Por el P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
3.5. LA REALIDAD DE LA PARUSÍA. CRISTO DE NUEVO VENDRÁ CON GLORIA PARA JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS
La segunda venida gloriosa de Cristo y el juicio que se llevará a cabo. Esta segunda verdad se considerará más adelante. De momento nos reducimos al hecho de la venida de Cristo con toda gloria y majestad. Mt 16,27. "El Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras".
Mt 25,31: "Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria". 1 Tes 5,1-2: "En lo que se refiere al tiempo y al momento, hermanos, no tenéis necesidad de que os escriba. Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche"
3.6. CIRCUNSTANCIAS DE LA PARUSÍA. LOS HOMBRES DESCONOCEN EL MOMENTO DE ESTA SEGUNDA VENIDA
Una cosa es que sea verdad de fe que Cristo vendrá de nuevo con gloria a juzgar vivos y muertos y otra cosa es que haya sido revelado el momento exacto en que se producirá esa "Parusía", o "Segunda Venida del Señor". Más bien parece, según veremos en los argumentos, que lo que se ha revelado es justamente la incertidumbre del momento en que tendrá lugar esa Segunda venida de Cristo. Mc 13, 31: "Cuanto a ese día o a esa hora, nadie la conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre". Mt 24,36: "Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre". Mt 24,42-44: "Velad, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor... Por eso estad preparados, porque en el momento que menos penséis vendrá el Hijo del Hombre".
Recordamos lo que ya hemos dicho anteriormente del consejo de S. Pablo y advertencia a los cristianos de Tesalónica, con estas palabras llenas de prudencia y sensatez:: “Os rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras, como si afirmásemos que el día del Señor está encima. Que nadie en modo alguno os desoriente. Primero tiene que llegar la apostasía y aparecer la impiedad en persona, el hombre destinado a la perdición, el que se enfrentará y se pondrá por encima de todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, hasta instalarse en el templo de Dios, proclamándose él mismo Dios ...”, 2 Tes 2, 1-17.
3.7. SEÑALES PRECURSORAS DE LA PARUSÍA
En el NT se habla de ciertos "signos" previos a la "Parusía". Aunque se trate de unas señales bastante determinadas no llegan a tener el carácter de un dato infalible, pues esto se opondría a la insistencia con que hemos visto que Cristo señala lo desconocido respecto al día y la hora de su segunda venida, es decir, que ésta no vendrá necesariamente de modo inmediato a la aparición de esas señales; pero tampoco sobrevendrá antes de que estos signos se manifiesten.
3.7.1. LA PREDICACIÓN DEL EVANGELIO EN TODO EL MUNDO
Mt 24,14 dice: "Se proclamará esta Buena Nueva del reino en el mundo entero, para dar testimonio a todas las naciones. Y entonces vendrá el fin". en Mc.13,10: "Y es preciso que antes sea proclamada la Buena Nueva a todas las naciones". Es cierto que el contexto del llamado discurso escatológico se refiere tanto al fin de Jerusalén como al fin del mundo, por lo cual los exegetas no están de acuerdo en determinar qué expresiones se refieren a un final o a otro.
Concretamente la fórmula "mundo entero", en otros pasajes bíblicos significa el imperio grecorromano. Así en Lc 2,1: "se empadronase todo el mundo". Sin embargo, en el lugar citado de Mt,13,10, puede referirse preferentemente a todo el mundo, no sólo el grecorromano, como lo confirma la orden de Jesucristo: "predicad el Evangelio a toda la creación" Mc.16,15. Esto no quiere decir que todo el mundo se convierta, sino que la fe habrá sido predicada a la totalidad moral de todos los pueblos.
3.7.2. LA CONVERSIÓN DE ISRAEL
En Rom 11, 25-32, dice: "Pues no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, no sea que presumáis de sabios: el endurecimiento parcial que sobrevino a Israel durará hasta que entre la totalidad de los gentiles, y así, todo Israel será salvo como dice la Escritura: vendrá de Sión mi Libertador; alejará de Jacob las impiedades, y ésta será mi alianza con ellos, cuando haya borrado sus pecados. En cuanto al evangelio, son enemigos para vuestro bien; pero en cuanto a la elección son amados en atención a sus padres. Que los dones y la vocación de Dios son irrevocables".
3.7.3. APARICIÓN Y ÉXITO DEL ANTICRISTO
Será un tiempo de apostasía masiva. Mt 24,12, dice: "Y se levantarán muchos falsos profetas, que engañarán a muchos. Y al crecer cada vez más la iniquidad, la caridad de la mayoría se enfriará". Y en Lc 18,8, dice: "Pero cuando venga el Hijo del Hombre ¿encontrará fe en la tierra?". S. Pablo en 2 Tes.2,3-4: "Que nadie en modo alguno os engañe, porque antes ha de venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de la perdición, el Adversario que se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta el extremo de sentarse él mismo en el santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios".
El tema de la apostasía masiva es un tema complejo, como todos los de la escatología final. Sabemos el "qué" de la escatología pero no sabemos el "cuando" (tiempo) ni el "cómo" (modo o manera), y todo esto es evidente pues el lenguaje empleado en la revelación es ambiguo, simbólico y difícil de precisar.
Del anticristo, en 2 Tes 2,3-4, se habla con claridad como una persona que seducirá a los hombres engañándolos, haciendo que prescindan en todo de Dios y que vean e interpreten todas las cosas desde el punto de vista material y humano, negando hábilmente la existencia de Dios y su obra.
En definitiva, el anticristo intentará suplantar al verdadero Cristo, se escudará en la mentira y la vanidad. Hará y dirá todo lo contrario a lo que dijo e hizo Cristo, intentará en definitiva legitimarse como auténtico mesías y libertador. Los seducidos por él le seguirán y creerán haber hallado el camino de salvación. S. Pablo advertía en Rom 3,24,: "Sólo en Cristo (el Verbo divino encarnado) tenemos la salvación".
En el Apocalipsis se evoca al anticristo sirviéndose de la imagen de dos bestias monstruosas. La primera es un poder político; blasfema contra Dios, se hace adorar y persigue a los verdaderos creyentes, Apoc.13,-10. La segunda imagen es una realidad religiosa: remeda al Cordero (es decir, a Cristo) opera prodigios engañosos y seduce a los hombres para hacer que adoren a la primera bestia, Apoc.13,11-18.
3.7.4. EL CAOS COSMOLÓGICO
La Sagrada Escritura nos describe que el fin del mundo ha de ser precedido de grandes calamidades públicas y de grandes tribulaciones. Así en Mt 24,6-8: "Oiréis también hablar de guerras y de rumores de guerras. ¡Cuidado, no os alarméis! Porque eso tiene que suceder, pero todavía no es el fin. Pues se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá en diversos lugares hambre y terremotos. Pero todo eso será el comienzo de los dolores de alumbramiento".
Sabido es, sin embargo, que el discurso escatológico de Jesucristo está lleno de dificultades y está dentro del misterio. En él se habla unas veces de la ruina de Jerusalén; otras, del fin del mundo, y otras de ambas cosas a la vez. Por lo tanto es muy difícil señalar exactamente qué es lo que corresponde a cada uno de los acontecimientos
Nosotros nos podemos preguntar: ¿cómo se producirá el fin del mundo? La Sagrada Escritura nos lo describe con caracteres apocalípticos, veamos. En Is 66,15-16: "Pues, he aquí que Yahveh viene en fuego y como torbellino en sus carros para desfogar su cólera con ira y sus amenazas con llamas de fuego. Porque con fuego Yahveh va a juzgar y con su espada a toda carne, y serán muchas las víctimas de Yahveh". en Mt 24,29-31: "Inmediatamente después de las tribulaciones de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna perderá su resplandor, las estrellas caerán del cielo, y las fuerzas del cielo serán sacudidas".
En Lc 21,25-26: "Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas; y en la tierra angustia de las gentes; perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas".
¿Qué hay que pensar de todas estas expresiones de la Revelación? ¿Cómo deben entenderse estos textos y otros similares?. Es preciso afirmar que nada en concreto se sabe con certeza. Lo único que parece indudable es que esas descripciones a base de la destrucción del mundo por el fuego, por la lluvia de las estrellas y de la conmoción universal del firmamento, no deben de interpretarse al pie de la letra. Téngase en cuenta que cualquiera que sea el modo con que sobrevenga el fin del mundo es un misterio.
3.8. LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS. LA RESURRECCIÓN DE CRISTO Y LA NUESTRA
La resurrección de los muertos fue revelada progresivamente por Dios a su Pueblo. La esperanza en la resurrección corporal de los muertos se impuso como una consecuencia intrínseca de la fe en un Dios creador del hombre todo entero, alma y cuerpo. El creador del cielo y de la tierra es también Aquel que mantiene fielmente su Alianza con Abraham y su descendencia.
En esta doble perspectiva comienza a expresarse la fe en la resurrección. En sus pruebas, los mártires Macabeos confiesan:
“El Rey del mundo, a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna”, (2 M 7, 9). “Es preferible morir a manos de los hombres con la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por él”, (2 M 7, 14).
Los fariseos y muchos contemporáneos del Señor esperaban la resurrección. Jesús la enseña firmemente. A los saduceos que la niegan responde: «Vosotros no conocéis ni las Escrituras ni el poder de Dios, vosotros estáis en el error», (Mc 12, 24). La fe en la resurrección descansa en la fe en Dios que «no es un Dios de muertos sino de vivos», (Mc 12, 27).
Pero hay más: Jesús liga la fe en la resurrección a la fe en su propia persona: «Yo soy la resurrección y la vida», (Jn 11, 25). Es el mismo Jesús el que resucitará en el último día a quienes hayan creído en El y hayan comido su cuerpo y bebido su sangre.
En su vida pública ofrece ya un signo y una prenda de la resurrección devolviendo la vida a algunos muertos, anunciando así su propia Resurrección que, no obstante, será de otro orden. De este acontecimiento único, El habla como del «signo de Jonás», (Mt 12, 39), del signo del Templo: anuncia su Resurrección al tercer día después de su muerte.
Ser testigo de Cristo es ser «testigo de su Resurrección» (Hch 1, 22), «haber comido y bebido con él después de su Resurrección de entre los muertos», (Hch 10, 41). La esperanza cristiana en la resurrección está totalmente marcada por los encuentros con Cristo resucitado. Nosotros resucitaremos como El, con El, por El.
Desde el principio, la fe cristiana en la resurrección ha encontrado incomprensiones y oposiciones. «En ningún punto la fe cristiana encuentra más contradicción que en la resurrección de la carne». Se acepta muy comúnmente que, después de la muerte, la vida de la persona humana continúa de una forma espiritual. Pero ¿cómo creer que este cuerpo tan manifiestamente mortal pueda resucitar a la vida eterna?
3.9. CÓMO RESUCITARÁN LOS MUERTOS
¿Qué es resucitar? En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del hombre cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dará definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible uniéndolos a nuestras almas, por la virtud de la Resurrección de Jesús.
¿Quién resucitará? Todos los hombres que han muerto «los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación» (Jn 5, 29).
¿Cómo? Cristo resucitó con su propio cuerpo: «Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo», (Lc 24, 39); pero El no volvió a una vida terrenal. Del mismo modo, en El «todos resucitarán con su propio cuerpo, que tienen ahora», pero este cuerpo será «transfigurado en cuerpo de gloria», (Flp 3, 21), en «cuerpo espiritual», (1 Cor 15, 44).
“Pero dirá alguno: ¿cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vuelven a la vida? ¡Necio! Lo que tú siembras no revive si no muere. Y lo que tú siembras no es el cuerpo que va a brotar, sino un simple grano..., se siembra corrupción, resucita incorrupción...; los muertos resucitarán incorruptibles. En efecto, es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista de inmortalidad”, (1 Cor 15, 35-37. 42. 53).
Este «cómo» sobrepasa nuestra imaginación y nuestro entendimiento; no es accesible más que en la fe. Pero nuestra participación en la Eucaristía nos da ya un anticipo de la transfiguración de nuestro cuerpo por Cristo:
¿Cuándo? Sin duda en el «último día» (Jn 6, 39-40. 44. 54; 11, 24); «al fin del mundo».
3.10. RESUCITADOS CON CRISTO
Si es verdad que Cristo nos resucitará en «el último día», también lo es, en cierto modo, que nosotros ya hemos resucitado con Cristo. En efecto, gracias al Espíritu Santo, la vida cristiana en la tierra es, desde ahora, una participación en la muerte y en la Resurrección de Cristo.
“Sepultados con él en el bautismo, con él también habéis resucitado por la fe en la acción de Dios, que le resucitó de entre los muertos... Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios”, (Col 2, 12; 3, 1).
Unidos a Cristo por el Bautismo, los creyentes participan ya realmente en la vida celestial de Cristo resucitado, pero esta vida permanece «escondida con Cristo en Dios», (Col 3, 3). «Con él nos ha resucitado y hecho sentar en los cielos con Cristo Jesús» (Ef 2, 6). Alimentados en la Eucaristía con su Cuerpo, nosotros pertenecemos ya al Cuerpo de Cristo. Cuando resucitemos en el último día también nos «manifestaremos con él llenos de gloria», (Col 3, 4).
“El cuerpo es para el Señor y el Señor para el cuerpo. Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?... No os pertenecéis... Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo”, (1 Cor 6, 13-15. 19-20).
En el último día todos los hombres, réprobos y elegidos, resucitarán con sus propios cuerpos que ahora llevan para recibir según sus obras
Se afirma que la resurrección universal tendrá lugar el último día. Este fenómeno sobrenatural se producirá cuando se realice la "Parusía" o el retorno glorioso del Señor. Por el modo de expresarse las fuentes parece deducirse que ambos eventos sucederán simultáneamente. Se dice que "todos los hombres" resucitarán, con lo que se indica que no hay excepción. Se afirma el hecho de la resurrección, lo que quiere decir que los cuerpos, ya corrompidos, de los que murieron volverán a la vida que perdieron y se unirán con su misma alma racional, resultando la misma persona humana que era en el momento de la muerte. La resurrección suele definirse como la restitución del cuerpo humano a la vida que había perdido con la muerte.
En la expresión: "con sus propios cuerpos" se expresa que entre el hombre que murió y el hombre que resucita se da una identidad no sólo específica, sino también numérica. Cómo se pueda explicar esta identidad se estudia en una cuestión complementaria. Con la fórmula: "para recibir según sus obras", se quiere expresar que premio o castigo eterno afectará no sólo a las almas sino también a los cuerpos.
Jn 5,28,s.s: "Llega la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán los que obraron el bien para resurrección de vida; los que obraron el mal, para resurrección de condenación. Hech 24,15: "Teniendo en Dios la esperanza, que también ellos mismos aguardan, de que ha de haber resurrección, tanto de justo como de injustos". 1 Cor15,35, s.s.: "... pero se dirá ¿cómo resucitan los muertos? ... Porque es necesario que esto corruptible se revista de incorruptibilidad y que esto mortal se revista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya revestido de incorruptibilidad, entonces se realizará la palabra que está escrita..."" Col 2,12: "sepultados con El en el bautismo, en el cual fuisteis también justamente resucitados, porque habéis creído en la fuerza de Dios que lo ha resucitado de entre los muertos".
3.11. CUALIDADES DE LOS CUERPOS RESUCITADOS
Los cuerpos de los elegidos serán transformados y glorificados según el modelo del cuerpo resucitado de Cristo.
Ya hemos visto que todos los hombres, tanto los justos como pecadores, resucitarán en el último día con los cuerpos que tuvieron en este mundo. Ahora consideramos la resurrección de los justos y afirmamos que sus cuerpos, informados por las almas gloriosas, estarán adornados por unas cualidades que la teología escolástica especifica (impasibilidad y sutileza) y que, siguiendo el lenguaje de S. Pablo, cabe calificar según la expresión usada en el enunciado de la tesis, (glorificación y transformación según el modelo del cuerpo de Cristo resucitado).
1 Cor 15,22: "Pues del mismo modo que en Adán morimos todos, así también todos revivirán en Cristo". 1 Cor 15,42-53: " Así también en la resurrección de los muertos: se siembra corrupción, resucita incorrupción; se siembra vileza, resucita gloria; se siembra debilidad, resucita fortaleza; se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual". Filp 3,21: "El (Cristo) transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las cosas". Rom 6,5: "Porque si nos hemos hecho una misma cosa con El por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante a la suya". Rom 8,11: "Y si el espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros"
Hay que aclarar que los cuerpos resucitados de los réprobos también resucitarán y serán cuerpos incorruptibles e inmortales, pero “no glorificados”. La incorruptibilidad y la inmortalidad excluye el metabolismo y la destrucción de la materia. Estas cualidades son indispensables para que el cuerpo de los condenados reciba el castigo eterno del que hablan las fuentes de la Revelación.
Otra aclaración, otra cualidad que han de tener los cuerpos de los condenados es la "pasibilidad" o capacidad de padecer, pues de lo contrario serían invulnerables al dolor; es decir, los cuerpos resucitados de los réprobos será, incorruptos, inmortales y pasibles; y la fe enseña que los cuerpos resucitados de los réprobos sufrirán penas eternas de daño y de sentido, como ya vimos en la tesis correspondiente.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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