14. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Actividad de Jesús en Judea, nuevo testimonio de Juan Bautista


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


I.- LOS COMIENZOS DE LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS

(Fines del Año 27 - Principios del Año 28)


B.- PRIMERA PASCUA:

(Abril Año 28)


14.- ACTIVIDAD DE JESÚS EN JUDEA, NUEVO TESTIMONIO DE JUAN BAUTISTA

TEXTO

Juan 3,22-36

Después de esto se fue Jesús con sus discípulos al país de Judea; y allí esta­ba con ellos y bautizaba. Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salim, porque había allí mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba. Pues todavía Juan no había sido metido en la cárcel.

Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. Fueron, pues, donde Juan y le dijeron: "Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquel de quien diste testimonio, mira, está bautizando y todos se van a él". Juan respondió:

"Nadie puede arrogarse nada, si no se le ha dado del cielo. Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy Cristo, sino que he sido enviado de­lante de El. El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado la plenitud. Es preciso que El crezca y que yo disminuya. El que viene de arriba, está por encima de todos; el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos; da testimonio de lo que ha visto y oído, pero su testimonio nadie lo acepta. El que acepta su testimonio, certifica que Dios es veraz. Aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque le da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que se resiste al hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios pesa sobre él".


INTRODUCCIÓN

Jesús ha advertido el ambiente hostil que le acecha en Jerusalén. Sale de la ciudad con sus discípulos, pero todavía se queda por algunos días en la región de Judea y ejerce ahí su apostolado. Son muchos los que acudían a oír sus enseñanzas; el evangelista nos dice que, al igual que el Bautista, bautizaba a la gente que acudía a él. Sin embargo, más adelante explicará el mismo evangelista que no era el mismo Señor el que bautizaba, sino sus discípulos (Jn 4,2). El bautismo que administraban los discípulos del Señor no era tam­poco el Bautismo Sacramento que instituiría Jesús más adelante, sino la mis­ma clase del bautismo de Juan, un bautismo de penitencia, símbolo del arre­pentimiento de los pecados. Jesús quería ya ejercitar a sus discípulos en el apostolado, que aprendiesen a exhortar a la gente a la conversión, y que mo­viesen a los arrepentidos a seguir al Señor.

Simultáneamente, Juan el Bautista seguía su predicación apostólica, crecía el número de sus discípulos, y la gente seguía bautizándose en señal de conver­sión. Juan había cambiado el lugar de su apostolado. Se sentía muy acosado por las autoridades de Jerusalén, y había marchado al noreste de Samaria, un lugar llamado Ainón de Salim, cerca de la margen occidental del río Jordán, a unos 20 kilómetros al sur de Genesareth.

Desgraciadamente la miseria y la envidia se introduce en las cosas más san­tas, y ejemplos ha habido de estos pecados a través de la historia de la Igle­sia hasta nuestros días. Los discípulos de Juan Bautista sienten celos de los discípulos de Jesús. Ellos también bautizan y consiguen prosélitos para el Señor. Les parecía que esta actividad de los discípulos de Jesús y el éxito que tenían, era en menoscabo del apostolado de Juan Bautista y que menguaba la grandeza y dignidad, de su maestro. Actitud mezquina y que, además iba en contra toda la enseñanza del mismo Bautista. Esta es la ocasión para que podamos escuchar el testimonio maravilloso de Juan Bautista sobre el Señor, que nos revela su profunda humildad, su profundísima veneración por el Se­ñor, y su profundo conocimiento de la persona del Mesías.


MEDITACIÓN

1) "Nadie puede arrogarse nada, si no se le ha dado del cielo"

Juan responde en primer lugar con un principio fundamental en la economía de toda vida apostólica: Si los frutos son buenos, si la gente se convierte, se arrepiente; si las personas se sienten atraídas por el Señor, es totalmente cierto que ese apostolado es inspirado, promovido por el mismo Dios, y los frutos que reporta son gracias del cielo, dones del mismo Dios. Por lo tanto, no hay cabida para celos de ninguna clase, sino, al contrario, causa de alegría que otros hermanos nuestros sean también instrumentos de Dios para la con­versión y el bien de las almas.

La Iglesia ha querido siempre y ha fomentado toda clase de diferentes apostolados, que el Espíritu Santo suscita en la Iglesia, para bien de los fieles. Esa pluralidad extraordinaria de modalida­des distintas en los apostolados de la Iglesia son gracia extraordinaria de Dios y nunca deben ser causa de envi­dias, malos entendidos y celos muy poco caritativos, Corazones amplios y ge­nerosos para gozarnos con el bien que hay en otros herma­nos y actitud de colaboración en todo lo que sea apostolado.


2) "Es preciso que El crezca y que yo disminuya"

Continúa Juan en su respuesta abriendo su corazón y mostrán­donos su gran­deza de alma, y cuál era verdaderamente la ilusión, el ideal de toda su vida. En primer lugar pone la comparación del amigo del novio. Según las costum­bres judías, los amigos del esposo eran los que preparaban las cosas más im­portantes de la boda, los que acompañaban al esposo siempre, los que esta­ban pendientes de todo cuanto necesitase, y los que se sentían felices de es­tar con él y escuchar su voz. Su único deseo es que el novio se sintiese ple­namente feliz y satisfecho en el día grande de su boda.

Pero esta idea del amigo del esposo, le expresa todavía Juan con otra frase que revela todo el interior de su corazón. El único ideal de Juan es que Cristo "creciese", es decir, que se diese a conocer, que su predicación fuese ple­namente aceptada por el pueblo judío, que se manifestase como el Mesías, como el enviado del Padre.

Juan era sólo el mensajero para anunciar su llegada, era el que debía preparar el camino al Señor, al Mesías. Por eso, nos dirá, con sincerísima humildad que "él tiene que disminuir". El centro de su predicación es Cristo, su misión es llevar la gente a Cristo; cumplida su misión él tiene que "desaparecer", no pue­de seguir siendo el centro de la predicación apostólica y de atracción para nue­vos discípulos. Ha llegado la hora de que todos vayan hacia Cristo y que se olviden de él. Juan Bautista goza al oír que Cristo ha comenzado ya su activi­dad apostólica, que reúne discípulos, que la gente le sigue.

El ideal del Bautista; "Es preciso que El crezca y que yo disminuya," debe ser la divisa de todo apóstol de Jesucristo. Nunca buscarse a sí mismo ni atraer la gente hacia sí, sino hacia el Señor.


3) Testimonio final del Bautista

Juan Bautista, desde el momento que vio posarse el Espíritu Santo sobre Je­sús, fue especialmente iluminado para penetrar en toda la personalidad del Mesías. El testimonio que nos da a continuación muestra el conocimiento tan profundo que tenía de Jesús, no sólo como Mesías, sino como Hijo de Dios.

Nos dice: "El que viene de arriba está sobre todos". Es indudable que en esta sentencia, el sentido obvio de "el que viene de arriba" es el reconoci­miento de que Jesús ha salido del Padre, viene del Padre, desde toda la eter­nidad está junto al Padre, y ha sido enviado por el Padre para cumplir con su misión de Mesías. Es una clara confesión de la divinidad de Cristo.

Añade: "Da testimonio de lo que ha visto y oído". No es sino una conse­cuencia de la afirmación anterior. Si es el hijo del Padre, si desde siempre está junto al Padre, si ha sido enviado por el Padre, es evidente que sus pala­bras, sus enseñanzas, no son sino manifestación de lo que desde toda la eter­nidad ha visto y oído estando junto a su Padre. Será lo que Jesucristo afirma­rá muchas veces a lo largo del Evangelio, que su doctrina no es suya, que El solo habla lo que ha oído de su Padre. Precioso testimonio de Juan Bautista sobre la doctrina divina de Cristo: sus palabras, son palabras del mismo Dios. Y confirma San Juan Bautista esta misma verdad añadiendo que el Hijo re­cibe del Padre el Espíritu sin medida.

Si el Espíritu Santo inspiraba a los profetas cuando hablaban en nombre de Yahvé; cuánto más ese mismo Espíritu que mora en el Hijo en toda su pleni­tud, y así se manifestó en su Bautismo, garantiza la autenticidad de las palabras de Cristo, como palabras de Dios, toda la doctrina del Hijo como doctri­na divina del Padre.

Por eso es plenamente culpable quien rechaza a Jesús, quien no escucha sus palabras. Aceptar las palabras de Cristo es aceptar que Dios es veraz; quien no quiere escuchar a Cristo ni aceptar sus palabras está juzgando a Dios de mentiroso, niega la veracidad de Dios.

Por eso, la consecuencia es evidente: el que crea en el Hijo tendrá la Vida Eterna; y el que rechace al Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios pesa sobre él.

Pero, Juan, antes de pronunciar estas palabras de salvación para unos y de condenación para otros, nos revela el misterio más profundo intratrinitario de relaciones entre el Padre y el Hijo.

"El Padre ama al Hijo y ha puesto en sus manos todas las cosas"

Todo lo del Padre es del Hijo. Hay una identidad entre el Padre y el Hijo; identidad en el amor e identidad en la entrega total. Revelación maravillosa del misterio trinitario que se completa con lo dicho anteriormente de la dona­ción plena del Espíritu Santo.

Hagamos nuestro el testimonio de Juan Bautista y así incrementaremos nuestra fe profunda en Cristo, el Hijo de Dios, el Enviado del Padre, el ver­dadero Mesías y Salvador de los hombres, el único que tiene Palabras de vida eterna, y que de su plenitud del Espíritu Santo recibimos todos. Es "el Hijo Amado del Padre" que viene a redimirnos. Dejémonos amar y ser redimidos por él.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.




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