinataria de la carta. En cuanto a las circunstancias históricas de composición podemos afirmar lo siguiente:
El tono pacífico de la carta refleja una situación sustancialmente calmada, en la que la fe evangélica de una comunidad en la que abundaban los gentiles convertidos al cristianismo, no suscitaba en Pablo una preocupación excesiva. Hay un pequeño inciso polémico, Rom 16, 17-20, en el que alude a los judaizantes con una cierta inquietud. Podemos suponer que el regreso de los judeocristianos, después de la expulsión, suscitó problemas en la vida de la comunidad.
En Rom. 15, 17-32. Pablo expone las circunstancias concretas que le movieron a escribir la carta y su estado de ánimo:
- Está convencido de haber terminado su obra misionera en Oriente. Las Iglesias por él fundadas constituían alrededor de Jerusalén como una "provincia eclesiástica", una región homogénea en la cual la Ciudad Santa era el centro. La colecta que él organiza es como el signo y el testimonio de esta unidad.
- Se ha impuesto como regla el: "predicar el Evangelio donde Cristo no había sido nombrado, para no edificar sobre fundamentos ajenos", Rom 15, 20.
- Considerando cumplida su actividad misionera en Oriente, Pablo decide llevar el evangelio al extremo Occidente, hasta España.
- Por este motivo escribe a Roma para crear en la Iglesia de esa Capital el vínculo de solidaridad espiritual y material, necesario para mantener la unidad de la Iglesia, comprometida por las distancias.
- La carta a los Romanos no intenta responder a un problema local, propio de la Iglesia de Roma, sino al problema general de la unidad y continuidad de la Iglesia de Dios.
Esta es la finalidad de la carta: indicar la unidad y continuidad de la Iglesia de Dios. Esta unidad y continuidad parten de la elección gratuita de Dios a todos los hombres, de la misericordia divina, de la fe en Cristo Jesús, de la comunión en la misma gracia de Dios y en la misma presencia del Espíritu.
La continuidad se pone de relieve en que la elección del pueblo de Israel fue también gratuita, misericordiosa y él tuvo que responder con fe: "No me avergüenzo del Evangelio, que es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío primeramente y del griego", Rom 1, 16; "pues no hay diferencia alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo", Rom 3, 23-24. La salvación de Cristo, que constituye el pueblo de Dios es esencialmente universal, como lo son el pecado, la promesa, la gracia, la fe.
6.5. Estructura interna
6.5.1.- El problema
Siendo la carta a los Romanos un escrito didáctico, una exposición doctrinal sin ninguna finalidad polémica inmediata, es natural que tenga su estructura interna construida alrededor de una intuición central. Todos están de acuerdo en este punto. También lo están en la división generalísima de la carta en dos grandes partes:
- Doctrinal: Rom 1, 16 - 11, 36.
- Ética o moral: Rom 12, 1 - 15, 33.
- El problema comienza cuando se quieren precisar las líneas estructurales de la parte "doctrinal"
6.5.2. Las soluciones
Las principales divisiones propuestas son las siguientes:
- Estructura "clásica"
- Capítulos: 1 - 5: pecado y justificación
- Capítulos: 6 - 8: santificación
- División bastante común:
- Capítulos: 1 - 4: justificación y hombre pecador
- Capítulos: 5 - 8: condición del hombre justificado, obligaciones, certeza de llegar a su salvación gloriosa.
- Algunos autores dividen en dos partes el Capítulo 5º:
- vv. 1 - 11: dan término a la Primera parte
- vv. 12 - 21: dan inicio a la Segunda parte, que termina en el Capítulo 8º.
La carta a los Romanos es un discurso, un diálogo que tiene un hilo conductor, interrumpido solo por objeciones, a las que Pablo responde de inmediato, para continuar después con su exposición interrumpida por esas digresiones. Habría que colocar entre paréntesis las siguientes partes de la carta: Rom 3, 1-9; 3, 31 - 4, 25; cc. 6 - 7; cc. 9 – 11. Por consiguiente el Capítulo 5º vendría inmediatamente después de Rom 3, 21-30, y el Capítulo 8º es la continuación lógica del Capítulo 5º.
Entre las numerosas tentativas hechas para dar a la carta a los Romanos una estructura interna en su parte doctrinal, nos parece que el P. STANISLAS LYONNET, S.J. es el más equilibrado y lógico. Esta tentativa nos da la Primera parte de la estructura de la carta a los Romanos, que ahora proponemos.
6.6. Estructura de la carta a los Romanos
A. INTRODUCCIÓN: Encabezamiento y acción de gracias, Rom 1, 1-15.
B. PRIMERA PARTE: La salvación mediante la fe (PARTE DOCTRINAL). Rom 1- 16 - 11, 36.
1. Enunciado de la tesis general: El evangelio, fuente de salvación para todo creyente, Rom 1, 16.C. SEGUNDA PARTE: Exigencias morales de la justicia de Dios (PARTE PRACTICA), Rom 12, 1 - 15, 13
2. La justicia salvadora de Dios, por medio de la cual el creyente es justificado, Rom 1, 17 - 4, 25.
a. Enunciado del tema: el evangelio revela la justicia de Dios de fe en fe, Rom 1, 17.3. El amor de Dios asegura la salvación al hombre justificado: Capítulos 5 – 11.
b. Tema antitético:
-fuera del evangelio se revela la ira de Dios, Rom1, 18 - 3, 20. -sobre el mundo pagano, Rom1, 18-32.
-sobre el mundo judío, Rom 2, 1- 3, 20.
c. Desarrollo del tema enunciado en, Rom 1, 17: la revelación de la justicia salvadora de Dios, Rom 3, 21-31.
d. Iluminación bíblica: la justificación mediante la fe no solo no se opone al A.T. sino que la completa y cumple, Capítulo 4º.
a. Enunciado del tema: el testimonio de la experiencia cristiana, Rom 5, 1-11. b. Condiciones de esta experiencia Rom, 5, 12 - 7, 25.
- liberación del pecado y de la muerte, Rom 5, 12-21.
- liberación definitiva por medio del bautismo, Capítulo 6º.
- liberación de la Ley, Capítulo 7º. c. Desarrollo del tema enunciado en el Capítulo 5, 1-11: la vida del cristiano justificado es vida "en el espíritu", Capítulo 8º.
d. Iluminación bíblica: la economía de la salvación predicada por Pablo no se opone a las promesas de Dios en relación con el pueblo de Israel, Capítulos: 9º - 11º.
- Introducción: Ser enteramente de Dios, Rom 12, 1-2.D. EPILOGO: Rom 15, 4 - 16, 27.
- Práctica de la justicia: consejos diversos, Rom 12, 3 - 13, 14.
- Un caso particular: los "débiles" y los "fuertes", Rom 14, 1 – 15, 13.
- Noticias y proyectos, Rom 15, 14-33.
- Recomendación de Febe y saludos, Rom 16, 1-16.
- Pone en guardia contra los falsos doctores, Rom 16, 17-20.
- Saludo de los compañeros de Pablo, Rom 16, 21-24.
- Doxología final, Rom 16, 25-27.
6.7. Notas exegéticas. Capítulo 1, 16-17: Argumento de la carta
San Pablo no había olvidado la reacción negativa de los atenienses cuando les habló de la resurrección de Cristo, Hech 17, 32. Ya había también explicado a los Corintios cómo la predicación de la cruz era: "escándalo para los judíos" y "locura para los gentiles", 1 Cor 1, 23. Consciente de todo esto, San Pablo afirma aquí que no se avergüenza del Evangelio y explica por qué:
- Porque es: "poder de Dios para la salvación de todo el que cree".
- "salvación": hay que entenderla no solo como algo ya realizado sino como algo que tiende a su consumación. La salvación, con su dimensión escatológica que incluye la resurrección. Hemos sido justificados, pero todavía tenemos que ser salvos, Rom 5, 9.
- "del judío primero, pero también del griego": Los judíos tuvieron el privilegio de recibir primeramente el anuncio de salvación, Mt. 15, 24; Hech 13, 46, pero también los paganos fueron hechos copartícipes, Ef 3, 6.
- "porque en él (el Evangelio) se revela la justicia de Dios":
- La "justicia de Dios" es un concepto central de la carta. Aparece 7 veces, Rom 1, 17; 3, 5; 3, 21-26.
No hay que entenderlo en el sentido teológico: atributo de Dios por el cual Él premia a los justos y castiga a los pecadores. Esto más bien equivale a lo que en la Escritura se llama: "ira de Dios", Is 30, 27-33; Sof 1, 14-18.
El significado auténtico de: "justicia de Dios" hay que buscarlo en la Escritura misma. Allí aparece como la actividad de Dios por medio de la cual restaura a su pueblo y lo libra de la esclavitud del pecado y lo une a Sí, en una palabra, lo justifica. Esta actividad de Dios se tiene en el A.T, por medio de la victoria sobre los pueblos enemigos. En el N.T. se requiere un acto libre del hombre: la fe.
Algunos textos bíblicos que fundamentan este concepto de, "justicia de Dios":
- - Salm 31,1 ; Sal 143, 1-2. 11 (oposición entre juicio, fidelidad y justicia).
- - Is 46, 13; Sal 97, 2 (justicia unida a fidelidad y salvación) .
- - Miq 7, 9; Sal 85, 5-6 y 12-14 (oposición entre "ira de Dios" y "justicia de Dios").
- - "pasando de una fe a otra fe": indica el principio y el termino de la justificación.
- - "según está escrito: el justo vive de la fe".
- La cita se refiere a Habac 2, 4. No es una cita al pie de la letra. San Pablo suele citar más bien por el contexto. En Habacuc esta cita o alusión está en un contexto de fe que espera sin apoyo en las obras. La fe incluye confianza y abandono. Por eso la referencia encaja muy bien en este texto de S. Pablo.
6.8. Capítulo 7º: El hombre bajo la Ley
La unidad del Capítulo 7º esta constituida por la palabra “Ley” - se usa 23 veces, así como la del Capítulo 8º por la palabra "Espíritu" se usa 19 veces.6.8.1. Liberación de la Ley: vv. 1 - 6
División:
- vv. 1 - 6: liberación de la Ley
- vv. 7 - 13: papel de la Ley
- vv. 14 - 23: importancia de la Ley en relación con la salvación, es decir, el hombre bajo la Ley, que solo puede ser liberado por Cristo.
El apóstol arguye con un ejemplo del derecho matrimonial. El ejemplo, como toda comparación, tiene su lado flaco. En él, uno es el que muere (el marido), otra la que queda libre (la mujer). En la aplicación es el mismo cristiano el que muere a la Ley y viene a ser declarado libre de ella.
- "A los que saben de leyes", (v. 1): Se refiere no a la Ley del Sinaí, sino a la ley en general. Más en particular a los Romanos, que son juristas por naturaleza (Lagrange).
- "Habéis muerto a la Ley por el cuerpo de Cristo", (v. 4): Por la muerte física de Cristo y por la incorporación - por el bautismo - a su cuerpo místico
- "frutos de muerte", (v. 5): Pablo menciona estos frutos de muerte en, Gal 5, 17-21.b.
6.8.2. Papel de la Ley: vv. 7 - 13
Es uno de los pasajes más discutidos de toda la carta. Tiene influjo determinante en las posiciones dogmáticas protestantes y católicas.
- Problema básico
Respuestas: 1ª y 2ª preguntas:
- ¿A quién se refiere S. Pablo en todo el Capítulo 7º?
- ¿Al hombre antes o después de la justificación?
- ¿Quién es el YO de quien habla Pablo en el versículo 9º?
S. Agustín: En el capítulo 7º habla del hombre pecador. Más tarde, bajo el influjo de la herejía pelagiana, cambió de opinión y afirmó que el Capítulo se refiere al hombre justo, personificado en San Pablo. Esto lo hizo para salvar la gratuidad de la salvación, que los pelagianos ponían en tela de juicio. Al final de su vida S. Agustín propuso como probables las dos interpretaciones.
Teólogos medievales: siguieron la segunda opinión de S. Agustín y se olvidaron del cambio que tuvo al final de su vida.
Exegetas modernos: el contexto de la carta a los Romanos, en la que el Capítulo 7º y el Capítulo 8º constituyen un díptico de oposición, exige que el Capítulo 7º se interprete como expresión de la situación del hombre antes de la justificación; antes de haber recibido el Espíritu, del cual habla el Capítulo 8º. En la carta a los Gálatas 5, 16 ss. el contexto es diverso y lo que allí se dice se puede interpretar del hombre después de la justificación.
Respuesta: 3ª pregunta: Hay tres opiniones sobre el YO
- Es San Pablo, que habla de su experiencia antes de su conversión. Esta opinión no tiene probabilidades: San Pablo vivía bajo la Ley y era observantísimo de ella, Gal 1, 14; Flp 3, 5 ss. - Es un joven israelita, que después de los años de la inocencia llega a la edad de la razón y se encuentra ante un precepto formal de la Ley, que revelándole el mal moral, excita su concupiscencia adormecida y lo conduce a la muerte. Esta opinión también es poco probable: un joven israelita circuncidado no podría llamarse "fuera de la Ley" o "sin Ley". - Es ADAN en el tiempo que precedió a su pecado. Esta parece ser la interpretación más adecuada. . Veamos las pruebas:
a. Paralelismo con la narración del Génesis. En las dos aparecen un hombre, figura de la humanidad; un precepto singular; el pecado personificado, que suscita el deseo, sirviéndose del mandamiento. Este mandamiento era en ambos casos un mandamiento "para la vida".
b. "No codiciarás": no se refiere a la Ley mosaica, como a primera vista podría parecer, sino a lo que en la Biblia era el pecado por excelencia, el pecado "tipo", Num. 11, 34; 14, 4-34; 1 Cor 10, 6.
c. "Yo viví algún tiempo sin Ley" (v. 9): Tiene ese sentido, puesto que en la tradición judía, Adán vivió un tiempo sin Ley en el paraíso. Vivir sin Ley indica que en ese tiempo se vivía bajo la acción del Espíritu que inclinaba al bien, sin necesidad de leyes externas.
De esta interpretación se deduce que, para S. Pablo, la historia de la salvación puede dividirse en tres periodos: 1. El tiempo del paraíso, cuando Adán y Eva vivían sin Ley, en amistad con Dios. 2. El tiempo desde el primer pecado hasta Cristo, (de él habla en el capítulo 7º). 3. El tiempo de la liberación de la ley de pecado y de muerte hecha por Cristo (capítulo 8º).
Notas exegéticas:
- "yo no conocí el pecado sino por la Ley" (v. 7): Habla de la experiencia subjetiva que revela el pecado como potencia mortífera.
- "revivió el pecado y yo quedé muerto" (vv. 9 - 10). Se usa el aoristo para indicar muerte de una vez para siempre. Muerte espiritual que conduce a la muerte escatológica. Más que "revivió" hay que traducir "comenzó a vivir". Este es el significado del verbo.
- "pero el pecado para mostrar su malicia, por lo bueno me dio la muerte": El oficio de la Ley es revelar al hombre el pecado. No puede cambiar al hombre de carne en hombre según el Espíritu.
6.8.3. Impotencia de la Ley en relación con la salvación
- "sabemos que la Ley es espiritual" (v. 14): La Ley pertenece a la esfera divina.
- "pero yo soy carnal, vendido por esclavo al pecado" (v. 14): Aquel "yo", (Adán), que antes vivía, pero que cayó por la Ley en el pecado. La expresión: "estar vendido" al pecado tiene una base en el A.T. allí se habla del pueblo que se vende al mal,1 Mac. 1, 15, s,s.
- "porque no sé lo que hago; pues no pongo por obra lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago" (v. 15): Se indica una situación ininteligible del hombre bajo el pecado. No pone en obra lo que naturalmente quiere (ese es el significado del verbo "zelein" ; mientras que querer con deliberación se dice "bulezai").
- "reconozco que la Ley es buena... queriendo hacer el bien, es el mal el que se me apega", (vv. 16 - 23). Al reconocer que la Ley es buena, se reconoce que la naturaleza del hombre no está totalmente corrompida. No se pretende en el v. 17 negar la responsabilidad del pecador, como tampoco en la carta a los Gálatas 2, 20, no se niega la libertad del justo cuando se afirma que él ya no vive, sino que vive en el Cristo. El hombre "en la carne" es el hombre bajo el pecado. En él no hay cosa buena. Los versículos 21-23 constituyen una especie de conclusión de todo lo explicado anteriormente.
- vv. 24 - 25. Existe el problema del lugar en que debía colocarse el versículo 25 b; "así pues...".
Origen del problema:
- No parece tener sentido después de la exclamación del v. 24.
Soluciones:
- Hay que poner el v. 25b antes de la exclamación del v. 24. Ese fue su lugar primitivo. Probablemente el descuido de un copista lo cambio de lugar.
- San Pablo añadió estas palabras al releer la carta para resumir la argumentación. Después las palabras se introdujeron en el texto mismo.
- San Pablo terminó el capítulo con las palabras del v. 25: “Por Jesucristo Nuestro Señor”. Después de un intervalo volvió a reanudar el dictado de la carta y quiso sintetizar lo anterior.
6.9. Capítulo 8º: El hombre bajo el Espíritu
En el Capítulo 8º se vuelve a tratar, en cierto modo, lo que se había expuesto ya en Rom 5, 1-11. .- La unidad del Capítulo está constituida por la palabra "pneuma" = "espíritu", como en el Capítulo 7º, lo está por la palabra "nomos" = Ley.
Mientras que en el Capítulo 7 º se nos habla de la humanidad sin Cristo, en el Capítulo 8º se nos presenta a la misma humanidad bajo la acción de Él.
A. División.
En los que están unidos a Cristo, el Espíritu de vida tiene el lugar de la carne o principio de muerte (vv. 1-13).B. Notas exegéticas
En quienes habita el Espíritu existe la filiación divina: son hijos de Dios y, por consiguiente, herederos (vv. 14-30).
La causa de todo esto es el amor de Dios manifestado en Cristo (vv. 31-39).
Los cuatro primeros versículos ofrecen una serie de afirmaciones de singular riqueza doctrinal y espiritual.
- v. 1: No hay ya condenación después de Cristo Jesús. Existe una alusión a Rom. 5, 16-18: "los que son de Cristo Jesús" = los que han sido injertados en la muerte y resurrección de Cristo, Rom 6, 3-5, que viven su vida, Rom 6, 11.23, y se revistieron de Cristo formando un solo viviente en Cristo, Gal 3,26 ss.
- v. 2: "Porque la Ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, me libró de la ley del pecado y de la muerte": La "Ley del Espíritu de vida" es lo mismo que la Ley que es el Espíritu de vida, es decir, el Espíritu Santo. San Pablo en esta afirmación tiene presentes dos textos del A T: Jeremías 31, 31-34 y Ezequiel 36, 25-27.
- v. 3: Lo que a la Ley era imposible, no en sí misma, puesto que es espiritual, sino en cuanto que era débil por la carne (porque el hombre se hizo carnal por el pecado), Dios (el Padre) envió a su Hijo en carne semejante: (para evitar que se pudiese decir que la carne de Cristo hubiese sido instrumento de pecado), a la del pecado, y por el pecado (para quitar y limpiar el pecado) condenó el pecado en la carne (es decir, en el mismo campo en que había tenido su origen).
- "condenó": hay que interpretarlo a la luz del A.T. En él, este término de juicio esta en conexión con el juicio escatológico de Dios que obtiene la salvación de Israel, Ezequiel, Capítulos: 35; 38; 39).
- v. 4: "Para que la justicia (precepto) de la Ley se cumpliese en nosotros".
- El fin de la efusión del Espíritu es cumplir los mandatos, Ez 36, 27. Se habla de un solo mandato: el amor que resume todo.
- "Para que se cumpliese", no para que cumpliéramos. Así aparece que el cumplimiento de los mandatos es más fruto del Espíritu que de nuestra propia acción, que también es necesaria.
- vv. 5 - 13: En estos versículos aparece la posibilidad que tiene el cristiano de volver a vivir según la carne.
- v. 5: Los que están en el estado en se dejan llevar por la carne desean (más bien que sienten) las cosas carnales; los que se dejan guiar por el Espíritu, las espirituales.
- v. 6: Esta oposición es radical, pues los objetos a los que tienden la carne y el Espíritu son diversos. La carne tiende a la muerte (muerte total, especialmente en su aspecto escatológico: Rom 6, 21). El Espíritu tiende a la vida (cfr. v. 2) y a la paz (en el sentido de conjunto de todos los bienes mesiánicos).
- v. 7: Explica la razón o motivo de tal oposición. El apetito de la carne es enemistad con Dios y, por consiguiente, "no se sujeta ni puede sujetarse a la Ley de Dios”.
- v. 8: "Los que viven según la carne": es decir, bajo su dominio, en cuanto que la carne es principio de actividad, "no pueden agradar a Dios”.
- v. 9: “Vosotros no vivís según la carne (es decir, bajo su dominio) sino según el Espíritu, si es que de verdad (como lo es) el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, éste no es de Cristo”, es decir, no es cristiano.
- El Espíritu es llamado "Espíritu de Dios", en cuanto que es enviado por el Padre. "Espíritu de Cristo", en cuanto que lo manda Cristo, pero también en cuanto que es principio de la actividad divino-humana de Cristo.
- v. 10: tiene dos posibles interpretaciones:
- El cuerpo está muerto en cuanto que es instrumento de pecado. Murió místicamente en el bautismo; el Espíritu vive por la justificación obtenida en el bautismo o conservada después de él.
- El cuerpo está muerto (hecho cadáver) en cuanto que lleva en sí los gérmenes de la muerte física; el Espíritu es vida, porque nos puede justificar.
- v. 11: En Pablo ordinariamente el Espíritu es quien resucita a Cristo. En Juan, Cristo mismo tiene el poder de dar su vida y tomarla.
- "Por virtud del Espíritu" = por la fuerza del Espíritu, o también por la dignidad del Espíritu que vive en los cristianos.
- v. 12: Conclusión de lo que precede. Gramaticalmente se siente la falta de la segunda parte del versículo, que podría ser: "sino hacia el Espíritu para que vivamos según el Espíritu". Esta aparente omisión se explica si consideramos a Pablo dictando la carta.
- v. 13: Inculca la necesidad de la ascesis cristiana y habla de la posibilidad de pasar de "espirituales" a "carnales".
- vv. 14-18.
- v. 14: Definición del cristiano: el que es movido por el Espíritu de Dios y es hijo de Dios.
- v. 15: "no habéis recibido el espíritu de siervos": Es decir, la actitud de los siervos en relación con sus patrones. "Habéis recibido el Espíritu de adopción": (uiozosia) designa el acto de adoptar a alguien. En el A.T. esa adopción es fruto de una elección, no un acto jurídico. Por tanto, hay que entender aquí esa palabra: adopción por elección.
- "Por el que clamamos: Abbá, Padre": “Abbá” (=papá), indica la realidad de nuestra filiación y la intimidad a que nos lleva en nuestro trato con Dios.
- v. 16: El mismo Espíritu da testimonio juntamente (symmartyrei) con nuestro espíritu. Es decir, nosotros testificamos "clamando y el Espíritu también "clama": !Abba!”, Gal 4, 6.
- v. 17: Consecuencias de la filiación divina en relación al derecho de herencia. Somos herederos. En sentido bíblico: herencia designa la posesión concedida gratuitamente por Dios, de acuerdo con las promesas hechas a Abraham.
- Nuestra unión con Cristo implica consecuencias para la vida moral: que caminemos no según la carne, sino según el Espíritu.
- "Supuesto que padezcamos con Él (como de hecho es) para ser con Él glorificados"
- No se quiere indicar la finalidad de nuestros sufrimientos, sino más bien la conexión necesaria entre el dolor y la gloria: dos aspectos inseparables del Misterio Pascual.
- v. 18: Para evitar la natural tristeza que la mención de los sufrimientos causa en el hombre, San Pablo añade que esos sufrimientos, aunque reales, son nada: "en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros".
- vv. 19 - 30: En estos versículos de Pablo hay cuatro argumentos para indicar la unión que existe entre los sufrimientos de este mundo:
- La expectación de la creación material: vv. 19 - 22
- Los gemidos de nuestro corazón, que proceden de la gracia: vv. 23 - 25.
- Las súplicas del Espíritu Santo en nosotros: vv. 26 - 27.
- La voluntad salvífica de Dios: vv. 28 - 30
6.10. La expectación de la creación material: vv. 19 - 22
El Apóstol, que ordinariamente habla de la redención del hombre, aquí parece aludir a la redención de la creación material, a la redención cósmica, como si el universo, por el pecado del hombre, se hubiera cambiado. Una pregunta surge:
¿En qué sentido hay que entender las afirmaciones de estos tres versículos del Capítulo 8º de la carta a los Romanos?
Para obtener una respuesta cierta hay que clarificar el sentido de tres palabras:
"ktisis" = creación
"mataiotes" = vanidad
"fzora" = corrupción
- “Ktisis”: Significa la cosa creada y no el acto creador. Por cosa creada se puede entender al hombre o también a toda la creación como aparece en Col 1, 15, donde Cristo es, "primogénito de toda criatura", no solo del hombre.
- “Mataiotes”: Es una condición que brota del pecado del hombre. No se trata de una cosa física, sino mas bien de algo que se refiere al orden moral o religioso.
- “Fzora”: Indica corrupción en el orden físico, principalmente en el cuerpo destinado a la muerte, 1 Cor 15, 42. 50.
Teniendo en cuenta el sentido de estas tres palabras clave en esos versículos podemos decir que San Pablo, al referirse:
- Al pasado del mundo no indica que el mundo por el pecado haya sido cambiado radicalmente en su constitución física.
- Al futuro del mundo, afirma que la redención del universo no puede concebirse sino a partir de la redención del hombre. Éste no es llevado a un universo nuevo, más bien arrastra al universo en su redención. El mundo se renueva como un corolario de la resurrección del cuerpo. El mundo será liberado de la "vanidad", en que se halla a causa del pecado del hombre, y de la servidumbre de la "corrupción", que es su estado desde la creación. Esto quiere decir que el universo, por su naturaleza material, está destinado a la corrupción pero que, gracias a la glorificación del hombre y juntamente con él, será glorificado en su condición material.
El Concilio Vaticano II alude a estas cosas en Lumen Gentium, 9. 48, y en Gaudium et Spes, 39.
De esta doctrina de San Pablo se derivan algunas consecuencias:
Puesto que el concepto paulino de salvación está unido a la redención del cuerpo y del universo, la redención tiene una dimensión colectiva, que solo se obtendrá al final de los tiempos, en la parusía.
Ya que la resurrección del cuerpo incluye la resurrección o transformación del universo, el trabajo humano y los esfuerzos por el progreso son necesarios y tienen un grande valor y un profundo significado.
Puesto que la redención del universo depende de la redención del hombre, vano será todo progreso que no se ordene a la redención liberadora del hombre, (cf. Gaudium et Spes, 35.77.78.91.92).
6.10.1. Los gemidos de nuestro ser, que proceden de la gracia: vv. 23 - 25.
Además de la expectación de la creación existe otra superior: la del hombre redimido de Cristo.
- v. 23: No solo la creación gime, sino que también nosotros que tenemos al Espíritu Santo como primicias, esperamos aquella condición en la que nuestro cuerpo será liberado de la corrupción y glorificado por Dios.
- v. 24: Se explica el motivo de esta expectación. Ella nace de que todavía no hemos alcanzado nuestra condición definitiva. Solamente estamos salvados: "en esperanza". Vivimos una condición provisional, que esta determinada y caracterizada por la esperanza.
- v. 25: Confirma la anterior afirmación describiendo la condición de los que esperan: lo hacen, "en paciencia", es decir, se trata de una expectación asidua y perseverante. Existe en el cristiano una tensión: ya pertenece al cielo, pero permanece en la tierra.
6.10.2. Las súplicas del Espíritu Santo en nosotros: vv. 26 – 27.
- v. 26: también el Espíritu viene en nuestra ayuda, porque nosotros no sabemos pedir en las circunstancias concretas lo que más nos conviene. Él aboga por nosotros con, "gemidos inenarrables". Esto indica que se trata de una cosa difícil de comprender para nuestro entendimiento. También podría traducirse, "gemidos inenarrados" o "mudos", en silencio, porque esos deseos no pueden formularse fácilmente.
- v. 27: Se explica porque tal oración sea fundamento de nuestra esperanza: "escudriña los corazones y conoce cuál es el deseo del Espíritu, porque intercede por los santos (= todos los bautizados) según Dios". Es decir, lo que el Espíritu nos inspira no puede no manifestar la voluntad de Dios.
6.11. La voluntad salvífica de Dios: vv. 28 - 30
En estos tres versículos el Apóstol explica las dos últimas palabras del versículo 27: "según Dios", determinando en concreto cuál es la voluntad de Dios.
- v. 28: "sabemos" (por toda la revelación bíblica o historia de la salvación), "que Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman", (el amor a Dios se concretiza en el amor al prójimo), "de los que según sus designios son llamados", (a la fe):
- v. 29: Prueba esta acción de Dios enumerando los diversos momentos de la historia de la salvación, desde la vocación a la fe hasta la glorificación.
- "A los que de antes conoció": En el sentido de un conocimiento que incluye una elección, Rom 11, 2; Gal 4, 9; 1 Cor 8, 2 ss.
- "A esos los predestinó": Ordenando los medios al fin.
- "A ser conformes con la imagen de su Hijo": Esta conformidad incluye la gloria.
- "Para que éste sea el primogénito entre muchos hermanos": que llaman a Dios: “Abba”, “Padre”.
- v. 30: Explica San Pablo con qué medios se realiza esa predestinación a la gloria. Enumera tres: “vocación, justificación, glorificación”.
- Esta predestinación es cierta e infalible de parte de Dios, pero requiere la colaboración del hombre.
- vv. 31 - 39: Después de haber enumerado los motivos de esperanza, San Pablo prorrumpe en un himno en el que se eleva hasta la fuente de esta voluntad salvífica: el amor de Dios. Podemos dividir este párrafo en tres partes:
- Introducción. Amor de Dios hacia nosotros: vv. 31 - 33
- Amor de Cristo hacia nosotros: v. 34
- Poder de ese amor para superar todos los enemigos y obstáculos por medio de Cristo: vv. 35 - 39.
- v. 31: Afirma en forma general que los elegidos no deben temer nada porque Dios está con ellos. Si Dios está por ellos en el juicio, por medio del cual se realiza la salvación, no queda lugar para el temor.
- v. 32: Como prueba suprema de la afirmación anterior aduce el don que Dios nos dio en su Hijo, a quien entregó por nosotros, sin perdonarlo (cf. la misma expresión dicha de Abraham en Gen. 22, 16). El Padre entregó a su Hijo, infundiendo en Él el amor para que se entregase por nosotros, Gal. 2, 20; Ef 5, 2.25.
- v. 33: "¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Siendo Dios quien justifica. ¿Quién condenará?": Hay en estas palabras una alusión a lo que se dice en el tercer cántico del Siervo de Dios, Is 50, 7-9.
- v. 34: "¿Quién condenará? ?Acaso Cristo Jesús, el que murió (por amor nuestro), el que fue resucitado (por el Padre), el que está a la diestra de Dios e intercede por nosotros?”. Hebr 7, 25; 9, 24; 10, 13.
- v. 35: Comienza una nueva estrofa con dos miembros paralelos: 35 - 37 y 38 - 39. San Pablo desarrolla la descripción de la potencia eficaz del amor de Cristo por nosotros. Se enumeran siete razones que podrían disminuir nuestra confianza: tribulación, angustia, Rom 2, 9; 2 Cor 4, 8, la persecución , 2 Cor 4, 9; 12, 10, sea de los enemigos, como los judíos, sea de los gentiles; el hambre, 2 Cor 11, 27; la desnudez, el peligro, 2 Cor 11, 2, la espada, (solo la menciona aquí).
- v. 36: Como un ejemplo recuerda San Pablo los sufrimientos del Pueblo de Israel. "Según está escrito" (en el salmo 44, 23). Estas palabras se solían aplicar al martirio de los hermanos macabeos.
- v. 37: Estas tribulaciones, lejos de hacer dudar al cristiano sobre el amor de Dios y de Cristo, son por el contrario una ocasión para obtener, por Cristo, una victoria total.
- vv. 38 - 39: Para proclamar solemnemente su confianza, enumera San Pablo todas aquellas potencias, más o menos ocultas o misteriosas, que según la mentalidad de los antiguos eran hostiles a los hombres. No conocemos con absoluta precisión el significado de cada una de ellas.
"Ni la muerte (lo más temible), ni la vida (lo más apetecible), ni los ángeles, ni los principados (potencias que gobernaban los astros y de las cuales triunfó Cristo), ni lo presente, ni lo futuro,(1 Cor 3, 22), ni las potestades, (se refiere aquí probablemente a las fuerzas de la naturaleza, aunque también podría indicar a los magistrados humanos); ni la altura, ni la profundidad (designa probablemente los lugares especiales de las estrellas, en lo alto del cielo o en el horizonte); ni ninguna otra criatura (para no omitir ninguna) podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor".
Con esta frase, que resume toda la cristología paulina, termina el Capítulo 8º. Esta frase concluye los diversos pasajes de Rom 4, 24, al Capítulo 8, 29; 5, 1.11.21; 6, 23; 7, 24; 8, 39.
Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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