Teología fundamental. 16. El Credo. El alma humana



P. Ignacio Garro, jesuita
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA

5. EL CREDO
Continuación


5.4.1.5. EL ALMA HUMANA 

5.4.1.5.1. Su naturaleza y su existencia 

El alma humana es el principio vital que comunica al cuerpo, vida, sensibilidad y pensamiento. 

Negar la existencia del alma humana sería un gran absurdo. 
  • La razón la prueba. Nos consta en efecto que la simple materia ni vive, ni siente, ni piensa. Nosotros vivimos, sentimos y pensamos. Luego tenemos un principio distinto de la materia. 
  • La Sagrada Escritura también nos la prueba. Así Cristo nos alerta: "No temáis a los que sólo pueden dañar el cuerpo. Temed a los que pueden precipitar alma y cuerpo en el infierno" (Mt. 10, 28). 

El alma humana tiene dos propiedades importantísimas, que la distinguen del principio vital de los brutos: es espiritual e inmortal. 


5.4.1.5.2. Espiritualidad del alma 

El alma humana es espiritual, porque no es cuerpo, ni consta de partes materiales, sino que es un principio superior a la materia. 

Esto se prueba porque realiza operaciones que están por encima de la materia. Comparemos, para cerciorarnos, el conocimiento del hombre con el conocimiento de los animales. 

1°. El conocimiento de los animales se refiere a las cualidades materiales de los cuerpos, que se pueden percibir por los sentidos 

2°. El conocimiento del hombre: a) Se refiere a seres y cualidades inmateriales. b) Aun los seres materiales los conoce de modo inmaterial. c) Puede raciocinar. Tres cosas que no puede el animal. 

a) El hombre conoce seres espirituales como Dios; y nociones in materiales como las nociones de virtud, deber, patria.

b) Conoce los seres materiales de un modo inmaterial, porque aparta de ellos las cualidades sensibles, y llega a formar las ideas, que son inmateriales y abstractas. 
Expliquemos esto con un ejemplo: El perro distingue al amo del extraño y del mendigo por la voz, las facciones, el olor, los ademanes y demás condiciones sensibles y concretas. Pero nunca podrá decirse: todos estos tres tienen algo de común, son animales racionales; porque este concepto es algo inmaterial que no pueden percibir los sentidos. El hombre lo hace así cada vez que aparta las cualidades materiales de los seres para formar las ideas, o conceptos generales.
c) Además el hombre puede raciocinar, lo que no puede el animal. Es absurdo suponer que un perro lea un libro y discuta las ideas del autor; o que un asno pueda fabricar una computadora o componer una sinfonía. 
Pues bien, como el actuar sigue al ser, decimos que, habiendo en el hombre operaciones inmateriales, es de rigor que haya en él un principio inmaterial que las produzca; y a este principio inmaterial lo llamamos alma. 

Necesariamente la naturaleza de un ser está de acuerdo con sus operaciones. Así es imposible que una piedra tenga respiración y circulación, o que una planta vea y sienta placer, Por eso, habiendo en e¡ hombre operaciones inmateriales es de rigor que haya en él un principio inmaterial.

5.4.1.5.3. Su inmortalidad 

El alma no muere con el cuerpo, sino que es inmortal. " Dios ha hecho al hombre inmortal escribe el libro de la Sabiduría (2, 23). 

Dice también el Eclesiastés: "Que el polvo vuelva a la tierra de donde salió; y el espíritu vuelve a Dios que le dio el ser" (12, 7).

La razón prueba igualmente la inmortalidad del alma: 

a) Porque siendo el alma un espíritu, no lleva en sí germen alguno de corrupción que es propia de lo material. 
El cuerpo al morir se disgrega en los diversos elementos que lo componen y entra en corrupción, El alma humana es simple y espiritual, y no tiene ni elementos que se disgreguen, ni materia que pueda corromperse.
b) Porque así lo exige la sabiduría de Dios. Si el alma no fuera inmortal Dios no hubiera puesto en el hombre un deseo de felicidad, que jamás pudiera satisfacer. 
Puesto que en esta vida no puede satisfacer de lleno ese deseo, y puesto que va contra la divina sabiduría haber puesto en el alma una aspiración tan honda y poderosa para nunca satisfacerla, es de rigor admitir la existencia de otra vida, donde dicha aspiración pueda tener completa realización.

c) Porque así lo exige la justicia de Dios. Pues de otra manera tantas injusticias que se dan en él mundo quedarían sin reparación. 

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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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