P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
TEOLOGÍA DE SAN PABLO - 15° ENTREGA
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
TEOLOGÍA DE SAN PABLO - 15° ENTREGA
14. EL DESARROLLO DE LA NUEVA VIDA
14.2. LA ASCESIS CRISTIANA Y EL SUFRIMIENTO
Además de lo que hemos expuesto sobre la ascesis y lucha cristianas en el apartado anterior, hay que tener en cuenta las siguientes ideas paulinas:
- Somos propiedad de Cristo: Rom 14, 7-9: “Porque ninguno de vosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya vivamos ya muramos, del Señor somos. Por que Cristo murió y volvió a la vida para eso, para Señor de muertos y vivos”.
- Por consiguiente, el sufrimiento nos espera como a Cristo: 2 Tim 3, 12: “Y todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones”.
- No debemos ser siervos del pecado, y esto supone ascesis y sufrimiento: Rom 6, 6: “sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Él, a fin de que fuera destruido el cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado”.
- La mortificación cristiana, la renuncia, no es un fin en sí misma; su finalidad es hacernos conformes a Cristo: 2 Cor 5, 14-15: “Porque el amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron. Y murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”.
- Pablo se opuso a las desviaciones
ascéticas: Col 2, 16-23: “Por tanto, que
nadie os critique por cuestiones de comida o bebida, o a propósito de fiestas,
de novilunios o sábados. Todo esto es sombra de lo venidero; pero la realidad
es el cuerpo de Cristo. Que nadie os arrebate el premio por ruines prácticas y
el culto de los ángeles, obsesionado por lo que vio, vanamente hinchado por su
mente carnal, en lugar de mantenerse unido a la Cabeza, de la cual todo el
cuerpo por medio de junturas y ligamentos, recibe nutrición y cohesión, para
realizar su crecimiento en Dios. Una vez que habéis muerto con Cristo a los
elementos del mundo, ¿por qué sujetaros, como si aún estuvierais en el mundo, a
preceptos como “no toques”, “no pruebes”, “no acaricies”, cosas todas
destinadas a perecer con el uso conforme a preceptos y doctrinas puramente
humanos? Tales cosas tienen una apariencia de sabiduría por su piedad afectada,
sus mortificaciones y su rigor con el cuerpo; pero sin valor alguno contra la
insolencia de la carne”.
- El esfuerzo cristiano y su finalidad están resumidos en, 1 Cor 5, 7: "Eliminad la levadura vieja, para ser masa nueva, pues sois ázimos. Porque nuestro cordero pascual Cristo, ha sido inmolado”.
14.3. LA CONSUMACIÓN DEL MISTERIO PASCUAL DE CRISTO EN NOSOTROS
- La finalidad del plan divino de salvación es que seamos conformes a la imagen de Cristo, "para que éste sea el primogénito entre muchos hermanos": Rom 8, 29: “Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera el primogénito entre muchos hermanos”.
- Participando en el misterio de la salvación nos convertimos en: "nuevas creaturas", 2 Cor 5, 17: “por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo todo es nuevo”; y en Col 3, 10: “os habéis revestido del hombre nuevo, que ya se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador”.
- Cristo no deja de crecer y formarse en los fieles: Gal 4, 19: “¡Hijitos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto,
hasta ver a Cristo formado en vosotros”.
- La consumación del Misterio Pascual de Cristo en nosotros se tendrá en la resurrección, pero debe irse realizando en la imitación de Cristo:
- En el amor: 2 Cor 5, 14: “Porque el amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron”; y en Gal 2, 20: “y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Esta vida en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí”; y en Rom 13, 8: “Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor. Pues el que ama al prójimo, ha cumplido la ley”.
- En la humildad y pobreza: Filip 2, 5-11: “Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo: El cual siendo de condición divina, no codició ser igual a Dios sino que se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo. Asumiendo semejanza humana y apareciendo en su porte como hombre, se rebajó a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos y en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el SEÑOR para gloria de Dios Padre”.
- En toda su vida: en todo hay que proceder: "según Cristo", Rom 15, 5: “y el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener los unos para con los otros los mismos sentimientos, siguiendo a Cristo Jesús”; hay que hacer todo "en Cristo", dando gracias a Dios Padre por Él: Col 3, 17: “Todo cuanto hagáis de palabra y de obra, hacedlo todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de Él”; y en 1 Cor 10, 31: “Por tanto, ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios”.
- Muestra gradual de la transformación en Cristo, la expresa Pablo
cuando escribe, 2 Cor 3, 18: "todos
nosotros que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria
del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos,
conforme a la acción del Señor”.
- El término de esa transformación es en Efes 1, 4: "por cuanto nos ha elegido en Él antes de la fundación del mundo para ser santos e inmaculados ante Él en el amor", por eso el Apóstol pide a Dios en 1 Tes 5, 23: “Que Él, el Dios de la paz, os santifique plenamente, y que todo vuestros ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro señor Jesucristo”.
Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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