P. Ignacio Garro, jesuita
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
3.5. LA TRADICIÓN
3.5.1. Su naturaleza
Se llama Tradición a la doctrina revelada por Dios que no está contenida en la Escritura, sino que se ha conservado por diversos medios. Por eso se dice que la Tradición es "complemento" de laSagrada Escritura; así, por ejemplo, no todo lo que Nuestro Señor Jesucristo hizo o dijo fue escrito, y sin embargo ha sido transmitido infaliblemente, gracias a la asistencia del Espíritu Santo.
La Tradición ha llegado hasta nosotros por la predicación, la vida misma de la Iglesia, los escritos de los Santos Padres, la liturgia y otras diferentes formas, como luego veremos.
3.5.2. Valor de la Tradición
La Tradición, acompañada de las debidas condiciones, tiene el mismo valor que la Sagrada
Escritura, porque también es la palabra de Dios, fielmente transmitida hasta nosotros.
Los protestantes le niegan todo valor, y al hacerlo contradicen a un mismo tiempo la razón y la Escritura.
El Concilio Vaticano II, en continuidad con el de Trento y con el Vaticano I, enseña.- "Dios dispuso, con su gran bondad, que todo lo que había revelado para la salvación detodas las gentes se conservara integro para siempre y se fuera trasmitiendo a todas las generaciones " (Conc. Vaticano II, Const. dogm. DeíVerbum, núm. 7).
3.5.2.1. Pruebas de razón
a. La Tradición, esto es, la predicación de los Apóstoles es anterior a la Sagrada Escritura, y durante muchos años fue la única regla de fe.
En efecto la predicación de los Apóstoles comenzó el mismo año de la muerte de Cristo (año 33).En cambio los libros de la Sagrada Escritura no fueron escritos sino desde el año 50 al 100; y sobre todo no fueron conocidos por la Iglesia universal, sino en el curso de los primeros siglos, porque al principio sólo fueron conocidos, por las Iglesias particulares a que iban destinados.
Luego, una de dos: o durante estos primeros años y siglos no había en la Iglesia fuente ninguna de fe, lo que es inadmisible, pues equivale a decir que no hubo fe en ellos o hay que admitir una fuente de fe distinta de la Escritura, a saber la Tradición o enseñanza de los Apóstoles y sus sucesores.
b. No se puede saber con certeza qué libros contengan en realidad la doctrina de Cristo, ni cuál sea su verdadero sentido, sino por la enseñanza de la Iglesia. Luego esta enseñanza es norma o regla importantísima de nuestra fe.
c. Si la norma de fe fuera sólo la Escritura, y no la enseñanza de la Iglesia, sólo podrían
salvarse los que leen la Escritura; conclusión inadmisible.
En efecto hay muchas personas que no saben leer, o no tienen facilidad de procurarse una Biblia. Y aquí debemos pensar no sólo en el gran número de personas ignorantes de nuestros días y países, sino sobre todo en la dificultad máxima de conseguir una Biblia antes de que se descubriera la imprenta: y en los cristianos convertidos en tierra de misiones, que no tienen Biblia en el único idioma que conocen.
d.- Pruebas de la Sagrada Escritura. Se prueba que la enseñanza de la Iglesia es fuente de la fe:
1º. Por las palabras de Cristo. Este dijo a los Apóstoles: "Id y predicad el Evangelio a toda criatura" (Mc. 16, 15) y no "Id y escribid libros"; y "El que a vosotros oye, a mí me oye"; (Lc. 10,16) y no el que a vosotros lee.
2º. Por la enseñanza de San Pablo, que escribe así a los fieles de Tesalónica: "Manteneos firmes en la fe, y conservad las tradiciones que habéis aprendido, ya por la predicación, ya por mi epístola" (II Tes. 2, 14). Aquí le da exactamente el mismo valor, como fuente de fe, a su Epístola (Escritura) y a su predicación (Tradición). Dice también a Timoteo: "Lo que has oído de mí delante de muchos testigos, confíalo a otros hombres fieles, capaces de instruir a los demás" (II Tim. 2, 2). Confía, pues la fe a la enseñanza, ya a la suya propia, ya a la de sus discípulos.
3º. San Juan declara que si se escribiera todo lo que Cristo dijo no cabrían los libros en el mundo; lenguaje figurado que da á entender que deja sin escribir muchas cosas acerca de Cristo(cfr. Jn. 21, 25). Dice también en su 2ª. carta: "Aunque tenía muchas cosas que escribimos, no he querido hacerlo por medio de tinta y papel, porque espero veros y hablaros de viva voz" (II Jn. 12).
Tanto la razón como la Escritura enseñan, pues, el valor de la Tradición como fuente de la fe. Y los protestantes deben aceptarla si en verdad respetan la enseñanza de la Escritura.
3.5.3. Fuentes de la Tradición
La Tradición se halla contenida principalmente:
- En los símbolos de la fe.
- En la liturgia y vida de la Iglesia.
- En los escritos de los Padres y Doctores de la Iglesia.
Símbolos de fe
1.- Símbolos de fe son ciertas fórmulas que compendian las principales verdades de ella. Los
principales son:
a. El Símbolo de los Apóstoles, que remonta a la edad apostólica. Es el Credo.
b. El Símbolo de San Anastasio (Quicumque), que contiene una amplia declaración de los misterios de la Santísima Trinidad y la Encarnación.
A los símbolos deben agregarse las Profesiones de Fe, que son también formulas en que se confiesan los dogmas y se condenan los errores contrarios. La principal es la ordenada por el Concilio de Trento.
La liturgia y la vida de la Iglesia.
La Tradición se halla también contenida en los ritos de la liturgia, que muchas veces son una confesión implícita de la fe.
Así, el rito de difuntos es una confesión de la creencia en el Purgatorio, pues ni los bien aventurados necesitan ayuda, ni los condenados pueden recibirla. La Santa Misa es una
confesión del dogma de la Redención, etc.
Por otra parte, como enseña el Concilio Vaticano II (cfr. Const. dogm. Dei Verbum), Cristo quiso que su Revelación incluyera no sólo sus enseñanzas orales sino también su vida y sus obras. Y este ejemplo suyo, continuado en la persona y ministerio de los Apóstoles y sus suceso res,
plasmado en las instituciones y la vida y sentir del pueblo cristiano, forma también parte de la Tradición.
El Concilio Vaticano II viene pues a decirnos que, en el fondo, la Tradición no es otra cosa que la misma Iglesia, que en su doctrina, en su vida y en su culto, perpetúa y trasmite a todas las generaciones todo lo que ella es y todo lo que Ella cree (cfr. Dei Verbum, n. 8).
Padres y doctores de la Iglesia
a. Padres de la Iglesia son los escritores de la antigüedad cristiana (anteriores al siglo VII) que se distinguieron por la pureza de su fe y por su santidad. Llámanse Padres apostólicos a los que conocieron a los Apóstoles, como San Ignacio de Antioquía, San Policarpo de Esmirna,
San Clemente Romano, etc.
b. Doctores de la Iglesia son aquellos escritores que además de distinguirse por la pureza de su fe y la santidad, destacaron por su ciencia eminente.
Los cuatro grandes doctores en la Iglesia griega son: San Atanasio, San Basilio, San Gregorio
Nacianceno y San Juan Crisóstomo.
Y los cuatro grandes doctores en ía Iglesia latina son: San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín y San Gregorio Magno .
Se distinguen también entre los doctores: San Bernardo, San Anselmo, San Buenaventura, San Isidoro de Sevilla, San Francisco de Sales, San Juan de la Cruz, San Alfonso María de Ligorio y sobre todo Santo Tomás de Aquino.
Santo Tomás de Aquino es quizá la mayor luminaria de la Iglesia. Sobresalió especialmente en Sagrada Teología. Su obra más conocida es la Suma Teológica. En muchos documentos los Papas han manifestado su voluntad de que la doctrina de Santo Tomás oriente la enseñanza católica.
Sobre la legitimidad y valor de las diversas fuentes de la Tradición, le compete juzgar únicamente a la Iglesia Católica, que es Maestra de toda la verdad revelada, columna y fundamento de la verdad. En otras palabras, la Tradición es infalible sólo cuando está reconocida y sancionada por el Magisterio de la Iglesia.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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