Lucas
13, 22-30
El Señor nos da una respuesta central, para ese problema central que es nuestra salvación.
Se abre esta lectura del Evangelio de San Lucas con
una pregunta “¿son pocos los que se salvan?” Una pregunta importante y personal
que todos nos hacemos, y que quisiéramos tener respondida. Jesús no va a responder
en este momento directamente a la pregunta, sino que va a hablar en general de
la salvación, y de lo definitiva que es la situación después de la muerte
“cuando se cierre la puerta”.
Sobre la cantidad de los que se salvan ¿quién de
nosotros no se ha preguntado? No es una pregunta de curiosidad, sino una
pregunta fundamental. Y hay sectas que han querido determinar los que se
salvan, cuántos son, y las reglas precisas y detalladas de los que se han de
salvar. Hay quienes hablan de ciento cuarenta y cuatro mil (el número simbólico
del Apocalipsis). Esta interpretación es falsa, y su error proviene de leer el
Apocalipsis en forma literal, y no en forma simbólica como ha sido escrito. Pero
muestra una vez más la preocupación por conocer quiénes se salvan, y los
caminos para la salvación.
Jesucristo en vez de responder a la pregunta de sus
discípulos sobre la cantidad de los que se salvan nos dice más bien qué hay que
hacer para salvarse; y esto es lo que más importa, y lo dice en muchas
ocasiones en todo el Evangelio.
Jesucristo en este mismo párrafo nos habla del
camino de la salvación: “Luchad por entrar por la puerta estrecha”. Esta es una
forma de hablar repetida frecuentemente en los Evangelios. La senda estrecha, o
la puerta estrecha. Está aludiendo el Señor a que el camino del Evangelio, el
que nos conduce a la salvación, no es fácil, más bien resulta duro y esforzado.
Y para que no queden dudas, el Señor en determinado momento añadirá: “no todo
el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que
cumple la voluntad de mi Padre”.
Pero no se reduce a esto sólo lo que Jesucristo
enseña sobre la salvación. Cuando está anunciando la Eucaristía (es casi todo
el capítulo sexto del Evangelio de San Juan) se repite varias veces: “el que
come este PAN vivirá para siempre”. Es muy importante este nexo entre la
Eucaristía y la salvación. Recibir la Eucaristía es recibir la fuente misma de
la salvación. Evidente, porque Jesús es el Salvador.
En otros momentos se conecta la salvación con la
entrega al prójimo: la práctica de la caridad (el distintivo de los
cristianos): en el capítulo 25 de San Mateo se narra el juicio final. Unos son
salvados y otros condenados, en ese juicio. La razón de la salvación es haber
hecho el bien al prójimo, y la razón de la condenación es no haberlo hecho.
Jesucristo también nos dirá de que hay que estar
preparados, y alerta. Toda la narración de la parábola de las diez doncellas
(cinco preparadas con aceite de reserva, y cinco descuidadas), está dirigida a
estar siempre preparados y cargados de buenas obras. El Señor llegará de
repente, y al final la puerta se cerrará para siempre, y los que no estuvieron
preparados quedarán afuera.
Sobre todo es importante saber que la salvación nos
viene de Dios, y que se sustenta en el amor que Dios nos tiene, y que obra en
nosotros. Y Jesucristo nos dice que El no ha venido a condenar, sino a salvar.
San Pablo también afirma que Dios quiere que todos los hombres se salven y
lleguen al conocimiento de la verdad. No es que nuestros esfuerzos personales
importen poco, pues son absolutamente necesarios; pero también es un consuelo
saber que nuestra salvación la cuida alguien que es nuestro Padre, y Jesús que
es nuestro Salvador. Realmente nos da mucha seguridad saber que nuestra
salvación está en tan buenas manos, y más aun que Jesús nos tiene guardados en
su corazón.
No es posible abarcar todas las enseñanzas del Señor
referentes a la salvación en este breve comentario. Esas son solo algunas de
las principales. Por otra parte algunas veces se buscan “recetas” para la
salvación deformando algunas devociones. Y Dios no da la salvación a través de
“recetas”, sino la da al que acepta el gozo de ser su hijo; y es que sentirse
amado como hijo es ya empezar a gustar la salvación.
Agradecemos al P. Adolfo por su colaboración.
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