Mi vida de sacerdote pudo mejorar



P. Vicente Gallo, S.J.


A mis hermanos sacerdotes 3º Parte




III

En más de cincuenta años que llevo en mi Vida Consagrada al Señor, creo que siempre traté de ser buen Religioso, como buen Sacerdote y empeñoso trabajador en todo lo que fuese apostolado. Después de treinta y cinco años siendo así, decidí probar lo que era el Encuentro Matrimonial para mí como consagrado a la Iglesia con mis Votos. Puedo afirmar que fui uno de tantos en quedar gratamente sorprendido. En el Fin de Semana, y después cada vez más, descubrí estas cosas importantes que, o no las sabía, o las había dejado pasar desapercibidas. Y mi vida de Sacerdote o de Consagrado, pudo cambiar, pudo mejorar como no lo había ni sospechado.

Eso de amar “como Cristo ama a su Iglesia”, y aprender que en ello debería centrarse mi relación con aquellos al servicio de los cuáles trabajaba, cambió no sólo mi visión de las cosas, sino también la felicidad de mi vida en mis trabajos. Por mi inveterada actitud equivocada, por la fuerza del mal que habita en mí como en San Pablo, por mi ineptitud mayor que la de ese Apóstol, y por el medio ambiente en el que tengo que vivir y que contagia, por todo ello, quienes me conocen podrán decir que no se me nota mucho el cambio; yo mismo siento pena al reconocerlo con dolor. A nadie le extrañe que me atreva a decirlo.

Pero sí puedo decir también que, por mi nueva visión de las cosas desde mi Fin de Semana del Encuentro Matrimonial Mundial, me encuentro más feliz en mi relación con mis hermanos de Comunidad queriendo que sea de veras la de amarlos como Cristo los ama. Y con aquellos con quienes trabajo en nombre de Cristo, por ejemplo en mi relación con los Alumnos y todo el personal del Colegio cuando estuve trabajando con ellos muchos años; ahora, con los que confieso, ya que esta es mi dedicación actual, servicio permanente de confesionario a los que me vienen, que ahí son “mis gentes”, mi Iglesia.

Tratar de que mi relación con ellos sea de intimidad, amándolos como Cristo ama a su Iglesia, que son esos con los que trabajo, me ha dado sentirme feliz en lo que es mi vocación, mi vida y mi labor pastoral; más feliz que como nunca supe serlo, y pienso con certeza que con mayor eficacia también. Me gozo mucho, de veras, en poder afirmarlo. Ha sido un regalo del Señor.

Por eso me atrevo desde aquí a invitar a todos los Sacerdotes y Religiosos o Religiosas para que se decidan a enrolarse en el Encuentro Matrimonial Mundial viviendo su Fin de Semana. Porque, entre otras cosas, las parejas que lo viven necesitan de quienes después los cultiven para llevar adelante lo que en su Fin de Semana “encontraron”. Si no hay “un pastor” que los guíe y les mantenga en ese fuego sagrado de lo que “encontraron” en un breve Fin de Semana por muy lindo que sea, es difícil que puedan perseverar en ello.

También para que, comprendiendo lo importante que es la experiencia de ese Fin de Semana, vean la urgencia de llevar a muchas parejas a vivirlo para que igualmente puedan “encontrarse” ellos y “encontrar” su matrimonio feliz. Pero sobre todo, para que los mismos Religiosos y Sacerdotes, viviéndolo, encuentren agradecidos lo que no sospechaban que les faltaba conocer para vivir más felices y fecundamente su vida consagrada al Señor.

Para los Sacerdotes en Parroquias ciertamente es difícil irse un sábado y domingo a vivir un Fin de Semana de estos. Tendrían que dejar en esa ocasión su trabajo parroquial que en estos dos días es más insoslayable. No cabe duda que es una dificultad seria. Sin embargo pienso que no es una razón suficiente. Por enfermedad, por un viaje que se hizo, o por asistir a un Curso que les interesa mucho, no son raras las ocasiones en las que hubo que dejar el trabajo parroquial aun en esos días precisamente y así se debió aclararlo a los fieles, que lo comprenden y lo aceptan.

El vivir ese Fin de Semana del Encuentro Matrimonial Mundial, que aquí les planteo, es una vez en la vida. Pero es que, además, el vivir ese Fin de Semana del Encuentro Matrimonial, les aseguro que ha de ser de un fruto tan importante para su mismo trabajo parroquial, que bien merece un esfuerzo el hacerlo, aun teniendo que prevenir a sus fieles de que en ese fin de semana estarán ausentes de la Parroquia. Todos se verán ampliamente recompensados: el mismo sacerdote, y más todavía los matrimonios y familias de la Parroquia. Se lo puedo asegurar por la experiencia de los sacerdotes que lo hemos hecho.


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Agradecemos al P. Vicente Gallo, S.J. por su colaboración.


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1 comentario:

Harold Palacios R. dijo...

Un bello testimonio de vida el del Padre Vicente. Un abrazo para quien fue un testimonio vivo en mis años de trabajo por San Pedro.