5. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Las tentaciones de Jesús

 



P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


I.- LOS COMIENZOS DE LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS

(Fines del Año 27 - Principios del Año 28)


A. - PREDICACIÓN DE JUAN BAUTISTA Y PRIMERA ACTIVIDAD APOSTÓLICA DE JESÚS


5.- LAS TENTACIONES DE JESÚS

 

TEXTOS

Mateo 4, 1-11.

Entonces Jesús fue conducido por el Espíritu Santo al desierto para ser ten­tado por el diablo. Y después de hacer ayuno por cuarenta días y cuarenta noches, sintió hambre. Entonces se acercó el tentador y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes". Mas El respondió: "Está escrito: No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del templo, y le dice: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará y te llevarán en sus ma­nos, para que no tropiece tu pie en piedra alguna". Jesús le dijo: "También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios". Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: "Todo esto te daré, si te postras y me adoras". Le dice entonces Jesús: "Apártate, Satanás: porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, a él sólo darás, culto". Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se le acercaron unos ángeles y le servían.

Marcos 1, 12-13

A continuación, el Espíritu le impulsa al desierto, y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los ángeles le servían.

Lucas 4, 1-13

Jesús, lleno del Espíritu Santo, se volvió del Jordán y fue llevado por el Espí­ritu al desierto, donde fue tentado por el diablo durante cuarenta días. No co­mió nada en aquellos días, y al cabo de ellos, sintió hambre. Entonces el dia­blo le dijo: "Si eres Hijo de Dios, di a estas piedras que se conviertan en pan". Jesús le respondió: "Está escrito: No sólo de pan vive el hombre". Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra, y le dijo el diablo: "Te daré todo el poder y la gloria en estos reinos, porque a mí me ha sido entregado, y se los doy a quien quiero. Si pues me adoras, todo será tuyo". Jesús le respondió: "Está escrito: Adorarás al Señor tu Dios, y sólo a El darás culto". Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero del templo, y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está escrito: "a sus ángeles te encomendará para que te guarden y te llevarán en sus manos, para que no tropiece tu pie en piedra alguna." Jesús le respondió: "Se ha dicho: No tentarás al señor, tu Dios". Acabado todo género de tenta­ción, el diablo se alejó de él hasta un momento oportuno.

INTRODUCCIÓN

La tradición nos habla de la montaña de la Cuarentena en el desierto de Judá. frente a la antigua Jericó, donde había, y aún existen, muchas grutas naturales. Jesucristo, después de su Bautismo, quiere disponerse a cumplir con su misión de Mesías y Redentor retirándose al desierto para entregarse a la vida de oración, de intimidad con su Padre, y a la vida de penitencia y ayuno. Desde entonces, siempre será la oración y la penitencia la mejor pre­paración para todo apostolado, y el ejemplo de Cristo será seguido por todos los que con sinceridad quieren entregarse a la vida de apostolado. Verdad, un tanto olvidada en el día de hoy, que hay que redescubrir, si se quiere lle­var verdadera eficacia a las obras apostólicas. El hecho real de las tentaciones de Cristo no puede ponerse en duda. Lo que puede admitirse como interpreta­ción es que las tentaciones fueron producto de una sugestión interna por parte de Satanás, y no hay que aceptar que, el hecho que se nos describe del traslado de Cristo al pináculo del templo o a la cima de un monte alto, fuese una realidad exterior. Pero Cristo, en su retiro de la primera cuaresma de la historia de la Iglesia, siente con toda fuerza el aguijón de Mateo y Lucas son los que nos narran con detalle las tentaciones del Señor. Marcos no hace sino notificar el hecho de las tentaciones. Las discrepancias que encontramos entre Mateo y Lucas son mínimas y muy fáciles de armonizar.

MEDITACIÓN

1) "El Espíritu Santo condujo a Jesús al Desierto, para que fuera tentado"

No es que Dios sea la causa de las tentaciones y que El quiera positivamente que su Hijo sea tentado por Satanás. Dios prevé las tentaciones que su Hijo ha de sufrir por parte de Satanás, y las permite y entran dentro de su plan de redención. El Padre quiere que su Hijo aparezca en todo como verdadero hombre, hermano de los hombres, igual a ellos en todo menos en el pecado.

"Nuestro sumo sacerdote no se queda indiferente ante nuestras debilidades, ya que El mismo fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excep­ción del pecado." (Hebr. 4, 15: Cfr. Fil 2,7)

Y es el Espíritu Santo el que guía a Jesús al desierto. Toda la vida de Cristo está conducida por el Espíritu Santo; y así será después la vida de la Iglesia y de la vida de cada cristiano. Dejarse guiar por el Espíritu, ser dócil al Espíritu es el único camino que lleva a la santidad, al cumplimiento de la voluntad de Dios en todo momento, a llevar a cabo la obra redentora de Cristo.

2) Las tentaciones de Jesús

Se nos describen tres tentaciones distintas, que ofrecen matices diferentes, pero todas ellas se refieren a la tentación radical que sufrió Cristo.

La tentación radical no es otra sino la rebelión contra la voluntad de Dios en el plan salvífico de la Redención.

La redención que propone Satanás es una redención sin sufrimientos, en co­modidad y bienestar; es una redención con gloria humana y el aplauso de to­dos; es una redención con poderío y riquezas.

Este es el verdadero sentido de las tentaciones de Cristo, y Cristo las supera mostrando una total y absoluta confianza en su Padre Dios y una total sumi­sión al plan salvífico de su Padre en humillación y en sufrimiento.

a) A la primera tentación de convertir las piedras en pan, responde el Señor con una cita del Deut 8,3: "No de sólo pan vive el hombre, sino de toda pala­bra que sale de la boca de Dios." En este texto se recuerda a los hijos de Is­rael, cómo Yahvé los alimentó milagrosamente con el maná en el desierto. Lo que Cristo da a entender con esta respuesta es su plena confianza en su Padre Dios cuando le exige sacrificios: aquí concretamente, el sacrificio del ayuno.

Jamás se debe rehusar el sacrificio, cuando Dios, en su voluntad amorosa, según sus designios, lo exige de sus hijos.

b) A la segunda tentación de realizar un milagro espectacular para buscar y atraer la popularidad del pueblo, el Señor responde con otra cita del Deut. 6,10: "No tentarás al Señor tu Dios". En este texto se alude al pasaje del Éxodo en el que los israelitas, al faltarles el agua exigen a Moisés un milagro y él les responde: "¿Por qué tentáis a Yahvé?".

Exigir a Dios milagros es todo lo contrario de confiar en El. Exigir a Dios he­chos espectaculares buscando el aplauso de la gente es siempre contrario a los designios de Dios. Es tentar a Dios y dar muestras de ninguna confianza en El ni en sus planes redentores.

c) La tercera tentación es la más cruda de todas. Se trata claramente de abandonar a Dios para entregarse a Satanás manifestado en los ídolos del poder y de la riqueza.

La respuesta de Jesús es tajante: "Al Señor tu Dios adorarás y a El sólo da­rás culto". Está tomada también del Deut. 6, 13 y era, podríamos decir, la ja­culatoria de los israelitas al entrar en la tierra prometida.

Y el "¡apártate Satanás!" es una repulsa total al mesianismo terreno que le proponía el demonio.

3) Nuestras tentaciones

Los Santos Padres han visto en el hecho de las tentaciones de Cristo el obje­to también de nuestras tentaciones. En el caso del hombre, las tentaciones son mucho más claras y de tendencias también mucho más bajas, pero, en cierto sentido, el contenido de ellas lo encontramos ya en las tentaciones de Cristo.

Son las tentaciones de saciar nuestros instintos, aún en contra de la voluntad de Dios; es el afán de honor, de gloria, de soberbia que rige nuestra vida y las re­laciones humanas; es la pasión grosera de la codicia, del apego al dinero, a la riqueza; y es la ambición incontrolable de poder. Es el posponer a Dios ante nuestros ídolos de placer, poseer y poder. Es rebelarse contra los designios de Dios.

Las grandes tentaciones del hombre serán siempre alejarse del verdadero Dios, para postrarse te el gran ídolo del "Yo" egoísta, y ante los otros ídolos servidores del "Yo"

Es lo que nos dirá San Juan: “Todo lo que hay en el mundo es la concupis­cencia de la carne la concupiscencia la de los ojos y la jactancia de las rique­zas." (1 Jn 2,16)

En un grado o en otro, éstas son las tentaciones por las que han pasado todos los hombres, incluidos los santos.

4) Superación de las tentaciones.

El ejemplo de Cristo siempre será el estímulo más grande para poder superar toda tentación. Y la palabra de Dios nos confirma la certeza de que podemos superar toda tentación.

"Fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, sino que de la misma tentación os hará sacar provecho." (1 Cor 10,13).

Cristo nos enseña con su ejemplo que la oración, y la penitencia, la mortifica­ción de los sentidos, son medios eficacísimos para superar cualquier tenta­ción.

La Palabra de Dios meditada, hecha carne propia, sentida como motivación de nuestra vida, es también eficacísima para superar las tentaciones.

Y al igual que Jesucristo, vivir siempre en una total confianza en Dios y en su infinita misericordia. Y como Cristo nos enseña en la oración del Padre Nuestro, sentir profundamente nuestra debilidad, sentir la necesidad de la ayuda de Dios y continuamente rogarle que no nos deje caer en la tentación. Y huir de las tentaciones.

5) Los Evangelistas terminan la narración diciendo que el diablo dejó a Jesús por entonces, y que los ángeles le servían.

La victoria de Cristo sobre las tentaciones trae consigo la inmensa complacen­cia del Padre en su Hijo y le premia enviándole sus ángeles para que le atien­dan y sirvan. Los Ángeles aparecen siempre en la Biblia como mensajeros de Dios y servidores de los hombres. No debemos olvidar la verdad cristiana de la ayuda y servicio que los ángeles prestan a los hombres. Son nuestros mejores aliados en la lucha contra Satanás y sus tentaciones. Debemos acudir a ellos.

Se nos dice finalmente que el diablo dejó a Jesús por entonces, dando a en­tender que volvería de nuevo a tentar al Señor. Y de otra gran tentación te­nemos conocimiento en el Evangelio, y puede ser que otras veces también haya sido tentado sin que quede consignado en el Evangelio. La otra gran tentación de Jesús fue cuando llegó la hora de su Pasión y sintió la tremenda agonía del Huerto de Getsemaní y el abandono de su Padre Dios: "¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?" El mismo Cristo refiriéndose a esta hora de la Pasión, dijo: "Esta es vuestra hora y la hora del poder de las tinieblas." (Lc 22,52)

Si Cristo fue tentado hasta en el momento de su muerte, no nos puede extra­ñar el que nosotros seamos también tentados a lo largo de toda la vida. La tentación no nos hace malos ni peores. La tentación es el crisol donde se prueba nuestro verdadero amor de fidelidad al Señor. Nunca debemos des­animarnos ante las tentaciones. Contamos con el amor y la fortaleza del Se­ñor para superarlas. Vivamos plenamente confiados en la bondad de nuestro Padre Dios y en el amor y fortaleza de nuestro hermano Cristo Redentor. La victoria definitiva la tenemos garantizada en Cristo, Señor Nuestro.

"Se fiel hasta la muerte, y te daré la corona de vida." (Apoc 2,10)



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.





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