1. Sobre la evolución y el azar.
Reflexiones complementarias a la prueba de la existencia de Dios a partir del
orden en el universo.
1.1. A los argumentos expuestos responden con frecuencia los que optaron
por el ateísmo o agnosticismo con el recurso a la evolución y al azar. Suelen
combinar la evolución con el azar, aunque sean conceptos distintos, que
expresan fenómenos diferentes.
1.1.1. Evolución significa que un ser va cambiando sucesivamente a lo largo
del tiempo su modo de ser (composición, aspecto, tamaño, cualidades y
propiedades, etc.), de modo que la situación de un momento prepara y anuncia el
momento siguiente.
1.1.2. Azar significa que un suceso se produce sin que sea determinado por
causa eficiente ni final ni influjo previo para que “sea así” y ni siquiera
para que “sea”. La indeterminación suele ser limitada. Por ejemplo un dado de
seis caras arrojado al aire descansa sobre una cara, nunca sobre un vértice ni
arista, pero es por azar o “aleatorio” (así se dice) que descanse sobre
cualquiera de las seis caras del dado.
1.2. En cuanto al uso científico y filosófico de estos conceptos conviene
advertir lo siguiente:
1.2.1. Todos los sucesos en que entra la materia suceden en el espacio y en
el tiempo y normalmente por evolución. Los seres vivos cambian poco a poco,
como vemos en el crecimiento de plantas, animales y en el mismo hombre. Pero
también hay cambios rápidos y aun repentinos, como muchas muertes de seres
vivos y sucesos catastróficos como terremotos o erupciones. Los objetos materiales,
producto de la industria del hombre, se van produciendo también en un proceso
sucesivo más o menos veloz. Automóviles y otros artefactos se producen
evolutivamente.
1.2.2. Pero producirse por evolución no significa que se produzca sin causa
o causas que vayan realizando el cambio o los cambios. Piénsese en la
fabricación de una computadora. A estas causas se les llama causas eficientes,
porque “hacen”, “efectúan” los cambios y “esos” cambios. Pero además esos
procesos no se hacen sin que intervengan causas inteligentes que impongan un fin
común a las causas eficientes, ni sin tener materiales o “algo” que pueda ser
transformado.
1.3. Es esencial al “azar” la inconstancia. Si un dado cae unas
cuantas veces seguidas sobre la misma cara, es claro que no es por casualidad;
el dado está mal hecho o tiene trampa. La constancia de un fenómeno indica
claramente que es no-aleatorio; tiene algo que causa y determina a ese efecto.
Ni tampoco un resultado condiciona al siguiente; si la bola que aparece primera
en una lotería, apareciera, basta, diez veces seguidas, todos los jugadores
estarían ciertos de la trampa. Un suceso aleatorio es esencialmente inconstante
e impredecible.
1.4. De lo anterior se deduce que en los sucesos aleatorios el número de aciertos es claramente inferior al
de fracasos. En el ejemplo del dado en número de veces que en un número
grande de tiradas (p.e. cien) salga una cara concreta, p.e. la “tres”, andará
cerca de la sexta parte; si difiere mucho la ciencia concluye que es por alguna
causa oculta de la que se ignora su funcionamiento y aun su misma existencia.
1.5. Además la causa (o causas eficientes, pues puede haber varias actuando
simultáneamente) produce cada una un efecto parcial, que, combinado con el
efecto de las demás, acaba produciendo un objeto único, compuesto de partes
diferentes y de efectos parciales diferentes pero confluyendo todos
ordenadamente a un efecto último. La realización de este proceso evolutivo (por
ejemplo la fabricación de un objeto industrial) exige la intervención de la
inteligencia (normalmente de muchas inteligencias). Es decir que los procesos
evolutivos de la experiencia, repetitivos, fruto de la acción de muchos agentes
y constantemente ordenados hacia un fin, requieren de causas eficientes, causas
finales e inteligencia ordenadora.
1.6. Las ciencias (nos referimos a las “más científicas entre las
ciencias”, la física y la química) se han desarrollado en el supuesto de que en
la naturaleza no viva (no hablamos ahora de los seres vivos y menos de los
hombres) no se dan fenómenos aleatorios.
La ciencia supone que todo fenómeno de la naturaleza inanimada es producido por
causas eficientes y no inteligentes, que necesariamente obran de la misma manera en las mismas
circunstancias. Sin este principio la ciencia moderna no existiría.
1.7. El estudio de los fenómenos aleatorios es un invento de la
inteligencia humana para el estudio de fenómenos en los que interviene un
número y complejidad de causas que no puede dominar, e incluso pueden
intervenir causas humanas y en principio libres, pero de muy difícil o casi
imposible control y aun identificación. Tales fenómenos pueden ser los
terremotos, enfermedades, accidentes, control de calidad, etc.
2. Sobre el origen evolutivo de
las especies según Darwin
2.1. Darwin cree poder deducir su teoría de la evolución de las especies
del hecho de las variaciones en los pinzones dependiendo de sus diversos
hábitats. Cree poder deducir que la necesidad
de sobrevivir ha forzado a modos de desarrollo diversos y a cambios en
la especie.
2.2. Darwin piensa que el proceso de cambio es muy lento, los cambios son aleatorios
y de los nuevos vivientes sólo perduran
los que mejoran la calidad del ser vivo, pues los más débiles no pueden
afrontar las condiciones adversas.
2.3. Sobre tales argumentos surgen dificultades,
que no han sido resueltas.
2.3.1. Cambios motivados por los cambios en las formas de vida y la
alimentación son conocidos aun en el hombre. En España, aun dentro de una
generación, se pudieron constatar cambios notables en la talla, resistencia a
las enfermedades, etc. Las causas eran sobre todo la mejora en la alimentación
y la mayor edad de comenzar a trabajar.
2.3.2. Pero en general la ciencia, que debe manejar datos de experiencia, carece de ningún dato cierto de experiencia sobre
el surgir de una nueva especie animal ni vegetal por evolución; mucho menos de
la vida.
2.3.3. Sobre el supuesto de que se trataría de una evolución muy lenta, que requeriría mucho tiempo, la teoría del bing-bang, de la explosión original del
“huevo cósmico”, sí tiene varios datos
que la avalan, pero se trata de una explosión a velocidades cercanas a la de la luz, muy lejos de un proceso lento.
2.3.4. La experiencia dice que en un proceso aleatorio los “aciertos” se
dan en menor número que los procesos
fallidos (v. 2.2). Los fallos habrían dejado restos, que podríamos llamar
“basura aleatoria” y se habrían fosilizado. Así la “basura” fosilizada tendría
que ser muy abundante. Sin embargo la ciencia no ha podido encontrar
nada.
2.3.5. Dada la audacia de al menos un buen número de investigadores,
dispuestos a saltarse todas las barreras, aun las morales, es de suponer que
haya habido más de un intento de producir vida a partir de materia no viva,
vida animal a partir de la vegetal, especie viva superior desde otra inferior,
vida racional desde animal. Tales intentos han fracasado.
2.3.6. La investigación científica ha realizado sus mayores esfuerzos al
estudio del origen del hombre, es decir al salto del simio al hombre racional.
Se han ido encontrando fósiles de simios, especialmente cráneos, con crecientes
semejanzas a cráneos humanos; también se han podido hacer de modo
suficientemente razonable algún proceso inverso, con fósiles humanos cada vez
más antiguos. Pero, prescindiendo de la dosis de inseguridad que tales
constructos conllevan, la ciencia no ha llegado al “eslabón”, que sería el
resto de un cuerpo humano que lleva en sí las señales del animal y es capaz de operaciones
espirituales.
2.3.7. Tampoco se ha encontrado en el mundo de los fósiles ningún “eslabón”
puente de una especie animal a otra parecida, como puede ser del gato al tigre
o viceversa.
2.3.8. El tipo de investigación anterior (2.3.6) se fija exclusivamente en
la morfología de los restos fósiles. En cierto sentido es un material bastante
grosero para lo que se pretende estudiar. El estudio del cerebro humano vivo,
instintos y psicología presentan una diversidad respecto a los de los animales
tan grande que no tiene, por ahora, explicación como pueda hacerse por la
evolución aleatoria de Darwin.
2.4. Evolución darwiniana, el big-bang y la creación del mundo por Dios.
2.4.1. La evolución darwiniana es una idea sugestiva. El entendimiento
humano en cualquier orden de conocimientos busca y goza al llegar a
concepciones unitarias. El hecho de que los seres vivientes tengan una variedad
tan grande y al mismo tiempo con frecuencia encontremos semejanzas entre
especies distintas sugiere la posibilidad de que una proceda de otra. Esto
apoya la idea de evolución. Pero al mismo tiempo esas coincidencias esconden
diferencias grandes y tampoco le ha sido posible a la ciencia encontrar formas
“de paso” del surgir una especie viviente de otra. Hay que reconocer que hasta
el momento la ciencia no ha ofrecido pruebas de realidad a la teoría de la
evolución darwiniana; sigue siendo mera hipótesis de trabajo.
La teoría del big-bang (un evolucionismo muy parcial, que ha tenido alguna
comprobación interesante) supone una explosión a velocidades estelares. No es
aleatoria sino claramente finalística.
Por fin la idea de la creación del mundo por Dios no es excluye que se haya
realizado con un proceso evolutivo. El acto creador de Dios podría incluir un
proceso evolucionista, más o menos complejo, que a lo largo de un tiempo haya
ido haciendo surgir todo el resto del universo.
2.4.2.- Darwinismo y ateísmo. Fue el mismo Darwin el que creyó encontrar en
su teoría argumento para negar la existencia de Dios: Dios no es necesario,
todo habría surgido de la nada por evolución.
Por la historia sabemos de la dificultad intelectual de Darwin para los
estudios teológicos, tan estrechamente unidos sobre todo entonces con la
filosofía. La hipótesis darwiniana no invalida las pruebas que la filosofía
(además de la teología) aporta a favor de la existencia de Dios.
Porque la evolución darwiniana supone que “algo” evoluciona. Este “algo” no
puede suponerse indefinidamente no-necesario. Como ya hemos probado, la existencia
real de un ser no-necesario es imposible sin que exista un ser necesario.
Por otro lado la evolución darwiniana es claramente finalística, lo cual
hemos probado que exige necesariamente la dirección de un ser con inteligencia
que vea, dirija y ordene todas los actos conducentes al fin. Este ser sería el
ser necesario o exigiría su previa existencia.
En el caso de la fabricación de objetos, que la naturaleza no produce sino
que el hombre ha inventado y produce, todos ellos llegan a existir tras un
proceso evolutivo (incluso tras una conjunción de procesos evolutivos de sus
componentes). Sin embargo tal proceso no es espontáneo ni necesario, sino que
exige la previa existencia, acción y conjunción complicadísima de muchos
agentes externos a la evolución fabricadora, que además son inteligentes, son
previos a tal evolución y rigen los modos del proceso evolutivo. De manera
análoga cualquier proceso evolutivo, por muy “primero” que sea, exige la previa
existencia del ser anterior (en definitiva de Dios) que lo haga posible.
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1 comentario:
Saludos,
alabo su esfuerzo y creo que ha hablado con inteligencia, conocimiento y tolerancia. Sin embargo, me parece que realiza un salto demasiado brusco de lo "poco probable" a lo "necesario".
En efecto, es poco probable que el ser humano y el orden del cosmos se hayan dado por azar, pero poco probable no significa es imposible. Quiero con esto decir que no veo pruebas de la existencia de Dios, sino de la "posible existencia de Dios".
Sea como fuere, parece más acertado suspender el juicio, a no ser que se crea en la palabra revelada de Dios (las Escrituras), como es el caso de los cristianos. En ese caso, mi pregunta sería, ¿cómo afectan los nuevos descubrimientos a la interpretación de las Escrituras?
El libro del Génesis está desmentido en su sentido literal, y muchos han sido los esfuerzos por darle una acertada interpretación metafórica. Pero, ¿no afecta esto en realidad a todo el conjunto de Escrituras? Una vez puesta en duda la credibilidad de uno de los libros, ¿por qué no de todos?
Gracias.
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