DOMINGO
VI
DE
PASCUA
Jn,
15, 9-17
Lo primordial de la vida cristiana es el amor, el amor de Dios a nosotros y el que debemos tener nosotros con Dios y con las demás personas.
Jesús
en el largo discurso que tiene con los discípulos al final de la Ultima Cena está dando
las últimas recomendaciones y enseñanzas. Es la última vez que hablará tan
largo con ellos. Y en este contexto se inserta el párrafo que leemos en este
domingo.
El
mensaje es especialmente hermoso, porque todo él se centra en el amor. Jesús
nos dice que nos ama, como el Padre lo ama a El. Y nos pide permanecer en el
amor. Nos llama amigos. Nos dice que el amor debe llevarnos a guardar los
mandamientos y a dar la vida por los demás. Y añade que somos objeto de su
elección; nos ha elegido para amarnos y para que amemos.
Esta
es la esencia de nuestra relación con Dios. Si hubiera que hacer una síntesis
breve de lo que es ser Cristiano, es ésta, que es la síntesis que hace Jesús.
Lo
primero y esencial es la relación de amor entre Jesús y el cristiano. Y entre
el cristiano y Jesús. La religión cristiana para muchos es un conjunto de
reglas de conducta, o un conjunto de cumplimientos rituales, o un conjunto de
verdades sobre Dios, el mundo y la vida. Religión cristiana convertida en una
moral, o en prácticas rituales o en una ciencia de lo trascendente. Cristo pone
el énfasis en otra cosa. No es que haya que descartar de la vida cristiana, ni
los mandamientos, ni las prácticas sacramentales, ni el conocimiento que deriva
de la fe. Pero la esencia es otra cosa, es la relación de amor entre Cristo y
el cristiano, que además es la que da vida auténtica a la moral, a los ritos y
al conocimiento de las verdades.
Si
no amamos no somos nada, y nuestro cumplimiento de preceptos morales, será puna
mala imitación de lo que Jesús quería. El recto cumplimiento de la moral
cristiana es una consecuencia del amor: estar enamorado de Jesús nos conduce a
hacer el bien: es una prolongación del amor mismo. El bien buscado siempre y en
toda circunstancia, es un impulso que nace del amor que se le tiene a Jesús.
Por eso El mismo dice: si me aman guardarán mis mandamientos. Y darán la vida
por los demás, que es el resumen de toda la moral cristiana: vivir sin egoísmo
hasta dar a cada uno de los que me rodean un poco de mi vida. Esa es la moral
del mandamiento que se refiere a los padres, a la vida de los demás, a la
pureza, a los bienes. Quien quebranta alguno de estos mandamientos, no da vida,
sino quita vida. Y Jesús está hablando de dar la vida.
Además
nos dice que no le hemos elegido nosotros, sino que El nos ha elegido. El es el
que tiene la iniciativa siempre, El es el que hace la Salvación , el que nos la
ofrece, el que nos llama a participar con El; El es quien nos elige para ser
sus amigos, para depositar en nosotros su amor. El que ama hace una elección. Y
eso hace Jesús al amarnos, nos elige. Ese Jesús que vivió, murió y resucito ¿me
ama a mí? ¿está hoy presente a mi lado? A veces estas palabras nos pueden
parecer palabras hermosas inventadas, pero que no corresponden a nada real. Y
sin embargo aunque no se conviertan en algo corporal y material, son tan reales
o más que el suelo que pisamos y el aire que respiramos. Algo parecido les pasó
a los apóstoles cuando lo vieron resucitado: pensaron que era un fantasma,
también nosotros pensamos que su amor es un fantasma. Y Jesús tiene que
demostrarles y demostrarnos que no es un fantasma. Nosotros no tenemos
normalmente la posibilidad de la constatación palpable de su presencia. Pero
estamos rodeados de símbolos que nos llevan a conocer esta realidad, a veces se
nos comunican experiencias íntimas, y siempre tenemos la luz de la fe (que es
la forma más certera de conocer la realidad), y todo eso converge en la misma
verdad: Jesús me ama. Y me ama porque ha elegido libremente amarme; y de ahí
deriva que yo cumpla sus mandamientos, y que dé también la vida, como El ha
dado la vida por los amigos. Y así daremos fruto, o sea nuestra vida no habrá
sido estéril, sino de verdad fructuosa. Esa es la forma en que Jesús quiere que
entendamos nuestra propia existencia, la existencia cristiana.
...
Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
Para acceder a otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.
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