Marcos
10, 46-52
Hay muchas clases de ceguera; que el Señor nos cure de ellas, como curó al ciego de nacimiento.
Jesús,
en este pasaje cura a un ciego de nacimiento, y pone al descubierto la
importancia de la fe: por eso lo subraya y al curarlo le dice "tu fe te ha
curado". Parecería que el milagro tiene una especial intencionalidad, que
es destacar la importancia de la fe.
En
la narración que nos hace el Evangelista San Marcos, se pone en contraste la
ceguera de este hombre, con la intensidad de su fe. Por la ceguera él no podía
ver las personas, no podía contemplar los árboles, ni la luz del sol; no podía
ver el camino, sin ayuda de alguien podría tropezar. No tenía ese conocimiento
de las realidades materiales que se nos hacen presentes por la vista corporal.
En cambio tenía conocimiento de otras realidades superiores por la fe de su
corazón: tenía la certeza de la presencia de Dios, supo distinguir a Jesucristo
como el salvador de su extrema indigencia, sabía que una fuerza superior (la de
Dios) podía incluso salvarle de su ceguera corporal. Le faltaba una vista, pero
tenía otra vista la de la fe por la que “vemos” las realidades superiores.
Muchos otros tenían vista, veían a Jesús de Nazareth y no creían en El, no lo
aceptaban como Hijo de Dios; interiormente estaban ciegos, aunque lo conocieran
de vista. En cambio este pobre ciego, por dentro veía esta realidad maravillosa
de Jesús el Hijo de Dios.
Así
podemos decir que hay también dos cegueras: la del que no tiene vista corporal,
y la del que no tiene fe. Es curioso que nos afecte más la ceguera corporal,
que la falta de fe. A pesar de que el que no tiene fe tiene una ceguera más
lamentable, que la del que no tiene vista. Porque no tener fe significa no
tener una respuesta a las interrogantes más importantes de la vida, es no poder
apoyarse en la firmeza de Dios, es no tener un sentido profundo de la vida
misma. Es una ceguera de mucha mayor importancia. Las preguntas más
trascendentales del ser humano tienen una respuesta en la fe. Vivir la vida sin
sentido, es la consecuencia de no vivir en la fe.
Podríamos
preguntarnos ¿qué cosas no ve el que no tienen fe? Ya que la calificamos de
ceguera es necesario plantearse esta pregunta. Hay dos realidades, en las
cuales vive el hombre: la realidad natural y la realidad sobrenatural. Dos
realidades, no una realidad y un mito, o una fantasía. Las dos son realidades;
y puestos a comparar, la realidad sobrenatural podríamos decir que es más real;
por que, si no, veamos ¿qué hay más real y más existente que Dios, del cual
deriva toda existencia y toda realidad? Eso el no creyente no lo ve: y es algo
tan importante.
A
veces hay personas que no ven el sentido de la vida, por qué he nacido, cuál es
el término de esta vida. Ciegos, porque solo ven los hechos y los dolores, los
sufrimientos; ven la superficie de estos hechos, pero no los ponen en el
contexto del plan de Dios sobre sus vidas. Así a veces se pierde el sentido de
la vida misma, y estos ciegos se llegan a preguntar ¿para qué vivo?, ¿para que
nací? De esa ceguera nos cura la fe; que, además nos alivia de la tristeza de
una vida sin sentido.
Hay
personas que no saben ver el mundo creado, como los signos de Dios en el mundo:
la perfección de la creación, la armonía del conjunto de los planetas, y las
estrellas, que se rigen por un orden extraordinario. No saben ver que detrás de
las bellezas naturales hay la mano de un Artista. No saben ver que detrás de la
maravilla organizada que es la vida, la maravilla que es el cuerpo humano;
detrás de todo eso y de otras muchas cosas, hay una Presencia, con la cual
sintoniza el que tiene fe, y no la ve el que no tiene fe.
La
fe nos hace ver nuestro destino, la presencia de Dios en nuestra vida, y la
consistencia que El da a nuestra fragilidad. La fe nos hace ver que no estamos
solos en el universo, que siempre estamos cuidados, observados y protegidos por
Dios, que nunca deja a sus hijos. El que no tiene fe no ve nada de eso, y
además lo niega. No percibe que cada ser humano es un hermano, no simplemente
un animal racional.
El
que tiene fe ve en cada sacramento una maravillosa presencia, la presencia de
Jesús, que está incorporando al que recibe el sacramento, a la vida misma de
Dios. En cambio el que no tiene fe, no ve el misterio, solo ve la ceremonia, a
la que le ha quitado la sustancia.
Tantas
y tantas cosas nos hacen ver la fe, y no ven los que no tienen fe. Con razón a
esta falta de fe se la llama ceguera. Porque además no ven al Hijo de Dios que
vino a salvarnos, que pisó nuestra tierra, y que está presente entre nosotros
todos los días hasta el fin del mundo. Cuántas cosas dejan de ver los que no
tienen fe. Y cuánto debería de preocuparnos esta ceguera, para pedirle al
Señor, como este ciego le pedía la vista corporal: ¡Señor, haz que vea!
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Agradecemos al P. Franco SJ por su colaboración
Para otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.
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