Fiesta 24 de Junio
Lc. 1,57-66.80
El evangelio
de hoy nos narra el nacimiento, circuncisión e infancia de Juan Bautista, y
cómo ya desde sus primeros momentos su figura empieza dar mensajes: “En toda la
montaña de Judea se comentaban estas cosas”, o sea los fenómenos especiales que
rodearon los primeros años de este niño elegido servían de anuncio de los
nuevos tiempos que comienzan con este milagroso nacimiento.
La figura de
Juan es un modelo, porque realiza maravillosamente el plan de Dios sobre él. Ese
plan de Dios sobre Juan Bautista tiene estos tres rasgos: debe ser un hombre
que vive su vida con autenticidad, debe ser un hombre que vive para Jesucristo,
y debe ser un hombre que vive para la verdad. Y así él nos enseña a nosotros a
vivir con autenticidad, a vivir para Jesús y a no doblegarnos y ser fieles
siempre a la verdad, cueste lo que cueste.
Con
referencia a su autenticidad se nos dice ya en el versículo de Lc.1, 80, que
forma parte de la lectura de este domingo: “El niño crecía y su espíritu se
fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel”.
El desierto lo llevó a Juan a una vida de libertad absoluta, con un
desprendimiento asombroso en todas las dimensiones de la vida. (Mateo 3, 4-12)
Juan tenía una túnica de pelos de camello
y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. La
gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su
encuentro, y se hacía bautizar por él en
las aguas del Jordán, confesando sus pecados.
Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su
bautismo, Juan les dijo: «Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la
ira de Dios que se acerca? Produzcan el
fruto de una sincera conversión, y no se
contenten con decir: «Tenemos por padre a Abraham». Porque yo les digo que de
estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los
árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al
fuego. Yo los bautizo con agua para que
se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo
ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. El los bautizará en el
Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en
su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y
quemará la paja en un fuego inextinguible».
Esa vida de
tremenda austeridad lo capacitó para “gritar” a todos la necesidad de la
conversión; por eso merecía un gran respeto y todos acudían a él para
purificarse. Por eso él podía reprochar sus pecados con autoridad moral a cada
uno de los que se le acercaban, y ponía al descubierto con palabras como
espadas a los fariseos a los que llamaba “raza de víboras”.
Y era un
hombre que vivió para Jesucristo. En el hermoso canto que declama su padre
Zacarías, dice “Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, porque irás
delante del Señor para preparar sus caminos”. La existencia de Juan Bautista
tenía como sentido anunciar la llegada de Jesucristo, el Hijo de Dios. Es
hermosa esta relación de Juan Bautista con Jesús: él ante Jesús, no se
considera digno ni de desatarle las correas de sus sandalias. Cuando quieren
confundirlo con el Mesías, él reacciona claramente, para sacar a sus
interrogadores de ese error. Juan afirma que conviene que Jesús crezca y que él
(Juan) disminuya. Es hermoso también el forcejeo que tiene con Jesús, para no
bautizarlo, y sólo acepta bautizar a Jesús, cuando Jesús le advierte que así lo
quiere Dios. Todo su mensaje se puede reducir a esa frase de sus predicaciones:
“Hay que preparar el camino a Jesús en nuestras vidas, allanar los senderos”.
Y finalmente
es un hombre incondicional de la verdad, aunque la verdad le cueste la vida. Se
dice que Herodes, nada menos que Herodes, lo respetaba. Pero Juan se le enfrentó
con valentía cuando Herodes cometió públicamente el escándalo de casarse con la
mujer de su hermano. Lo reprochó con claridad y sin temor, con lo cual se ganó
la cárcel y la sed de venganza de esa mujer, que aprovechó la primera ocasión
para vengarse de Juan Bautista y hacerlo decapitar.
Juan nos
enseña la autenticidad, el vivir para Jesucristo, y el doblegarnos cuando hay
que defender la verdad.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco,S.J. por su colaboración.
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