Santísima Trinidad: 1° Parte - Monoteísmo



Por el P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA


1. TRATADO DE "DEO UNO"


Para iniciar nuestro estudio sobre Dios, como lo mencionamos en la publicación anterior, trataremos primero sobre Deo Uno es decir, Dios en su esencia, luego pasaremos a estudiar sobre Deo Trino propiamente.

Al hablar del tratado de “Deo Uno” hay que hacerlo desde la perspectiva bíblica del monoteísmo.


1.1. MONOTEÍSMO

1.1.1. Definición

Viene de la palabra griega: “monos” = Uno y “Theos” = Dios. Monoteísmo es la doctrina o religión que admite la existencia de un solo Dios, al que todo está sometido, es decir, que admite la existencia de un Dios creador y soberano de todo lo que existe (visible e invisible).

En la religión de Israel, como pueblo elegido por Dios, sólo paulatinamente  se había llegado a una definición filosófico y teológica del monoteísmo, como a la existencia de un Dios único, negación de la existencia de cualquier otro dios. El contenido y las consecuencias de esta afirmación de la fe antigua de Israel va afirmándose cada vez con mayor claridad.

1.1.2. El monoteísmo en los Patriarcas. Nombres atribuidos a Dios

La condición  nómada de Abrahán y de las demás tribus son un obstáculo para que esas tribus se establezcan alrededor de los lugares de culto estables.

En el libro del Génesis aparecen diversos nombres atribuidos a Dios e indican ya una concepción trascendente de la divinidad, concebida como única, que trasciende ya sean las fuerzas de la naturaleza ya sean los lugares de culto:

  • “El-Shaddai” = el Omnipotente
  • “El-Elhoim” = el Altísimo
  • “El-Olam” = el Eterno
  • “El-Roi” = el Dios que me ve

En el libro del Génesis, los dioses no aparecen ligados a lugares o santuarios sagrados. “El Shaddai”, no es un dios de las fuerzas de la naturaleza, es un Dios de personas: Abrahán, Isaac, Jacob, Moisés, que irrumpe en la historia del pueblo elegido a quienes estas personas representan.

1.1.3. Ciclo de los Patriarcas

Dondequiera que nos remontemos hacia los orígenes del pueblo de Israel vemos la llamada y la promesa de un único Dios que establece una alianza con su pueblo. Es imposible negar la fuerte impronta que el genio religioso de Moisés dejó inscrito en el corazón de su pueblo. El punto culminante de revelación de Dios está en el pasaje de Moisés ante zarza encendida y que no se consume, Ex 3, 14: “Dijo Dios a Moisés: “Yo soy el que soy”. Y añadió: “Así dirás a los israelitas: “Yo soy me ha enviado a vosotros”. Siguió Dios diciendo a Moisés: “Así dirás a los israelitas: “Yahvé, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre, por él seré recordado de generación tras generación”.

Esta revelación del nombre de Dios se perfecciona y declara con claridad en la revelación que hizo Dios al mismo Moisés en el monte Sinaí cuando le entrega los 10 mandamientos como muestra de la Alianza que Dios hace con su pueblo. En esos 10 mandamientos está manifiesta la voluntad de Dios para con su pueblo. De esta manera Yahvé aparece como el Dios del Sinaí y había sido vinculado a la elección del pueblo de Israel y a realizar una Alianza como el Dios propio de Israel, vinculado a su tierra y a los santuarios de Israel. El Dios de Israel es el Dios de nuestros padres, que ha visto el sufrimiento de su pueblo, ha oído las oraciones de este su pueblo sufriente y pide a Moisés que colabore en esta obra de liberación de la esclavitud que sufre  en Egipto.

Moisés entiende la trascendencia de Dios y colabora en la obra de la liberación. En Moisés converge la religión del Dios  Padre que dice su palabra liberadora a su pueblo y la une al Amor de este Dios a su pueblo.

Así vemos en:

  • Ex 20, 1-3: “Dios pronunció estas palabras: “Yo soy Yahveh, tu Dios, que te ha sacado de Egipto, del lugar de la esclavitud. No tendrás otros dioses fuera de mí”.
  • Deut 4, 35: “A ti se te ha dado ver todo esto para que sepas que Yahveh es el Dios y que no hay otro (Dios) fuera de él”.
  • Deut  6,4: "Oye, Israel, Yahveh es vuestro Dios, sólo Yahveh".
  • Deut  32.39: "Ved, pues, que soy Yo, Yo sólo, y que no hay Dios alguno más que Yo"


1.1.4. Fases decisivas en el progreso del monoteísmo en Israel

Las fases históricas de la lucha mantenida por la religión yahvista contra los diversos brotes de la idolatría politeísta la seguiremos a través del contexto social y a la luz de los libros históricos de la Biblia:

  • Primera fase: Durante el reinado del rey Ajab (874-853), el iniciador de  la lucha contra el dios Baal y contra los muchísimos baales que proliferaban entre el pueblo de Israel. Es el profeta Elías quien defiende con todas sus fuerzas e inspiración divina el monoteísmo de Israel, 1 Reyes 18, 16-40: “Todo el pueblo lo vió, cayeron rostro en tierra y exclamaron: “Yahvé es nuestro Dios; Yahvé, él es Dios”.
  • Segunda fase: La preside la enseñanza del profeta Oseas, hacia el año 740 a.d.Xto. he aquí uno de los más antiguos fragmentos del monoteísmo, Os 13, 4: “Pero yo soy Yahvé, desde el país del Egipto. No conoces otro Dios fuera de mí, ni hay más salvador que yo”.
  • Tercera fase: Es la reforma cultual del rey Ezequías (728-699) leemos en 2 Reyes 18, 3-8: “Hizo lo recto a los ojos de Yahvé, enteramente como David, su padre. Él fue quien derribó los santuarios, derribó las estelas, cortó los cipos sagrados, y rompió la serpiente de bronce que había hecho Moisés, pues hasta entonces los hijos de Israel habían quemando incienso en su honor, la llamaban Nejustán”.
  • Cuarta fase: La reforma de Josías (641-609), con la solemne lectura del Libro de la Ley ante la asamblea del pueblo reunido solemnemente y la celebración de la Pascua, que no se había celebrado desde los días de los Jueces, es ampliamente narrada en 2 Reyes 22-23 y 30. No se trata de una simple reforma emprendida desde la administración, sino de una amplia renovación de la alianza de Dios confirmada por todo el pueblo, que escucha con fe la lectura del libro del Deuteronomio, el libro de la Alianza, en presencia de los sacerdotes, de los profetas, del rey: “que estaba de pie junto a la columna”. En paralelo a la reforma de Josías, los profetas Jeremías, Sofonías y Ezequiel denuncian la situación de ambigüedad religiosa del pueblo elegido e impulsan el movimiento monoteísta.
  • Quinta fase: Después de la experiencia del exilio en babilonia (586-538), se impone la doctrina deuteronómica, así como las enseñanzas llenas de monoteísmo teórico y práctico que se expresa muy bien en el Libro del Deutero-Isaías que dice: 

Is 44, 6: “Así dice Yahveh el rey de Israel, y su redentor, Yahveh, Sebaot. “Yo soy el primero y el último, fuera de mí, no hay ningún dios”. ¿Quién otro como yo? Que se levante y hable. Que lo anuncie y argumente contra mí; desde que fundé un pueblo eterno, cuanto sucede, que lo diga, y las cosas del futuro que las revele. No temáis ni tembléis ¿no lo he dicho y anunciado desde hace tiempo? Vosotros sois testigos, ¿hay otro dios fuera de mí? ¡No hay otra Roca, yo no la conozco”.
Is 45.5-6: "Soy Yo, Yahveh, no es ningún otro; fuera de mí no hay Dios... Yo soy Yahveh, no hay ningún otro".

1.1.5. Los Profetas y el monoteísmo

El conocimiento de Dios según los profetas es el tema principal de sus profecías de la que ellos son portadores, en sus intervenciones a favor del pueblo de Dios. En la mentalidad hebrea el “conocimiento” no puede prescindir de las relaciones personales entre sujeto y sujeto, ya que propiamente el “conocimiento” es una acción recíproca. De ahí la diferencia entre el “conocer” griego, a saber, aspecto intelectual, captación por los sentidos de un objeto y elaboración del concepto adecuado en la mente, y el “conocer” semita hebreo, para quienes Dios no es tanto un “objeto” al que hay que captar con los sentidos como un “sujeto” que está presente y actúa en el hombre y en el pueblo, y cuya voluntad y vida, cuya fuerza y amor deben ser conocidas y reconocidas humildemente para caminar junto a él.

Los profetas se lamentaban: “No hay conocimiento de Dios”, Os 4, 1. En esta denuncia la lógica de la mente hebrea no puede ser más precisa: “Escuchad la palabra de Yahvé, hijos de Israel, que Yahvé pone pleito a los habitantes de esta tierra, pues no hay fidelidad ni amor (hesed y hemed) ni conocimiento de Dios en esta tierra; sino perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y violencia, sangre y más sangre”, Os 1, 1-2.

Si el pueblo elegido por Yahvé, el pueblo consagrado a Dios no tiene experiencia de Dios, si no practica la fidelidad y el amor misericordioso, ¿cómo no va a producirse el alejamiento  del hombre respecto a Dios, alejamiento que se expresa en la metáfora de “volver las espaldas a Dios”, yendo tras la idolatría. Parecida expresión es de Os 4, 6, cuando dice: “Perece mi pueblo por falta de conocimiento. Porque has rechazado el conocimiento, yo te rechazaré de mi sacerdocio; porque has olvidado la Ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos”.

¿Por qué no hay conocimiento de Dios?
Porque el espíritu de “prostitución y adulterio” que invade al pueblo es contrario a la actitud de fidelidad y de conocimiento afectivo, intelectual y experiencial, porque: “un espíritu de prostitución le tiene extraviado”, Os 4, 12; por eso ha abandonado a Yahvé, Os 4, 10 y le “desconoce”, Os 5, 4. Por eso el pueblo “perece por falta de conocimiento”, Os 4, 6. La relación entre el pueblo y Yahvé es una relación basada en el amor fiel, o, si se quiere en este caso, en la fidelidad amorosa a la Alianza. Esta relación es real pero el pueblo la ha prostituido como una prostituta: el pueblo ha sido infiel a Yahvé Os, 4,7; 7,2. De ahí que esta prostitución tenga como dos polos que abarcan toda la capacidad de hacer mal que tiene el hombre: la idolatría y el homicidio, es decir la negación de Dios y la negación del hombre.

Esta situación genera la opresión, la expoliación o la muerte, son las obras contrarias a la manera de ser de Yahvé; contrarias, por eso mismo a los mandatos del Decálogo, el cual está estructurado alrededor de los dos polos de Yahvé: la piedad hacia Dios, tres primeros mandamientos, y la solidaridad y respeto y amor al prójimo, los siete mandamientos restantes.  Al contrario, el espíritu de idolatría y de homicidio rompen la sintonía con Dios, impide el conocimiento de Dios y de aquí le vienen al pueblo de Israel todas las desgracias, expresando su máxima desgracia en el destierro a Babilonia.

Pero Dios no quiere la desgracia total de su pueblo, sea la persona humana en particular, o el pueblo colectivamente, deben de tener el coraje de “volver a Dios”, Amós 4, 6.8.9.11, y ser “sinceros para con Dios”, Amós 4, 12. Este arranque de “conversión” que Dios pide para volver a entrar en la esfera del conocimiento  es muy firme: “Aprended a hacer el bien, buscad la justicia y el derecho; dad libertad al oprimido, haced justicia al huérfano y defended la viuda”, Is 1,17.

No bastan para llegar al conocimiento de Dios las disposiciones superficiales: No basta el deseo superficial. Aun cuando el pueblo diga: “Venid, volvamos a Yahvé”, o, “iremos en pos del conocimiento de Yahvé”, Os 6, 1-3, Dios, dirá de este sentimiento pasajero: “Vuestro amor es como una nube mañanera, como rocío matinal que pasa”, Os 6, 4.

No basta el culto externo sin conversión interna. No es suficiente ir a los santuarios donde se da culto a Yahvé, como Betel o Guilgal, Amós 4, 4; 5, 5, sin buscar simultáneamente el bien con sinceridad de corazón, Amós 5,4. El profeta Jeremías 7, 3-7, dice: “Mejorad vuestra conducta y vuestras obras y Yo me quedaré con vosotros en este lugar ... Porque si mejoráis realmente vuestra conducta y obras realmente hacéis justicia mutua, y no oprimís al forastero y a la viuda, y no derramáis sangre inocente en este lugar, ni andáis en pos de otros dioses para vuestro daño, entonces yo me quedaré con vosotros en este lugar”.

1.1.6. Proposiciones acerca del conocimiento de Dios


  • Conocer a Dios es seguirle, es decir, actuar y amar como El.  El pueblo de Israel debe de ser fiel a la Alianza del Sinaí y debe de tener un corazón y unas obras como las de Yahvé. De lo contrario le adora y le alaba con la boca pero su corazón está lejos. Así dice el Señor: “Por cuanto este pueblo me alaba con la boca y me ha honrado con sus labios, mientras que su corazón está lejos de mí, y el temor que me tiene son preceptos enseñados por los hombres”. Is 29, 13. Y también: “Yo detesto, aborrezco, vuestras fiestas, no me aplacan vuestras solemnidades. Si me ofrecéis holocaustos ... no me complazco en vuestras ofrendas”. Amós 5, 21.
  • El conocimiento de Dios necesita un contexto social o ético. El conocimiento de Yahvé exige, para poder ser recto y saludable, realizarse desde un corazón convertido a la justicia humana y al amor fraterno: “Desatar los lazos del mal, deshacer las coyundas del yugo, dar libertad a los quebrantados, arrancar todo yugo ... ¿No será partir tu pan con el hambriento y recibir en tu casa a los pobres a los pobres sin hogar’ ¿Qué cuando veas a un desnudo le cubras y de tu semejante no te apartes?”, Is 58, 6-7.


Esta actitud origina una presencia de Dios: “Te precederá tu justicia, la gloria de Yahvé te seguirá. Entonces clamarás, y Yahvé te responderá, pedirás socorro, y dirá: “Aquí estoy”, Is 58, 8-9.

Dios bendecirá y protegerá al que actúa con justicia y piedad: “Te guiará Yahvé de continuo, te saciará en el desierto y te fortalecerá. Serás como un huerto regado como un manantial inagotable”, Is 59 11.


1.1.7. El conocimiento de Dios según los Salmos 

Los Salmos son plegarias que pueden ser plegarias personales, cantos comunitarios, himnos de alabanza, esos son los 150 Salmos: una ferviente adoración y alabanza a Yahvé.

El mundo de los Salmos, Salmo 121, señala los elementos naturales en los cuales se inscribe el hombre: las montañas, el cielo, la tierra, el día, la noche, la vigilia y el sueño, el sol y la luna, el cielo estrellado. Dios se encuentra presente, como el que vela o como el Pastor que pastorea y guía a su rebaño. Salmos 23 y 80.

Los Salmos contienen también una verdadera antropología implícita. Una sabiduría sobre le hombre y sobre los diversos tipos de hombre, su condición y, lo que es más importante, sobre sus sentimientos. Porque son sentimientos del hombre común situado en las diversas situaciones de la vida lo que contribuye a dar a los Salmos esa innegable dimensión universal que los convierte en una pieza única de la literatura religiosa. He aquí algunos de los tipos humanos más significativos:

A. Figuras individuales:

  • El hombre creado por Dios, Salmo 8
  • El Rey y Mesías, Salm 2; 45; 72; 89; 110
  • El justo, Salm 1; 17; 112; 128
  • El pobre, Salm 12, 6; 131
  • El sufriente, Salm 6; 10; 12; 130
  • El afligido, Salm 51; 35,18


B. Figuras colectivas:

  • La asamblea de justos y restos de corazón, Salm 9; 50; 101; 125


C. Figuras de contraste:

  • Los desposeídos, Salm 114, 1; 53, 2
  • Los impíos y pecadores, Salm 1,1; 59
  • Los enemigos del pueblo, Salm 1111129, 5-6.


1.1.8. Dios resplandece en sus atributos

Aquí se entiende por atributos divinos a todas aquellas cualidades o propiedades que los Salmos predican de Dios. Los atributos de Dios en los Salmos proceden del recuerdo que las experiencias de la Palabra y de la Presencia activa de Dios ha dejado en los hombres religiosos de Israel.

El teólogo sistemático, que busca una comprensión global de los Salmos, se pregunta si hay en ellos un principio fundamental alrededor del cual se puedan vertebrar las muchas propiedades que a Dios se le atribuyen. Para poder contestar a esta pregunta con una metodología correcta, se deben de analizar, en un primer momento, la totalidad de los atributos. A continuación exponemos la casi totalidad de ellos:


  • Trascendencia: Dios de los dioses. Dios del cielo. Santo. Altísimo. El inmensamente Excelso. Grande. Único. Infinito. Eterno. Creador. Hacedor. Señor. Dueño. Rey. Rey de la Gloria. Omnipotente. Juez. Justo. Impecable. Intachable. Puro. Perfecto. Omnisciente. Inmutable. Inconmovible. Inabarcable como el abismo. Sabio. Sagaz. Recto. Dios de la Verdad, de la Vida. Luz. Bien eterno.
  • Presencia poderosa: “Sebaot”. “Shadai”. Terrible. Imponente en las alturas. Esplendor de potencia. Vestido de esplendor y majestad. Fuerte. Glorioso. Poderoso. Soberano. Valiente en la batalla. Fulgurante como un rayo. Fiador. Vindicador. Severo. Celoso.
  • Presencia amante: Rico  en  Amor.  Leal.  Lleno de lealtad.   Fiel.  Sincero. Clemente.   Compasivo. Bueno. Benigno. Bienhechor. Indulgente. Paciente. Rico en Misericordia. Tardo para la ira. Tierno. Piadoso. El que cura. El que perdona. El que está cerca.
  • Presencia amante, que acompaña y libera: Guardián de Israel. Pastor. Auxilio en el peligro. Apoyo. Acogedor. Amigo. Refugio. Socorro. Roca. Peña. Ciudadela. Fortaleza. Baluarte. Castillo. Torre. Escudo. Salvación. Gloria. Salvación y Luz de mi rostro. Fuerza de mi salvación. Redentor. Liberador. El que humilla a los soberbios. El que es poderoso ante la muerte. El que enseña el saber al hombre. Mi Porción. Mi heredad. Padre. Esperanza. Mi Dios. Mi alegría. Gloria mía. Dios digno de Alabanza. El que escucha siempre mi oración. El Bendito por siempre. 



CONCLUSIÓN

1º  Tanto los atributos de Dios de poder trascendente como los atributos que están alrededor del amor fiel generan en el pueblo de Israel actitudes de una plena confianza en Dios expresadas en las siguientes metáforas:

  • Dios es Auxilio y Escudo: Salm 115, 9-11: “La casa de Israel confían en el Señor”.
  • Dios es como una Roca de Salvación. Muralla. Peña. Fortaleza. Castillo y Refugio. Torre enfrente del enemigo. Salm 18, 1-3; 31, 3; 46, 2; 61, 3-4.

Estos atributos y la consiguiente confianza y esperanza que generan están en la conciencia profunda del Pueblo elegido y son el mejor terreno para la auténtica piedad popular, hecha de una confianza inquebrantable en Dios.

2º Los atributos procedentes del recuerdos de las gestas de Dios. Especialmente la liberación de la esclavitud de Egipto y la posesión de la Tierra prometida. La doctrina que aprenden las generaciones futuras es, en realidad, la narración de esos recuerdos creyentes, repetidos finalmente por el Pueblo como profesión de fe y que se pueden resumir en esos verbos:

  • Dios salva: “El señor me ilumina y me salva”, Salm 27, 1
  • Dios redime o libera: “Me liberó porque me amaba”, Salm 18, 18-20
  • Dios guía y pastorea: “Y Él los pastoreó con rectitud, con mano experta los condujo”.
  • Dios escucha: “El Señor te atienda en el día de la angustia”, Salm 20, 2
  • Dios perdona: “Aparta tu vista de mis pecados y perdona mis culpas”, Salm 51, 11.


...

Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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