Teología fundamental. 34. El Credo. Descenso a los infiernos y Resurrección de Jesucristo

 


P. Ignacio Garro, jesuita †


5. EL CREDO

Continuación


5.15. RESURRECCIÓN, ASCENSIÓN Y SEGUNDA VENIDA DE JESÚS

El milagro de la resurrección es el más importante que obró Jesucristo, la prueba más clara de su divinidad, y el principal fundamento de nuestra fe. 


5.15.1 DESCENSO DE CRISTO A LOS INFIERNOS 

Las palabras "bajó a los infiernos" que recitábamos en el Credo significan que el alma de Cristo, separada de su cuerpo, bajó al lugar donde los justos del Antiguo Testamento esperaban la Redención. 

La palabra "infiernos" significa los lugares inferiores. Estos son tres: 

  • El infierno propiamente dicho, o lugar de los condenados; 
  • El purgatorio, donde se purifican las almas; y 
  • El llamado seno de Abraham, donde los justos del Antiguo Testamento esperaban la Redención. A este lugar nos referimos ahora.

Estas almas se hallaban detenidas allí porque el cielo estaba cerrado con el pecado; y nadie podía entrar en él antes de que Cristo lo abriera, con su muerte. Y aunque no experimentaban sufrimiento alguno, era, muy grande su deseo de ver a Dios. 

Jesucristo descendió ahí para consolar estas almas justas, hacerles saber que el misterio de la Redención se había realizado, y que pronto irían con El al cielo. 


5.15.2. LA RESURRECCIÓN DE CRISTO 

El artículo del Credo: "Resucitó al tercer día", nos enseña que Cristo por su propio poder juntó su alma con su cuerpo, para nunca más morir. 

Es de advertir que en tanto que los demás muertos que han resucitado, han sido resucitados por el poder de Cristo, éste resucitó por su propia virtud.

Advierte el Catecismo Romano la conveniencia de que resucitara al tercer día; pues si hubiera resucitado antes, su muerte no hubiera quedado comprobada, así como tampoco su Resurrección, prueba de su divinidad. 

Los guardias que custodiaban el sepulcro no lo vieron resucitar. Pero sintieron el terremoto que acompañó su resurrección, y vieron que un ángel del Señor bajó del cielo, removió la piedra del sepulcro y se sentó en ella. Su semblante deslumbraba como el rayo, y sus vestiduras eran como la nieve. Los guardias repuestos del espanto que sufrieron, refirieron lo ocurrido a los príncipes de los sacerdotes. 

María Magdalena y otras santas mujeres fueron el domingo muy de mañana al sepulcro y lo encontraron vacío. Cristo se les apareció, y les ordenó que anunciaran su resurrección a los discípulos (cfr. Mt. 28, Mc. 16, Lc. 24, Jn. 20, etc.). 

Después siguieron las diversas apariciones, ya a algunos apóstoles en particular, ya a todos reunidos en el Cenáculo, y a todos los discípulos. San Pablo da cuenta de que una vez se apareció a más de 500 hermanos, a cuyo testimonio apela. 


5.15.2.1 Importancia de este milagro 

El milagro de la resurrección es el más importante que obró Jesucristo, la prueba más clara de su divinidad, y el principal fundamento de nuestra fe. Así escribía San Pablo a los corintios: "Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, y vana vuestra fe" (I Cor. 15, 14). 

Da mayor valor a este milagro la circunstancia de que Cristo profetizó en diversas ocasiones su resurrección. Esto lo sabían no sólo los apóstoles, sino también los enemigos de Cristo; y así se apresuraron a pedirle a Pilatos guardias para el sepulcro, no fuera que sus discípulos lo robaran (cfr. Mt. 16, 21; 17, 9; 20, 19). 

"Nos acordamos, dijeron los judíos a Pilatos, que aquél impostor, estando todavía en vida, dijo: después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se guarde el sepulcro hasta el tercer día, no vayan sus discípulos y le hurten, y digan a la plebe: ha resucitado de entre los muertos; y sea el último engaño más pernicioso que el primero. Les respondió Pilatos: Ahí tenéis la guardia; id y ponedla como os parezca. Con esto yendo allá, aseguraron bien el sepulcro, sellando la puerta y poniendo guardias" (Mt. 27, 63-66). 


5.15.2.2 Pruebas de su Resurrección 

Sabemos que Cristo resucitó verdaderamente por el testimonio de los Apóstoles y de muchos discípulos que le vieron muchas veces después de su resurrección, que hablaron y comieron con El, y llegaron a tocar su cuerpo, como el Apóstol Tomás. 

Aparición a los discípulos en el Cenáculo 

Estando los discípulos en el Cenáculo, Jesús se les apareció de repente y les dijo: "La paz sea con vosotros". Viendo su temor agregó: "¿De qué os asustáis? Mirad mis manos y mis pies, yo mismo soy; palpad y ved que un espíritu no tiene carne ni huesos, como vosotros véis que yo tengo". Dicho esto, les mostró las manos y los pies" (Lc. 24, 36 y ss.). 

Como ellos no le acabasen de creer, pues el gozo y la admiración los tenía fuera de sí, Jesús les pidió de comer; le presentaron un trozo de pez; él comió, y en seguida, les explicó las Escrituras, diciéndoles: "Así era necesario que Cristo padeciese, y que resucitase de entre los muertos al tercer día" (Lc. 24, 43 y 46). 

La aparición a Santo Tomás fue de la siguiente manera: cuando los discípulos le dijeron: "Hemos visto al Señor", Tomás, que había estado ausente, no quiso creerles, sino que les replicó: "Si no veo en sus manos la señal de sus clavos, y meto mi dedo en el lugar que en ellas hicieron los clavos, y mi mano en la llaga de su costado, no creeré". Ocho días después estaban todos reunidos, y Tomás con ellos. Jesús se apareció y los saludó: "La paz sea con vosotros". Luego dijo a Tomás: "Mete aquí tu dedo y mira mis manos; da acá tu mano y métela en mi costado; y no quieras ser incrédulo, sino fiel". Tomás exclamó: "Señor mío y Dios mío". Jesús le replicó: "Tomás, porque has visto has creído; bienaventurados aquellos que sin haber visto, han creído" (Jn. 20, 24 ss.). Cristo pudo entrar en el Cenáculo, estando las puertas cerradas, porque uno de los dotes de los cuerpos gloriosos es la sutileza, o sea, el poder de penetrar otros cuerpos. 


5.15.2.3 Frutos de la Resurrección 

De la Resurrección de Cristo hemos de sacar los siguientes frutos: 

  • Fe firme en su divinidad y en la de su Iglesia. 
  • Esperanza de que como El, resucitaremos algún, día. 
  • Propósito de levantarnos del pecado, representado por su muerte, a la virtud y santidad, simbolizada por su Resurrección. 

Esta es la clara doctrina de San Pablo: "Así como Cristo resucitó de la muerte a la vida, así también nosotros vivamos con un nuevo género de vida" (Rom. 6, 4). "Si resucitasteis con Cristo, buscad las cosas del cielo, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios; saboreaos con las cosas de lo alto, y no con las de la tierra" (Col. 3, 11). 



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Damos gracias a Dios por la vida del P. Ignacio Garro, S.J. quien nos brindó toda su colaboración. Seguiremos publicando los materiales que nos compartió para dicho fin.

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