SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
10. La Resurrección y el
sentido de la Glorificación - Exaltación
Al hablar del Misterio Pascual decíamos que éste
tiene como dos tiempos:
1. La pasión y muerte de Cristo, es el aspecto
kenótico - sacrificial, en el que Cristo se ofrece al Padre en la cruz como
víctima propiciatoria en favor de la salvación de los hombres,
2. La Resurrección de Jesucristo de entre los
muertos, es el aspecto triunfal y glorioso de Cristo como premio al
cumplimiento, en obediencia de la voluntad del Padre.
El Padre con el poder del Espíritu Santo lo resucita de entre los
muertos, es glorificado y exaltado a la diestra de Dios Padre, Rom 1, 4; 8, 11.
S. Pablo lo explica de esta manera: "Y se humilló a sí mismo, obedeciendo
hasta la muerte y muerte de Cruz. Por lo cual le exaltó y le otorgó el Nombre
que está sobre todos los nombres, para que ante el nombre de Jesús se doble
toda rodilla en el cielo y en la tierra y en los abismos, y toda lengua
proclame que Jesucristo es Señor (Kyrios) para gloria de Dios Padre",
Fil 2, 8-11. Así se completa el ciclo del
"paso" (Pascua), de Cristo de este mundo, a la gloria del Padre.
«Os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa
hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a
Jesús» (Hch 13, 32-33). La
Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y
vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como
fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo
Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo
que la Cruz:
10.1. El acontecimiento histórico y trascendente
El
misterio de la resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo
manifestaciones históricamente comprobadas como lo atestigua el Nuevo
Testamento. Ya S. Pablo, hacia el año 56, puede escribir a los Corintios: «Porque os transmití, en primer lugar, lo
que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las
Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las
Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce» (1 Cor 15, 3-4). El
apóstol habla aquí de la tradición viva de la Resurrección que recibió después
de su conversión a las puertas de Damasco.
10.2. Las apariciones del Resucitado
Los Doce apóstoles no habían comprendido las
predicciones de la pasión muerte y
resurrección que por tres veces narran
los sinópticos. Por esto la muerte y sepultura
de Jesús los había desconcertado y cegado, Mc 16, 14, Lc 24, 21-24. Ver el
sepulcro vacío no les llevó a ninguna conclusión para convencerles de que había
resucitado, antes prefirieron creer que había sido raptado su cadáver. Lc 24,
11. Sólo Juan al ver el sepulcro vacío y los lienzos sobre la piedra
"vio y creyó". Jn 20, 8.
Después del acontecimiento de la resurrección dan
comienzo las "apariciones"
de Jesús resucitado. En Hech 13, 31 se dice
"que se apareció durante muchos días", no a todos, sino a los que
habían convivido con El. Quien se aparece es, ciertamente, Jesús de Nazaret;
los apóstoles lo ven y lo tocan, Lc 24, 36.40; Jn 20, 19. 29; comen con Él, Lc
24, 29. Y está presente entre ellos no como un fantasma sino con su propio
cuerpo. Lc 24, 37. Jn 20, 20. Jesús repite entre ellos el gesto de partir el
pan, lo cual permite que le reconozcan, Lc
24, 30, s.s.
Jesús con
sus apariciones cumplió varias funciones importantes en favor de sus
discípulos, con los apóstoles a la cabeza.
1. La primera función que Jesús confirma en la
fe a los discípulos dándose a conocer (la aparición concreta en sí).
2. La segunda, es el de consolar a los que
estaban tristes por el "escándalo de
la cruz".
3. La tercera, es instruir a los que habían
olvidado sus enseñanzas. Lc 24, 25-27.
4. La cuarta, es unir alrededor de El a los que habían sido
dispersados por los acontecimientos del Viernes Santo.
5. Finalmente, antes de subir al cielo los envía
a predicar el evangelio.
De aquí se siguen los siguientes aspectos: Jesús
con sus apariciones nos enseña cómo:
- Infunde la fe a los que la han perdido
- Consuela a los que están tristes y
escandalizados por la cruz
- Instruye a los que son ignorantes del Misterio
Pascual
- Une a los que andan dispersos porque ha
desaparecido su Pastor.
- Envía a sus apóstoles a evangelizar todo el mundo.
Otro aspecto que podemos resaltar es la
"delicadeza", la "atención" que Jesús Resucitado tiene con sus discípulos débiles. Jesús sale
al encuentro de los suyos, de los que
ama, tiene palabras de delicadeza y ternura, con María Magdalena, Jn 20, 15. "Le dice Jesús, Mujer, ¿Por qué lloras?
¿A quién buscas?, ella contestó...".
La
aparición a las santas mujeres, que iban a embalsamar el cuerpo de Jesús
enterrado a prisa en la tarde del Viernes Santo por la llegada del Sábado, fueron las primeras en encontrar al
Resucitado. Así ellas fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de
Cristo para los propios apóstoles; La aparición a los discípulos
"desolados" de Emaús, también sale a su encuentro: "y mientras ellos conversaban y
discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos", Lc 24,
15.
Sale también al encuentro de los Apóstoles en el
cenáculo. Estos se asustan y Jesús con infinita paciencia y caridad les muestra
los estigmas de las llagas de las manos y del costado, Lc 24, 36-43.
Finalmente la delicadeza que tiene con el Apóstol
Tomás. Se aparece por segunda vez y Tomás presente y Jesús con bondad se dirige
a Tomás y lo aproxima a sí y le hace tocar sus llagas, para que crea, y no sea
incrédulo. Jn 20, 26-29.
También se le apareció a Pedro, aunque no sabemos
cómo se realizó este encuentro. En todo ello Jesús se manifiesta con infinita
sencillez y paciencia a "los suyos", a los que le han
seguido hasta el final. Jesús, el amigo fiel que no se olvida de los suyos.
Como testigos del Resucitado, los apóstoles son
las piedras de fundación de su Iglesia. La fe de la primera comunidad de
creyentes se funda en el testimonio de hombres concretos, conocidos de los
cristianos y, para la mayoría, viviendo entre ellos todavía. Estos «testigos de la Resurrección de Cristo»
son ante todo Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla claramente
de más de quinientas personas a las que se apareció Jesús en una sola vez,
además de Santiago y de todos los apóstoles.
10.3. La Resurrección como acontecimiento trascendente, obra de la Santísima Trinidad
«¡Qué
noche tan dichosa – se canta en la Pascua de la resurrección - sólo ella
conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos!». En efecto,
nadie fue testigo ocular del acontecimiento mismo de la Resurrección y ningún
evangelista lo describe. Nadie puede decir cómo sucedió físicamente. Por eso,
Cristo resucitado no se manifiesta al mundo sino a sus discípulos, «a los que habían subido con él desde
Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos ante el pueblo» (Hech
13, 31).
La
Resurrección de Cristo es objeto de fe en cuanto es una intervención
trascendente de Dios mismo en la creación y en la historia. En ella, las tres
Personas divinas actúan juntas a la vez y manifiestan su propia originalidad.
Se realiza por el poder del Padre que «ha
resucitado» (Hech 2, 24) a Cristo, su Hijo, y de este modo ha introducido
de manera perfecta su humanidad - con su cuerpo - en la Trinidad. Jesús se
revela definitivamente «Hijo de Dios con
poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos»
(Rom 1, 3-4). S. Pablo insiste en la manifestación del poder de Dios por la
acción del Espíritu que ha vivificado la humanidad muerta de Jesús y la ha
llamado al estado glorioso de Señor.
En cuanto
al Hijo, él realiza su propia Resurrección en virtud de su poder divino. Jesús
anuncia que el Hijo del hombre deberá sufrir mucho, morir y luego resucitar
(sentido activo del término). Por otra parte, él afirma explícitamente: «Doy mi vida, para recobrarla de nuevo...
Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo» (Jn 10, 17-18). «Creemos que Jesús murió y resucitó» (1
Tes 4, 14).
10.4. Sentido y alcance salvífico de la
Resurrección
«Si no resucitó Cristo, vana es nuestra
predicación, vana también vuestra fe» (1 Cor 15, 14). La Resurrección constituye ante todo la confirmación de
todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más
inaccesibles al espíritu humano, encuentran su justificación si Cristo, al
resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad divina según lo había
prometido.
La
Resurrección de Cristo es cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento y
del mismo Jesús durante su vida terrenal. La expresión «según las Escrituras» indica que la Resurrección de Cristo cumplió
estas predicciones.
La verdad
de la divinidad de Jesús es confirmada por su Resurrección. El había dicho: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre,
entonces sabréis que Yo Soy» (Jn 8, 28). La Resurrección del Crucificado
demostró que verdaderamente, él era «Yo
Soy», el Hijo de Dios y Dios mismo. S. Pablo pudo decir a los judíos: «La Promesa hecha a los padres, Dios la ha
cumplido en nosotros... al resucitar a Jesús, como está escrito en el salmo
primero: "Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy"» (Hech 13,
32-33).
La
Resurrección de Cristo está estrechamente unida al misterio de la Encarnación
del Hijo de Dios: es su plenitud según el designio eterno de Dios.
Hay un
doble aspecto en el Misterio Pascual:
1. con su
pasión y muerte nos libera del poder del pecado,
2. con su
Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida.
Esta es,
en primer lugar, la justificación que nos devuelve a la gracia de Dios «a fin de que, al igual que Cristo fue
resucitado de entre los muertos... así también nosotros vivamos una nueva vida»
(Rm 6, 4). Consiste en la victoria sobre la muerte y el pecado y en la
nueva participación en la gracia.
Con la resurrección
se realiza, se nos otorga la verdadera filiación divina, somos hechos
verdaderamente hijos de Dios, porque los hombres se convierten en hermanos de
Cristo, como Jesús mismo llama a sus discípulos después de su Resurrección: «Id, avisad a mis hermanos» (Mt 28,
10; Jn 20, 17). Hermanos no por naturaleza, sino por don de la gracia, porque
esta filiación adoptiva confiere una participación real en la vida del Hijo
único, la que ha revelado plenamente en su Resurrección.
Continuará.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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