P. Ignacio Garro, jesuita †
3. LA SOCIEDAD
CONTINUACIÓN
3.7. EL ESTADO
Continuación...
3.7.10. FIN DEL ESTADO
El fin del Estado es el bien común de todos los ciudadanos, que consiste en:
- En que haya paz y seguridad para los ciudadanos, y las familias puedan gozar del ejercicio de sus derechos
- Lograr el mayor bienestar posible, gracias a la unión y a la colaboración de todos los ciudadanos. Para conseguir el Estado debe:
a. Mantener el orden público y dar seguridad a los ciudadanos, asegurando así imparcial y eficazmente a cada ciudadano el libre ejercicio de su actividad sin temor a la violencia.
b. Prevenir los delitos y reprimirlos cuando se realicen.
c. Hacer que impere la justicia en todos los actos humanos.
d. Proteger de manera especial a los débiles, niños, ancianos, etc. Hay que recordar que el Estado no es un fin en sí mismo, sino que el Estado está al servicio de la sociedad civil, de la comunidad, procurando siempre el bien común.
- El Estado debe favorecer positivamente el desarrollo de la vida social, a fin de que los ciudadanos puedan encontrar en la sociedad un medio cada vez más apto para realizar su perfeccionamiento humano, intelectual, moral.
3.7.11. LA SUBSIDIARIEDAD Y LA SOLIDARIDAD, REGULADORAS DE LA VIDA SOCIAL DEL ESTADO
Principio de subsidiariedad:
Se entiende por "subsidiariedad" cuando una persona o un grupo social pueden realizar actividades sociales por sí mismas sin ayuda del Estado. El Estado debe de respetar esta iniciativas y fiarse de los ciudadanos y sólo intervenir en caso que deba cumplir, en virtud del estricto derecho, el bien común general.
Con respecto a la comunidad nacional, una de las funciones del Estado se deben de regir por este conocido principio de la subsidiariedad, según el cual la intervención del Estado en la vida socioeconómica, cultural y política de la comunidad ha de ser de un justo equilibrio, que evite abusos en sus atribuciones, que lo obligue a intervenir cuando y donde corresponda, asumiendo tareas que no puedan realizar sociedades menores, y que, por último, le impida eludir responsabilidades, sobre todo cuando de ello deriven evidentes perjuicios para los miembros de la comunidad.
Así la subsidiariedad no significa que el Estado, frente a problemas fundamentales como los de la economía, deba hacerse a un lado, asumiendo un papel de mero "guardián del derecho y del orden", como decía el Papa León XIII. Por el contrario, el "Estado debe dedicarse plenamente a su función específica de dirigir y orientar la búsqueda del Bien Común", incluso supliendo a los organismos particulares e intermedios cuando el bien general así lo aconseja. Juan XXIII dice en PT nº 140: "Así como en cada nación es menester que las relaciones que median entre la autoridad y los ciudadanos, las familias y las asociaciones intermedias, se rijan y moderen con el principio de subsidiariedad, con el mismo principio es razonable que se compongan las relaciones que median entre la autoridad pública mundial y las autoridades públicas de cada nación".
J. Pablo II al hablar sobre el papel del Estado en el sector de la economía, dice: "En este ámbito también debe ser respetado el principio de subsidiariedad. Una estructura social de orden superior no debe de interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándola de sus competencias, sino que más bien debe sostenerla en caso de necesidad y ayudarla a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común". (CA nº 48).
Principio de solidaridad
Del latín "solidus" = compacto, cohesionado; en sentido social significa solidez, estabilidad.
La solidaridad es: "la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos sean verdaderamente responsables de todos. Por solidaridad vemos al "otro" (sea persona, pueblo o nación) como un semejante nuestro". Sollicitudo Rei Socialis, Nº 39,e.
En general el término "solidaridad", evoca la idea de cooperación, participación. Aquí empleamos el término "solidaridad", desde el punto de vista de la justicia social, puesto que la persona humana es eminentemente social debe de haber valores que signifiquen solidaridad con los demás ciudadanos, solidaridad universal entendida como responsabilidad de todos para con todos y como creación de un sistema mundial de colaboración entre los pueblos. (Sollicitudo rei Socialis, nº 38-39). El principio de solidaridad es uno de los principios básicos de la DSI. Según este principio el desarrollo integral del hombre y de todos los hombres sólo es posible mediante el desarrollo solidario de la humanidad, es el gran tema de la encíclica "Populorum Progressio" de Pablo VI (1966).
El tema de la solidaridad lo trata el Papa Juan Pablo II en la encíclica "Sollicitudo rei Socialis" y hace de la solidaridad el tema principal y declara de forma urgente que hay que sustituir las relaciones hegemónicas y egoístas de algunos grupos de naciones por las relaciones solidarias y altruistas, como camino único para eliminar los imperialismos económicos o financieros que tanto daño hacen a las naciones del Tercer Mundo (SRS, nº 26-39). Sólo la solidaridad puede vencer "los mecanismos perversos y las estructuras de pecado", SRS, nº 39-40.
En innumerables alocuciones y discursos, Juan Pablo II vuelve a tratar el tema: "La solidaridad de todos los hombres es la verdadera revolución del amor", Discurso en Nápoles: A las nuevas generaciones, 1990. En "Centesimus Annus" vuelve a decir: "Para superar la mentalidad individualista hoy tan difundida, se requiere un compromiso concreto de solidaridad", CA, nº 49. En el congreso promovido en Roma para trabajadores y sindicalistas, el 4 de Mayo de 1991, J. Pablo II desarrolla: "el sentido de la solidaridad en la defensa y el respeto de derechos de los obreros". O.R. 2, Junio 1991, pag. 6.
El principio de solidaridad es clave en la DSI. Por solidaridad el hombre debe contribuir con sus semejantes al bien común de la sociedad. Cuando los hombres, grupos, comunidades locales, asociaciones y organizaciones, naciones y continentes participan en la vida económica, política y cultural, superan el individualismo social y político. Así vista, la solidaridad, liga a cada persona indisolublemente al destino de la sociedad y a la salvación de todos los hombres. Pide una acción eficaz que afecte en conciencia a los individuos, a los gobiernos y a cada pueblo en aquello que se refiere al tenor de vida, al fomento del trabajo y al progreso de otros pueblos menos dotados.
Esta solidaridad encuentra su más profunda justificación y su más decisiva orientación a la luz de la fe. La conciencia de la común paternidad de Dios, de la fraternidad de todos los seres humanos en Cristo y de la presencia y acción vivificadora del Espíritu presenta, a los creyentes un modelo nuevo de unidad del género humano y les confiere un criterio cierto para interpretar la realidad del mundo.
3.7.12. EL DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES
Este principio es fundamental en la más antigua tradición de la Iglesia. Podemos definir el destino universal de los bienes como: Todos los hombres tienen el derecho primario a usar de todos los medios disponibles para la vida. MM. 111; LC. 87 y 90, SRS. 39. Por consiguiente, el derecho de propiedad privada, aunque sea legítimamente ejercido, jamás debe perder de vista el principio del destino universal de los bienes para todos.
El destino universal de los bienes, como principio del orden económico y social debe ser tenido en cuenta por el Estado y regular su práctica en las diversas formas jurídicas que las normas positivas de los pueblos practican. Mas, al constituir el destino universal de los bienes un derecho natural y fundamental, el propietario "no debe de tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás". Gaudium et Spes, nº 69
3.7.13. LA ESTRUCTURA SOCIAL DENTRO DEL ESTADO
La noción y clasificación de los grupos sociales que configuran el Estado es un tema que recibe diversas tratamientos en cada autor. Nosotros podemos señalar los siguientes:
- La Familia: La familia se define como el grupo social primario y fundamental, de la sociedad, con autonomía de estructura y fines propios, pero fines que la trascienden y se integran en el orden más amplio de la unidad de toda la sociedad. La relación entre familia y sociedad está muy condicionada en la actualidad, siendo sus dos extremos: subsidiariedad y estatismo.
- Las clases sociales: se habla de estratos amplios de la sociedad, en la que se denominan la clase alta, clase media, clase media baja, y clase baja,( obreros y campesinos).
- Los estamentos sociales: se denominan a aquellas organizaciones que tienen un papel importante en la organización social del Estado: el Ejército, el Poder Judicial, la Administración Pública, la Iglesia, los docentes, cuerpo médico, etc,.
- Las organizaciones profesionales: Son asociaciones libres que tienen como finalidad agrupar, defender y promover el bien de sus filiados. Asociaciones profesionales libres: abogados, médicos, profesores, etc. Sindicatos, asociaciones, etc. También se puede incluir los grupos afines a la cultura, arte, deporte, ecología, etc.
Conclusión:
Podemos decir que el Estado es la sociedad civil plural organizada de una manera estable en su Constitución y Leyes fundamentales, bajo la autoridad de un Gobierno, legítimamente elegido, provisto de poderes claramente definidos en bien de todos los ciudadanos. La sociedad civil necesita de un elemento que realice la unión de los miembros de la sociedad, que los hace buscar y querer el mismo fin, que es el bien común. Para ello se requiere de un Estado que detente legítimamente el poder según las leyes fundamentales del Estado y de la Constitución.
3.7.14. EL ESTADO DE BIENESTAR
A partir de la 2ª Guerra Mundial (1940-1945) se estableció en algunos países de la Europa Occidental, una forma de gobierno que se llamó el “Estado de Bienestar”, o también llamado “Estado Social”. Este forma de gobierno político, económico y social del Estado de Bienestar Social podemos definirlo de la siguiente manera: “Un modo de organización social, política y económica, que es, a la vez, reacción a los dictaduras totalitarias socialistas y comunistas de los países de Europa del Este y como complemento al sistema del Estado neoliberal y capitalista del Oeste.
El Estado de Bienestar Social se caracteriza, por un lado, por la intervención del Estado en la economía del país, con el objetivo de mantener el pleno empleo mediante la regulación de las leyes laborales, regulación de las leyes del mercado y la creación de un sector público económico y, por la prestación de una serie de servicios sociales de carácter universal, como son: control de precios en la alimentación básica, educación, salud, vivienda, transporte, industria básica en general, protección a los ancianos, niños, pensiones de vejez, y todo tipo de servicios que vayan a favor del Bien común; y por otro lado, adoptar las medidas eficaces del sistema capitalista: el uso adecuado y controlado del capital financiero y económico. De este manera se pudo conjugar lo mejor del sistema capitalista: como es el buen uso y rendimiento del capital y lo mejor del sistema socialista: una justa y equitativa redistribución de la riqueza, pleno empleo, leyes laborales justas, etc, atendiendo al ciudadano en sus más elementales necesidades humanas, económicas y sociales”.
El Estado de Bienestar Social supone, pues, una organización social muy cualificada de todos los ciudadanos para llevar a cabo correctamente: el pleno empleo y la conjunción eficiente del capital, trabajo, una alta y cualificada producción, una democracia participativa, y un nivel cualificado de preparación profesional en todos los ámbitos del trabajo. Con estas características se conjugan una serie de elementos imprescindibles para formar un Estado de Bienestar Social.
El Estado democrático moderno que hoy día conocemos en el mundo de Occidente, nació de las revoluciones norteamericana (1776), y francesa (1789) y se basa en los principios del pensamiento liberal del pleno derecho y deberes de la ciudadanía, de ahí nacieron las Naciones – Estado de mediados del siglos XIX y comienzos del S. XX, llegando a su madurez en lo que hoy día conocemos por Estados democráticos. Fue, por tanto, un proceso de maduración que abarcó la segunda mitad del S. XIX y la primera mitad del S. XX. Dentro de este proceso se pueden distinguir dos planos: a).- el nivel teórico y doctrinal, de las ideas, de los argumentos, y b).- el nivel jurídico – práctico, es decir, la legislación positiva, las reformas jurídicas, laborales, de salud pública, reformas administrativas justas y equitativas, etc.
A). Nivel teórico doctrinal
Los autores y pensadores políticos de ideas socialistas no marxistas, es decir, el socialismo demócrata intenta tomar lo mejor de las ideas liberales capitalistas y lo mejor del socialismo no marxista. Es sobre todo en Alemania donde más se reflexiona sobre el Estado Social de Derecho, y podemos destacar a G. Smoller, A. Wagner y L. Brentano, que en 1872 redactan un manifiesto que viene a ser una síntesis embrionaria de lo que hoy día podríamos llamar el Estado Social de Bienestar y decía: “A diferencia de la escuela de Manchester (que era pro liberal capitalista, consideraba que el Estado no debe de intervenir en economía, educación, salud, todo esto hay que dejarlo a la iniciativa privada, y proclamaban: “el Estado cuanto más pequeño, mejor”), no consideramos al Estado como un mal menor de la sociedad moderna que es preciso restringir tanto como sea posible; para nosotros el Estado es una de las más grandes instituciones para la educación de la humanidad. Queremos un Estado fuerte, que legisle por encima de los intereses egoístas de clase social, que proteja a los débiles y promocione a las clases inferiores” 18.
Reclaman estos pensadores políticos un Estado de Bienestar Social no totalitario, sino un Estado de Derecho, que no sea neutral ante los conflictos de injusticia social que generan la desigualdad entre los ciudadanos soberanos y libres, entre los fuertes y los débiles de la sociedad, entre patronos y obreros. El Estado de Bienestar Social debe de intervenir en el área socioeconómica para intentar promocionar a los más desvalidos. Se produce por tanto una inversión en la concepción del Estado en relación con el problema de la libertad personal y social. El Estado liberal clásico (manchestraiano) solía considerar la libertad individual y el poder del Estado como magnitudes inversamente proporcionales, a saber: a mayor poder del Estado, menor libertad personal y social, es decir, la libertad del individuo y de la sociedad se ven reducidas por el poder del Estado. Por tanto, el poder del Estado, “cuanto más pequeño, mejor”. El poder del Estado debía ser limitado a favor de la libertad e iniciativa del individuo y de la sociedad.
Sin embargo, los autores socialistas que acabamos de citar proponen un concepto más amplio y realista de la libertad; para que la libertad del individuo sea real, no basta con defenderla frente a las posibles abusos del Estado; al ciudadano también hay que defenderle de la miseria, del hambre, del desempleo, de la falta de atención sanitaria, de la falta de acceso a una educación escolar básica y universitaria, hay que protegerle de la explotación económica y laboral en las fábricas, y empresas, hay que asegurarle unas condiciones de vida digna, etc.
B). Nivel jurídico práctico
Esta reflexión jurídico teórica encuentra su realización en Alemania durante la república de Weimar, que en 1880 establece la primera legislación de protección social; en 1884 se aprueba la ley sobre accidentes de trabajo, y en 1889 la ley de seguros de vejez, invalidez y las primeras pensiones de jubilación a partir de haber cumplido los 65 años. A lo largo del S. XX, el Estado de Bienestar Social conoce distintas etapas en distintos países, Inglaterra, Francia, Italia, Países Bajos, etc, pero ha sido a partir de 1945 cuando el Estado de Bienestar hasta los años 1975 a 1980, en que comienza el declive de este tipo de Estado de Bienestar debido a las fuertes crisis económicas que surgen en Occidente, sobre todo la crisis de 1973, conocida como la “crisis del petróleo” en el mundo económico, debido a que el barril de petróleo subió de 1 dólar por barril a más de 20 dólares. Automáticamente subieron todos los productos industriales que dependían de esta fuente vital de energía, especialmente los automóviles y la industria en general. Esta crisis económica, por las mismas causas, se repitió en 1979.
En los años 1950 a 1960 Europa conoció los momentos de mayor prosperidad económica y paz social de su historia. El Estado de Bienestar Social había avanzado a un ritmo razonable hacia el cumplimiento de sus objetivos sociales y de bienestar y calidad de vida. Es significativo el testimonio de Tom Bottomore, el cual, más bien hostil al Estado de Bienestar Social, ha tenido que reconocer que: “en la mayoría de la Europa Occidental tuvieron lugar en aquellos años progresos igualitarios en la distribución de la riqueza y en el control económico de la nación, a través de diversas formas de economía mixta, así como una notable expansión y perfeccionamiento de la política asistencial, facilitado todo ello por unos índices de crecimiento económico excepcionalmente altos”. En efecto, Europa crecía a un ritmo anual del 7 y 8 % del P.I.B., lo que significaba una época de optimismo y de progreso. Parecía haberse encontrado la fórmula ideal para conjugar libertad ciudadana e igualdad de derechos y deberes, iniciativa privada libre y a la vez intervencionismo estatal, eficacia en la producción industrial y justicia social, conjunción de lo mejor del capitalismo y del socialismo.
El Estado de Bienestar Social asumía dos compromisos básicos:
1.- En el terreno propiamente económico: el Estado de Bienestar Social se compromete a erradicar definitivamente los ciclos de prosperidad y depresión económica, que había salpicado hasta entonces la historia del capitalismo liberal, pues con las diversas estrategias de control estatal de la economía, se podían cerrar esos ciclos depresivos (como la crisis económica de 1929 en EE.UU.) y aspirar al pleno empleo de manera estable, cosa que hasta entonces no se consideraba factible.
2.- En el terreno social: el Estado de Bienestar Social se compromete a garantizar la satisfacción de las necesidades elementales de la población al margen del mercado, es decir, conseguir el pleno empleo de los obreros y empleados; además mediante prestaciones gratuitas tener acceso a: educación pública, sanidad pública, y con ayuda subvencionada tener acceso a la vivienda, tener un control y subvención de precios en los alimentos básicos para toda la población, etc, necesidades todas ellas que están en la base de los derechos económicos y sociales de la persona humana.
Con estos logros políticos, económicos y sociales la lucha de clases del marxismo ortodoxo no desaparece del todo, sigue la tensión social y política, pero, queda domesticada y paliada. Por tanto, el Estado de Bienestar Social presupone, se asienta y está construido sobre el conflicto, pero, a su vez, mantiene abiertas la vías de negociación y de transacción entre empresarios y obreros capaces de conseguir que la lucha de clases quede superada por medio del diálogo y la negociación correcta y respetuosa entre empresarios y las centrales sindicales, para conseguir unos logros reales que no requieren el derramamiento de sangre ni la confrontación física. Se había producido lo que Lipset denomina la “lucha de clases democrática”, lo que significaría que todos los esquemas sociales, incluidos los modos de producción y la distribución justa y equitativa de los recursos económicos, dependerían de los resultados de la política de masas, y decía: “Si, de hecho, la gente quisiera que las cosas cambiasen, eligirían simplemente a otra gente en las instituciones. El que no lo hagan prueba, en consecuencia, que la gente está satisfecha con el orden socio-político existente”.
Sin embargo, y a pesar de todos los progresos del Estado de Bienestar Social en Europa, la sociedad nacida de este Estado de Bienestar Social conserva en sí misma la desigualdad radical entre la fuerza decisiva del capital y la fuerza del trabajo. Y, así, la integración de los trabajadores en la sociedad con igualdad de derechos entre todos los ciudadanos es más aparente que real. Bajo capa de participación plena en la vida democrática formal y bajo la cobertura del Estado de Bienestar Social en el cumplimiento de los derechos y deberes del ciudadano, los trabajadores tienen acceso a la ciudadanía política, pero en el fondo sigue existiendo la radical desigualdad económica propia de la sociedad capitalista. Esta contradicción se pone de manifiesto de una manera más visible cuando las circunstancias económicas cambian por la falta de trabajo, el trabajo temporal y provisional, el desempleo, y en otras formas de injusticia social.
3.7.15. LOS FALLOS DEL ESTADO DE BIENESTAR SOCIAL
No debió de ser muy fuerte y bien asentada la forma de gobierno del Estado de Bienestar Social cuando duró tan poco tiempo. En efecto, el Estado de Bienestar Social no eliminó del todo el conflicto entre capital y trabajo, ya que en definitiva el objetivo era que el país marchara bien económicamente, es decir, tener como objetivo el lema de la economía capitalista: elevar cada vez más y más la producción para que esta producción no se debilitara y estancara; para ello habilitaron políticas tendentes a aumentar la demanda, los ciudadanos de cualquier clase social ganaban buenos salarios y estaba bien redistribuida la riqueza, lo cual conllevaba un fuerte aumento de la oferta, con la consiguiente necesidad de mano de obra. A la vez se habilitaron medidas de distribución de los bienes socialmente producidos mediante políticas fiscales forzadas por el pacto social.
El Estado de Bienestar Social no se situó fuera de las leyes del mercado capitalista, sino que trató de paliar sus consecuencias poniéndole límites; y cuando la correlación de fuerzas del mercado cambia, también cambia la estructura social. Esto es lo que sucedió a partir del año 1973, debido a la crisis del petróleo, se produjo un verdadero desequilibrio entre en los países productores de petróleo que recibieron grandes cantidades de dinero, y los países importadores de petróleo tuvieron que invertir gran parte de su capital de ahorro en comprar la misma cantidad de petróleo pero les costaba 20 veces más caro; automáticamente hubo un alza desmesurada en todos los productos. Los países productores de petróleo se hallaron con grandes cantidades de dinero y hubo una gran liberación del precio del dinero. Sin embargo, en los Estados de Bienestar Social, los obreros sufrieron una gran crisis económica, ganaban lo mismo y los productos básicos habían subido el doble y el triple, es decir, su poder adquisitivo había disminuido.
Con la intensa competencia en exportaciones en el terreno internacional, y la alta tecnología creada para una gran producción industrial se produjo un cambio en la ecuación del Estado de Bienestar Social, a partir del año 1979 (segunda crisis del petróleo) en el mundo industrial hay muchas y muy buenas máquinas de alta producción y consiguientemente el rendimiento industrial de estas máquinas producen un excedente de obreros. Se repite el problema laboral, social y humano que vimos a comienzos del S. XIX.
A esta situación hay que añadir la mundialización de la economía, Europa Occidental, después de la 2ª Guerra Mundial tenía una gran producción industrial, estaba en igualdad de condiciones de producción que Estados Unidos de América y Japón, tenía que competir con sus exportaciones en el mercado internacional; a la vez en Europa hubo una gran necesidad de grandes capitales y mantener productivas las empresas para hacer frente a la competitividad exterior. Para innovar las nuevas tecnologías industriales y ser competitivos era necesaria una innovación de la tecnología y una reestructuración de la producción en la que ya no se necesitaba tanta mano de obra debido al gran avance que hubo en la investigación y tecnología de la automatización y robotización de las máquinas industriales para lo cual era necesario liberar grandes recursos económicos, a los que no podía hacer frente el Estado de Bienestar Social. En este proceso comienzan los “procesos de privatización” de las empresas públicas sociales del Estado de Bienestar Social.
Veamos un ejemplo: hacia 1985 un robot automatizado en la industria del automóvil, trabajaba 24 horas diarias, rinde el equivalente a más de 100 obreros por día, no se cansa, no tiene familia, no percibe sueldo, no tiene costes sociales, no se enferma, no hace huelgas, no exige nada. De nuevo la máquina reemplaza la mano de obra humana. Los grandes perdedores de esta innovación tecnológica e industrial son los obreros. En pocos años, los países del mundo Occidental comienzan a tener un gran excedente de obreros sin empleo, lo cual significa: el mundo del desempleo, es decir, pasar hambre, no poder cubrir necesidades vitales, etc. Comienza un nuevo ciclo de tensión humana, social y política.
Finalmente el error principal del Estado de Bienestar Social, en lo referente a las empresas públicas y al mundo del rendimiento laboral fue, en líneas generales, la “burocratización del sistema”, es decir, al ser empresas estatales o semi – estatales requerían un gran número de empleados bien remunerados para mantener el control del sistema , y “la falta de estímulo y de superación” de los obreros que no estaban muy motivados para producir al máximo ni superarse en el trabajo, ya que el puesto estaba asegurado de por vida. Los puestos de servicios, oficinistas, secretarias, personal administrativo, en general eran muy poco competentes y eran más bien puestos de trabajo que se originaban para ocupar a los partidarios políticos del Gobierno de turno, así había empresas en las que la proporción “obrero – empleados” era desproporcionada; por ejemplo en la empresa privada había 1 empleado por cada 50 obreros, en la empresa estatal 20 empleados por cada 50 obreros.
Otro ejemplo: las empresas estatales al final del año solían tener pérdidas fuertes, no había problema, el Estado de Bienestar Social derivaba de las arcas de la Nación el dinero suficiente para cubrir esas pérdidas. Esta forma de actuar no se realiza nunca en las empresas privadas, en éstas si hay pérdidas, se estudia la manera de salir de ellas con más trabajo, más competencia, más calidad, o declarando la quiebra, pero el déficit no lo cubre nadie, entonces las empresas estatales comparadas con las empresas privadas, generalmente, son muy deficitarias, originan una especie de psicología que el Estado de Bienestar Social se haga cargo de todo, lo importante es tener un trabajo y tener la vida asegurada de por vida. En la empresa privada no ocurre nada de esto, cada puesto de trabajo es evaluado cada cierto tiempo y si no hay un rendimiento adecuado y eficaz el obrero o mejora, o se le despide.
Por eso el mayor fallo del Estado de Bienestar Social no es la buena intención de legislar a favor del obrero y de proteger sus condiciones de trabajo sino la desidia y desinterés que origina en los obreros y en los empleados públicos: el saber consciente o inconscientemente que: “de todas maneras yo tengo un trabajo seguro y a mí nadie me puede despedir”. Y también como hemos comentado las empresas estatales admiten demasiados administrativos y de servicios, que no son necesarios, y se convierte más bien en un lugar donde se colocan los afiliados al partido político de turno.
Por lo tanto podemos decir que los fallos del Estado de Bienestar Social, no está en el planteamiento político y social que realiza el Estado de la Nación para mirar por el bien común de los ciudadanos, sino que sus fallos están en la “burocratización” del sistema estatal debido al excesivo personal de servicios con bajos rendimientos no productivos; y por otra parte se dio “la falta de superación y motivación” en la producción del trabajo en al área de los obreros.
Todo esto es producido por una mala gestión empresarial. “El Estado es un mal gestor” dicen los teóricos de las economías neoliberales y tal vez no les falte alguna buena razón. “Las Empresas públicas, habitualmente son deficitarias, están acostumbradas a que en caso de déficit empresarial, el Estado de Bienestar Social les ayude y cubra todos los gastos”, dicen los neoliberalistas. Es un hecho comprobado que tanto los obreros y como los empleados públicos, con el tiempo, declinan su interés por la productividad efectiva y por competir en un mercado exigente y no rinden lo suficiente, se amarran a su trabajo fijo, sin posibilidad de despido, por lo tanto este modelo de Empresa estatal no da muy buenos resultados, pero repetimos, no por los fines que pretende, el mayor bien común, sino por la “burocratización” acompañada de exceso de puestos de trabajo en el área de servicios y por la falta de motivación, rendimiento y competencia profesional de los obreros y de los cuadros directivos de la Empresa estatal.
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Damos gracias a Dios por la vida del P. Ignacio Garro, SJ † quien, como parte del blog, participó con mucho entusiasmo en este servicio pastoral, seguiremos publicando los materiales que nos compartió.
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