Acólitos: Su vocación


LOS ACÓLITOS: VOCACIÓN DE SERVICIO

Los acólitos, pequeños o mayores, realizan en la comunidad y para la comunidad un servicio muy hermoso. Que no sólo es práctico, sino que también pide una actitud espiritual.

El Concilio Vaticano II decía:

«También los acólitos, lectores, comentadores y los que pertenecen a la schola cantorum desempeñan un auténtico ministerio litúrgico. Por tanto, deben ejercer su oficio con la piedad sincera y el orden que tanto convienen a un ministerio tan grande y que el Pueblo de Dios exige, con razón, de ellos. Por eso es necesario que estén profundamente penetrados del espíritu de la liturgia y sean instruidos para cumplir su función debida y ordenadamente »(Sacrosanctum Concilium 29).

Los acólitos tienen una vocación en la comunidad:

Sirven a Cristo Jesús y a la comunidad entera, en torno al Libro y al Altar, para que su Palabra y su Eucaristía puedan celebrarse mejor; están orgullosos y alegres de poder realizar estos servicios; pero no se sienten protagonistas ni «vedettes», sino servidores de la comunidad; no consideran este ministerio como un privilegio, ni como una promoción personal, sino como un trabajo extra que están dispuestos a prestar -a veces con evidente sacrificio de su tiempo y de sus planes para el domingo- para bien de la comunidad; van creciendo en el «sentido de lo sagrado », porque lo que sucede en estas celebraciones no es como tantas cosas que hacemos en la vida de la familia o de la escuela, sino una cosa sagrada; y ellos, los acólitos, están más cerca que los demás de eso tan importante que sucede en la Eucaristía y los demás sacramentos: que Cristo Jesús, a quien no vemos, pero que está realmente presente, nos está comunicando su Palabra, su gracia, su vida.



OFICIO DEL ACÓLITO: ¿VOCACIÓN O ASISTENCIALISMO?

Podemos leer una gran cantidad de documentos, vida de santos y libros de apoyo en la formación de los monaguillos y acólitos, pero no siempre se sabe orientar correctamente la debida interpretación y el debido respeto que merece el que asume este deber puesto que muchas veces es visto solo como una ayuda o colaboración y se encaja en lo meramente funcional cuando en realidad trata de algo más profundo. No es una labor que tenga como propósito un asistencialismo, con esto quiero decir que no es un trabajo más de los que se pueden desarrollar en el altar, sino que está asociado a una vocación del cristiano que le impulsa el deseo de servir con prontitud al misterio del Dios encarnado, significa que más allá de un servicio prestado es una vocación y toda vocación es una llamada que viene de Dios mismo, que cuestiona al ser mismo del que es llamado y lo impulsa a responder al sonido interior de esa voz que retumba en su espíritu.

El acólito o monaguillo no solo está sirviendo al sacerdote, sino que por medio de él sirve a Cristo mismo y su labor es importante porque deja claro que la eucaristía es fruto de la convergencia de todos los creyentes que forman un solo cuerpo reunidos bajo una sola iglesia, y son todos, niños, jóvenes y viejos, llamados a participar de la continua alegría que significa ser testigo de la constante actualización del misterio cristiano y salvífico. No es asistencialismo, es vocación y como tal merece tener un lugar distintivo que tenga una preparación acorde a su importancia y que pueda responder de manera oportuna y litúrgica al servicio santo, es vocación y también llamado a la santidad como en cualquiera de las vocaciones a la que Dios llama a los hombres a servirle.

No soy capaz de hacer grandes cosas, pero quiero hacer todo, incluso las cosas más pequeñas, para la mayor gloria de Dios.
Santo Domingo Savio




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