Fiestas
La Natividad de San Juan: 24 de junio
La Natividad de San Juan: 24 de junio
Martirio de San Juan: 29 de agosto
Juan, Precursor, Profeta y Bautista -en el Catecismo
717
"Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. (Jn 1, 6). Juan
fue "lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre" (Lc 1, 15.
41) por obra del mismo Cristo que la Virgen María acababa de concebir
del Espíritu Santo. La "visitación" de María a Isabel se convirtió así
en "visita de Dios a su pueblo" (Lc 1, 68).
718
Juan es "Elías que debe venir" (Mt 17, 10-13): El fuego del Espíritu lo
habita y le hace correr delante [como "precursor"] del Señor que viene.
En Juan el Precursor, el Espíritu Santo culmina la obra de "preparar al
Señor un pueblo bien dispuesto" (Lc 1, 17).
719
Juan es "más que un profeta" (Lc 7, 26). En él, el Espíritu Santo
consuma el "hablar por los profetas". Juan termina el ciclo de los
profetas inaugurado por Elías (cf. Mt 11, 13-14). Anuncia la inminencia
de la consolación de Israel, es la "voz" del Consolador que llega (Jn 1,
23; cf. Is 40, 1-3). Como lo hará el Espíritu de Verdad, "vino como
testigo para dar testimonio de la luz" (Jn 1, 7;cf. Jn 15, 26; 5, 33).
Con respecto a Juan, el Espíritu colma así las "indagaciones de los
profetas" y la ansiedad de los ángeles (1 P 1, 10-12): "Aquél sobre
quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que
bautiza con el Espíritu Santo ... Y yo lo he visto y doy testimonio de
que este es el Hijo de Dios ... He ahí el Cordero de Dios" (Jn 1,
33-36).
El sobrenombre de
Bautista le proviene de su ministerio. Nacido, según algunos, en Judea,
pueblecito de Judea; según otros, en Hebrón.
Hijo
de Zacarías e Isabel, pariente de la Virgen María, es el precursor de
Jesucristo. En esta misión se entrega totalmente viviendo en penitencia,
austeridad, y celo por las almas.
La fiesta de San Juan es una fiesta alegre y popular. En ella parece cumplirse aún la palabra con la que el
ángel anunció a Zacarías su venida al mundo: «Muchos Se regocijarán en
su nacimiento»; y se regocijaron, en efecto, cuando éste tuvo lugar en
las montañas de Judea, y se regocijan todavía en todo el mundo, veinte
siglos después.
Fue Juan el Precursor de Cristo, el que vino
para preparar y alumbrar los caminos del Señor; por esto la Iglesia
celebra su nacimiento, como celebra el de Jesús, distinguiéndolo en esto
de los demás Santos. Y con este fin, en el día de su festividad, ha
puesto en la Misa esta preciosa perícopa evangélica, que magníficamente
nos muestra su predestinación divina.
«A Isabel, se le cumplió el tiempo de su parto y dio a luz un hijo»
«Y se enteraron sus amigos y parientes de que el Señor había usado con ella de gran misericordia, y le daban el parabién.»
«Y aconteció que al octavo día vinieron a
circuncidar al niño, y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías;
intervino su madre, diciendo: No, sino que se llamará Juan. Dijéronle:
Nadie hay de tu familia que se llame con ese nombre. Hacían señas a su
padre sobre cómo quería que se llamase. Él, pidiendo una tablilla,
escribió en estos términos: Juan es su nombre. Y se maravillaron todos.
Abrióse su boca de improviso, y su lengua quedó expedita, y hablaba
bendiciendo a Dios. Y se espantaron todos los que vivían en su vecindad,
y en toda la montaña de Judea se divulgaban todas estas cosas, y todos
los que las oían las guardaron en su corazón, diciendo: “¿Qué será,
pues, este niño?”. Porque, a la verdad, la mano del Señor visitó y
rescató a su pueblo..”.»
«Y Zacarías, su padre, fue lleno del
Espíritu Santo, y profetizó diciendo: “Bendito sea el Señor, Dios de
Israel, porque visitó y rescató a su pueblo...”».
¡Precursor de Jesús! Precursor es el que
precede, el que va delante de otro para anunciar su inmediata aparición.
Los profetas entretuvieron a la huérfana humanidad, delineando a
grandes rasgos la hermosa figura del Redentor; crecía cada día el ansia
por la llegada del Mesías y avivábase la confianza.
Juan el Bautista anuncia a Cristo no sólo
con palabras, como los otros profetas, sino especialmente con una vida
análoga a la del Salvador. Nace seis meses antes que Él; su nacimiento
es vaticinado y notificado por el ángel Gabriel, como el suyo, y causa
en las montañas de Judea una conmoción y regocijo semejantes a los que
debían tener lugar poco después en las cercanías de Belén.
El nacimiento de San Juan Bautista es un
prodigio, porque no fue obstáculo para él la ancianidad y esterilidad de
Isabel, como no lo fue a María su purísima virginidad. En vida oculta y
escondida consume los treinta primeros años de su existencia; nadie
sabe de él, ni de él nos hablan los evangelistas, como tampoco nos
hablan de Jesús en aquel mismo período, en que quedan ambos como
eclipsados.
A los treinta años salen ambos: uno de su
retiro de Nazaret, otro de sus soledades del Jordán; pero Juan, conforme
a su oficio de Precursor, sale antes que Jesús.
Truena su voz en las márgenes de aquel río,
síguenle las turbas, incrépanle los fariseos... Él habla con libertad a
los pobres y a los poderosos. Hay quien le cree el Mesías. Hay quien
escucha su voz como la Buena Nueva prometida, cuando en realidad no es
más que su prólogo. Bien claro Juan lo afirma: «Está para venir otro más
poderoso que yo, al cual yo no soy digno de desatar la correa de su
calzado».
Pronto se extiende el renombre de su
virtud, y aumenta la veneración del pueblo hacia él; los judíos acuden
para ser bautizados, enfervorizados por sus palabras. Mientras predica y
bautiza anuncia un bautismo perfecto: «Yo bautizo en el agua y por la
penitencia, y el que vendrá, en el Espíritu Santo y el fuego».
Y cuando Jesús se acerca al Jordán para ser
por él bautizado, Juan no se atreve a hacerlo. «¿Tú vienes a mí, cuando
yo debería ser bautizado por Ti?» Mas Jesús insiste, y le bautiza
entonces.
Encarcelado por Herodes Antipas por haberse
atrevido a reprimir y censurar su conducta y vida escandalosa, le llega
la noticia de que Jesús ha empezado su ministerio público. Jesús, por
su parte, en su predicación asegura a los judíos que entre todos los
hombres de la tierra no hay un profeta más grande que Juan.
Se ignora cuánto tiempo pasó en la cárcel.
Aconteció que con motivo de una fiesta en celebración del nacimiento de
Herodes, cuando el vino y los manjares y las danzas exaltaban a todos,
Salomé, hija de Herodías, esposa ilegítima del rey, bailó ante Herodes.
Entusiasmado éste, prometió darle cuanto pidiera, aunque fuese la mitad
de su reino. Instigada por su madre, pidió Salomé la cabeza del
Bautista. Herodes, no osando faltar a su palabra empeñada ante todos,
ordenó fuese traída la cabeza de Juan, la cual en una bandeja fue
presentada, efectivamente, a Herodías por su hija. Sus discípulos
recogieron el cuerpo del Bautista y le dieron sepultura.
Las alegres fogatas que en la noche de la
vigilia de San Juan coronan las montañas y alumbran nuestras calles y
plazas, no parecen sino un reflejo, que pasa a través de los siglos, del
popular alborozo con que fue saludado por los vecinos de Judea el
nacimiento de uno de los santos más populares de la Iglesia.
Fuente:
http://multimedios.org/docs/d001400/
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