Síntesis de la E.A. Amoris laetitia - 2° Parte



P. José Enrique Rodríguez, S.J.

Continuación

5. "EL AMOR QUE SE VUELVE FECUNDO”

El capítulo quinto esta todo concentrado sobre la fecundidad y la generatividad del amor. Se habla de manera espiritual y psicológicamente profunda del recibir una vida nueva, de la espera propia embarazo, del amor de madre y de padre. Pero también de la fecundidad ampliada, de la adopción, de la aceptación de la contribución de las familias para promover la “cultura del encuentro”, de la vida de la familia en sentido amplio, con la presencia de los tíos, primos, parientes, amigos. Este documento no toma en consideración la familia “mononuclear”, porque es bien consciente de la familia como amplia red de relaciones. La misma mística del sacramento del matrimonio tiene un profundo carácter social. Y al interior de esta dimensión, el Papa subraya en particular tanto el rol específico de la relación entre jóvenes y ancianos, como la relación entre hermanos y hermanas como práctica de crecimiento en relación con los otros.


6. “ALGUNAS PERSPECTIVAS PASTORALES”

El sexto capítulo afronta algunas vías pastorales que orientan para construir familias sólidas y fecundas según el plan de Dios. Se confirma que las familias no son solamente objeto de evangelización, sino sujeto de ella. El Papa señala que “a los ministros ordenados les suele faltar formación adecuada para tratar los complejos problemas actuales de las familias”. Si por una parte es necesario mejorar la formación psico-afectiva de los seminaristas e involucrar más a las familias en la formación al ministerio, por otra “puede ser útil (...) también la experiencia de la larga tradición oriental de los sacerdotes casados”.

Después el Papa afronta el tema de guiar a los novios en el camino de la preparación al matrimonio, de acompañar a los esposos en los primeros años de vida matrimonial (incluido el tema de la paternidad responsable), pero también en algunas situaciones complejas y en particular en las crisis esconde una buena noticia que hay que saber escuchar afinando el oído del corazón”. Se analizan algunas causas de crisis, una de las cuales es la maduración afectiva retrasada.

Entre otras cosas se habla también del acompañamiento de las personas abandonadas, separadas y divorciadas y se subraya la importancia de la reciente reforma de los procedimientos para el reconocimiento de los casos de nulidad matrimonial. Se pone de relieve el sufrimiento de los hijos en las situaciones de conflicto y se concluye. “El divorcio es un mal, y es muy preocupante el crecimiento del número de divorcios. Por eso, sin duda, nuestra tarea pastoral más importante con respecto a las familias, es fortalecer el amor y ayudar a sanar las heridas, de manera que podamos prevenir el avance de este drama de nuestra época”.

Se tocan después las situaciones de matrimonios mixtos y de disparidad de culto, y las situaciones de las familias que tienen en su interior personas con tendencia homosexual, confirmando el respeto en relación a ellos y el rechazo de toda injusta discriminación y de toda forma de agresión o violencia. Pastoralmente preciosa es la parte final del capítulo; Cuando la muerte planta su aguijón”, sobre el tema de la pérdida de las personas queridas y la viudez.


7. "REFORZAR LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS”

El séptimo capítulo esta todo dedicado a la educación de los hijos: su formación ética, el valor de la sanción como estímulo, el paciente realismo, la educación sexual, la transmisión de la fe y más en general, la vida familiar como contexto educativo. Es interesante la sabiduría práctica que transparenta en cada párrafo y sobre todo la atención a la gradualidad y a los pequeños pasos "que puedan ser comprendidos, aceptados y valorados".

Hay un párrafo particularmente significativo y pedagógicamente fundamental en el cual Francisco afirma claramente que "la obsesión no es educativa, y no se puede tener un control de todas las situaciones por las que podría llegar a pasar un hijo (...) Si un padre está obsesionado por saber dónde está su hijo y por controlar todos sus movimientos, sólo buscará dominar su espacio. De ese modo no lo educará, no lo fortalecerá, no lo preparará para enfrentar los desafíos. Lo que interesa sobre todo es generar en el hijo, con mucho amor, procesos de maduración de su libertad, de capacitación, de crecimiento integral, de cultivo de la auténtica autonomía".

Notable es la sección dedicada a la educación sexual titulada muy expresivamente: "Sí a la educación sexual". Se sostiene su necesidad y se nos pregunta "si nuestras instituciones educativas han asumido este desafío (...) en una época en que se tiene de a banalizar y a empobrecer la sexualidad". Ella debe realizarse "en el cuadro de una educación al amor, a la recíproca donación". Se pone en guardia de la expresión "sexo seguro", porque transmite "una actitud negativa hacia la finalidad procreativa natural de la sexualidad, como si un posible hijo fuera un enemigo del cual hay que protegerse. Así se promueve la agresividad narcisista en lugar de la acogida".


8. "ACOMPAÑAR, DISCERNIR E INTEGRAR LA FRAGILIDAD”

El capítulo octavo es una invitación a la misericordia y al discernimiento pastoral frente a situaciones que no responden plenamente a aquello que el Señor propone. Hay situaciones de fragilidad, complejas o irregulares, que la Iglesia debe "acompañar, discernir e integrar" desde la "lógica de la misericordia pastoral".

El documento asume y confirma la doctrina del matrimonio cristiano y agrega que "otras formas de unión contradicen radicalmente este ideal, pero algunas lo realizan al menos de modo parcial y análogo". La Iglesia por lo tanto "no deja de valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que no corresponden todavía o ya no corresponden más a su enseñanza sobre el matrimonio". Tratándose de situaciones "irregulares" observa que "hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y es necesario estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición".

La situación de los divorciados - en la ley civil - que tienen una nueva unión, no representa exclusión de la Iglesia, y se debe discernir maneras propias de que participen en la comunidad eclesial, para que experimenten la misericordia de Dios, "inmerecida, incondicional y gratuita". Su integración en la comunidad "es también necesaria para el cuidado y la educación cristiana de sus hijos, que deben ser considerados los más importantes".
La diversidad de situaciones concretas es innumerable. No se debe esperar cambios en la legislación ni la doctrina de la Iglesia. El Papa induce a reconocer y discernir los casos particulares en diálogo profundo entre fieles y pastores, puesto que si "el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos", "las consecuencias o efectos de una forma no necesariamente deben ser siempre las mismas".

Para evitar equívocos, el Papa reafirma: "Comprender las situaciones excepcionales nunca implica ocultar la luz del ideal más pleno ni proponer menos que lo que Jesús ofrece al ser humano. Hoy, más importante que una pastoral de los fracasos es el esfuerzo pastoral para consolidad los matrimonios y así prevenir las rupturas".

Sobre la "lógica de la misericordia pastoral", el Papa Francisco afirma con fuerza: "A veces nos cuesta mucho dar lugar en la pastoral al amor incondicional de Dios. Ponemos tantas condiciones a la misericordia que la vaciamos de sentido concreto y de significación real, y esa es la peor manera de licuar el Evangelio".


9. "ESPIRITUALIDAD CONYUGAL Y FAMILIAR”

El noveno capítulo está dedicado a la espiritualidad conyugal y familiar, "hecha de miles de gestos reales y concretos". Con claridad se dice que "quienes tienen hondos deseos espirituales no deben sentir que la familia los aleja del crecimiento en la vida del Espíritu, sino que es un camino que el Señor utiliza para llevarles a las cumbres de la unión mística". Todo, "los momentos de gozo, el descanso o la fiesta, y aun la sexualidad, se experimentan como una participación en la vida plena de su Resurrección". Se habla entonces de la oración a la luz de la Pascua, de la espiritualidad del amor exclusivo y libre en el desafío y el anhelo de envejecer y gastarse juntos, reflejando la fidelidad de Dios. Y, en fin, de la espiritualidad "del cuidado, de la consolación y el estímulo". "Toda la vida de la familia es un "pastoreo" misericordioso. Cada uno, con cuidado, pinta y escribe en la vida del otro", escribe el Papa. Es una honda "experiencia espiritual contemplar a cada ser querido con los ojos de Dios y reconocer a Cristo en él".

En el párrafo conclusivo el Papa afirma: "ninguna familia es una realidad perfecta y confeccionada de una vez para siempre, sino que requiere una progresiva maduración de su capacidad de amar (...). Todos estamos llamados a mantener viva la tensión hacia un más allá de nosotros mismos y de nuestros límites, y cada familia debe vivir en ese estímulo constante. ¡Caminemos familias, sigamos caminando! (...). No desesperemos por nuestros límites, pero tampoco renunciemos a buscar la plenitud de amor y de comunión que se nos ha prometido".

La Exhortación apostólica concluye con esta Oración a la Sagrada Familia:

Oración 

Jesús, María y José:
en ustedes contemplamos el esplendor del verdadero amor; a ustedes, confiados, nos dirigimos.

Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas iglesias domésticas.

Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familia episodios de violencia, de cerrazón y división; que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado.

Santa Familia de Nazaret,
haz tomar conciencia a todos del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios.

Jesús, María y José,
escuchen y acojan nuestra súplica.
Amén



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Agradecemos al P. José Enrique Rodríguez, S.J. por su colaboración.

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