CUARESMA
Domingo III
Lucas 13, 1-9
La cuaresma, otro plazo que el Señor nos da para nuestra conversión.
En este párrafo del evangelio de hoy hay dos contenidos algo
diferentes, pero que se complementan. En el primero se narran dos hechos
trágicos, y en el segundo Jesús cuenta una parábola en la que se habla de una
higuera que no da fruto, que se la quiere arrancar por eso, pero el labrador
encargado de la higuera pide un plazo, para cuidarla un poco más para que dé
fruto.
En las dos noticias del primer párrafo hay gente que muere
trágicamente: unos por una represión brutal de Pilatos que degüella a unos
galileos revoltosos en el mismo templo, y los otros por el derrumbamiento de una
torre y que aplastó a muchos. Frente a estas dos desgracias Jesús hace cambiar
la perspectiva para mirar estos hechos trágicos. La forma ordinaria es fijarnos
principalmente en la desgracia: en estas situaciones la gente piensa
principalmente en las muertes, en esas terribles desgracias. Y es normalmente
la forma que tenemos de mirar esos sucesos fatales. Además algunas veces
pensamos en si habrá alguna conexión entre la conducta de los que murieron y el
hecho de su muerte repentina. Esa era una interpretación frecuente entre los
contemporáneos de Jesús.
Jesús primero afirma que eso no es así; no es verdad que hayan
perecido por ser malos. Lo dice claramente: había otros muchísimos igualmente
pecadores y a ellos no les ocurrió nada. No es la desgracia material
consecuencia de la conducta mala. Pero Jesús no entra en ninguna explicación de
por qué ocurren estas cosas. El Evangelio no entra en este problema del por qué
del mal en el mundo, del mal en sus diversas variantes y modalidades, el mal
físico, el mal espiritual, el mal temporal, al mal definitivo. Es un problema
al que no se le encuentra una explicación racional. Pero Jesús, aunque no entra
en la explicación del mal, sí afirma de todas formas que Dios no castiga,
cuando esas cosas suceden. Dios no es la causa de ningún mal, es lo que quiere
decir Jesús.
Y en segundo lugar lleva la reflexión a otro asunto, a la conversión,
a que no quedemos paralizados contemplando simplemente la desgracia, sino que
saquemos otras lecciones, y aquí especialmente que nos animemos a la conversión.
A los que piensan que esto ha sucedido a los que son malos Jesús les encara que
ellos no son mejores que los que padecieron la desgracia y les exhorta a la
conversión, añadiendo además que si no se convierten les sobrevendría otra
desgracia mucho peor. Y para eso nos da el Señor una oportunidad.
Por eso se añade la parábola de la higuera para manifestar la
misericordia de Dios, que nos tiene paciencia y que está dispuesto siempre para
darnos otra oportunidad. Es el labrador que tiene misericordia de su arbolito,
que sale en su defensa, y por eso pide un plazo de un año más.
Eso es la Cuaresma ,
esa lección nos da a nosotros este mensaje. Primero: que ante las desgracias
que nos dejan desconcertados y a veces duramente golpeados, hay que pensar que
ése no es el peor mal que nos puede sobrevenir. El mal que nos aparta de Dios,
es peor que cualquier desgracia física. Y sin embargo nos estremece más la
desgracia física, que el mal intrínseco que es el pecado.
Por eso esas circunstancias duras deben abrir nuestra mente a la
conversión. A darnos cuenta que la vida es efímera, que en cualquier momento
puede llegarnos el fin, de una manera o de otra y por eso hay que estar
dispuestos siempre a pensar en el cambio de conducta, estar dispuestos a la
conversión.
Además se nos invita a esa conversión mirando la misericordia de Dios
que nos da un nuevo plazo. Esta cuaresma es un nuevo plazo que Dios nos da; El
nos tiene paciencia cuando muchas veces no ve fruto en nosotros, que podría
pensar que estamos ocupando un espacio inútilmente, como la higuera de la
parábola. Pero está dispuesto a darnos otra oportunidad. Y el que intercede por
nosotros para que tengamos una nueva oportunidad es Jesús, que es el que
cultivará de nuevo al arbolito, del que ha tenido misericordia. Se trata de ver
la salvación que Jesús ha venido a realizar: La redención es la nueva
oportunidad que Dios da a la humanidad y que nos da a cada uno de nosotros.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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