SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
32. EL CARÁCTER ESCATOLÓGICO DE LA IGLESIA PEREGRINANTE Y SU UNIÓN CON LA IGLESIA DEL CIELO
Por ser la Iglesia el Cuerpo de
Cristo, existe entre todos sus miembros, por medio del Bautismo, una unión
íntima que llamamos “comunión de los santos”. Esta es una verdad que la vivimos
aquí en la tierra y señala la tensión
escatológica de la Iglesia peregrina en su camino hacia la casa del Padre. Esta
es una verdad de fe que le enunciamos en el símbolo de los Apóstoles, verdad
atestiguada por la enseñanza universal de la Iglesia.
32.1. “LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS”
El
dogma de la “comunión de los santos” no representa solamente un
aspecto más del dogma eclesial. Constituye más bien una especie de
recapitulación total del misterio de la Iglesia. La comunión de los santos es
precisamente la Iglesia «Como todos los creyentes forman un solo cuerpo, el
bien de los unos se comunica a los otros... Es, pues, necesario creer que
existe una comunión de bienes en la Iglesia.
Pero el miembro más importante es Cristo, ya que El es la cabeza... Así,
el bien de Cristo es comunicado a todos los miembros, y esta comunicación se
hace por los sacramentos de la Iglesia». «Como esta Iglesia está gobernada por
un solo y mismo Espíritu, todos los bienes que ella ha recibido forman
necesariamente un fondo común». La
expresión «comunión de los santos» tiene, pues, dos significados estrechamente
relacionados: “comunión en las cosas santas y comunión entre las personas
santas”.
Para
mejor explicar esta parte del dogma lo dividiremos en tres partes:
1.- La comunión
de los fieles entre sí
2.- La comunión
de los bienes sobrenaturales entre los fieles
3.- La comunión
de acción entre los fieles
32.2. LA COMUNIÓN DE LOS FIELES ENTRE SÍ
Entendida
en este primer sentido, la “comunión de los santos” no es sino el misterio
mismo de la Iglesia, considerado bajo uno de los aspectos más fundamentales, el
de la comunión entre todos aquellos que componen el Cuerpo de Cristo. Este
punto es capital: sólo Dios puede unir perfectamente a los hombres entre sí.
Propiamente hablando, no puede haber comunión digna de este nombre entre los
pecadores, ya que, por su misma naturaleza, el pecado divide y opone
necesariamente.
Pablo
en Gal 3, 26-27 expresa el vínculo de esta unión: “Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os
habéis bautizado en Cristo os habéis revestido de Cristo”; y luego añade en
1 Cor 12,25-27: “para que no hubiera división alguna en el cuerpo, sino que
todos los miembros se preocuparan lo mismo los unos de los otros. Si sufre un
miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los
demás toman parte en su gozo. Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y
sus miembros cada uno a su modo”. Y en Efes 2, 17: “que Cristo habite por la fe
en vuestro corazones para que arraigados y cimentados en el amor”.
Supuesta
esta realidad de la comunión de los santos queremos subrayar cuatro puntos
particularmente importantes:
1. El
término “santo” debe entenderse aquí en
su sentido más amplio, es decir, en toda su extensión:
- Designa pues a los santos que ya están la gloria del cielo (Iglesia triunfante)
- A los santos que atraviesan la última purificación del purgatorio (Iglesia purificante)
- A los santos que deben de vivir aquí en la tierra siguiendo e imitando a Cristo en la lucha contra el mal, las tentaciones, y todo pecado. (Iglesia militante y peregrina).
2. Esta comunión de los santos, es un misterio de crecimiento. No se consumará del
todo hasta la Jerusalén celestial.
3. El
principio vivo de esta comunión interpersonal es el propio Espíritu Santo: él
es quien asegura la unidad en la comunión, a imagen de la unidad trinitaria.
4. El
sacramento privilegiado de esta comunión es la Eucaristía. Se celebra el
misterio de la cena del Señor para que por medio de la carne y de la sangre del
Señor, quede unida toda la fraternidad.
32.3. LA COMUNIÓN DE LOS BIENES SOBRENATURALES ENTRE LOS FIELES
¿Cómo
podría hablarse de una verdadera comunión entre las personas, si no incluyera
un intercambio vital y una puesta en común de los bienes sobrenaturales?
El
Concilio Vat. II dice en Lumen Gentium, Nº 49: “La unión de quienes están
todavía en camino con los hermanos que se durmieron en la paz de Cristo, no
queda en modo alguno interrumpid, antes bien, según la fe constante de la
Iglesia, se robustece con la comunicación de los bienes espirituales”.
En la comunidad primitiva de Jerusalén, los discípulos «acudían asiduamente a la enseñanza de los
apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones», (Hech
2, 42). La comunión en la fe. La fe de los fieles es la fe de la Iglesia
recibida de los apóstoles, tesoro de vida que se enriquece cuando se comparte.
La comunión de los sacramentos. «El
fruto de todos los Sacramentos pertenece a todos. Porque los Sacramentos, y
sobre todo el Bautismo que es como la puerta por la que los hombres entran en
la Iglesia, son otros tantos vínculos sagrados que unen a todos y los ligan a
Jesucristo. La comunión de los santos es la comunión de los sacramentos... El
nombre de comunión puede aplicarse a cada uno de ellos, porque cada uno de
ellos nos une a Dios... Pero este
nombre es más propio de la Eucaristía que de cualquier otro, porque ella es la
que lleva esta comunión a su culminación».
La comunión de los carismas: En la comunión de la Iglesia, el Espíritu Santo «reparte gracias especiales entre los
fieles», para la edificación de la Iglesia. Pues bien, «a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho
común», (1 Col 12, 7). «Todo lo
tenían en común», (Hech 4, 32): «Todo lo que posee el verdadero cristiano
debe considerarlo como un bien en común con los demás y debe estar dispuesto y
ser diligente para socorrer al necesitado y la miseria del prójimo». El
cristiano es un administrador de los bienes del Señor. La comunión de la
caridad: En la «comunión de los santos», «ninguno
de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo»,
(Rom 14, 7). «Si sufre un miembro, todos
los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte
en su gozo. Ahora bien, vosotros sois el Cuerpo de Cristo, y sus miembros cada
uno por su parte», (1 Cor 12, 26-27).
«La caridad no busca su interés», (1 Cor 13, 5).
El menor de nuestros actos hecho con caridad repercute en beneficio de
todos, en esta solidaridad entre todos los hombres, vivos o muertos, que se
funda en la comunión de los santos. Todo pecado daña a esta comunión.
32.4. LA COMUNIÓN DE ACCIÓN ENTRE LOS FIELES
Todos los bautizados somos discípulos y
seguidores de Cristo, “cada uno según el don que se le ha dado”. Este papel de
unión de los miembros del Cuerpo de Cristo no está justificado solamente por
una especie de eficacia apostólica, sino que tiene su fundamento último y
principal en el ser mismo de la Iglesia, la Iglesia es una y actúa como un solo
Cuerpo para el bien y para el mal. Por ser todos los bautizados miembros de un
mismo cuerpo, el cuerpo vivo del Señor resucitado, todos los cristianos son de
derecho y deben ser de hecho, miembros activos y responsables del crecimiento,
aumento y desarrollo de ese cuerpo. Aquí
se da la estrecha colaboración entre la Jerarquía y los fieles laicos, y las
diversas actividades que se puedan dentro de la Iglesia. “hay en la Iglesia
diversidad de ministerios, pero unidad de misión”, Decreto sobre el Apostolado
de los laicos, Nº 2.
32.5. LA VOCACIÓN ESCATOLÓGICA DE LA IGLESIA
El
Concilio Vaticano II ha querido reflexionar sobre la índole escatológica de la
Iglesia. Sabe que la Iglesia es "peregrina" en la tierra, su misión
no culmina aquí en la tierra, sino que apunta a la restauración de todas las
cosas en Cristo. Esta Iglesia, a la que están llamados todos los hombres, sólo
tendrá su plenitud en la gloria del cielo; sin embargo después de la Ascensión
de Cristo a los cielos, constituye su Cuerpo en la tierra, y como sacramento
universal de salvación, está viviendo en la expectativa escatológica de los
nuevos cielos y la de la nueva tierra.
Por eso en L G, Nº 48, a, dice:
"La
Iglesia, a la que todos somos llamados en Cristo Jesús y en la cual, por la
gracia de Dios, conseguimos la santidad, no será llevada a su plena perfección
sino en la gloria celeste, cuando llegue el tiempo de la restauración de todas
las cosas, Hech 3, 21, y cuando, con el género humano, también el Universo
entero, que está íntimamente unido con el hombre y por él alcanza su fin, sea
perfectamente renovado en Cristo, Efes 1,10; Col 1, 20; 2 Petr 3, 10-13."
32.6. EL PORVENIR ESTÁ YA PRESENTE EN LA SITUACIÓN TERRENA DE LA IGLESIA
Estamos
en el punto de contacto donde el "ya desde ahora" y el "todavía
no", es decir, el presente y el porvenir, se
entrecortan. de tal modo que el presente anuncia los rasgos del porvenir y
constituye ya un anuncio real de lo que se ha de consumar al final de los
tiempos. En L G, Nº 48, b, dice:
"Porque Cristo, levantado en alto sobre la tierra,
atrajo hacia Sí a todos los hombres, Jn 12, 32; habiendo resucitado de entre
los muertos, Rom 6, 9, envió su Espíritu vivificador sobre sus discípulos y por
El constituyó a su Cuerpo, que es la Iglesia, como sacramento universal de
salvación; estando sentado a la diestra del Padre, sin cesar actúa en el mundo
para conducir a los hombres su Iglesia y por Ella unirlos a Sí más estrechamente,
y alimentándolos con su propio Cuerpo y Sangre y hacerlos partícipes de su vida
gloriosa.
Así que la restauración prometida que
esperamos, comienza ya en Cristo, es impulsada con la venida del Espíritu
Santo, continúa por El en la Iglesia, en la cual por la fe somos instruidos
también acerca del sentido de nuestra vida temporal, en tanto que con la
esperanza de los bienes futuros llevamos a cabo la obra que el Padre nos ha
confiado en el mundo y labramos nuestra salvación, Filp 2, 12. Así pues los tiempos
finales han llegado ya a nosotros 1 Cor 10, 11, y la renovación del mundo esta
irrevocablemente determinada y empieza a realizarse en cierto modo en este
siglo, puesto que la Iglesia aparece adornada ya en esta tierra de una
verdadera aunque imperfecta santidad. Hasta tanto no lleguen los nuevos cielos
y la nueva tierra, en los cuales habita la justicia, 2 Petr, 3, 13, la Iglesia
peregrina lleva consigo la figura de este siglo que pasa, en sus sacramentos y
en sus instituciones que pertenecen a este tiempo, y ella misma vive entre las
criaturas que "gimen entre dolores
de parto hasta el presente en espera de la revelación de los hijos de
Dios", Rom 8, 19-22.
32.7. EL TÉRMINO PROMETIDO
La
Iglesia peregrina se dirige hacia la patria celestial, a la "visión
beatífica" de todo el pueblo de Dios glorificado, pero antes deben de
ocurrir una serie de acontecimientos, muerte, juicio, condenación eterna y
salvación eterna, infierno y cielo, resurrección corporal de todos las
criaturas humanas, gloriosa transformación de todo el género humano. La
escatología alcanza su madurez y plenitud en las enseñanzas de Cristo. En esta
parte de la L G, nº 48, c, se nos ofrece una equilibrada visión escatológica de
la vida. Veamos:
"Unidos,
pues, a Cristo en la Iglesia y sellados con el Espíritu Santo, que es prenda de
nuestra herencia, Efes 1, 14, con verdad
recibimos el nombre de hijos de Dios y lo somos 1 Jn 3, 1, pero todavía no se
ha realizado nuestra manifestación con Cristo en la gloria, Col 3, 4, en la
cual seremos semejantes a Dios, porque le veremos tal cual es, 1 Jn 3, 2. Por
tanto, mientras moramos en este cuerpo, vivimos en el destierro lejos del
Señor, 2 Cor 5, 6, y aunque poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en
nuestro interior, Rom 8, 23, y ansiamos estar con Cristo Filp 2,3. Ese mismo
amor nos apremia a vivir más y más para Aquel que murió y resucitó por nosotros
2 Cor, 5, 15. Por eso procuramos agradar en todo al Señor 2 Cor 5, 9 y nos
revestimos de la armadura de Dios para permanecer firmes contra las asechanzas
del demonio y resistir en el día malo, Efes 6, 11-13.
Y como
no sabemos el día ni la hora, es necesario, según la amonestación del Señor,
que velemos constantemente para que, terminado el único plazo de nuestra vida
terrena Hebr 9, 27 merezcamos entrar con El a las bodas y ser contados entre
los elegidos Mt 25, 31-46, y no se nos mande como a siervos malos y perezosos
Mt 25, 26, ir al fuego eterno Mt 25, 41, y a las tinieblas exteriores, donde
habrá llanto y rechinar de dientes Mt 22, 13; 25, 30. Pues antes de reinar con
Cristo glorioso todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo para dar
cuenta cada uno de las obras buenas o malas que haya hecho en su vida mortal 2
Cor 5, 10; y al fin del mundo saldrán los que obraron el bien para la
resurrección de vida, los que obraron el mal, para la resurrección de
condenación Jn 5, 29; Mt 25, 46.
Teniendo
pues, por cierto que los padecimientos de esta vida son nada en comparación con
la gloria futura que se ha de revelar en nosotros, Rom 8, 18; 2 Tim 2, 11-12,
con fe firme aguardamos la esperanza bienaventurada y la llegada de la gloria
del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo Tit, 2, 13, quien transfigurará
nuestro abyecto cuerpo en cuerpo glorioso semejante al suyo Filp 3, 21, y vendrá
para ser glorificado en sus santos y mostrarse admirable en todos los que
creyeron 2 Tes 1, 10 ".
32.8. LA COMUNIÓN ENTRE LA IGLESIA CELESTIAL Y LA IGLESIA PEREGRINANTE
Se
trata de la consideración de la comunión de los santos y procura llevarnos a encontrar
el justo medio entre un desmesurado culto a los santos, o por otro lado, una
reserva excesiva en lo que respecta a la veneración e invocación de los santos
que están en el cielo, en L G, Nº 49, dice:
"Así, pues, hasta que el Señor
venga revestido de majestad y acompañado de sus ángeles", Mt
25, 31, y, destruida la muerte, le sean sometidas todas las cosas 1 Cor 15,
26-27, de sus discípulos unos peregrinan en la tierra; otros ya difuntos, se
purifican; otros finalmente, gozan de la gloria, contemplando claramente a Dios
mismo, Uno y Trino, tal como es; más todos, en forma y grado diverso, vivimos
unidos en una misma caridad para con Dios y para con el prójimo y cantamos
idéntico himno de gloria a nuestro Dios. Pues todos los que son de Cristo por poseer
su Espíritu, constituyen una misma Iglesia y mutuamente se unen en El, Efes 4,
16. La unión de los viadores con los hermanos que se durmieron en la paz de
Cristo, de ninguna manera se interrumpe, antes bien, según la constante fe de
la Iglesia, se robustece con la comunicación de bienes espirituales. Por lo
mismo que los bienaventurados están más íntimamente unidos a Cristo, consolidan
más eficazmente a toda la Iglesia en la santidad, ennoblecen el culto que ella ofrece a Dios aquí en la
tierra y contribuyen de múltiples maneras a su más dilatada edificación 1 Cor
12, 12-27.
Porque
ellos, habiendo llegado ya a la patria y estando en presencia del Señor, 2 Cor
5, 8, no cesan de interceder por El, con El y en El a favor nuestro ante el
Padre, ofreciéndole os méritos que en la tierra consiguieron por el Mediador
único entre Dios y los hombres, Cristo Jesús 1 Tim 2, 5, como fruto de haber
servido al señor en todas las cosas y de haber completado en su carne lo que
falta a los padecimientos de Cristo en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia
Col 1, 24. Su fraterna solicitud contribuye, pues, mucho a remediar nuestra
debilidad".
32.9. RELACIONES DE LA IGLESIA PEREGRINANTE CON LA IGLESIA CELESTIAL
Se
trata de desarrollar la función que los miembros de la Iglesia celestial
cumplen con respecto al Cuerpo Místico, en general, y especialmente respecto a
los miembros del mismo Cuerpo de la Iglesia que todavía peregrinan por el
mundo. Podemos dividir esta sección en los siguientes puntos.
- El recuerdo de los difuntos en general basado en la certeza de que por la comunión de los santos estamos unidos a ellos. L G, Nº 50, dice: "La Iglesia peregrina, teniendo perfecta conciencia de la comunión que reina en todo el Cuerpo Místico de Jesucristo, ya desde los primeros tiempos de la religión cristiana guardó con gran piedad la memoria de los difuntos y ofreció sufragios por ellos, porque santo y saludable es el pensamiento de orar por los difuntos para que queden libres de sus pecados, 2 Mac 12, 46.
- La memoria de los apóstoles y los mártires: "Siempre creyó la Iglesia que los Apóstoles y mártires de Cristo, por haber dado el supremo testimonio de fe y de caridad con el derramamiento de su sangre, nos están más íntimamente unidos en Cristo.
- La veneración a la Virgen María y a los ángeles: "Les profesó especial veneración junto con la Bienaventurada Virgen y los santos ángeles e imploró piadosamente el auxilio de su intercesión.
- Y finalmente están aquellos santos y santas que se han destacado por su imitación y seguimiento de Cristo: "Y, finalmente, todos los demás, cuyo preclaro ejercicio de virtudes cristianas y cuyos carismas divinos los hacían recomendables a la piadosa devoción e imitación de los fieles".
- La imitación de los santos: "Mirando la vida de quienes siguieron fielmente a Cristo, nuevos motivos nos impulsan a buscar la ciudad futura, Hebr 13 , 14; 11,10, y al mismo tiempo aprendemos el camino más seguro pro el que, entre la vicisitudes mundanas, podremos llegar a la perfecta unión con Cristo en santidad, según el estado y condición de cada uno. En la vida de aquellos que, siendo hombres como nosotros se transforman con mayor perfección a imagen y semejanza de Cristo, 2 Cor 3, 18".
- La invocación de los santos: "Veneramos la memoria de los santos del cielo por su ejemplaridad, pero aún más con el fin de que la unión de toda la Iglesia en el espíritu se vigorice por el ejercicio de la caridad fraterna, Efes 4, 1-6.".
- Los Santos en la celebración Litúrgica: "La más excelente manera de unirnos a la Iglesia celestial tiene lugar cuando, especialmente en la sagrada Liturgia, en la cual la virtud del Espíritu santo actúa sobre nosotros por medio de los signos sacramentales, celebramos juntos con gozo común las alabanzas de la Divina Majestad ... y todos congregados en una sola Iglesia, ensalzamos con un mismo cántico de alabanza a Dios Uno y Trino. Así, pues, al celebrar el sacrificio eucarístico es cuando mejor nos unimos al culto de la Iglesia celestial, entrando en comunión y venerando la memoria, primeramente, de la gloriosa siempre Virgen María, más también del bienaventurado San José, de os bienaventurados Apóstoles, de los mártires y de los Santos".
Después
de haber hecho esta exposición se comprende claramente que toda la exposición
eclesiológica referente a la Iglesia celestial y a nuestras relaciones con
ella, está centrada en el principio teológico de que toda la Iglesia es un solo
Cuerpo, y como tal debe de alabar y adorar, por Cristo, con El y en El, como su
Cabeza, a la Santísima Trinidad.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.
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