Juan 6, 1-15
Tenemos narrado en estos versículos del
Evangelio de San Juan el milagro de la multiplicación de los panes y de los
peces. Y hay dos cosas que podríamos resaltar: el interés de Jesús por los
problemas de la gente, por el problema del hambre, y su huida al monte El sólo
cuando pretenden hacerlo rey.
El no quiere sacar provecho de la
situación, y en particular no quiere sacar provecho político, porque El
únicamente ha respondido a la necesidad de sus seguidores y sólo porque es una
necesidad humana, y no está pensando en absoluto en el prestigio que puede
sacar. Jesús no hace el bien para buscar prestigio personal; en ninguna
situación Jesús buscará el beneficio propio.
Estas dos cosas que resalta el Evangelio
de hoy, el interés sincero por preocuparse de los problemas humanos, y su
rechazo al poder y al oportunismo, tienen mucho que decirnos en la actualidad,
como lecciones de vida y como orientación a los que detentan el poder.
Estamos celebrando en estos días las
Fiestas Patrias, y esta lección del Evangelio de este domingo nos viene muy a
propósito. ¿Cuál es la razón por la que nos preocupamos por los demás?
Jesucristo no quiso sacar provecho de la situación. El es muy diferente de
algunos personajes que buscan obtener una porción del poder político, y por eso
nos dicen que se van a preocupar de los niños, o de los ancianitos, o de las
carreteras, que van a construir un coliseo, si es que les conceden sus votos.
Si estos aspirantes a políticos hubieran estado en la multiplicación de los
panes, hubieran querido que los cargaran en hombros y que los hicieran rey. El
simple desinterés de hacer el bien porque el otro es un hermano necesitado no
produce beneficios políticos, eso sólo lo hacen los buenos, los que aceptan
seguir siendo “ingenuos”.
Pero sigamos con nuestra meditación sobre
esta multiplicación de los panes, como lección de comportamiento. Jesucristo
¿pidió un porcentaje de cada uno de los panes repartidos? Realmente es una
pregunta tonta y fuera de lugar. Jesús no tenía mucha idea de lo que es el
“reino de este mundo”. Totalmente legítimo (dicen los inescrupulosos) que si
uno hace un bien, si se logra un buen contrato derivado de los buenos oficios
que yo interpongo, merezco ganarme un porcentaje suculento. Si no, no se puede
vivir.
De la misma forma a alguno se le podría
ocurrir que si hubiera ocurrido este hecho en los tiempos actuales, habría
pelea por conseguir que Jesús pidiera los panes de una panadería o de la otra;
los apóstoles habrían estado recibiendo ofertas, para que aceptasen las panes
que yo les ofrezco, con tal de que después me asegurasen una buena propaganda.
El estar cerca de los poderosos, para conseguir contratos, esto es parte de la
llamada estrategia de una buena empresa, aunque para ganar esos contratos se
tenga que recurrir a artimañas (o sea a malas mañas).
Otra cosa que observamos en este milagro
es que Jesús no quiere hacerlo todo, hay un reparto de responsabilidades: uno
es el que tiene los panes (un muchacho), otro es el que informa a Jesús, Jesús
es el que hace la bendición milagrosa sobre estos panes y peces, los apóstoles
son los que reparten el pan. Jesús no pretende acaparar el poder, lo importante
es que la gente tenga que comer, y no importa si esto se lo pueden atribuir a
El o a todos los demás que intervienen. Un “astuto político” habría repartido
personalmente los panes, y hubiera “aprovechado” el hambre de la gente para
sacar dividendos políticos.
Además Dios siempre quiere la
colaboración del hombre. El podría hacerlo todo, pero no quiere hacer nada sin
la participación de nosotros los hombres. El nos ayuda, pero no nos exime de
nuestra responsabilidad y exige que pongamos lo que está de nuestra parte.
Cuántas lecciones nos da el Señor en este
milagro, y que oportunas, para una reflexión en estos días de Fiestas Patrias.
Que tengamos siempre una vida cristiana digna, para que podarnos decirnos:
Feliz 28.
...
Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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