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P. Adolfo Franco, jesuita.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (15, 1 - 39):
C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Él respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo
S. «¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti.»
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó:
S. «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?»
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho?»
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio –al pretorio– y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos.» Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor.» Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. «¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:
S. «A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.»
C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, jesús clamó con voz potente:
+ «Eloí, Eloí, lamá sabaktaní.»
C. Que significa:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. «Mira, está llamando a Elías.»
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:
S. «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.»
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. «Realmente este hombre era Hijo de Dios.»
Palabra del Señor
Comienza la Semana Santa en un mundo lleno de dolor y tristeza: Hay que cargar la cruz imitando a Jesús
Con este domingo, llamado litúrgicamente Domingo de Ramos, comienza la Semana Santa. Y para darnos tema de reflexión para toda la semana, la Iglesia nos pone hoy, como lectura del Evangelio, la narración que hace San Marcos de la Pasión del Señor.
Son páginas que deberían estar presentes en nuestra mente y en nuestro corazón, porque narran el hecho más importante, el acto de amor más grande, la esperanza más firme, para cada uno de nosotros. Para leerlas bien, deberíamos imaginar que cada página de esta narración está cruzada con un gran letrero rojo, que dice: Te amo. Nuestra vida tiene una maravillosa perspectiva y una salida hermosa, porque Cristo murió para salvarnos. Y esto que ocurrió hace casi dos mil años, es algo que sigue presente, porque sus efectos tienen duración eterna. Y lo que en la Pasión se narra es asunto nuestro, muy nuestro. Muchas veces dejamos de lado el pensamiento de la Pasión. Pocos cristianos tienen el valor de confrontar su vida con estos hechos de Cristo.
Habría que estar toda la vida dando gracias de que Alguien, Jesucristo, se hubiera acordado de nosotros, para sacarnos de la cárcel, para librarnos de la nada y del sin sentido, para darnos fuerza, ilusión, alegría. Y lo hizo con un desinterés total, por un amor que nos parece inaudito. Alguien que da su vida por mí, ¿cómo no voy a tenerlo presente y amarlo? ¿Cómo no intentar decirle mi agradecimiento y que esta deuda se la pagaré procurando vivir siempre de su presencia?
Hay que salir en estos días un tanto de lo cotidiano y vulgar de cada día, para darle a nuestros pensamientos una mayor profundidad y pensar en la dimensión religiosa de nuestra vida. Nuestra vida es más que esa rutina de levantarnos, comer, trabajar, descansar... ver pasar las hojas del calendario en monótona sucesión; nuestra vida es de hecho un diálogo con Dios: cada hora debe tener un sentido, un por qué: y el sentido sólo se lo puede dar Dios: la vida debería ser un continuo diálogo con Dios.
Por otra parte, al leer la Pasión de Cristo tenemos que pensar, cómo pone al descubierto, no sólo los errores y pecados de los hombres de aquel tiempo, sino también los nuestros propios, simbolizados en los de ellos.
Resulta increíble que los hombres de aquellos tiempos consideraran en serio reo de muerte al hombre más limpio, más inocente, que jamás ha habido, Jesucristo; el Hijo de Dios, es condenado por la justicia humana. Los cargos: Jesús es un sujeto peligroso porque atenta contra la Religión y contra el Estado.
El tribunal religioso piensa que Jesús es un peligro para la Religión que Dios reveló a Moisés. ¡Hasta qué punto el orgullo y el poder pueden cegar la razón! Pero no deja de ser monstruoso que a Jesús que es Dios mismo, los hombres más distinguidos lo califiquen de blasfemo. Lo que Jesús dice en las bienaventuranzas, en lo de amar al enemigo, en lo de salvar a los pecadores, les parece a esos hombres sensatos un discurso subversivo. ¡Cómo les incomodaba a los jefes religiosos de Israel el que Jesús hablase de una Religión en serio!. Tomarse a Dios en serio parece peligroso.
Por otra parte el tribunal civil recibe la acusación de que Jesús promueve levantamientos populares, le acusan falsamente de negar el tributo y la obediencia al César. Y a Pilatos le ponen en la siguiente alternativa: si no condenas a Jesús, eres enemigo del César, O Jesús o el César. No sabemos lo que pensaba Pilatos en su fuero interno cuando estaba lavándose las manos; pero lo menos que podemos pensar es que Pilatos decide eliminar a un ser insignificante (Jesús) para no enemistarse con los poderosos y peligrosos sacerdotes judíos. Sacrificar a un insignificante, aunque sea inocente, a veces es un buen negocio.
Realmente es escandaloso que a Jesús se le aplique la pena de un subversivo, de un peligroso delincuente. Peor que el peor de los terroristas. Jesús considerado como jefe revolucionario; es otro absurdo de la justicia de los hombres, cuando buscan que el fin justifique los medios. Jesús ya en sus inicios fue perseguido por Herodes, porque Herodes pensaba que le iba a quitar el trono, y ahora hacen creer a Pilatos que Jesús es un peligro para el dominio romano en la provincia de Judea. ¿No se prolongan todavía hoy similares injusticias? ¡Cuántas veces todavía se prolonga la Pasión de Jesucristo en la condena de inocentes: mártires de su propia bondad!
Pero, aparte de esas consideraciones, lo importante es que esta narración nos dice que tenemos un tesoro para nuestra vida. La Pasión de Jesús es la narración del total amor de Dios hacia nosotros. Dios me quiere hasta la muerte. Y ahí hay todo un tesoro inacabable para mí, y me lo ha ganado El, con su entrega.
Imagen: Parroquia de San Pedro, Lima.
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