P. Rodrigo Sánchez - Arjona, S.J.†
5º La Oración asidua y fiel a la Iglesia
Según los estatutos el socio de nuestra asociación ha de orar con oración asidua y plenamente fiel a la Iglesia.
El Concilio Vaticano II ha hablado de nuestra época histórica agitada por profundos y rápidos cambios y desequilibrios y ha proclamado con claridad la fe de la Iglesia:
“Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo a fin de que pueda responder a su máxima vocación y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro nombre en el que sea necesario salvarse.” (GS. 10)
“Por eso nuestra asociación cree oportuno recordar a sus miembros que en épocas históricas como la nuestra en la que los hombres andan desorientados, angustiados, atemorizados y confundidos, es necesario orar incesante y fervientemente, para que quebrantado el poder del Maligno, liberado el mundo por Cristo crucificado y glorioso, sea transformado según los designios de Dios y llegue a su consumación.” (Estatutos II, 5)
Con estas palabras nuestros estatutos sólo hacen retomar las palabras de Jesús y de sus Apóstoles: “Es preciso orar siempre, sin desfallecer” (Lc. 18,1). “Orad sin cesar” (1 Tes. 5, 17), “Ante todo recomiendo que se hagan oraciones, plegarias, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad… Esto es bueno y agradable a Dios, Nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2, 1-4)
Pero si queremos colaborar eficazmente con la Iglesia en su misión de unir a todos los hombres con Cristo y entre sí y de santificar a los miembros del Pueblo de Dios, para que la Iglesia llegue a ser “un signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1), los socios del Apostolado de la Oración debemos fomentar en nosotros mismos y en los demás el espíritu de fidelidad al Papa y a los Obispos enseñado por San Ignacio en sus famosas “Reglas para sentir con la Iglesia”. Recordamos ahora sólo dos de estas reglas:
“Depuesto todo juicio, debemos tener ánimo aparejado y pronto para obedecer en todo a la vera esposa de Cristo Nuestro Señor, que es nuestra Santa Madre la Iglesia Jerárquica”.
“Debemos siempre tener para en todo acertar que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la Iglesia Jerárquica así lo determina, creyendo que entre Cristo Nuestro Señor, Esposo y la Iglesia su Esposa, es el mismo Espíritu que nos gobierna y rige para la salud de nuestras ánimas.” (EE. 353. 365).
San Ignacio de Loyola acepta en fe sencilla el dogma católico que Pedro y los Apóstoles tienen sucesores en el Papa y en los Obispos en su misión de representar a Cristo Cabeza y Pastor de la Iglesia. Por eso los estatutos del AO, para unirnos plenamente a la Iglesia, nos encargan ofrecer nuestra vida de cada día por las intenciones propuestas por el Santo Padre para cada mes y otras que él puede proponer a los fieles con toda urgencia.
Y añade los estatutos: “Incluyen los socios también con agrado en su ofrenda diaria aquellas intenciones por las que los Prelados, en su región, piden oraciones” (II, 4). Análogamente se podría decir también de las intenciones de nuestros párrocos.
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Acompañemos al Apostolado de la oración en sus oraciones diarias con las Intenciones encomendadas por el Papa, visitando el enlace lateral del Ofrecimiento Diario.
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