P. Ignacio Garro, S.J.
Seminario Arquidiocesano de Arequipa
EL NUEVO TESTAMENTO
INTRODUCCIÓN GENERAL
El hecho de que el cristianismo confiese que la salvación que anuncia y promete en sus Evangelios se ha realizado en la historia humana por medio de un hombre concreto: Jesús de Nazaret, nos obliga a preguntarnos cómo llegar al conocimiento de ese hombre llamado Jesús y que es el Salvador y cómo realizó su obra, ya que su actividad histórica visible y terrena, pertenece al pasado.
En esta segunda parte de la Historia de la Salvación llegamos al núcleo principal de la misma cuyo máximo exponente y culmen de la Salvación es: Jesucristo, el Verbo divino (segunda Persona de la Trinidad) que se encarnó en el seno de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, y que es verdadero Dios y verdadero hombre. Para llegar fielmente a este acontecimiento de Jesús hemos de apoyarnos fundamentalmente en los escritos de los Cuatro Evangelios, y ahí descubrir quién es Jesús, qué mensaje nos transmitió, qué obras concretas hizo, cómo entregó su vida por la salvación de todo el género humano, cómo resucitó al tercer día y cómo Dios Padre le glorificó sentándolo a su derecha, proclamándole el KYRIOS o Señor de todas las cosas.
1. LAS FUENTES DEL CONOCIMIENTO DEL SALVADOR JESÚS: LOS EVANGELIOS
Los santos Evangelios son libros inspirados por Dios que se nos narra la vida, obras y hechos de nuestro Señor Jesucristo. En primer lugar tenemos que ver las características y el valor histórico del testimonio de los santos Evangelios. Y antes de responder sobre la historicidad del testimonio de los Evangelios es preciso analizar qué es lo que éstos son, qué nos enseñan, cuáles fueron las fuentes en las que surgió el mensaje de salvación y qué pretendieron sus autores y con qué intencionalidad se formaron y se escribieron. Sólo así se podrá responder de su autenticidad y sinceridad, sin deformarlos ni elaborar teorías especulativas que no hacen justicia a la veracidad de los hechos. Para ello se necesita analizar los evangelios tal como los tenemos hoy día. De momento nos limitamos a los Evangelios Sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas.
1.1. LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS
Se llama "cuestión sinóptica" al interrogante en torno a la interrelación literaria existente entre los tres primeros evangelios: Mateo, Marcos y Lucas. El modo de explicar la concordancia o discordancia, su fundamental coincidencia, junto a las diferencias notables existentes entre ellos.
1.2. LA ETAPA ORAL
1.2.1. DE LA PREDICACIÓN MISIONERA A LOS EVANGELIOS ESCRITOS
La Tradición Oral es un medio normal de comunicación en el Medio Oriente. El fenómeno de la tradición oral no era novedoso, pues se daba, y se sigue dando, en todas las culturas. La tradición oral era de vital importancia en el judaísmo. Jesús mismo dio origen a una nueva tradición con su proclamación, predicación, enseñanza. La actividad de Jesús no hubiera llegado a ser tradición si no hubiese habido una transmisión prolongada en el espacio y en el tiempo. Fueron los apóstoles quienes, al proclamar y predicar oralmente el acontecimiento de Jesucristo, y al asegurarse de que se continuara y expandiera lo que ellos mismos proclamaban y enseñaban, dieron definitivamente origen al proceso que se conoce como "la Tradición oral cristiana".
Se solía referir a la tradición por medio de la palabra "transmitir - recibir" de 1 Cor 11,23, o con la palabra "transmitir" de Lc 1,2. Tanto S. Pablo como S. Lucas hacen referencia explícita a la "Tradición cristiana" 2 Tes 2,15; Lc 1,1. La Tradición es pues, esencialmente un proceso de comunicación: es una:
La comunicación se realiza mediante el empleo de un "código" o conjunto de símbolos comprensibles estructurados en forma significativa y es lo que solemos denominar "lenguaje". El mensaje cristiano hubo de comunicarse en un primer tiempo en el ámbito judío, pero después se extendió el mensaje a los gentiles. Hubo entonces necesidad de adaptar el lenguaje de una cultura en este caso la judía, a otra cultura, la grecorromana.
Así, S. Pablo en 1 Cor 9,16 s.s. dice: "Predicar el evangelio no es para mí motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe, Y ¡ay de mí si no predico el Evangelio!". El predicar, evangelizar, llevar el mensaje de salvación era una tarea que requiere del apóstol saber a quién dirigirse, ya sea a judíos o gentiles, ya sea a jóvenes o a adultos. El "receptor" del mensaje, por su parte escucha el mensaje, y lo acepta o rechaza críticamente, según sus criterios, lo comprende e interpreta según su propia condición personal, cultural y religiosa. Es así como se entiende que, por ejemplo, S. Pablo haya sido frecuentemente mal interpretado, sobre todo por sus hermanos de raza y religión: los judíos, Hech 17,1-9. E igualmente hicieron los gentiles cuando les predicó en el Areópago ateniense. Hech 17,22.s.s.
1.3. EL RECORRIDO DE LA TRADICIÓN ORAL
Hasta ahora hemos hablado de la tradición oral en general, (como la transmisión misma del mensaje). Conviene detenernos en aquella etapa denominada la "tradición oral", que va desde la resurrección de Jesús hasta la redacción por escrito de los evangelios.
La tradición oral no se circunscribió a los lugares donde se escribieron nuestros cuatro evangelios; en cada comunidad se preservaban y transmitían una serie de tradiciones sobre Jesús. El término "tradición oral" es una simplificación, por razones prácticas de lenguaje y de estudio sistemático. En realidad no había una sola tradición, sino muchas tradiciones, en diferentes lugares. Diferentes tradiciones preservaron y transmitieron diferentes relatos y dichos, pero excepcionalmente de forma idéntica, independientes las unas de las otras.
a. Formación y evolución de la Tradición Oral
Con el transcurrir del tiempo, y por la acción de múltiples factores que ya hemos considerado, las diversas tradiciones fueron adquiriendo paulatinamente "formas" (o estructuras) bastante estables. Así, por ejemplo, los milagros de curaciones se llegaron a narrar según una norma fija: indicación de la enfermedad, encuentro del enfermo con Jesús y diálogo, curación (por medio de la palabra, algún gesto simbólico, o ambas cosas a la vez), prueba de la curación, reacción de la gente. Así los dichos de Jesús tomaron diferentes formas, breves, cargadas de significado, etc. El método denominado "Historia de las formas", ha venido estudiando, desde principios del S.XX, la evolución de las diversas formas literarias que hallamos en la base de nuestros evangelios.
b. Proceso y sistematización de la Tradición Oral
Conforme se va expandiendo el cristianismo y con el transcurrir del tiempo, y posiblemente desde muy temprano ya, las diferentes tradiciones que circulaban aisladas y dispersas, fueron paulatinamente reunidas. Ante la multiplicidad de tradiciones, se fue imponiendo un proceso lento de sistematización. Así, el material disponible fue agrupado, ya sea temáticamente, ya en una secuencia cronológica aproximada, agrupaciones que se observan aún en nuestros evangelios. Un tal orden se imponía por razones prácticas y pedagógicas. Y no solo fueron ordenadas agrupadamente, sino que las diversas tradiciones fueron también seleccionadas según su importancia y las circunstancias a la cuales querían responder.
El proceso de selección, así como el surgimiento de tradiciones suplementarias, duró mucho tiempo, como se observa en la extensión y contenido de cada uno de los cuatro evangelios. Ciertamente no se concedió idéntico valor a todas las tradiciones orales disponibles. No pocas tradiciones terminaron por perderse en el olvido.
Los primeros bloques de tradición oral fueron narrativos. El kerigma proclamaba el "acontecimiento" realizado por Dios en la persona de Jesucristo, especialmente su muerte y resurrección, lo hacían en forma breve y concisa 1 Cor 15,3; Rom 1,3. Paulatinamente se fue ampliando y tomando forma de relatos. El contenido esencial era un acontecimiento, es decir, el acontecimiento de Jesucristo, y por ello la forma predominante fue la narrativa, como se observa aún en el evangelio de S. Marcos, donde los relatos de la pasión predominan sobre los dichos de Jesús.
El relato de la pasión, muerte y resurrección fue, sin duda, el primer bloque de las "tradiciones" que se formaron, ya que esto constituía el tema central del kerigma. La necesidad pastoral de instruir a los neófitos y de proporcionar pautas de conducta, condujo a la valoración y colección de "loguia" y, eventualmente a integrarlos en "relatos o discursos, o instrucciones". Los "loguia" adquirieron importancia como palabra autorizada del Señor para zanjar cuestiones de conducta o de praxis, como se observa ya en el uso que hizo de ellos S. Pablo, 1 Cor 7,10, y luego especialmente el evangelio de S. Mateo.
c. Las dos grandes corrientes Palestina y Helenista
Hasta ahora hemos estudiado la tradición como si se tratase de un todo más o menos uniforme, sin embargo, como indicamos al principio, esto es una simplificación. En realidad, desde muy temprano surgieron dos corrientes diferentes en su manera de comprender el "acontecimiento de Jesucristo", debido a la diversidad de sus trasfondos culturales y religiosos donde se desarrollaron. Estas dos corrientes, que dieron origen a dos tipos de tradiciones son, la Palestina y la Helenista.
c.1. La Tradición Palestina
Al principio, el kerigma se dirigía exclusivamente a los judíos, herederos naturales de la revelación única y definitiva, para la cual Dios los había preparado a lo largo de su historia. Jesús y sus discípulos eran judíos, su lengua natural era el arameo (que es un dialecto de la lengua oficial que es el hebreo). Sus Sagradas Escrituras, nuestro A.T. y algunas tradiciones y leyendas religiosas (como los "midrashim" los "hagadot") estaban escritas en hebreo, la lengua oficial de las Sagradas Escrituras.
Fue la tradición palestina la que vio en Jesús al profeta esperado (anunciado en Deut 18, 15, s.s.) es decir, al Mesías, hijo de David, el Hijo del Hombre Dan 7. Sus enseñanzas fueron valoradas como las del Maestro de la Nueva Ley, del nuevo Moisés. Su vida humilde y muerte ignominiosa fueron interpretadas como las del Siervo de Yahveh del profeta Isaías. Jesús fue presentado como el Mesías, pero no con los rasgos que el judaísmo contemporáneo esperaba, sino con los de un Mesías escatológico, y a pesar de que fue del linaje real de David fue humilde y siervo sufriente. La concepción de Jesús, su nacimiento, los relatos de Juan el Bautista, las teofanías, la Transfiguración, la irrupción del Reino de Dios y su estrecha relación con la persona y misión salvífica de Jesús, el interés por las parábolas, la frecuentes referencias a escritos del AT y a las tradiciones y costumbres judías, las alusiones al "maná" y a la Pascua judía, son todas las tradiciones que El vivió, donde El creció y se desarrolló. La esperanza de una pronta "parusía", al igual que de un próximo juicio universal, así como los textos llenos de colorido apocalíptico Mc 13, provienen de esta tradición palestina. Como es de esperarse, los relatos y dichos de carácter polémico y apologético contra el judaísmo, o las tendencias judaizantes dentro de la Iglesia primitiva, así como las continuas referencias al AT tienen su fundamento principal en esta tradición palestina.
c.2. La Tradición Helenista
La tradición helenista empezó en Palestina misma; y comenzó a propagarse al extenderse la proclamación de la "buena-nueva" a los judíos de la diáspora, es decir, lo que vivían en la cultura helenista, y también a los paganos y habitantes no judíos que "temían a Dios". De éstos hablan los Hechos de los Apóstoles: los primeros diáconos de la Iglesia de Jerusalén, eran helenistas, Hech 6.5. En la tradición helenista, Jesús es presentado como aquél que descendió de Dios y luego fue exaltado y ascendió a los cielos. Filp 2,6-11. Su origen divino cobra nueva importancia, Jn 1, 1, s.s. Los milagros, que acreditan su proveniencia divina, tenían especial importancia en este mundo que se interesaba mucho por lo maravilloso y por la intervención divina en favor de los hombres (pues en la cultura helenista se apreciaba mucho el tener el favor de Dios, contar con su ayuda y protección). Jesús aparece como aquél que conoce el corazón y lee los pensamientos de los hombres; es captado y comprendido como el Hijo de Dios, como el Salvador (Soter) que ofrece la comunión con Dios, especialmente lo veían como el Kyrios (Señor), soberano del universo y objeto de veneración y culto. El evangelio de S. Lucas, y ciertamente la última redacción de los evangelios de S. Marcos y S. Juan provienen de la tradición helenista. Nuestros evangelios muestran, en mayor o menor grado, una simbiosis de ambas tradiciones, pues su origen es palestino, pero se adaptaron a una cultura predominantemente helenista.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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